Partida Rol por web

Nepthis pidió a los criados que llevasen ante Ahmoud Ta-Wi-Al-Mudhai. Era, después de todo, el prometido de su hermana y ya estaba bien que nadie la tomase en serio. Le comunicaron que se encontraba en uno de los jardines del templo, de modo que Jotnar y la sacerdotisa siguieron al esclavo hasta otro jardín distinto en el que habían estado.

Se trataba de una costrucción reciente, Nepthis no recordaba haberla visto antes. Se accedía mediante un pequeño camino de piedra y era una suerte de oasis tan prometedor como el que se podía ver en el jardín de Muldoon, exhuberante gracias a la Rosa del Profeta. Diversos árboles ofrecían sombras frescas y algunos bancos de piedra estaban estratégicamente situados para ofrecer vistas a zonas muy verdes. Riachuelos corrían por canales construidos para refrescar el ambiente cargado de calor y encontraron una jaula para pájaros donde las aves canturreaban. A Jotnar le brillaron los ojos al ver lo bien cuidado y lo especial que era ese jardín, se notaba la mano de alguien muy esmerado. Tenía que felicitar al jardinero.

El esclavo señaló un caminito de piedra y se retiró. Nepthis avanzó y enseguida encontraron a un hombre arrodillado junto a unos matorrales, podando un arbusto con unas exóticas tijeras. Junto a él había otros utensilios de jardinería que solo Jotnar sabía para qué servían, mientras que a Nepthis le parecían instrumentos de tortura. El hombre se dio cuenta de su presencia y se giró al verles llegar.

-Oh, por la santa Hathor -exclamó poniéndose en pie. Era alto, joven y a primera vista, más guapo de lo que la sacerdotisa había pensado. No es que su hermana tuviese mucho gusto para los hombres, aunque tampoco es que hablasen mucho sobre eso, pero no le encajaba en los estándares conservadores. Debía tener por lo menos diez años menos que Salilah-. Debes de ser Nepthis, ¿verdad? Perdona, me dijeron que habías venido y estaba intentando podar esta planta antes de que la plaga acabe con ella y todo el jardín, se me ha ido el santo al cielo... -bajó los ojos, algo avergonzado-. No tengo excusa, discúlpame. ¿Os han ofrecido algo de beber o de comer? ¿Qué tal la travesía desde Gheldaneth?

—Tengo entendido que 'bilsbifa' es el saludo adecuado y decoroso en estas situaciones.

Era un yogurín, pero estaba bastante bueno. Eso se lo concedía a su hermana, pero no se iba a dejar despistar. No mucho, al menos.

—No, no me han ofrecido hospitalidad alguna. Ni bebida, ni comida, ni la tradicional ofrenda de sal —dijo con el tono más seco del que era capaz, y eso era bastante seco—. Lo que sí han hecho es encarcelar a mi amiga bajo falsas acusaciones de servir a Set.

Nepthis dobló el cuello de cisne tras mentar al Padre los Chacales, escudriñando el ademán de Ahmoud.

—¿Tal vez podríais ayudarme vos a solventar este desagradable y desafortunado malentendido, ya que parece que no voy a encontrar paz y solaz en mi propio templo?

El joven sacerdote tuvo la decencia de encajar la corrección de protocolo de Nepthis con una sonrisa diplomática; sin duda, el tiempo transcurrido con Salilah había logrado que la sequedad de las hermanas fuese tan natural para él como lo era la desolación desértica fuera de los muros de la ciudad. Ante la mención de Set, Ahmoud mostró sorpresa y algo de desagrado, porque a nadie le gustaba hablar de un dios truculento en suelo sagrado.

-Mis más sinceras disculpas, Nepthis. Solventaremos ese asunto del que hablas de inmediato.

Hizo un gesto a unos esclavos que por allí andaba. Éstos trajeron un cuenco para que Ahmoud pudiera lavarse las manos y ordenaron las herramientas para un uso posterior, cuando las responsabilidades del templo pudieran dejarle para arreglar su jardín herido. Echó un último vistazo al arbusto para comprobar que estaba todo correcto y regresó a la sombra interior del templo con la sacerdotisa y Jotnar, que los seguía trotando a paso ligero porque ellos iban un poco más deprisa. Concretamente, Ahmoud iba más deprisa porque tenía unas zancadas prodigiosas.

