Partida Rol por web

Asentí a las palabras de Ramirez, miré el altar y de paso eché un vistazo a la jaula y a cuanto habia alrrededor nuestro, por si hubiera algo de valor, monetario o mágico.

Yo intentaría volver a la majada, este sitio me da escalofríos-digo para todos-, si no os encontráis bien puedo intentar cargaros a ratos hasta que lleguemos -digo a la muchacha-, descansar allí et mañana ir a Mijares do está el vuestro padre seguro que deseoso de veros.
 

Estoy de acuerdo, no me apetece dormir en el hogar de una bruja, de donde se acaba de marchar un demonio y no sabemos si puede volver en cualquier momento.

Ayudo a la muchacha a caminar y trato de infundirle ánimos: No os preocupéis, os ayudaremos a salir de este agujero infecto y pasaremos la noche en la majada. Mañana, si ha dejado de nevar podemos ir al pueblo.

Nada encontraste, salvo restos como de pequeña ceniza y huellas de algo que prendió en el suelo y quedó ahí como ardiendo, dejando la marca ennegrecida en ciertos lugares del mismo.

Salísteis de aquella cripta. Traspasásteis la cortina y allí vísteis el cadáver del animal al que habíais derrotado. Tomásteis de nuevo, no sin observar la cara de miedo de Virtudes, el pasillo estrecho y os alzásteis por la escalera. Subísteis ahora a la entrada de la cueva, toda ella rodeada de huesos y calaveras. La cara de la mujer era un poema. Su trance, poco a poco del que despertaba, tornábase cada vez en más asco y horror mundano. Nada más asomaros al umbral de la cueva, observásteis que la ventisca continuaba. Estuvísteis allí un par de horas, justo en el momento en que la nevada parecía amainar... Os aventurásteis a salir y finalmente llegásteis a la majada, no sin anter observar el cuerpo congelado de aquel clérigo, una vez más... su boca estaba abierta y sus ojos también, mirando el difunto al infinito... Finalmente, entrásteis en la majada, y allí, encendísteis una lumbre.

Finalmente, la muchacha se percató que conocía esa majada. Había andado agarrada de vuestro brazo con la manta de Míkel sobre sí. Comprendió entonces que la estábais llevando a casa, que no érais singuales bandidos u algo peor.

¿Quiénes sois...? -decía poniendo las manos en alto alzándolas delante de la hoguera-. ¿Cómo me habéis... encontrado?

Cuando llegamos a la majada cojo un poco de nieve limpia con el cazo, la pongo al fuego y empiezo a cortar trozos del escornau que voy echando al cazo con la intención de preparar un estofado.

 Cuando la muchacha nos pregunta, le respondo un-Mikel, me llaman el lobo-si me ha mirado a los ojos se figurará el porqué, a estas horas ya no trato de disimular el hechizo, simplemente espero que amanezca para que desaparezca.-El muchacho, ya le conocéis, es  Álvar. Y el tipo callado que os ha estado ayudando Pelayo, o Ramirez como yo le llamo.-Sonrisa socarrona-¿Cómo? no lo sé, cuestión de suerte quizás. Mari, quiero decir La Virgen MAría, que no tenía a bien que perecieses hoy. Me callo y pruebo el estofado de escornau, está un poco duro pero se puede comer, le ofrezco un poco a la muchacha para que entre en calor.

Bueno, ya nos ha presentado mi compañero. Vamos hacia el sur, a enrolarnos para combatir a los moros y ha querido la Providencia que pasáramos por este pueblo a tiempo de rescataros con vida - miro de reojo a mi compañero Mikel. No estoy seguro si esa forma de referirse a la Virgen es una blasfemia, pero no me siento muy cómodo con ella. En cualquier caso, no es el momento de entrar en esas disquisiciones - Comamos algo y descansemos hasta que rompa el día y podamos volver a vuestro pueblo. Nosotros haremos guardia, creo que me toca a mí.

