Entonces lo recuerdas
Hace muchos años ya. En un depósito parecido, pero más iluminado y terrenal, como si este no fuera más que una caricatura mal hecha de aquel momento
Tus ojos van a parar al cadáver tapado que está a la derecha de Rikoru. Por aquel entonces, te acercaste despacio, mientras el médico te iba relatando el estado en el que se encontraba. Cuando levantaste la manta, estaba allí, inerte, acusador...
Michael
Tus fantasmas vuelven a por ti
Entonces lo recuerdas
Aquella vez fue parecido. El depósito era similar, aunque más luminoso, como si este se tratara de una caricatura mal hecha, retorcida y siniestra. Pero no cabe lugar a dudas: Es el mismo
Hace muchos años, recuerdas, anduviste por un pasillo como este, acompañado por uno de los médicos, que te iba relatando el estado en el que se encontraba él. Luego, alzó la manta, y allí estaba, inerte, acusador... Muerto. Tragas saliva, y miras a tu derecha. Si tu memoria no te falla, es ese
Matsu
Tus fantasmas te persiguen
INTERLUDIO 1
Apoyado contra la ventana, la figura observaba como aquellas tres mujeres corrían por el callejón, alejándose de los demonios aulladores que intentaban darlas caza. Se llevó el cigarrillo a la boca, y luego expiró
El humo se mezcló en la noche. Detrás, una voz conocida rasgó el aire
Escaparon
La primera figura se encogió de hombros
Obviamente
Su interlocutor apenas se movió. De él parecía llegar un extraño tembleque, una especie de tiritera constante y siniestra, que era silenciada cuando hablaba o se movía
Tactactactac
¿Qué vas a hacer al respecto?
Hubo un momento de silencio
La verdad, no lo tengo muy claro. Ya hubo suficiente escándalo con la escenita de los insectos... El pueblo de Coprica está alerta
¿Y eso debería ser un problema?
Tactactactactactac
... No. Quizás no. Pero... Tengo una idea...
Los dos observáis en silencio el cadáver que yace bajo la manta durante unos segundos. Luego os miráis. Habéis palidecido
Como en un sueño, y sin mediar palabra, os acercáis al borde. Ned agarra la tela, y Rikoru se gira hacia él con los ojos abiertos de par en par
No lo hagas
Esas palabras casi no parecen suyas
Pero Ned necesita verlo. Necesita saber que allí abajo está él. Necesita confirmarlo. Necesita...
La manta se corre. Un aleteo os inunda, mientras cientos de mariposas de alas negras como la noche surgen a vuestro alrededor, ahora liberadas por la mano de Ned. Queréis gritar, pero ninguna palabra sale de vuestras gargantas
Luego, todo se vuelve negro. Y una voz femenina
Venid... Por favor, venid antes de que sea demasiado tarde...
Caéis en el dulce sueño de la inconsciencia... De nuevo
Despiertas en el hospital, sintiendo que te falta el aire. Intentas moverte, pero apenas puedes llegar a emitir un sonido agónico antes de que se oiga un gritito a tu lado. Entonces ves la cara de un hombre, con ropas de hospital (No sabrías decir si de médico o enfermero) que se acerca a ti y te observa de cerca
¡Ha despertado! ¡Llamad a la doctora Austen!
Boqueas, intentando llenar tus pulmones de aire. Al final lo consigues, y esa brizna de vida revitaliza tu interior. También llega el dolor
Mientras recuperas la consciencia de donde te encuentras, notas como tus constantes vitales, monitorizadas por una máquina que debe encontrarse a tu izquierda (Si pudieras girar la cabeza la verías, pero en estos momentos te notas totalmente rígido), comienzan a estabilizarse. Entonces recuerdas todo: El depósito, los cadáveres... Y las mariposas
Y te das cuenta de que, de alguna manera, cuando despertaste fue como si hubieras estado buceando, sin aire, y salieras a la superficie. Como si te hubieran estado ahogando con una cuerda, y luego te dejaran respirar
Como si volvieras al mundo real
Relato corto escrito por Tom en una hoja al azar de la libreta que le dio su madre. Fue redactado justo antes de irse a dormir.
"El chico suspiró. Tenía la muñeca destrozada.
Jamás se habría imaginado que nadie podría ofrecer tanta resistencia, excluyendo el plano consciente, claro estaba. Lo de aquella mujer había sido increíble, su propio cerebro se negaba a apagarse y se había protegido con todo lo que tenía, pero había sido inútil, ya estaba hecho.
