A la espalda de Ian, en la tumba de Stark, se produjo un sonido hueco y algo tembló en la tierra. La risa de Ian apenas dejaba percibir el sonido, y para cuando quisieron darse cuenta de que algo iba mal ya era demasiado tarde. De la tierra surgió un brazo, a continuación una cabeza de cara pálida y rostro frío y cubierto aún por las terribles cicatrices del fuego en una piel vieja y curtida como el cuero. En una abrir y cerrar de ojos, el cadáver de Erik Stark se encontraba detrás de Ian mientras éste se desgañitaba de la risa sin darse cuenta de que la muerte se acercaba por su espalda. La expresión de Erik Stark era de un enfado brutal. Arrebató el hacha de la mano de Ian con tanta fuerza que le rompió el brazo, la empuñó con fuerza y descargó un terrible tajo que hizo volar la cabeza de Ian por los aires con el gorrito de Santa todavía encajado en ella. La risa bobalicona del pobre muchacho se grabó en su rostro mezclada con un extraño rictus que convertía la sonrisa en algo perturbador.
Erik Stark dio un salto hacía delante y seccionó las piernas de Jennifer como si fueran de mantequilla y la animadora cayó al suelo como un saco de patatas. Antes de que Matthew y Joy pudieran reaccionar para echar a correr, el cadáver resucitado de Stark ya se dirigía hacía ellos con la fuerza de un huracán. Alzó de nuevo el hacha y Matthew interpuso el brazo para intentar detener el golpe, pero lo último que vio fue su mano desgarrada salir volando por encima de su cabeza. A continuación Stark le hizo un profundo tajo en el pecho y Matt cayó al suelo sin poder respirar. Joy iba a gritar cuando el hacha se clavó en su cráneo con una fuerza tan contundente que las salpicaduras de sangre cubrieron la nieve en diez metros a la redonda. Joy cayó de rodillas y Stark tuvo que tirar con fuerza para liberar el hacha del cráneo de la muchacha. Aquello dio tiempo suficiente a Laurie y Peter para poder reaccionar y echar a correr hacía el bosque, pues la salida hacía la carretera estaba bloqueada por el feroz asesino que había regresado de la tumba. Laurie lloraba mientras Peter trataba de adelantarla para salvar la vida. Habían logrado distanciarse unos cuantos metros de Stark cuando de pronto Peter cayó al suelo sacudido por un terrible dolor en la espalda y ya no volvió a levantarse. Cuando Laurie miró de reojo hacía atrás se sintió aterrada al ver el hacha clavada en la espalda de Peter tras haber sido lanzada desde aquella gran distancia. Laurie supo entonces que debía correr más que nunca si quería salir de aquello con vida, un vistazo más atrás le devolvió la imagen de Stark yendo hacía allí. Laurie corrió con toda su alma y llegó al lindero del bosque, lanzó una mirada hacia atrás para ver donde estaba el asesino y vio como Stark lanzaba el hacha, y esta volaba por el aire hacia ella. Cerró los ojos creyendo que era el fin. En ese momento, sintió un punzante dolor en el estómago, se llevó la mano allí y contempló su sangre. Aún a pesar de todo había tenido suerte. El segundo lanzamiento del hacha no había acertado en ella como hiciera con Peter, sólo le había dado de refilón. Laurie echó a correr por la nieve del bosque, cruzó unos arbustos y se cayó por una pendiente. Se levantó como pudo y echó a correr sin volver a cometer el error de detenerse para mirar atrás.
Erik Stark fue tras ella sólo durante unos instantes, al ver que le sacaba demasiada ventaja regresó sobre sus pasos de vuelta al cementerio, sabedor de que podría alcanzarla más tarde. Allí, Jennifer, todavía con vida, se arrastraba por la nieve intentando huir de aquella carnicería. Había logrado avanzar unos metros hacia la puerta del cementerio pero un peso en la espalda la detuvo de pronto. Alzó la vista y lo último que vio fue el reflejo del filo del hacha cayendo sobre ella. Erik Stark se desahogó con los cuerpos de los muchachos blandiendo el hacha con tanta furia que apenas dejó un cuerpo entero. Desnudó a Ian y le robó el traje de Santa Claus. Sintiéndose por fin completo. Aferró de nuevo el mango del hacha, y el cuerpo de Ian recibió la peor parte de toda la masacre.
Instantes más tarde, una silueta familiar y navideña atravesaba la puerta del cementerio con un hacha al hombro. Recordando que tenía regalos que repartir en aquel pueblo, y viejas cuentas que saldar.