-Comed y refrescáos -invitó el clérigo cuando llegaron a una de las alas del templo dedicada para tal fin. Los esclavos sirvieron comida y bebida fresca mientras el muchacho se sentaba junto a ellos en la mesa, pero sin probar bocado, y buscaba la forma de expresarse para suavizar el duro gesto de su interlocutora-. Estas semanas estan siendo muy complicadas en el templo, lamento profundamente esta falta de protocolo. Yo mismo estoy acostumbrado a otro tipo de etiqueta allá de dónde vengo y aún estoy haciéndome a la manera de ser de esta región -confesó con una sonrisa. Perfecta, eso sí-. Muchos los antiguos esclavos han sido sustituidos por gente nueva que todavía se está adaptando a cómo funcionan las cosas aquí y es un verdadero caos, les falta algo de disciplina y mucha resiliencia; pero con un poco de paciencia las cosas volverán a encauzarse. O eso espero, vaya, por la cuenta que me trae -dijo riendo de nuevo-. Aún nos estamos acostumbrando a estos cambios, tanto nosotros como ellos, pero lo estamos consiguiendo. Sobre tu amiga, la presunta seguidora de Set, Salilah me habló de ella, aunque por supuesto no se refirió a ella en esos términos. Por favor, quedáos aquí, voy a averiguar qué le ha sucedido a la muchacha. La traeré de vuelta.

Nepthis frunció el ceño.

—¿Y por qué han sido sustituidos los antiguos esclavos que sabían hacer su trabajo por otros nuevos que no lo saben? —inquirió Nepthis, sin darle tregua—. ¿Por qué hay un hombre que no conoce nuestras tradiciones e idiosincrasia a cargo del templo cuando hay otras personas más informadas y capacitadas que podrían hacer mejor este trabajo? ¿No debería alguien como vos quedarse en un discreto segundo plano, viendo, escuchando y aprendiendo sin hacer o decir nada?

Jotnar alzó los hombros y los dejó caer de nuevo.

—La Guardia Áurea tenía órdenes para encerrar a Amessis—dijo con cierto ribete de perplejidad—. Pero resulta ahora que nadie sabe nada de eso.

Más concretamente tenían órdenes "de Shalilah" para escoltarles y órdenes "de alguien" para encerrar a Amessis. Si bien eran mercenarios, aquellos tipos respondían en última estancia ante la familia real pero el enano dudaba que el rey-dios tuviera la menor idea ni de quién demonios era Amessis. Así que tenía que haber sido cosa de algún clérigo.

Aunque Nepthis ya le estaba dando suficiente vapuleo a aquel tipo de modo que se limitó a hacer el apunte al aire, sin hincar dagas.

Por el momento.

El clérigo de Hathor volvió a encajar las preguntas de Nepthis como si estuviera acostumbrado a ellas. A lo mejor, de tratar con Salilah, sabía cómo manejar el arisco temperamento de las hermanas.

-Estoy completamente de acuerdo contigo en eso, Nepthis -reconoció Ahmoud, llevándose una mano al pecho y lanzando un suspiro después-. Yo era un simple espectador y ahora estoy a cargo de esta Iglesia de forma temporal. No me gusta el cargo, no lo deseo, soy un hombre humilde que disfruta cuidando de los jardines y las flores. Pero las responsabilidades a menudo no se eligen, sino que caen del cielo y a veces solo podemos alargar las manos para recogerlas. Soy de Skuld, la gran ciudad, el tercer hijo de la familia Ta-Wi-Al-Mudhai. Se me encomendó hace unos meses trasladarme a Neldorild, porque éste sería mi destino. Soy un simple diplomático, desde el corazón de la Iglesia de Hathor quieren cambios y vine aquí para hacerlos cumplir. Progreso, lo llaman. Muchos de los clérigos no querían escuchar lo que yo tenía que decir, pero tu hermana sí lo hizo y juntos hemos estado trabajando en esos cambios. Ahora se presenta una oportunidad para ella, la de dirigir la Iglesia de toda esta parte de la región. Ha trabajado mucho para lograrlo, se ha esforzado más allá de lo que el deber o la responsabilidad propia lo requería y ahora necesita tiempo para reflexionar sobre si necesita este gran cambio en su vida. Los cambios son complicados, pero beneficiosos a largo plazo; muchos sacerdotes no están de acuerdo con nuestras medidas, pero Salilah es sabia y posee una gran fuerza de voluntad.

Apoyó una mano en la mesa sin dejar de mirar a Nepthis.

-Yo no pintaba nada aquí, pero conozco sus deseos mejor que nadie. Sé lo que quiere y no confía en nadie más que en mí para hacer cumplir su palabra. Si hubiese dejado a otra persona mejor informada y preparada al cargo, a su vuelta solo quedarían cenizas de este pequeño imperio que tanto esfuerzo le ha costado levantar.

