En McHale no había nada para ellos más allá del polvo y la imagen de decadencia que poco a poco iba ganándose todo Birchmont. Jim y Troy no sabían qué hacer, no tenían ninguna pista del paradero de Sid y todo lo que podían hacer eran dar palos de ciego. Troy sabía que su hija no estaría en su casa, pero tampoco tenía otro lugar donde buscar, así que propuso ir allí a pesar de que sabía que también sería una perdida de tiempo.
Justo entonces empezó a sonarle el teléfono con un número desconocido. Cuando contestó se encontró con la voz del sheriff Jonathan Seabert al otro lado de la línea. El silencio en McHale era tal, que Jim pudo escuchar la mayor parte de lo que la voz del sheriff decía en el auricular.
-¿Jacobson? Soy Jonathan Seabert, tengo que hablar contigo, es sobre tu hija. - Dijo rápidamente para evitar que Troy le mandara a la porra y le colgara. Cuando al fin tuvo la atención de Troy continuó hablando. -Mira, tío, Adam me ha contado lo que le ha pasado a tu hija, seguro que sabes que la mía también ha desaparecido. Y no son las únicas. El FBI me ha quitado el caso, están llegando a Birchmont ahora mismo, son ellos quienes se encargan de los casos de niños secuestrados. Además, siendo el padre de una de las desaparecidas podrás imaginar que estoy fuera del caso. Pero no me voy a quedar de brazos cruzados. Tengo una pista y necesito ayuda. Sé que no te caigo muy bien... Joder, tú a mí tampoco para ser francos. Pero puedes confiarles la búsqueda de tu hija a esos pijos trajeados del FBI y esperar resultados o puedes tomar tú mismo la iniciativa y ayudarme. ¿Qué me dices?
Visiblemente derrotado, Troy sacó las llaves y se dispuso a montar en su coche, pero antes de que pudiera abrir la puerta su teléfono sonó. No acostumbraba a recibir llamadas, y cuando lo hacía no solía cogerlas si no conocía el número. Aquella fue una grata excepción.
- ¿Sí? Agh, qué coño quie... -su expresión pasó de desagrado a plena atención. Se tomó unos segundos para pensar tras la propuesta de Jonathan.- Te digo que si hubieses hablado de este modo en el instituto, quizás hasta nos hubiésemos llevado bien. Dime qué hay que hacer.
Se acercó a Jim y separó ligeramente el teléfono de su oreja para que su amigo pudiera escuchar bien. Al final iba a resultar que Jonathan los tenía bien puestos.
Halle no insistió más. No por el momento, pero estaba en deuda con ella más que por lo que había dicho, por lo que había callado. Si es que realmente era lo que decía y había visto su infidelidad con House hacia su marido. Y es que eso acabaría con su matrimonio y ella no quería eso. Amaba a Sean con locura, pero necesitaba lo que House le daba: sexo y distracción. Algo que Sean parecía haber olvidado.
Hasta aquella tarde.
- En cuanto sepa algo más, se lo haré saber... Pero todo apunta a lo que ocurrió esa noche. Si me confirman lo de Kurt... - Es que aquella mujer no mentía y sus pesadillas volvían a ser reales. Solo que esta vez pagaría un niño inocente.
Una vez fuera, fue a llamar al sheriff y el móvil sonó. Cerró los ojos esperando que no fuese House y casi sonrió al ver que el número en pantalla era el mismo que el de la tarjeta que sostenía en su mano. La petición del sheriff la hizo empalidecer hasta tal punto que Sean la miró preocupado.
- El sheriff... Quiere hablar con nosotros en... En... En el cementerio... - Logró decir. - Creo que deberíamos coger un taxi, recoger nuestro coche e ir hasta allí por nuestros medios... Salir de esta casa e ir al cementerio dará mucho de que hablar y... Quizás conducir me relaje. - Y se agarró con fuerza a Sean, mientras llamaba solicitando un taxi que les recogiera allí. Mientras llegaba, podían decidir que hacer mientras.
Jonathan se tomó unos momentos antes de reaccionar. Charlie lo entendía; para cualquiera que no hubiera pasado lo que nosotros, todo aquello era como una especie de broma, para nada creíble. Pero el problema radicaba en que después de haberse salvado a duras penas de Stark, era difícil, sino imposible, aceptar que de nuevo estaban pasando por lo mismo.