Toda su vida había supuesto que matar a una persona sería fácil y rápido, como en las películas de Hollywood en las que el asesino persigue a una desvalida joven por una calle desierta, la cual corre y chilla, negándose a aceptar su inminente destino. Siempre había pensado que atravesar la piel humana sería como cortar mantequilla, que con un cuchillo bien afilado se haría ágilmente y sin apenas despeinarse.
La realidad se había encargado de desmentirlo. Y no solo con la piel, sino también con otros muchos pequeños detalles.
Para empezar, se había abalanzado hacia ella con el cuchillo en ristre. Como buena víctima que era, ella no dejaba de gritar completamente aterrada, pero en kilómetros a la redonda no había nadie que fuera capaz de escucharla, así que eso no le había preocupado lo más mínimo. Era la ventaja de tener una pequeña casa de campo apartada del mundo y de la civilización.
En aquel momento había experimentado su primer obstáculo. Los músculos del abdomen se habían tensado completamente, mucho más que si se hubiera hecho de forma deliberada. Una reacción natural del cuerpo para evitar que el frio acero le atravesase.
Todo había resultado inútil. El cuchillo había cortado la carne. No sin esfuerzo, era cierto, pero la había cortado. La sangre le había manchado la mano y casi se le escurrió el arma, pero consiguió sostenerlo a tiempo mientras se deleitaba con los gemidos lastimeros de la asesinada, quien ya podía adquirir ese sobrenombre. En unos pocos minutos estaría completamente muerta.
Pero esa primera cuchillada le había sabido a poco, era como quien cortada la mitad de un pedazo de pastel. No se podía dejar así, había que terminar el trabajo.
Así que forzó el arma homicida para que siguiese subiendo. Notaba las vísceras desparramándose sobre su mano desnuda, la sangre caliente manando copiosamente, los distintos fluidos vitales vertidos en el suelo. Que sensaciones tan maravillosas.
Entonces pudo desmentir un segundo mito. Por inercia había cortado el estómago a su víctima y el jugo gástrico se había diseminado por su mano y su brazo, quedando éstos empapados. Había torcido el gesto, esperando una quemadura, pues era bien sabido que aquello era altamente corrosivo. Sin embargo no había sido así. En vez de dolor solo sentía un cosquilleo que resultaba casi gratificante, como si miles de hormigas correteasen por su brazo. Esbozó una sonrisa, y los ojos verdosos de su víctima le miraron preguntando mudamente “¿Por qué?”
Pero la pregunta no era esa, sino “¿Y por qué no?”
Llegado ese punto se encontró con su segundo obstáculo. El cuchillo se negaba a llegar mas alto. La caja torácica se lo impedía.
No había pensado en ese pequeño contratiempo, pero no importaba. Ese punto de imprevisión hacía más divertido el momento.
Tuvo que romperla con sus propias manos, golpeando una y otra vez el pecho de la mujer. La sensación había sido extraordinaria. Notaba los huesos crujiendo suavemente con cada nueva arremetida de su puño, fracturándose en pequeñas esquirlas que, en ocasiones, atravesaban el cuerpo y se quedaban clavadas en el pecho, como cientos de pequeñas banderitas que adornaban una playa desierta. Debía tener cuidado de no clavárselas, podría llegar a ser muy doloroso.
Entonces pudo desmentir su tercera creencia. Los huesos de una persona viva no eran blancos, sino que tenían un colorido ligeramente rosáceo. No sabía el porqué, pero era algo que todo el mundo debería ver por lo menos una vez en la vida. Suponía que cuando ella llevase un tiempo muerta perderían ese color tan fantástico y se volverían de un anodino blanco marmoleo.
Ya estaba hecho, el tórax había cedido bajo sus propias manos. Pero no era lo único que había cedido. La mujer ya estaba inerte.
Siguió subiendo y se encontró con los pulmones, los cuales desprendieron un líquido semitransparente que ni había imaginado que estaría allí, y cerca de éstos encontró el corazón. Era más grande de lo que había imaginado y aún estaba caliente. Lo cortó y la sangre le salpicó, manchándole toda la camisa e incluso la cara. Algo de sangre se le había metido en un ojo, pero no era algo de lo que debiera preocuparse.