Miró a Jotnar, pensativo.

-¿La Guardia Áurea no te ha dicho quién ha mandado encerrar a tu amiga? ¿Se lo habéis preguntado al capitán? Salilah me dijo que quería contratarlos para escoltaros hasta aquí directamente, no quería que ninguno de sus adversarios te saliese al paso para tratar de convencerte de que lo que estaba haciendo podía destruir la Iglesia de Hathor. A lo mejor la Guardia tiene órdenes de detener a cualquier sospechoso de Set que se encuentre por el camino, sea culpable o no -dijo encogiéndose de hombros-. En Skuld tienden a hacer ese tipo de cosas. En todo caso, Salilah se marchó hace unos días con media docena de guardias. Quería quedarse para recibirte, pero los últimos acontecimientos aceleraron las cosas y tuvo que irse.

—Cambios. Progreso —repitió Nepthis, enarcando una ceja. No era ella alguien que se opusiera a ellos, siempre y cuando fueran en la dirección apropiada—. ¿Y qué cambios son esos que mi hermana y tú queréis para la Iglesia, Ahmoud?

—No porque no sé quién es—había respondido Jotnar cuando lo interpelaron a él—. Y tampoco ellos dieron explicaciones. Aunque de encerrar a Nepthis no tenían órdenes y al parecer lo hicieron porque les dio la gana.

Se encogió de hombros y esperó a que las preguntas de la susodicha fueran contestadas. Aunque si aquél hombre seguía enrollándose de esa forma, pensaba empezar a imaginárselo con un sombrerito gracioso. Era un mecanismo de defensa que solía emplear con algunos de los clientes de la Barba Insondable y siempre le había funcionado.

Parecía que Nepthis no pensaba darle tregua al nuevo líder espiritual temporal de la iglesia de Hathor. El joven sacerdote se sentó y se sirvió un vaso de agua, porque ya que la madre reverenda insistía, pues o bien quería impresionarla, o bien quería atosigarla con un minucioso informe sobre los cambios que pensaban aplicar y los que ya habían aplicado. De modo que tras unos veinte minutos de detalles sobre los cambios que pensaba aplicar, desde darle más libertad a los esclavos, pagarles un salario a los trabajadores, levantar nuevos espacios para que los necesitados pudieran tener un techo donde dormir, y un sinfín de términos legales que provocaron que los ojos de Cocotilio se volvieran espirales, Ahmoud bebió agua para continuar.

-Bien, casi todo esto que te cuento proviene del centro eclesiástico de Hathor en Skuld. Como sabes, no somos una iglesia muy influyente en Mulhorand. Casi todas las iglesias tienen diferentes organizaciones, militares en su mayoría, que defienden nuestra patria de agresiones externas y también internas. Nosotros presentamos un proyecto frente al clero superior para formalizar una orden dentro de la iglesia llamado Hermanas de la Madre Misericordiosa. Nuestro trabajo consiste en ayudar a los demás, pero esta orden pretende dar un paso más. Hemos conseguido que tengan la autoridad suprema para interceder en nombre de cualquier persona necesitada, los heridos y los enfermos, incluso los esclavos. Y las acciones en estos asuntos no podrán ser contrarrestadas, ni siquiera por los clérigos de Horus-Re.

Nepthis se frotó el mentón. No podía ponerle muchos peros. Lo que decía era todo adecuado. Demasiado adecuado. Ahmoud podría haberse ganado perfectamente la vida vendiendo alfombras incluso a aquellos que no la necesitaban.

—No te entretenemos más, Ahmoud. Ve a buscar a Amessis. Confío en que puedas solucionar este malentendido y nos aclares quién dió la orden realmente.

Jotnar esperó de brazos cruzados hasta que Ahmoud se hubo perdido por los pasillos. El enano tenía pensamientos similares a los de Nepthis.

—No me gusta—le dijo una vez estuvo seguro de que se habían quedado solos.

Amessis y Lurzca pasaron el rato hablando. Hacía mucho tiempo que no tenían un rato para ellas, de modo que mientras Amessis estaba en la celda, Lurzca estuvo sentada fuera.

-No sé qué ha causado más revuelvo, si Nepthis con su burrito, o dejándose arrestar. A veces es muy cabezota -comentó la nigromante con una risa-. Por cierto, ha tenido otra visión. No está muy segura, pero dice que ha visto un lugar enterrado y antiguo en el que los humanos eran ascendidos a dioses. No sé si tiene algo que ver con todo lo que está pasando o es pura casualidad. Gracias por venir y no dejarme sola, Lurzca.

