30 de Octubre de 2016, Domingo. 09:00 AM.
Martín, tu padre, llevaba cinco días fuera de España, en Londres, gestionando la absorción o fusión con otra empresa internacional. En su defecto, volvería con un puñado de acciones para tener cierto grado de control. Las llamadas más importantes seguían llegándole a él, o a sus pequeños alfiles, pero de vez en cuando sus compradores más cercanos llamaban a casa, o directamente se redireccionaban a tu teléfono móvil. Básicamente, tu padre quería que explorases un poco más el trato con el cliente. Estaba bien, pero debido al resto de factores que se juntaron en esos días, llegaba a ser algo tedioso y hasta molesto.
Nada de eso hubiera sido importante si no fuese porque hace cuatro días Jorge, tu empleador, amante y profesor, tuvo que partir a Barcelona para impartir unos seminarios sobre psicología de la percepción. Volvería en cuanto entrase Noviembre. Su ausencia era breve, y súbita, así que no se habían molestado en buscar a otro para que impartiese las clases. Ya se recuperarían esos días, o no. Conociendo a Jorge, simplemente condensaría el temario sin despeinarse.
Alex y Sonia tardaron menos de lo que canta un gallo en decidir hacer una escapada romántica. Volverían mañana por la tarde-noche. No te habían dicho adónde habían ido, ni demasiada falta. Habían cogido un tren de media distancia con un par de mochilas rumbo a Castilla-La Mancha. O estaban en alguna montaña, acurrucados a la luz de una chimenea, o perdidos en algún hotel de alguna ciudad que tuviese cierto interés turístico. Quizá Toledo.
Así que te habías dedicado a salir con Alexa y Raquel. Estefanía había seguido con su vida diaria en el instituto, aprovechándose de ti para que la hicieses de comer. Cierto es que a cambio se quedó contigo a ver alguna película antes de irse al catre. Pero ahora ya, después de tantos días, y de ver como a las tres de la mañana volvían a ser las dos por el maldito cambio de horario, te despertabas con el cuerpo pesando como un plomo.
Ya habías salido con tus amigas, ya te habías bebido el agua de los floreros, como en los viejos tiempos, y habías comenzado ese punto en el que habías pasado por el FNAC para comprar un par de libros que ya te habías terminado. Desde luego ya habías echado un perezoso vistazo a los capítulos de Crónicas Vampíricas. Era un Domingo bastante típico, agravado por aquella cadena de aburridas noticias.
Y entonces, sonó tu móvil.
No recordabas muy bien en qué momento Sonia había cambiado el tono por una grabación de su voz.
Esa fuerza etérea a tu lado lo empujó desde la mesilla de noche hasta tu cama, desbloqueándolo.
Escalofriante y repentino pero te evitó estirar siquiera la mano. Quería estimularte.
Alexa Leza:
¿Qué tal, cielo?
Mañana a las 12 botellón en el cementerio de la almudena.
Ya he avisado a Alex.
¿Se lo dices tú a Víctor?
Si había avisado a Alex, Sonia también lo sabría. Pero por supuesto, no sería Alexa quien invitase a Sonia. Ese era un detalle que sabías pero que no importaba demasiado. Lo importante era que había avisado a Alex, pero no a Víctor, y quería que tú lo hicieses por ella. Esa zorra quería tirárselo, y quería usarte para no dar muestras de que estaba demasiado interesada. Por otro lado, al menos, te había invitado a la fiesta. Y sabías que Alexa tenía una agenda telefónica muy grande.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Si no estuviese tan cansada hacía rato que hubiese acabado con el ruido del dichoso reloj. De un golpe seco, lanzando con precisión uno de los caros botines que descansaban sin ningún tipo de cuidado junto a su gigantesca cama. Habían costado cerca de 800 euros y era la tercera vez que se los ponía. Excesivo para su gusto, no eran tan caros como para tener ese tipo de comportamiento. Pero le gustaban demasiado.
Poco a poco fue despertando, lo que permitió que el molesto sonido quedara en un segundo plano. Lo encubría el contacto de su cuerpo con las sedosas sábanas, en una maravillosa sinfonía con los suaves y extremadamente sensuales sonidos guturales que salían de su garganta.
La comodidad del mullido almohadón y el confort de las kilométricas (pero extremádamente ligeras) sábanas eran los únicos factores que hacían más llevadera esa desastrosa mañana de domingo. En la postura estratégica para reducir al máximo los efectos de los excesos de la noche anterior (es lo que tiene la experiencia), optó por observar en silencio la decoración que adornaba cada centímetro de su habitación. Era sencillamente perfecta. Pero tratándose de ella, ¿qué no lo era?
Hacía un rato que había puesto su cabeza a trabajar. Analizaba los acontecimientos de la noche anterior, así como las circunstancias en las que se encontraba su vida y la de sus allegados. Por su puesto, todo ello en un segundo plano y de forma pasiva. Todavía no estaba preparada para empezar su día. Aunque parecía que a los demás eso no les importaba en absoluto.