Se rió. Estaba satisfecho consigo mismo. Dejó caer el cuerpo inerte y se masajeó la muñeca.
Anduvo despacio hasta la butaca y se sirvió una copa de vino. Sufrió un poco al verlo todo manchado pero no era algo especialmente importante. Bebió un largo trago de vino, el cual se mezcló con el sabor vagamente metálico de la sangre caliente que le corría por la mano. Por suerte para él, el resto de los líquidos se habían dispersado. No quería probar el ácido jugo gástrico o el sabor incierto de la insulina.
Miró el cadáver. Una mancha carmesí avanzaba por la alfombra y amenazaba con alcanzar también el parquet. El pelo moreno y rizado de la mujer había quedado completamente empapado y ahora había adquirido una tonalidad carmesí. El chico sonrió y bebió otro largo sorbo de vino. La muñeca seguía repiqueteándole, pero había merecido la pena.
Ahora estaba mucho más bella."
Kyra, para escribirlo me he basado en los conocimientos de anatomía que yo mismo tengo. Se que Tom no fue buen estudiante, así que no he querido ponerme muy técnico, pero supongo que lo que hay ahí es lo que todo el mundo sabe con una educación básica.
Yo lo recalco por lo que pueda pasar, que nunca se sabe ;)
Marina se alejó de Tom con un sentimiento agridulce. Era la primera vez, en diez años, que hablaba con alguien de todo aquello, que dejaba entrever, siquiera, la realidad a la que ella se enfrentaba todos y cada uno de sus días... y sus noches. Era la primera vez desde que dejara el ejercito que siquiera le insinuaba a alguien que ella no era como todo el mundo. Y por un instante, por un segundo, sentirse escuchada, comprendida acaso, había parecido un sueño posible y alcanzable. Durante un segundo, no, una fracción de segundo.
Por que esa persona había sido Tom. Precisamente Tom.
La ex-militar contuvo a duras penas el impulso de elevar los ojos al cielo y maldecir su fortuna, pero se limitó a cerrarlos un instante y suspirar. Se consoló diciéndose que aquel caso, uno de los pocos en su carrera profesional que habían llamado su atención y despertado el gusto que le tenía a su profesión, estaba siendo lo suficientemente raro, confuso y psicótico como para que algo así pudiera siquiera pasar.
Pero sabía, en el fondo sabía, que aquel sentimiento de una fracción de segundo era sólo una ilusión. Que no importaba que extraño fenómeno hubiera ocurrido para que Tom tuviera uno de "sus" sueños. Cuando todo aquello terminara, él lo olvidaría todo, lo achacaría al estrés de la situación, lo aprovecharía a caso para escribir una de sus novelas o intentarlo... y dormiría plácidamente el resto de sus noches.
Pero ella no: volverían sus sombras, volverían sus pesadillas, y su siempre familiar y odiada soledad volvería a acompañarla día tras día mientras la rutina de casos insulsos y obtusos inundarían sus días una vez más.
Distraída, se llevo una mano al estómago, sintiendo bajo la camiseta las vendas que todavía la ceñían, y sonrió. Si es que sobrevivían.
Apartando todos aquellos pensamientos y sentimientos al rincón más recóndito de su mente, Marina se internó en la sala principal de la biblioteca, echando apenas un vistazo hacia la mesa que, lentamente, Helena recubría con los libros que había consultado la noche anterior, acompañada esta vez por su madre y Rikoru. Chasqueó la lengua, sintiendose algo más que una inútil en aquel campo, y localizó rápidamente a Ángela. Casi instintivamente. Junto a ella, fingiendo buscar algo que no sabía ni que era, estaba Leandro. Se acercó a ellos en silencio pero con paso vivo.
- Chicos, ¿qué tal va? - Preguntó, en un susurro. La mirada que ambos le dirigieron al unísono reververaba con un único significado: el más absoluto y total desconcierto. - Vale, estáis como yo, entonces. Creo que en esto los tres somos más un estorbo que una ayuda. ¿Os hace un café?
Estoy pensando que podemos hacer dos cosas, jefe: o bien editas este mismo mensaje y vas añadiendo tu parte, para aglutinarlo todo en un sólo post (que luego yo re-editaría para ir añadiendo mis respuestas), o vamos respondiendo de la forma que sería habitual en la escena xD Tu decides.
