Y al final se quemó el bar y parte del pueblo acabó hecha cisco tamién, pero los muguais se murieron tos. Allí fue paz y después gloria... Menos pal alcarde, que tenía que apañárselas pa ver cómo tapaba tos aquellos bujeros del dineral que tinía que pagar pa reconstruir. ¡Madre mía! ¡Que ni con el Mufeo aquel!
El caso qu'el alcarde se fugó, asín sin decir na. Pilló al día siguiente su hato y se fue a su chalé de Cuenca, ese que tol mundo dicía que s'había pagao sisando del ayuntamiento. Por lo que dicían los rumores el chalé era algo asín en la serranía de Cuenca:
Aunque en realidad era algo asín...
¡Pero oye! Piscina tinía, no como el pueblo que los muchachos tenían que ir a mojar el culo a la alberca. C'aún m'acuerdo de cuando el Benancio el Apolillao era mozo se flipó y quisó poner una tabla asín pa qu'hiciera de tobogán. Y se puso a bajar por ella y se dejó tol culo como el de un mono d'esos del zoo: rojo y escocío. Que lo tuvieron que llevar al ambulatorio pa que le quitaran los cachicos de madera que se le habían quedao pegaos en el culo... Ende entonces l'empezaron a llamar el culo pelao. Lo cual era una tontá porque cuando creció le salió ahín un felpudo que ni que tuviera un gatete acostao.
Al Guiri l'echaron del pueblo. Le cayeron toas las culpas por lo de los Muguais esos, c'habían salío tos de su fragoneta y to eso. El Cabronero l'escondió esa noche pa que durmiera con las cabricas, asín no le buscarían. Pero al Yosua se le iluminó la mente y no podía dormir un pijo. Es por eso que en cuanto salió del pueblo al día siguiente, escondío en el camión que el Cabronero usaba pa tirar las moñigas de las cabras pa abonar los campos, fue directo a la capital.
El puto Guiri había tenío l'idea feliz de que si a la gente le gustaban tanto los bichos aquellos orejones y d'ojos grandes, lo mismo podía hacer negocio d'ese. Asín que hizo unos dibujos de los muguais, asín con mecanismos y to eso que solo entiende la gente joven, y lo vendió to a una fábrica de jubetes. Esa misma Navidás sacaron un jubete que se parecía una montoná a los gamusinos esos.
En el pueblo naide quiso comprálos, por si acaso les volvía a dar un ventusque y les jodían las verbenas. ¡Que las verbenas son sagrás!
Ese mismo día el Cabronero aprovechó el viaje d'incognitos pal Guiri y paró en el local ese con lucecitas y una señora pintá en lo alto. Dicen c'además le tocó la lotería que compró en aquel sitio en el bar y que s'enamoró y to. Con tos los cuartos y una yueca, se fue a la Capital a vivir la vida. La gente dice c'además vendió su historia a un señor guiri y qu'hicieron una pilícula mu bonita. Pero a ver qué pilícula pués hacer con una pelandrusca...
Con tol lío y con toa la hostia, el Paco Pepe s'enfadó una montoná de que le quitaran el bar. Asín que él y el chino s'escabuyeron y fueron pa su casa. El Paco Pepe le dió la Mirsinda al chino y asín quedó to en paz. O eso pensaba él. Por suerte con to lo que se lió y tol pifostio, la Pitones no s'enteró muncho. Ella lo que quiría era otra cosa... SER ALCARDESA.
Asín que cuando el alcarde se fugó, el Guiri estuvo despachao y la murciana dijo que s'iba al pijo del pueblo, solo le quedaba una cosa por hacer a la Pitones: quedarse con to y mandar. Sin elecciones ni na, se nombró alcardesa y naide levantó ni un poquito la voz, no fuera a ser que le cayera una tollina mortal d'aquellas que daba. Se subió al balcón del ayuntamiento y dio un discurso asín mu conmovedor.
Ahora dice la jodía que quiere l'independencia del pueblo, que nos la podemos apañar mu bien solos. Amos, que le den por culo a España y asín poder nombrarse reina de to, no es otra cosa. Que tos la conocemos.