Chasqueó la lengua molesta al escuchar su móvil. Vale que la gente necesitase saber de ella en todo momento, pero eso era demasiado. Por un momento se planteó dejar el aparato en la mesilla y continuar con sus divagaciones. Por su puesto, 'él' no iba a permitirle descansar. Sí, 'él'. Hacía ya varios años que había optado por catalogar a la entidad como un hombre. `Por un momento pensó que se trataría de una mujer, debido a su actitud caprichosa. Pero la sobreprotección, la excesiva sobreprotección y los detectables celos le demostraron que, de distinguirse, se trataba de un ser masculino.
Al principio, la simple idea. Solo al inicio. Pronto empezó aprendió a encontrar el lado positivo de estar constantemente vigilada por 'él'. Le provocaba y le ponía a prueba, obligándole a hacer acto de presencia para evitar las posibles consecuencias de sus arriesgados actos. La situación le excitaba demasiado.
No tardó en ponerse a leer el mensaje de texto. Se lo habían dejado en bandeja. No le sorprendió el plan. Botellón un lunes por la noche, podía ser extraño en algunos círculos pero no en el suyo. Ese no era el motivo de que frunciera el ceño. Era el último comentario. Víctor. No era ninguna novedad que quería tirárselo, y Tessa no estaba dispuesta a permitírselo.
Mensaje para Víctor:
Botellón mañana a las 12 en el cementerio. Cortesía de Leza.
No hagas planes, cuento con tu presencia.
Mensaje para Alexa:
Allí estaremos.
Enviados los mensajes dejó caer el móvil en su cama. No había como presentarle un reto para que se despejase al instante. Alexa quería acortar las distancias con Víctor, y tenía más de 24 horas para asegurarse de que esa fuese una noche inolvidable. A su manera.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
El dichoso reloj siguió sonando por lo bajo, como un eco distante pero constante, mientras no le lanzases un caro botín sin ningún tipo de cuidado. A tu lado, 'Él' simplemente se limitaba a flotar, esperando como solía durante horas enteras sin ningún estímulo. Aunque parecía más expectante que de costumbre, más callado, más atento.
Los móviles de Viktor y Alexa no tardaron en enviar una señal de que habían recibido el mensaje. Mientras el primero permanecía en el mutismo durante un tiempo, por el motivo que fuese, Alexa no tardó en responder.
Alexa Leza:
Perfecto.
Un beso.
Ya me contarás.
Tras unos segundos más en la cama, haciendo la fotosíntesis a través de la poca luz que se filtraba por las persianas cerradas al 90%, decidiste mover ese precioso culito tuyo hacia la ducha y desayunar. Era domingo. Tu hermana tampoco tardaría en levantarse demasiado, si es que no lo había hecho ya. Ella, a diferencia de ti, no había salido la noche anterior.
Víctor Sanz:
¿Botellón 31/10 a las 24? Suena muy gótico.
¿Y si ya tuviese planes? Lejos de vuestras zarpas.
Víctor tenía razón en una cosa. El día 1 de Noviembre era fiesta. El día de los muertos. Así que la noche de antes, Halloween, podía liarse un poco parda de más en ciertos lugares. En según qué tipo de bares y pubs, para empezar (collares de pinchos y sombra de ojos negra, Hellogay aparte), pero nada comparable a los botellones en los cementerios. Ni siquiera las ofertas de las discotecas alimentándose vampíricamente de las festividades robadas a los EEUU. Porque éramos así. A los Españoles nos gustaba la fiesta, aunque fuese de otros.
Por supuesto, era cosa tuya cómo montártelo entre Alexa y Víctor… para que ella no le montase a él. No era en absoluto una buena influencia para el hombre, y se te daba demasiado bien, cual madre, espantarle las malas mujeres a tu amigo antes que ex-pareja. Tenías una noche y dos días para operar libremente lejos del alcance de Leza. Más que de sobra.
La rápida respuesta de Alexa hizo que frunciese el ceño durante un segundo. Una ligera arruguita que la hacía todavía más atractiva, si eso podía ser humanamente posible.
Zorra.
Volvió a dejar el movil sobre la cama, manteniendo la vista fija en el techo. Había llegado el momento de ponerse en marcha. Una buena ducha le permitiría aclarar las ideas, y trazar un perfecto plan para la noche del siguiente día. Y de paso, quitarse el olor a tabaco, sudor y alcohol acumulados por los reducidos habitáculos frecuentados la noche anterior. Para cuando saliese del cuarto de baño ya tendría la respuesta de Víctor. Nadie le hacía esperar más de la cuenta, ni siquiera él. Por lo que pudiese pasar.
La respuesta que esperaba. Ambigua y abierta, propia de quien está acostumbrado a hacerse de rogar.
¿Planes más interesantes que yo?
Recógeme a las 23.00.
T.