Ninguno pone pegas. Abajo, en la cafetería, suena una canción algo desenfadada, a bajo volumen, casi un simple fondo pintado para que los actores, en este caso vosotros, podáis desarrollar vuestra escena
El café con leche de Ángela es el primero en llegar. El tuyo llega más tarde, acompañado de cerca por el irlandés de Leandro, que parece no tener ninguna clase de horario para beber. Cualquier momento del día es bueno, al fin y al cabo, cuando se bebe para ahogar antiguos retazos de memoria rota como un cristal astillado. Durante unos segundos, permanecéis en silencio, mudos "voyeurs" del frenético baile que se desarrolla a vuestro alredededor, mientras el corazón de metal sigue bombeando personas hacia sus arterias podridas de asfalto y gases tóxicos
Un sorbo, y la lengua queda abrasada por el amargo sabor de la confusión, de aglomeración de pistas y descubrimientos sin sentido. Entre ese mar de vísceras y células con forma de pistas y revelaciones, hay un cuerpo funcionando, un cuerpo que aún no podéis ver. Un cuerpo que, a menos que os deis prisa, quizás sea demasiado tarde para descubrir. ¿Dónde está el quid de la cuestión? ¿Donde está la respuesta definitiva, el cierre del caso, la sonrisa y el asentimiento de cabeza que podrá llevaros a casa de nuevo...? Si es que hay alguna casa esperándoos al final
Sonríes. No, no la hay. ¿Quienes sois vosotros tres, si no unos desterrados? Ángela, sin pasado ni aparente futuro, perdida entre un mundo tembloroso ante el que se encoge sin murmurar una palabra de socorro. Leandro, ahogado por la culpa y el resentimiento, confuso ante las propias decisiones que otros han decidido tomar por él. Y luego, tú. Una aguja metálica llega a tu memoria, el recuerdo borroso de una figura con mascarilla inclinándose sobre ti... No puedes evitar mirar tus manos, durante unos segundos. ¿Después de tanto tiempo, aún siguen esos recuerdos? ¿Aún queda el sabor agrio de aquellas sustancias en tu cuerpo, las extrañas visiones que llegan cuando oscurece? ¿Aún te queda algo de humanidad?
Niegas con la cabeza, intentando pensar en otra cosa. A tu lado, Ángela mira al vacío, demasiado absorta como para hablar con nadie. Leandro, por otra parte, no tarda mucho en empezar a atacar su café. No tiene tan buen aspecto como ayer, lo cuál, por otra parte, resulta lógico: No todos los días aceptas a acompañar a unos extraños simplemente porque la niña que va con ellos te recuerde a tu antiguo amor muerto
Sí. Todos habéis vivido situaciones extrañas estos últimos días. No se lo reprochas
Por respuestas. Los posts kilómetricos son peligrosos: Si se vuelven muy largos, el saneador de código puede ventilárselos sin miramientos. No creo que pasara, pero porsiaca...
Marina respira profundamente, volviendo al presente, a la mesa que ocupa junto a los dos muchachos. Remueve de forma inconsciente el café, mientras intenta ordenar sus ideas, recuperar el pragmatismo que la caracteriza. O rescatar, por lo menos, parte de él.
No está muy segura de conseguirlo. Mal que le pese, la conversación con Tom sigue dándole vueltas a la cabeza, como una promesa vacía, como una esperanza vana. Una sonrisa ladeada asoma a sus labios, sin que ella sea siquiera consciente.
- Bueno pues... - Empieza, dejando en paz el café y mirándo a Leandro directamente. Prolongar aquel amargo momento no iba a servir de nada. - Ya que allí dentro no podemos ser de ayuda, había pensado aprovechar para intentar sacar algo en limpio, Leandro. No puedo pedirte que me creas, y no espero que lo hagas, pero...
El joven interrumpe a la ex-militar con brusquedad y un gesto rotundo, mientras tuerce la boca. No parece enfadado, ni incrédulo por una vez. Sólo quiere dejarse de preámbulos. Como si simplemente ansiara acabar con todo aquello cuanto antes.
- Ya... ya... al grano, Marina.
- Vale. - Reponde ella, recomponiéndose. Ni siquiera ella sabe muy bien a qué a venido ese "momento disculpas". O quizá sí. Pero no va a concederle esa victoria a cierta persona. - El caso es que quería que me contaras, ahora que tenemos tiempo, cómo funciona exactamente ese código que tu y Elisabette empleabais...