Aquella noche nada ocurrió. La muchacha no soltó prenda de lo que le había pasado, pero os lo podíais imaginar: un horror tremendo en aquella cueva y su subsuelo es el que debió haber vivido. Ella, al menos, no vió al gran demonio que vosotros vísteis, pues hallábase inconsciente. La noche seguía tornándose oscura y fría, pero estaba casi la amanecida a la vuelta de la esquina. Y en pocas horas ya veíais a través de un pequeño ventanuco, y teníais la sensación de haber dormido bien. Al menos, si los sueños se portan bien, uno descansa y se olvida de las fatalidades.

Nada más salir a observar el exterior, vísteis que había un tomo de nieve considerable, pero la ventisca no era tan fuerte como el día anterior. El momento era idílico para salir de allí y volver a Mijares, donde seguramente no habría nevado tanto al estar a menos altitud.

* * *

Una vez en Mijares, Virtudes no hizo otra cosa que correr hasta la casa de Roque y llamar a la puerta. Allí apareció el vecino y padre de la muchacha, y ambos, sin apenas mostrarse palabra alguna, se abrazaron durante mucho tiempo. Roque os miró de nuevo y luego a su hija y supo que la habíais rescatado. Su cara robusta y dura se tornó en lágrimas y una rojez en ella fruto de la emoción. Momentos después, tras escuchar algo de jaelo, Ramiro y otros vecinos salieron a ver qué pasaba. Aquella aldea era pequeña, pero al ver a la "comehombres" todos se sorprendieron... estaba allí, y... había vuelto.

Estos hombres me sacaron de la cueva, padre... me trajeron hasta aquí... te pido perdón... -decía Virtudes entre lágrimas-. No debí irme ni faltarte al respeto...

Tranquila hija mía... -dijo Roque-, vamos, entra en casa... -luego se acercó a vosotros-. No sé cómo puedo agradecéroslo. No soy más que un hombre mayor... Fuísteis a la cabaña, pero... ¿encontrásteis a mi hija?

Allí estaba Mateo, padre... -reveló-, en la cueva... Yo lo ví.. ví a...

¿A quién? -preguntó indiscretamente Ramiro, atendiendo a todo el embrollo-. Venga, ¡dí, muchacha!

¡Ya basta! -dijo Roque para que aquel pequeño interés se disipara-. Entra en casa, hija mía. Y vosotros, señores, entrad también: quizá quieran calentarse y comer algo...

Aceptásteis la oferta, y os extrañó un poco que Ramiro, lejos de discernir qué había pasado o porqué y cómo habían rescatado a la suya hija, ordenó a Virtudes que prepara un café para todos, no sin antes volver a abrazarla. La joven, aún con la pesadumbre en el rostro, aceptó sin rechistar. Roque acercó varias sillas para que os sentárais...

¿La cueva... verdad? -dijo en bajito y apoyándose con los codos en la mesa (acercándose a vosotros un poco), para que su hija no la oyera desde la habitación que hacía de cocina-. ¿Y allí estaba... Ella?

Asentí a las palabras de Roque, tenía que referirse a la bruja. ¿A quien si no? Non parecéis sorprendido,¿qué sabéis?-Le digo. Pues parecía que el sabía algo de lo que allí sucedía. No sabía que más decir, de modo que callé y esperé respuesta.

Todavía quedaban muchas preguntas sin resolver, puede que Roque nos diera las respuestas, pero en cosas del Diablo quien puede saber lo que se trama. Mari nos había sido favorable y eso era lo importante, tan pronto como encontrase una iglesia le pondría dos velas, una por nos y otra por la muchacha, y en el bosque dejaría una ofrenda de viandas.

El recibimiento a la muchacha me dejó una sensación rara. Por una parte se alegraban de verla, pero otros vecinos como Ramiro no parecían demasiado contentos y llegamos incluso a oir a gente llamándola "comehombres". Sin embargo, entro con ellos en la casa y allí no parece haber nada demasiado anormal, hasta que el padre hace la pregunta:

Si nos decís a quien llamáis ella será más fácil contestaros y si en algo apreciais que hayamos rescatado a vuestra hija, deberíais contarnos lo que sabéis - yo también susurraba, pues parecía evidente que el hombre sabía bastante más de lo que había dicho hasta ahora y yo me imaginaba que también le ha ocultado cosas a su hija.