Listo. Con el pelo mojado goteando por su suave espalda, y con una toalla especialmente pequeña anudada a su cuerpo, se dirigió hacia la cocina. Había que saciar ese hambre repentino.
Víctor te respondió la primera vez antes de que te zambulleses en la ducha, así que le dejaste tu respuesta y fuiste a mudar la piel y los recuerdos de la noche anterior.
Por supuesto, todo en aquella casa estaba a tu altura, y a la de tu padre en última instancia, y la ducha no iba a ser menos, aunque sólo fuese una futilidad materialista. Aspersión desde el techo y luz regulable en intensidad... y color. Por las noches con música suave podía llegar a ser realmente tranquilizador. Muy urbanita-zen.
Aún por el año 2016, no eran muchos los que se permitían una ducha moderna, pero para eso estaban los japoneses y sus inventos — Zen — del demonio. Aprovechaste para pensar un rato mientras dejabas de apestar a alcohol, tabaco y sudor.
Tres elementos que combinados podían significar bastante o absolutamente nada.
Víctor no era estúpido, ni mucho menos. Él probablemente sabría exactamente lo que había. En aquella casa de locos que era tu vida social se libraba una pelea sanguinaria por ver quién era más astuto. Ibas ganando, por supuesto. Pero Víctor seguía siendo un diablo viejo, aunque fuese a base de haber estado entre tus piernas. ¿Todo lo bueno se pega, no? Hasta la hermosura.
Víctor era muy como tú en demasiadas cosas. Personalidades demasiado parecidas, con los pequeños choques que eso conllevaba. Pero erais pragmáticos. La diferencia es que él, borracho, no dejaba de ser un hombre, y como siempre, su resistencia a las zorras atractivas decaía sensiblemente. Más en una fecha tan señalada como la noche de los muertos. Podías imaginártelo perfectamente en cualquier esquina y contra cualquier pared... con ella. No te ponías celosa, claro, pero igualmente te entraban ganas de arrancarle los ojos a Leza. Por protegerle a él.
Tras meditar y decidir cómo salvar el día, conseguiste serpentear en paños toalleros — y menores — hasta la cocina. No sin antes revisar que Víctor seguía, por supuesto, intentando quedarse con la última palabra. No podía ser perfecto.
Víctor Sanz:
A las 23:15 entonces.
Busca las llaves del deportivo amarillo.
Como mujer estabas socialmente presionada para ser una tardona... y tus coches eran demasiado bonitos. Sobretodo el deportivo amarillo que, sinceramente, costaba una indecente cantidad de billetes morados.
Estefanía te vio entrar en la cocina y no pudo evitar sonreír ligeramente. Aunque no tuvieseis la misma sangre, seguías siendo la persona en quien más confiaba de este planeta. Teniendo en cuenta que era un calco de su madre, y que eso repercutía en la relación con su padre y ahora difunto hermano, no era para menos. Eras su apoyo... y tú te aprovechabas de eso. Aunque también te habías distanciado — unilateralmente — de ella. Egoísta pero comprensible. Estefa sabía que todavía surcarías las llamas por ella, y con eso le valía.
Aquel día, físicamente, no estaba mal. No había salido la noche anterior, así que no tenía que resucitar. Pero mentalmente se la veía como siempre. Algo depresiva y con ganas de que te quedases a su lado, tanto por el cariño como por la seguridad que podías brindarle cuando querías.
— Buenos días— saludó sin poder ocultar su agrado—. Anoche puse yo la alarma. Se... se te olvidó— comentó con más dudas que el papa en la cabalgata del orgullo gay. No era un reproche—. He hecho el desayuno. Zumo de frutas. Natural. Iba bien para estas cosas... creo— intentaba complacerte descompensada e incondicionalmente—. ¿Qué plan llevas?
Jé, esa era LA pregunta. Hasta "Él" pareció deslizarse en el aire, planteándose también la respuesta.
Entró en la cocina despacio, todavía pensando en la contestación de Víctor. El contraste de temperatura del parqué a la baldosa le provocó un escalofrío. Dejó caer su iphone sobre la encimera sin ningún cuidado. Era increíble la facilidad que tenía el chico para ponerle de los nervios.
Necesitó un simple y rápido vistazo para sondear a su hermana. Exactamente igual que siempre, envuelta en un decepcionante y manipulable halo depresivo. Más que perfecta. Al menos, para los intereses de Tessa. Con cuidado se apoyó en la nevera, mientras pensaba en la mejor opción para volver a la vida. Algo que, al parecer, iba a ser ligeramente difícil. Ni siquiera el contacto frío del frigorífico en su espalda le resultaba reconfortante.
El comentario de Estefanía hizo que volviese a la realidad. Zumo de frutas. Lo que en esos momentos necesitaba. De inmediato, una amable y complacida sonrisa (más que ensayada y utilizada) apareció en su rostro. - Como siempre, sabes exactamente lo que necesito - se acercó hacia su hermana y, colocándole una mano sobre su hombro, dejó caer un rápido (y superficial) beso en su cabeza. Sin más dilación, se sentó a su lado, con las manos en torno al vaso y la mirada perdida al frente. Ninguna mención relativa a la alarma. No le importaba en absoluto lo que hubiese podido pasar. Sabía que ella siempre estaría segura.