El repiqueteo de un centenar de piedrecitas de colores hace estremecer a la mesa cuando Marina coloca, frente al muchacho, el saquito que tenía guardado en la mochila.
No se si lo he dicho antes, pero si no, ahí va: Me encanta como narras. *.*
Leandro observa las piedrecitas durante unos segundos, absorto en su propio hilo de pensamientos. Un pequeño mar de estrellas coloreadas se extiende sobre la mesa, formando caóticos e impredecibles mensajes poligonales, dispuestos por el azar en un alienado marco de madera. Mientras, la canción sigue sonando
No sé que decirte... No son conchas, al fin y al cabo. Ni tampoco estamos en la playa
Cruza su mirada con la tuya, y luego sus facciones se relajan un poco. Incluso se permite el lujo de esbozar una sonrisa
Pero supongo que tenemos tiempo. Venga, manos a la obra
Los siguientes cuarenta minutos se traducen en una ecléctica sucesión de normas, reglas, patrones y enrevesadas formas de expresar mensajes ocultos, mensajes secretos y prohibidos. Poco a poco entras dentro de la complicidad que profesaban aquellas dos almas, aquellos dos niños, y luego adolescentes, destinados a no estar juntos. Después de tanto tiempo como tuvieron para afinar su pequeño código, cada nueva palabra, cada nuevo descubrimiento rezuma ternura y privacidad. Casi te sientes una intrusa, forzada a entrar en un mundo que nunca perteneció a nadie más que a Leandro y Elisabette. Él, de hecho, parece algo incómodo, quizás por la dificultad innata de cualquier persona que su pone abrir el corazón y los recuerdos ante nuevos actores ajenos que irrumpen en su obra. Una obra que, hasta ese día, fue solo suya
Por desgracia, los avances no se dejan ver. Sí, entiendes que cuando una concha estaba orientada de cierta manera suponía que el siguiente mensaje era una pregunta, pero si al lado había otras dos conchas apuntando hacia esta se convertía en la letra "D". Y esos dibujos, tan complejos como jeroglíficos, cada uno con su propio significado... Diablos, hasta la arena parece jugar un papel en el dichoso código. Según Leandro, solían escribirlo por la mañana, cuando bajaba la marea, en una de las partes más recogidas de la playa, un recodo escondido al que llamaban su "pizarra". El otro solía leerlo por la tarde, y dejar una confirmación para indicar que lo había hecho. Si no podía, el otro sabía que no lo había hecho, al no ver la confirmación, y volvía a repetir el mensaje si este se había borrado
Creo que no estamos llegando a ningún sitio
Leandro suspira, y termina su tercer café de un trago. Ángela, por otra parte, permanece callada, absorta, con la vista centrada en un punto de la mesa, los brazos cruzados sobre esta, las manos sujetando el primer café que pidió, del que no ha bebido más que un par de sorbos, y que ya debe estar horriblemente frío. Leandro, por otra parte, no parece advertirlo, centrado en ti como está
Además... ¿Para qué quieres aprender el código? Se supone que ahora voy con vosotros... Puedo traducirlo sin problemas, si se da el caso. No creo que haya mayor problema, ¿No?
No está muy segura de cuándo ha perdido el hilo de lo que Leandro decía, absorta en cómo las piedrecitas de colores cambiaban de formas y significados bajo las manos del muchacho, pero Marina hace rato que se ha llevado las manos a la cara, inconscientemente, mientras observa detenidamente con algo rayando a la fascinación el maremagnum que tiene justo delante. Se debate internamente sobre si considerarse incrédula o maravillada, pues aunque sabe que es incapaz de recordar ni la décima parte de lo que Leandro acaba de contarle, si de algo está totalmente segura es que aquel código ideado por dos críos de pueblo podría rivalizar, en complejidad y sofisticación, amén de utilidad, con los más famosos códigos secretos de la historia.
Y todo, con conchas y arena. Fascinante.
Pero Leandro tiene razón: a la postre, todo aquello no ha sido más que una exhibición, un mero despliegue de aparentemente escasa utilidad. Eso es algo con lo que Marina ya contaba, al menos, por su parte.
Un largo suspiro deja entrever que la detective está cansada, más cansada de lo que hasta ese momento se ha permitido siquiera insinuar. Dedicando una última mirada a aquella quimera multicolor, alza por fin la mirada, encarando a Leandro con su habitual franqueza.