Alvar, recompuesto por la luz del día, que otorga una ilusión de calidez a sus fríos huesos tras haber pasado una noche de pesadilla, agradece sinceramente la oferta de calentarse en un hogar de verdad y comer algo... Y sin embargo... Hay una sospecha que le ronda la cabeza desde que oyó al extraño ser de la cueva...

—¿Qué fiziste le is a la mujer? una non torna en bruja sin motivo. ¿tredes la mal?— Dice, cruzado de brazos, y con una mueca inquisidora en el rostro.

Me refiero -dijo mirando a Pelayo- a la que tu amigo también llama "Bruja" -refiriéndose a Álvar-. Esa mirada perdida de mi Virtudes no puede proceder de otro lugar... ¡estuvísteis en la cueva...! ¡y salístes de ella... como yo!

Roque resopló, mirando a su hija desde la sala donde estábais, esperando que no estuviera oyendo nada, como así era.

Veréis, yo no soy el padre de Virtudes... -admitió-. Bueno, sí... ¡lo soy! ¡Yo la crié! ¡la crié desde que era niña! Como véis, no veis esposa mía en esta casa, ni madre suya que habite bajo este techo... porque no la hay. Tiempo ha, muchos años atrás, caí presa en pleno monte de Ella, a la cual no quiero ni nombrar. Esa... bruja me raptó, y me llevó a su morada. Cuando desperté estaba tumbado en un lecho de piedra y había cadáveres en cada rescoldo y esquina dentro de la guarida. Por lo visto esa mujer había matado muchos hombres, y yo parecía ser el siguiente... El pútrido olor fue lo que me hizo despertar, y al parecer ella estaba acostumbrada, por lo que dormía plácidamente cuando abrí los ojos...

El aire era muy fuerte, muy denso, y sólo había velas allí mismo... No entiendo ni cómo no nos asfixiamos allí dentro sin ventilación alguna. Eso sí, había mucha corriente, y a pesar del frío, decidí correr al exterior de la cueva, aun siendo pleno invierno. Eso sí, aún no vos he dicho que yo andaba en cueros cuando desperté... Y en siendo así, que no me importó aventurarme montaña abajo sin ropa alguna, pues prefería morir de frío que en las garras de esa maldita horrenda... Sin embargo... no huí sólo -Roque volvió a mirar a la cocina, donde estaba su...-. Antes de escapar cogí a un bebé que esa diablesa tenía en la cueva, entre toscos pliegos de tela. Y corrí... No podía dejar esa criatura allí, de la mano de la bruja... Creo que Virtudes era su hija... aunque yo nunca le he hablado de esta historia...

Luego llegó, en mitad de la narración, la muchacha, habiendo preparado unos cortes de longaniza y algo de carne asada con un poco de vino. En su mirada aún se dibujaba el miedo. Y mientras comíais ella miraba, sin apetito alguno. Cuando la misma chica recogió las migas y los vasos, Roque, finalmente, os pidió que nada la dijérais... Si Virtudes llegara a enterarse que no era su padre...

... la volvería a perder, me temo.

Tranquilo padre... -interrumpió Virtudes, acercándose a vosotros, aún sentados-. Esa mujer no puede ser mi madre. Me raptó y me amenazó. ¿Quién querría así a un hijo?

Entonces la joven abrazó a Roque.

Ramiro, allí presente, se llenó de lágrimas. También os contó que que la noche anterior, cuando salísteis a la majada, llegaron a la aldea varios tipos armados preguntando por unos hombres.... Por lo visto, según supo Roque, le contaron que venían de Ciudad Rodrigo. El padre de Virtudes, sospechando que os buscaban, los mandó en dirección contraria. Tras su confesión acerca de la bruja, os proporcionó alimentos para 2 días y agua suficiente como para caminar muchas leguas lejos de allí).

:: FIN ::