A pesar de las circunstancias, su brillante cerebro ya se había puesto a trabajar. Tenía demasiadas cosas en las que pensar, pasadas, presentes y futuras; que quedaron relegadas a un segundo plano con su nueva pregunta. Despacio giró la cabeza hacia su hermana. No necesitó más que un vistazo para entender sus intenciones.
- Bueno... tengo bastantes cosas que organizar antes de la fiesta de mañana - Fiesta de la que no pensaba darle más información. - Hablar con Raquel y ponerme al día con Sonia - este último nombre fue seguido de una ligera mueca. - Desde que empezó a salir con Alex está imposible. Sin decir nada más, apuro de un trago el contenido del vaso. Sabía que se iba a arrepentir de lo que iba a hacer. - ¿Por qué lo preguntas?
A tu lado, 'Él' se agitó de forma escalofriante — para ti enervante — mientras te dedicabas a ser una manipuladora sociópata con tu propia hermana. Era lo más parecido a la voz de la conciencia que ibas a tener. Al fin y al cabo, lo que hacías estaba bien, ¿no? La humanidad era egoísta por naturaleza, tú te limitabas a ser como ellos. Aunque ese espíritu sólo te envió frío, agitado en cóctel fantasmal, a través de ese etéreo cordón umbilical que os unía.
Por supuesto, Estefanía no se dio cuenta de nada, y si lo hizo, su demacrada autoestima necesitaba más esa verdad retorcida y amarga que un desapego menos sutil. El resultado de tantos años había sido convertir a esa balsa de aceite en una mujer llena de parches que se hundía si nadie lo sujetaba. Aunque la sujetasen con guantes de espino.
Sus ojitos se iluminaron al escuchar la palabra fiesta, y de sus labios asomó una oscuridad insondable al abrirlos, pero no dijo nada. No tenía el valor suficiente como para "desafiarte", ni siquiera a la nimia escala de preguntarte si no le decías nada. Por miedo a que la respondieses mal. Sabías, por supuesto, que ella querría ir.
— Supongo que sí— se limitó a responder a tu comentario sobre Sonia y Alex, bajando la mirada.
En parte porque Estefa sabía que tus palabras eran un rechazo, pero por otro lado ella estaba soltera y sin novio, y no todas tenían la capacidad para sentirse independientes y bien pese a eso. La mayoría de las mujeres, Tessa, no están preparadas para la presión social y biológica que recae sobre una mujer sin hombre, y Estefanía tenía todas las papeletas para no saber ignorar la presión externa y preestablecida, reduciendo a la chica la mínima presión como un compresor de basura. O como tú, que ejercías el mismo efecto en ella.
— Pensaba que igual, ya sabes— comentó torciendo el gesto, haciendo flaquear su autoconfianza en el resultado—, podíamos hacer algo— dejó caer como gota de ilusión en cazo de aceite. Podíamos, no podríamos. Pasado—. Pero si tienes otras cosas que hacer, nada. Las amigas son las amigas.
Y las hermanas son las hermanas, pero cuando el mundo es un tablero, las personas son sólo piezas. Reina en apertura de jaque pastor. Pero un pensamiento fugaz cruzó tu mente. ¿Primero Raquel o Sonia? 'Él' envió un diminuto torrente al pensar el segundo nombre. Aunque probablemente tendría que ser por videoconferencia. Seguía con Alex, cepillándoselo salvajemente en aquella escapada romántica por Castilla la Mancha.
No le pasó desapercibida la reacción de Estefanía cuando mencionó la fiesta, ni cuando intentó abrir la puerta para un posible plan 'de hermanas'. La conocía demasiado bien como para no saber desde el minuto cero lo que pretendía y, por supuesto, no pensaba andarse con tonterías. Demasiadas cosas tenía en la cabeza como para echarse a la espalda a la lapa de su hermanita.
- Me alegro de que lo entiendas, Estefi - en un rápido movimiento acortó distancias con la chica y acarició con fingida delicadeza su mejilla. Antes de que pudiese acorralarla, decidió levantarse de la mesa y colocarse junto a la encimera. Apoyada en el filo continuó bebiendo el zumo. En realidad era su posición habitual. Nunca le había gustado ingerir los alimentos sentada en familia. No al menos a solas con su Estefanía. - ¿Raquel o Sonia? ¿Qué me recomiendas? - Sus palabras salieron de su boca conforme las pensaba. Le pasaba pocas veces pero lo detestaba. Por suerte, casi siempre solían ser preguntas o reflexiones banales o sin sentido. - Claramente, será con Sonia - No esperó a que respondiera, 'Él' ya lo había decidido por las dos.