- Aunque confesaré que me roía la curiosidad, no es tanto que quiera aprender el código como la posibilidad de que Ángela pudiera verlo. - La detective se detiene, girándose un poco para observar a la joven. Sus miradas se entrecruzan cuando Ángela levanta la vista.- ¿Cómo lo ves? ¿Te suena de algo?
Durante unos segundos, la ausencia de palabras es casi palpable. En estos momentos suena una versión bastante mala del "Mad World" de Gary Jules, interpretada por un grupo con tintes de rock mal entendido que no acaba de llenar ese vacío silencio. Ángela parece ausente, casi como si estuviera en otro mundo, en otra época. Al final, parece reaccionar, y habla de nuevo, esta vez mirando a las piedrecitas
No, no funciona así. Cuando lo hacía, mis manos se movían solas, como si... Como si alguien estuviera manejándolas. Era un acto subconsciente. Supongo que no me parecía algo extraño. Al fin y al cabo, es lo que nos pasa muchas veces: Hacemos las cosas sin darnos cuenta, sin pensarlo
Suspira, y aparta su café, sentenciándolo a un olvido que llega más tarde que pronto
Claro que ahora, todo parece encajar... ¿No? ¿No es eso de lo que trata todo este asunto, al fin y al cabo?
Parece algo tensa. Leandro la observa, perdido entre la fascinación y la más profunda cautela. De fondo, la poco destacable voz del cantante sigue vomitando sus mensajes subliminales
And I find it kind of funny, I find it kind of sad, the dreams in wich I'm dying are the best I ever had...
Marina siente como su corazón se encoge ante aquel nuevo pseudo-fracaso. Otro largo suspiro se escapa de ella, descontrolado, casi agresivo. ¿Qué esperaba que ocurriera, realmente? ¿Qué de repente Ángela se iluminara como una bombilla y se lanzara a componer aquellos mensajes con Leandro? Con lo que prácticamente es una punzada de culpabilidad se dio cuenta de que sí, de que eso era exactamente lo que esperaba que pasara.
En aquel instante de reflexión, fue Leandro quién tomó la palabra, dirigiéndose a la detective.
- Espera un momento. ¿Y cómo se supone que ella debería reconocerlo, si sólo Elisabette y yo conocíamos el código?
La pregunta resulta, en medio de aquel silencio y después de la tensa respuesta de Ángela, tan atronadora como un disparo. Por un instante, Marina tiene la sensación de que la cafetería es más pequeña de lo que es, que las luces no alumbran a la potencia que deberían. Por un instante, la embarga una sensación muy parecida a la claustrofobia. El momento pasa como si nunca hubiera existido y Marina se recompone, mirando a los ojos a Ángela mientras habla.
- Ese es precisamente el quid de la cuestión. Desde el principio, incluso antes de que supiéramos nada de Elisabette, Ángela ha parecido estar relacionada con ella. Tom tiene metido entre ceja y ceja que lo único que explica todo esto es que tiene que haber algo de su prima dentro de ella... Y eso me parecería absurdo incluso a mí si no fuera por que cuando soñé con...
Marina se detiene abruptamente. Otra vez. Otra vez hablando de sus sueños, otra vez compartiendo con perfectos desconocidos algo que hasta aquel momento no había siquiera comentado a absolutamente a nadie. Su mirada se desvía inconscientemente hacia Leandro, y no por que le conozca menos a Ángela (en lo que puede afirmar que la conoce a ella), sino por que la asalta una especie de pudor, un extraño respeto hacia el muchacho ante las palabras que iba a decir a continuación: "... que era Elisabette y que me suicidaba". ¿Acaso podía esperar que cualquiera se tomara algo así de forma decente?
Pero Leandro no puede leer sus pensamientos, y su reacción no tiene nada que ver con lo que Marina estaba pensando.
- Oye, ya está bien. Estoy con vosotros, he decidido ayudaros. Va siendo hora de que me cuentes a mi también las cosas.
En su voz hay reproche y enfado. Y ella comprende que no es para menos, pero...