Llevaban un buen rato hablando cuando hubo movimiento entre los guardias. Venía alguien. Al cabo de unos segundos, apareció un muchacho joven ataviado con la túnica de los sacerdotes del templo. Llevaba el símbolo de Hathor y se dirigió a los guardias para que abriesen la celda. Cuando vio a Lurzca se quedó tan sorprendido como la mestiza.

-¿Quién eres tú? Bueno, no importa, debes ser compañera de Amessis y amiga de Nepthis. Soy Ahmoud Ta-Wi-Al-Mudhai, líder temporal de la Iglesia de Hathor en Neldorild. Parece que te han encerrado bajo cargos falsos y he venido a liberarte. Hablaré con la Guardia Áurea y resolveremos este asunto cuanto antes. Los esclavos te acompañarán arriba para que te reunas con Nepthis y con Jotnar.

-No te preocupes, Nepthis. Aclararemos este asunto de inmediato.

Hizo una reverencia y se despidió de la sacerdotisa. Cocotilio agitó la mano para despedirse también, pero nadie hizo caso al pobre coquito. Mientras esperaban el regreso del clérigo, Nepthis y Jotnar murmuraron sus propias pesquisas acerca de lo que Ahmoud les había contado. Al cabo de unos quince minutos, un esclavo llegó a la sala con Amessis y Lurzca a la zaga, pero de Ahmoud no había ni rastro.

-Hola -saludó Amessis levantando la mano. Se la veía bien, no había sido maltratada, aunque tenía cara de estar muriéndose de hambre cuando miró en dirección a la mesa y a la comida. Pero tenia una sonrisita que amplió en dirección a Nepthis-. Así que ese bombón va a ser familia tuya, ¿eh?

Nepthis miró a Amessis con severidad durante aproximadamente tres latidos de corazón. Después, fue incapaz de contener la seriedad.

—Está mejor que el pan recién horneado, ¡pero ese no es el asunto! ¿Estás bien, muchacha? —dijo y miró a la mestiza—. ¿Ha ido todo bien, Lurzca querida?

Nepthis inclinó el cuello de cisne.

—Nos vamos a buscar a mi hermana y tener una charla con ella.

Compartir aquellos minutos con Amessis después de tanto tiempo sin un mínimo de intimidad entre ellas había sido gratificante para Lurzca. La mestiza no era ese tipo de mujeres que pasaba horas parloteando sobre chismes con sus amigas, principalmente porque amigas lo que se dice amigas solo tenía una, Amessis. A Nepthis la consideraba más como un miembro de su familia, una consejera y una líder natural. Pero de vez en cuando, hasta a Lurzca le venía bien un rato entre mujeres. 

Cuando Nepthis y Jotnar regresaron en compañía de Ahmoud "el delos muchos apellidos", les confirmaron que todo había sido un error y que se debían depurar responsabilidades de alguna forma. Eso era bastante tranquilizador, pero no obstante, no debían fiarse del todo. El recibimiento había sido hostil con ellos y ahora parecía todo lo contrario. 

- Vamos a ver a tu hermana. - Comentó Lurzca evitando hablar sobre el aspecto físico de su futuro cuñado. En efecto era un hombre atractivo, pero no estaba bien hablar así de un hombre comprometido. - Resolvamos ésto cuanto antes. Luego tenemos que ... - Miró a Amessis. - ...ella tiene algo que contarte... - Le susurró. - Quizás puedas interpretarlo.

—Por las trenzas de Berronar—resopló Jotnar mirando al cielo como quien implora a los dioses—. ¿Queréis dejar de perder el trasero por un tipo capaz de vender arena en el desierto? ¡Si ni si quiera sabe lo que es una barba en condiciones!

Se puso en jarras mientras Cocotilio agitaba los pequeños brazos en el aire tratando de comunicar sólo él sabía qué.

—Al menos hemos conseguido que Amessis salga de esa jaula de una pieza. Bienvenida de nuevo, querida—suspiró antes de mirar de nuevo a Nepthis—. Dijiste que las Colinas Doradas de Sal se encuentran a media jornada de viaje de Neldorild, ¿cierto? Asumo que es media jornada en camello... así que quizá sea mejor ponerse en marcha cuanto antes y  alquilar algunos.

Cualquier cosa que tuvieran que comunicarse, iba a ser mejor fuera de aquellas paredes.

- ¿Y qué hay en esas colinas? - Le preguntó a Jotnar. - ¿Está allí la hermana de Nepthis?