Con un golpe seco dejó caer el vaso y echó a andar hacia la salida. Su hermana se encargaría de recogerlo, como siempre. Ya en la puerta se sintió forzada a retomar el dálogo con Estefanía. Algo le decía que debía recompensarla algo más por ese desplante. Un pequeño dulce que le permitiera seguir ciega a la realidad. - Nos vemos esta noche antes de dormir, ¿vale? Podemos empezar a pensar en el regalo de papá. No quiero que nos descuidemos como el año pasado.
Suficiente. Una falsa ilusión de poder ser reconocida por su progenitor por unos segundos era suficiente para tenerla contenta algo más de tiempo. Con un guiño de ojo cargado de picardía, se fue directa hacia su habitación. Se encontraba mucho mejor. Era hora de ponerse manos a la obra.
Estabas en tu cuarto, de nuevo, rato después, tras poner en orden el mismo y tu cuerpo.
Por supuesto, las cosas con Estefanía, tu hermana, iban sobre ruedas. La conocías demasiado bien como para no saber exactamente qué tuercas tocar y cómo para manipularla según tus intereses.
— ¡Tessa!— saludó la efusiva y jovial voz que tanto conocías. Tu mejor amiga, Sonia.
En cuanto la videollamada se sincronizó — cosa de dos segundos — pudo verse a la preciosa rubia sobre la cama del hotel. Cama de matrimonio, por supuesto, con las sábanas algo revueltas. Casi podías aspirar el olor a lavanda para camuflar las hormonas pegadas a la tela. Llevaba un vestido floral semitransparente, el cual compró contigo y la daba un aire virginal de princesa de cuento. Todo fachada y apariencias. A esas horas de la mañana ya se había adecentado el pelo y el maquillaje — el cual, siendo honestos, la hacía mucho más atractiva que al natural —.
— Has tenido suerte. Alex está en la ducha— comentó con una sonrisa de oreja a oreja—. Toledo, cielo. Estuvimos hasta ayer en Ciudad Real. Llegamos anoche a la suite. Mañana por la tarde nos tienes ahí de vuelta.
Ciudad Real, todavía, pero Toledo no estaba precisamente lejos de Madrid.
Mientras tanto, 'Él' sacó un rosado pintalabios de tu excelso bolso. Lo desenfundó y giró la barra, haciendo salir el carmín lentamente. La giró en dirección contraria, haciéndolo volver al cartucho. Y así constantemente, en un pequeño mete-saca discreto, pero flotante, al lado del ordenador. Estaba claro que 'Él' estaba haciendo algún tipo de chiste. Soez pero discreto. Sabías que a 'Él' le encantaba Sonia, por lo general, y que le caía bien Alex.
— ¿Qué, nos echas de menos?— preguntó en relación a la llamada tras informar de su vuelta, a tiempo para la fiesta de los muertos, todo sea dicho—. Habíamos pensado en traerte algo, pero esta provincia es muy medieval para ti.
'Él' cerró el pintalabios y lo devolvió al bolso, haciendo una especie de aspaviento disconforme.
— ¿Qué tal una noche en el Ritz?— ofreció.
Estaba claro que Alex había pensado algo de Castilla, y Sonia, algo más "efusivo" como podía ser una noche de hotel cinco estrellas en Madrid.
Tessa tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar una sonrisa socarrona al ver a Sonia. No esperaba 'menos' de ella, pero no dejaba de ser una estampa bastante absurda. Sabía perfectamente que su amiga, hasta hace apenas unos segundos, había estado recorriendo de un lado para otro la habitación, nerviosa, obsesionada con dejar todo perfecto para el crítico análisis al que estaba a punto de ser sometida. Lo que sí se permitió fue dedicarle una agradable sonrisa tras escuchar el resto de sus planes de viaje. Que se sintiera que estaba contenta por tenerla de vuelta a su lado. En el fondo, iba a necesitarla al pie del cañón.
- Por supuesto que os hecho de menos, ¿cómo puedes dudarlo? - la respuesta, cargada de fingida indignación, continuó acompañada por su premeditada expresión facial. Esta vez, con un toque algo más dulce y angelical. Si apartar la vista de la mirada, cogió al vuelo el pintalabios y lo dejó de nuevo contra la mesa. En su interior, una carcajada luchaba por salir. - Estoy segura de que sabrás encontrar el obsequio perfecto para mi, cariño.
No, no se lo iba a poner tan fácil. Por supuesto que una noche en el Ritz era lo mínimo que ella se merecía. Pero para eso ya tenía a Jorge . Si quería ganarse su agradecimiento debería currárselo algo mucho más.
- Me alegro mucho de que estés de vuelta, preciosa. Esto no ha sido lo mismo sin ti. - Sonrisa angelical de nuevo. Empezaba el espectáculo. - Mañana por la noche hay fiesta en el cementerio, organizada por Alexa - Sonia no necesitó la mueca de Tessa para saber lo que esa información significaba. - Esa zorra quiere follarse a Víctor delante de nuestras narices. - Guardó unos segundos para contener la ira que empezaba a conformarse en su interior. - Espero que Alex no te haya dejado demasiado cansada para ser mi acompañante de honor. - Por fin, la había soltado. La prueba de fuego. Parecía estimulante, aunque en realidad era jugar al caballo ganador. Sabía perfectamente de antemano cual iba a ser su respuesta.