- No, no es eso. - responde, con un gesto vago de las manos, como si pretendiera calmar las aguas con una caricia. - Es sólo que hay muchas cosas muy extrañas en este caso, y una de ellas es que vi en sueños lo que le ocurrió a Elisabette... en ese momento ni siquiera sabía de su existencia, pero lo importante es que en aquel momento yo no me pregunté quién era esa niña, sino que lo primero que pensé es que era una premonición, en el mejor de los casos, sobre Ángela. Al final resultó que no tenía nada que ver... por eso la teoría de Tom me parece simplemente descabellada...
¿Tan descabellada es? Corta una voz, haciendo que los dos os giréis repentinamente, para observar a una Ángela de ojos humedecidos y expresión angustiada Todo apunta a lo mismo. Mi extraña visita al funeral de Anuskha, mi parecido con Elisabette, nuestra atracción por el mar, los mensajes de conchas, las canciones rusas... ¡Ella desapareció en el 2000, Marina! ¡Y, como no, no hay datos míos antes de esa fecha!
Golpea la mesa, sin fuerza, pero con frustración. Durante unos segundos, nadie sabe que decir. Leandro observa la escena, mudo
Y si... Continúa la niña, tras unos segundos ¿Y si no soy más que un recuerdo? Una sombra, un fantasma, un reflejo de alguien que murió hace tiempo... Nunca he tenido a nadie. Ni padres, ni hermanos... No tengo pasado, ni futuro. ¿Qué soy? ¿Quién es Ángela? ¿Significa algo ese nombre?
Su voz se quiebra, sus hombros se convulsionan en un sollozo involuntario. Dos lágrimas comienzan a caer por sus mejillas
La reacción de Marina es instintiva e imperiosa, y estrecha a la joven entre sus brazos con firmeza, casi con ansiedad. Casi como si ella misma necesitara, o hubiera necesitado en su momento, de un gesto como aquel.
Un gesto que, en realidad, nunca llegó.
Y por eso estrecha a la joven, como si su propia vida se fuera en ello, estremecida interiormente por la inmensa revelación que supone para ella descubrir en otra persona aquel vacío, aquella soledad tan mal llevada. Han pasado muchos años, demasiados, desde que la propia Marina se sintiera de aquel modo: sin un pasado al que poder recurrir, sin un futuro en el que soñar y con un presente incierto. Y el regusto de aquella situación todavía le amarga.
Mientras Ángela se echa a llorar desconsoladamente, ella la mece con suavidad, susurrando.
- Ángela es Ángela, y esa eres tu. No importa qué te impulsó a acudir a Coprica, pudiste haberte resistido y olvidar que alguna vez pensaste en ir, pero decidiste saber qué ocurría. Y aunque no pudieras resistirte en ese momento, sí podías haberlo hecho después del funeral, pero decidiste por ti misma seguir adelante para averiguarlo. Todas esas decisiones fueron tuyas, y sólo tuyas.
El llanto, convulso, violento y desenfrenado de la joven estremece a la detective. ¿Cuántas veces ha querido hacer eso ella misma? ¿Cuantas veces ha sentido la necesidad de abandonarse al llanto y la pena y dejar surgir todos sus fantasmas, todos sus miedos, todas sus pesadillas? ¿Cuantas veces ha reprimido aquella necesidad, hasta el punto de sentirse, a aquellas alturas, incapaz de llorar? ¿Qué queda de humanidad en ella? Tan sólo el cinismo, la altanería y una seguridad en sí misma que sabe que algún día la llevará a la tumba.
¿Cómo puede alguien como ella pretender ser, de algún modo, un pilar de estabilidad para otra persona? Pero allí está: abrazando a aquella joven como jamás nadie la había abrazado a ella.
- Sé que has tenido una vida muy jodida, Ángela. Pero, pasara lo que pasara para que que no recuerdes tu pasado ni qué ocurrió con tus padres, y por muy sola que has estado, SIEMPRE has puesto siempre un pie delante del otro y has seguido adelante. Y eso sólo podías haberlo hecho tú, por ti misma. Por que tu vida no le pertenece a nadie más que a ti. Y aunque ahora resulte que de algún modo Elisabette, o lo que quiera que sea, parezca preferirte para hacerse escuchar, tu vida te sigue perteneciendo. Y ya no estás sola, cariño, y no tienes por qué volver a estarlo, ¿me oyes? Nunca más.
Las palabras surgen de su boca sin que Marina sea apenas capaz de controlarlas, como si quisieran nacer por su propia voluntad, aunque lo cierto es que tampoco tiene ninguna intención de retenerlas porque lo que está diciendo es totalmente cierto.