Además, que Stark estuviese otra vez caminando, le daba una nueva orientación a la desaparición de la hija de Jonathan. ¡Pobre!, pensó Charlie. Ahora no se trataba de él, sino de algo mucho más importante.
Charlie sonrió un poco al oír lo del FBI. No esperaba que hubiesen un "Mulder" y una "Scully", pero era justo lo que necesitaban en aquel caso. Pero Jonathan aún tenía recursos.
-Está bien. Esperaré aquí, no te preocupes -le dijo, pensándose un momento si preguntarle a quién iba a recurrir, pero decidiéndose finalmente por guardar silencio.
Cuando colgó, se volvió hacia Harrison.
-El sheriff ha dicho que no pase nadie hasta que él llegue -le dijo, pensándose un momento qué añadir a continuación -... y que me ayude en todo lo que pueda. Necesito saber quién ha encargado este lugar.
Charlie no creía en las casualidades. No existían en aquel caso.
Se agachó para recoger el libro y lo abrió para ver lo que contenía, aunque no esperaba descubrir nada de interés, aparte de que formaba parte de aquella locura.
-Reúnete conmigo en el cementerio. - Dijo Jonathan, algo que sonaba tan extraño que parecía ridículo. - No es broma, - atajó rápidamente el sheriff, - antes de ponernos con la búsqueda de los niños tengo que enseñarte algo. Y es de esas mierdas que si no las ves no las crees.
Jonathan no quiso dar muchos más detalles por teléfono, y se limitó a decirle que acudiera cuanto antes al cementerio, que él iba ya de camino y que lo esperaría en la entrada del mismo. El cementerio de Birchmont no tenía mucha perdida, estaba a las afueras del pueblo, medio integrado en el bosque de pinos que rodeaba todo el lugar.
Cuando el sheriff colgó, Jim se quedó un momento mirando el teléfono de Troy, perdido en sus pensamientos, o perdido simplemente. Tardó unos segundos en levantar la cabeza para mirar a su amigo, y solo pudo encogerse de hombros.
—No tenemos nada mejor —dijo—. ¿Verdad? —preguntó, dubitativo, aunque la respuesta era clara: claro que no—. Vamos, a ver que quiere enseñarnos. No pienso dejarte ahora.
Creo que vamos a cierta tumba... Y puede que vacía otra vez, maldita sea e.e
Troy dejó unos segundos de silencio tras la propuesta de Jonathan. Dudaba que aquello fuese una broma o una encerrona teniendo en cuenta las circunstancias, pero era la pinta que tenía.
- Vamos para allá. -dijo finalmente.
Sin darse cuenta, se quedó mirando su teléfono igual que Jim, y si él no hubiese hablado quizás se hubiese quedado así durante toda la tarde.
- Muy jodido tiene que ser el tema para que Seabert me pida ayuda.
Guardó el teléfono y sacó las llaves del coche. Mientras se dirigía al coche pensó en la ruta a coger, y se dio cuenta de algo bastante curioso.
- ¿Sabes? -le dijo a Jim mientras arrancaban.- He vuelto al pueblo porque mi viejo murió hace poco. No porque me haya dado pena, espero que ese hijo de puta esté chupando un buen par de pollas en el infierno, pero Sid y yo necesitábamos una salida, un sitio donde ir. -giró para tomar la carretera hacia el cementerio.- Bueno, el caso es que ni me he molestado en ir a su tumba, y me resulta gracioso que vaya al cementerio precisamente ahora. Y por petición del caraculo de Jonathan, por si el chiste no era lo bastante agudo. -sacó un cigarro con una mano y se lo encendió.- En fin, no sé ni lo que me digo, ya...
A él nada de aquello le parecía gracioso, pero veía la ironía de la situación. Y bueno, Troy siempre había tenido un humor muy negro, un punto de acidez que no todos entendían. Que lo sacara en ese momento complicado, si, eso podía comprenderlo. Era mejor tomarse las cosas de esa manera, que ponerse a llorar o agresivo; lo primero no era del estilo de su amigo, y lo segundo llegaría más adelante, cuando encontraran al cabrón que estuviera detrás de aquello.
Jim asintió a todo lo que dijo su colega, pero permaneció en silencio, con la mirada perdida en la carretera. Sabía que no tardarían mucho en llegar al cementerio, no a esa velocidad, y daba vueltas a las posibles respuestas que hallarían allí.