Sonia desencajó la mandíbula al escuchar "Esa zorra quiere follarse a Víctor delante de nuestras narices".
— Alex es bueno, pero yo soy mejor— respondió mecánicamente—. Has hecho bien, ¿lo sabe Víctor?
No se lo habías dicho directamente, pero el chico no era precisamente tonto. Probablemente, aunque no lo supiese, tuviese la idea de que Alexa, pudiese o no y quisiese o no, se lo quería meter entre pierna y pierna. Conociendo a Víctor, según cómo le fuese la noche, con quienes hubiese hablado, cuanto hubiese bebido, y qué día hubiese tenido, estaría dispuesto a "hacer un esfuerzo" si veía señales de interés o, por el contrario, pasaría de su cara por otra... o por nadie.
— Vamos a dejarla muerta— bromeó macabramente en relación al cementerio—. ¿Tienes un plan?
Pero antes de que pudieses responder, se escuchó una puerta abrirse y Sonia puso cara de Poker.
— Alex, ni se te ocurra— advirtió Sonia con voz y gesto de "no follas en un mes".
Se escuchó una pequeña risilla masculina de fondo.
— ¡Alex!— gritó Sonia, arrugando el ceño como una gata mojada. Su mano aferró al vuelo una pieza roja de lencería de encaje, visiblemente usada—. Te mato— dijo lanzándolo de nuevo lejos del ratio de captura de la videollamada.
Podías bien suponer que debía haber bastantes piezas de ropa, y quizás incluso algo más, tirado por ahí, lejos de la cámara pero en algún lugar de la habitación. 'Él' envió un pequeño pulso de energía positiva como respuesta.
— Y dale con el Ritz— dijo la voz de Alex a lo lejos—. Que ya tengo un regalo más personal, rubia.
Una mano de dedos alargados dio dos toquecitos en la cam. Sonia bufó siguiendo su rol felino.
— Hola, reina. Una duda. ¿Cuál es el problema de que se lo folle?
Sabías que esa pregunta, a pesar del amor que os tenía a ti y a Sonia, era un golpe bajo.
Pero claro, lo de Sonia y tú, aunque justificado, también lo sería para con Alexa.
De golpes bajos estaba el mundo hecho.
¿Que si tenía un plan? Por supuesto que tenía un plan. Roxanne había nacido con el éxito en un brazo y un manual estratégico en el otro. La interrupción de Alex permitió a Sonia librarse de un pequeño toque de atención.
La aparición de la llamativa prenda hizo que una pícara e irónica sonrisa se dibujara en su rostro. Un gesto de superioridad que desprendía un 'ya te tocaba, querida' que no era indiferente para nadie que la tuviese en su punto de mira. Pero eso era tan solo lo que mostraba hacia el exterior. Dentro, una enfadada Roxanne intentaba contener la ráfaga de celos que le provocaba saber lo que estaba oocurriendo al otro lado de la pantalla. No era porque se tratara de Alex (bueno, quizá una pequeña parte), sino porque Sonia había sido desde el principio su primera opción. Inverosímil.
- Lo de menos es que se lo folle, Alex - su contestación, cortante, fue acompañada de un exhalación molesta y unos ojos en blanco. Por supuesto, él no podía comprenderlo. No podía entender que se trataba de algo más que de un intercambio de fluidos y un momento de placer. Se trataba de ganar una pequeña batalla de esta invisible guerra. - No importa, hablaremos cuando volváis. - De forma rápida se dio un par de golpecitos en los labios para acabar apuntando la yema de sus dedos hacia la webcam. - Esperaré tu llamada.
Bajó la pantalla del portatil de golpe y, durante unos segundos, se permitió concentrar su mirada en la pared. Era su manera más rápida y efectiva de recuperar el control. Le costó poco. Al instante ya estaba avalanzándose hacia su teléfono móvil con el mismo ímpetu con el que hacía un momento había cortado la comunicación con Sonia. No era persona de andarse por las ramas.
- ¿Muffins con chocolate caliente? - Sin saludo, sin preámbulos. Raquel no los necesitaba. Era como un código secreto. Ese ofrecimiento un domingo solo podía suponer dos cosas: una gran noticia o un gabinete de crisis.
Eras psicóloga — y manipuladora —. Sabías que estaba mal con sólo verla mientras te acercabas. Su mirada triste y gacha, de párpados pesados como la tapa de un féretro. Sus labios ligeramente fruncidos, sus cejas contraídas y las pequeñas arrugas de expresión en la frente y los pómulos. Su cuerpo en tensión, como un puercoespín. El cabello dejado caer a un lado cual cenicienta encocada, con la cabeza pesando hacia el hemisferio derecho — y racional — de su cerebro. Y el teléfono móvil con la pantalla iluminada delante de ella.