Lo siente en el fondo de sus huesos: si alguien entiende el vacío y la soledad de Ángela, esa es Marina. Y si alguien, en aquel enorme mundo, puede siquiera intentar empezar a comprender a Marina... esa sólo puede ser Ángela.
Ángela llora un rato entre tus brazos. Luego asiente, y se aparta, mirándote a los ojos con una media sonrisa
Gracias, Marina... Gracias por todo
Marina asiente, y sonríe
Pase lo que pase... Lo afrontaremos. Juntas
EPÍLOGO
Aquella mariposa negra no dejaba de observarla
Paola había salido un poco antes de trabajar. Aquellos días eran, en cierta medida, los preferidos de Rufina. Su, en cierto sentido, "celadora", casi nunca la dejaba pasear por el jardín sin compañía, y menos a esas horas de la tarde. Ya estaba apunto de anochecer, y el cielo seguía encapotado. Ese maldito cielo... Parecía que no cambiaba nunca
La mujer suspiró, y acarició una de las rosas con su mano. Estaban más bonitas que nunca, como si los últimos días las hubieran dado fuerzas renovadas. Sin embargo, el mundo no parecía tan sano como estas: Su hija había desaparecido, sin dar señas, y tampoco había noticias de sus nietos. Por otra parte, se había enterado por terceros de que el notario de la familia tampoco había dado señales de vida, y nadie había podido contactar con él desde hacía dos días. Por si eso fuera poco, estaba lo del brutal crímen en el que Marco Torea, el antiguo socio de Anuskha, había sido asesinado de aquella horrible manera... No, estaba todo patas arriba. Excepto el rosal
Entonces, lo sintió. Había alguien detrás suya. Y sin necesidad de girarse, supo quién era
Vaya... Creía que nunca vendrías
La otra figura se mantuvo en silencio. Rufina sonrió
¿Sabes? De alguna manera, siempre lo supe... Los otros decían que ya no volverías, pero yo no les creí... Lo sabía. ¿Sabes a lo que me refiero? Era una certeza extraña, casi imposible, pero en ningún momento dudé de ello.... Y ahora, estás aquí de nuevo
Se giró, para encararse con Moisey, que de alguna manera parecía haber recuperado su aspecto de juventud, el cuál la miraba con expresión seria y solemne
Ha llegado la hora, Rufina
Rufina se limitó a sonreír
Hacía mucho que no oía tu voz. Me acuerdo de cuando me susurrabas palabras de amor, aquellas noches frías en Rusia. ¿Te acuerdas tú?
Moisey no dijo nada
No, claro que no. No eres un Yefrem. Los Yefrem, sin embargo, nunca olvidamos. Los Yefrem nunca morimos. Fíjate, si no, en esa mariposa Señaló al insecto, que seguía parado, erguido sobre uno de los arbustos cercanos al rosal Dirías que es un simple insecto, pero... ¿Cuantas veces has visto una mariposa negra? No, ese insecto es mi hermana, mi hermana mayor, que vuelve de entre los muertos para vigilar que no me ocurra nada malo. A ella le encantaban las mariposas. Y, de alguna manera, sé que es ella
Moisey, esta vez, asintió, mientras miraba fijamente a la mariposa
Te creo
El insecto pareció observar a Moisey durante unos segundos, y luego se fue volando. La mirada del segundo la siguió durante varios segundos, antes de volver a centrarse en Rufina
Rufina... Todo ha salido mejor de lo esperado. Los grilletes que me ataban ya no existen, y he pasado de preso a carcelero, de vasallo a señor. Las semillas que planté comienzan a dar sus frutos, y las piezas están dispuestas sobre el tablero. Ven conmigo, Rufina. Ven conmigo, y te enseñaré hasta donde puedo llegar
Rufina sonrió de nuevo, y esta vez, lo hizo con una mueca burlona
¿De verdad necesitas pedirlo? Ya sabías mi respuesta mucho antes de venir. Ahora, dejémonos de charla. Me pongo en tus manos
Dio la mano a su esposo, y se alejó del rosal, caminando junto a él
A lo lejos, se oía el sonido de las olas, de los coches, de las risas y llantos de aquellos que volvían a casa, ajenos a todo lo que les rodeaba. Pero, por encima de todos esos sonidos, uno destacaba especialmente ese día
El sonido de las gaviotas