Partida Rol por web

No sabes por qué, pero tu hermana ha huido. Quizá puedes averiguar el motivo de su miedo para intentar consolarla. O tal vez sea mejor seguir tus impulsos primarios y huir como ella ha hecho.

Doy un respingo cuando Amanda comienza a gritar, asustada por su repentina reacción, ¿qué hay en ese espejo? No puedo ir a comprobarlo porque tengo que ir detrás de Amanda para protegerla y cuidarla... Pero ya le daría su merecido a ese espejo cuando pudiera.

-¡Amanda, Amanda!-grito corriendo detrás de ella.-¿Qué ha pasado? ¿Qué ocurre?-pregunto intentando alcanzarla.

Miro atrás, pero sigo corriendo detrás de mi hermana ya que no quiero perderla de vista.

Ambas salen corriendo, una por algo que ha visto y que le ha parecido terrorífico, y la otra para consolar a su pobre hermanita. Corren tanto que llegan a la planta de abajo, donde aún suenan levemente las risas que provienen del sótano. Amanda llora desconsolada, y Estelle al fin la ha alcanzado.

Cuando por fin alcanzo a Amanda, la abrazo con fuerza y le acaricio el pelo, haciendo que mi osito también la abrace. Dejo que llore y se desahogue hasta que pueda hablar con normalidad, una vez está más tranquila, le susurro:

-¿Qué ocurre, Amanda? Yo estoy aquí contigo, tranquila... No voy a dejar que te pase nada.-le prometo dándole un abrazo, aunque yo también estoy algo asustada por todo lo que está sucediendo. 

- Había algo en el espejo, parecía un niño. Pero primero estaba yo, y después el niño. Y parecía que detrás de mí estaba todo oscuro. Era algo malo... Me dijo que si tenía miedo a la oscuridad... - me abrazo a Estelle y lloro, no me gusta lo que está pasando en casa. - Tenemos que salir de aquí, todo es muy raro...

Escucháis ruidos extraños en la casa. Como un crujido de toda la madera que sufre lo que está por llegar. Las risas que suenan de fondo, en un murmuro constante y escalofriante, comienzan de nuevo a crecer y a crecer.

Vuelven a dañar vuestros oídos, resonando en cada rincón de vuestra casa, un lugar que antes os parecía acogedor y cálido, y ahora se os presenta como un lugar hostil y frío. Gritan tanto que es eso mismo lo que os parece oír. Gritos, risas, gritos.

Pasan apenas minutos, pero parece que es una eternidad. Os tapáis los oídos y seguís escuchando.

Hasta que de pronto las risas cesan de golpe. No continúan, no suplican de nuevo vuestra atención. Os parece que han cesado para siempre, y eso os da miedo, os causa una profunda tristeza.

Parecía que la casa se agitaba, sufría con el lamento de esas risas, o esos gritos. Olía a sangre, a dolor. Y en ese temblor, un cuadro ha caído delante vuestra, partiéndose en dos el cristal que cubría una foto. En ella aparecían dos personas que apreciáis, risueñas y cálidas: vuestros padres.

Nunca habéis olido la muerte, pero... os parece que ahora vuestra casa está impregnada de ese nauseabundo olor.

Se os acabó el tiempo.