Si te importaba o no y qué hacer al respecto era cosa tuya. Y sólo tuya. 'Él' estaba pasivo desde que sintió tus celos. "Mudo". Sabías que, sintiese lo que sintiese él por tus sentimientos hacia Alex, no lo diría por no querer perturbarte. Pero sabías que aprobaba su relación con Sonia.
Tan pronto te vio, Raquel sonrió y se levantó del asiento para darte un efusivo pero intenso abrazo. Desde aquel momento y, para variar, fue jovial, entusiasta, y alegre. Se volvió a sentar, no sin antes mirar curiosa al exterior del local por la ventana, para ver si veía tu flamante deportivo amarillo en algún lugar. Y por ahí estaba aparcado en zona azul, sí, cerca del Starbucks, pero sólo se veía la fuente del complejo.
Por alguna razón, Raquel había decidido tomarse los "Muffins con chocolate caliente" también como algo literal. Y había decidido pedir lo mismo para ti — la cocina, siendo Domingo, suerte que abría hasta mediodía —, aunque sabías que sino, a juzgar por su cara anterior, se lo terminaría comiendo ella también.
— Cielo— dijo tras saludarte, alegre de verdad por verte y estar contigo, cual artista ante su musa—, dime que, sea lo que sea, es un notición genial.
Su móvil vibró sobre la mesa. Con un carraspeo, lo bloqueó sólo para guardarlo en el bolso. En parte porque ahora estaba contigo, pero, ¿cuándo una mujer guarda el móvil tras recibir un mensaje después de mirar el teléfono tras un buen rato? Cuando no quiere que veas su reacción. En cualquier caso, como si no hubiera pasado nada, siguió.
— Por cierto, ¿vas a ir a la fiesta de mañana?— preguntó, como si le rondase la mente.
A ver qué le pasa ahora
Reconoció a su amiga a pesar de la distancia. Encogida y con la mirada gacha, como si una fuerza invisible no le permitiera recuperar la compostura. Su pelo lacio tapaba parte de su cara. Siempre había sido una persona bastante depresiva escondida tras su entusiasmo, energía e la inocencia característica. Algo tan conveniente como desquiciante. Según el momento.
No le pasó inadvertida su concentración en el móvil, por mucho que se levantase promovida por un espasmo y acabara colgada de sus hombros como una infante. Con treinta kilos más, pensó para sí molesta. Ver el cambio en su cara al separarse de ella fue todo un alivio. Se había librado de quejas y lloros innecesarios. No sabía lo que le pasaba, pero no le importaba en absoluto. Al menos no en ese momento. Ya se encargaría de darle la dosis de apoyo requerida para preservar su equilibrio.
Arrastró la silla de forma ruidosa y se dejó caer en ella con cierta dejadez. Tenía la cadera inclinada hacia la parte delantera de la silla y su espalda estaba a medio metro del respaldo. Una posición que, si no fuera porque su brazo se apoyaba en el respaldo, hubiese sido extremadamente incómoda. Durante unos segundos su vista quedó plasmada en los muffins que separaban a las dos amigas. Una ligera expresión de asco se dibujó en su rostro. Ni siquiera un cuerpo tan esculpido como el suyo podía someterse a demasiados de esos. Necesitó escuchar su voz para recomponer su máscara.
- Iremos a la fiesta - le contestó enseguida con una amplia sonrisa. No le había pasado inadvertida la reacción de Raquel, pero no era el momento de preguntar. Ya se enteraría de lo que estaba pasando a su debido tiempo. - No sé quién se piensa Alexa que es - al pensar en ella entornó los ojos molesta. Fue una fracción de segundo. Al instante volvía a estar serena con una ligera sonrisa en su rostro. - Mi padre no estará en todo el día en casa. Quizá debamos montar nuestra propia prefiesta.
Raquel asintió, sumisa y dócil, ajena a la manipulación que suponía, ante tu afirmación de que ambas iríais a la fiesta. Tenía tan asumida la realidad entre vosotras, con una dominatrix y una esclava, que ni siquiera se paraba a pensar, ni parecía darse cuenta, de que habías decidido por ella también. Tampoco es que bajo su cascarón de sonrisa y tranquilidad estuviese para tomar decisiones por si misma. La pobre, que había pocas cosas más tormentosas que la marea mental de una mujer atribulada con su propio móvil y los mensajes que hubiesen — o no apareciesen — en la pantalla.
Sin embargo, no te pasó inadvertida su reacción cuando te metiste con Alexa. Si bien su lealtad hacia ti era ciega, incomparable a lo bien o mal que le pudiese caer Alexa, no parecía sentirse del todo cómoda arremetiendo contra ella. Contrajo los labios, frunciendo ligeramente el ceño, intranquila. Así, a las bravas, no sabía muy bien ni a qué venía eso, pero ya parecía envuelta en más problemas de mujeres de forma muy gratuita.
— ¿Ha pasado algo con Lexa?— preguntó, entre sorprendida y preocupada, echa, en un segundo, un océano de interrogantes. No se enteraba, encerrada en si misma, de las últimas noticias de su círculo social—. Por mí genial— respondió, por supuesto, a la "prefiesta"—. ¿Qué tienes en mente?
Sólo tenías que ponerte manos a la obra, Tessa. Estabas despertando los muñecos de trapo de aquel teatrillo, y ahora sólo tenías que colocarlos en su sitio, listos para la pequeña función. Una función destinada a controlar la vida sexual de las personas que te rodeaban día tras día. A tu lado, 'Él' se limitó a agitar levemente algunos cabellos rubios de Raquel, lo suficientemente poco como para que ella no se diese cuenta, pero lo bastante como para que tú lo vieses.
A Tessa no le gustó nada la vacilación de Raquel. Frunció el entrecejo ligeramente mientras enumeraba las causas por las que podría haber tenido esa reacción. ¿Había ocurrido algo entre esas dos sin que ella se hubiese enterado? Tensó la mandíbula molesta. Había dado por hecho que durante sus vacaciones Raquel se hubiese quedado quietecita en casa, o con lo que fuera que tanto le inquietaba. Miró el dispositivo por innercia. Debía enterarse de qué se trataba, por si las moscas.
- Victor, eso ha pasado - contestó con tono aburrido y un deje desinteresado de la mano. No se correspondía en absoluto con lo que sentía en su interior. Tras la última pregunta de la rubia se inclinó hacia adelante mucho más interesada. - La fiesta es en el cementerio. Le gastaremos una broma que la deje en ridículo delante de todos sus invitados. Había pensando aislarla, meterle miedo y obligarle a perder el control. - Mientras enumeraba las opciones miraba hacia arriba dándose golpecitos en la barbilla. Todo postura. - Terminar la función con Alexa cayendo en una fosa delante de todos no estaría mal - se encogió de hombros echándose de nuevo para atrás. Por su inocente sonrisa nadie diría que eran suyas la palabras que acababa de pronunciar. - Por supuesto, admito cualquier tipo de sugerencia.
Observó la reacción de Raquel mientras vevía por primera vez de su café. Le ponía enferma lo insegura que era. Podía llegar a ser un tremendo coñazo.
- ¿Por qué no me cuentas lo que ocurre? - le mantuvo la mirada seria, sin terminar de apoyar la taza sobre la mesa. - Sabes que te sentirás mucho mejor.
Raquel sonrió cómplice ante tu pérfida, perversa, malvada e [inserte adjetivo retorcido adicional] plan para poner en su sitio a Alexa. Era una pelea de lobas en mitad del bosque por el territorio y la manada. 'Él' no dudó en, como de costumbre, enviar un estallido de pasión intensa a través del cordón invisible que os unía. Ambos sabíais de sobra qué pasaba cuando uno de los dos perdía el control de sus emociones y descarrilaba. Todo se convertía en un pequeño ritual de ouija. Por suerte, esta vez, como ya tantas otras, sería otra persona, una mundana, la que se vería en esa situación.
— No se me podría haber ocurrido un plan mejor— confesó Raquel, y sabías a mano en el fuego que de verdad le parecía una buena idea. No tenía pensamientos sobre Victor, su papel, ni tus pensamientos sobre él en este asunto—. ¿Piensas hacerlo de alguna forma en concreto? Yo me puedo encargar de aislarla.
Por más que le dejase de gustar o le diese igual, 'Él' envió uno de esos pulsos que te helaban la sangre, paraban el corazón y calaba hasta los huesos. Luego volvió a la templanza de costumbre. Estaba claro que, si alguien sabía cómo hacer de espectro en Halloween era 'Él'. No hacía falta pararse a emular nada paranormal. Aún así, eras libre de añadir todo lo que quisieras al asunto, pues 'Él' era, aunque correlacionado contigo, volátil por naturaleza. Siempre podía hacer algo distinto a lo esperado.
Así pues, el tremendo coñazo de inseguridad andante siguió haciendo de las suyas.
— Pensaré en ello. Si se me ocurre algo te lo diré— sonrió, afable aunque algo inquieta—. Sobre mí— recomenzó, cambiando de tema con un golpe de flaqueza en la voz—, no son más que tonterías, ya me conoces. Hace poco conocí a un chico por la noche, y no me contesta— abrió vagamente la aplicación de mensajería instantánea con un movimiento fluido de los dedos—. Ya sabes cómo le sienta a una chica que, cuando toma la iniciativa, ni siquiera le contesten.
Y aunque Raquel era más vulnerable, sentimental y con complejo de princesa que la media de las mujeres, muy buen partido, buenorro y carismático tenía que ser el chico para que se comiese tanto la cabeza dejando ver tanta vulnerabilidad, incluso delante de ti.