-Permitanme contarles la historia de Anibal "Hijo-de-la-Ira" Ahroun Atrho de los Fianna y mi antepasado- Dijo el Garou recién llegado mientras se acomodaba junto al fuego:
Fue en la epoca del Salvaje Oeste, el llego a norte america siendo un niño acompañando a su padre, un pariente que vino aqui en busca de oro, su madre habia muerto años atras, por alguna razon su padre jamás le contó acerca de su particular herencia familiar, esto debido a que nunca presento signo alguno de ser un Garou, incluso cuando nacío los theurge dijeron a su padre que el destino del niño era incierto.
Pasaron los años y el niño crecio en una granja en Texas, a los 16 años fue cuando su padre preocupado por que aun no habia experimentado su primer cambio se decidió ha buscar ayuda, por desgracia hacia años que el Padre de Anibal se habia separado de sus parientes y les habia perdido la pista.
Una tarde mientras el joven Anibal traia agua del pozo se encontró con un extraño viajero decía provenir de México con un mandato, que necesitaba agua y descanso y Anibal confiando en este hombre lo llevo a la granja.
El padre de Anibal y el viajero quien se presento como Rogaciano Rubalcaba tuvieron una conversacion privada en la cual el viajero le revelo que era un Nuwisha que habia sido enviado por coyote a Texas con una encomienda y al estar cerca de Anibal pudo oler su condicion, El padre de este le pidio que lo llevara en su viaje hasta encontrar a una manada Fianna para que le entrenacen y le educasen en las tradiciones de la tribu. Rogaciano acepto de buena gana, al día siguiente partieron antes del amanecer.
Conforme pasaba el tiempo el Nuwisha trato muchas maneras de probocar el cambio en el cachorro, le hizo comer Peyote (una cactasea oriunda de México cuyas habilidades alucinogenas son legendarias) tratando de esta manera de lograr una coneccion con su lobo, el resultado de este experimento fue una terrible resaca.
Otro dia intento ahogar al joven pensando que un choque de adrenalina lograría despertar la ravia del cachorro, pero esto tambien resulto inuntil. Durante un año el Coyote trato con cientos de maneras distintas de probocar el primer cambio en el cachorro pero todo fue inutil Rogaciano llegó a pensar que Anibal era solo un Pariente con la gracia de uno o dos dones.
Por lo cual lo instruyó lo mejor que pudo en el mundo de los espiritus, le hablo sobre la letania Garou y le explico sobre los auspicios que estos tenian.
Despues de todo ese año Rogaciano decidio volver a la Granja de los Owens y darle la noticia al padre de Anibal de que este no era un Garou. Al llegar a la granja ecucharon un disparo proveniente de la casa, Rogaciano le pidio a Anibal que esperara.
Rogaciano se adelanto hacia la casa tomando su forma de guerra. Al entrar en la casa pudo notar que habia varias Perdisiones en el lugar, las cuales habian acesinado al padre de Anibal y Rogaciano se dispuso a haerles frente.
Por su parte Anibal no soporto mas la angustia que aquel disparo habia probocado en el y corrio a la casa, al entrar contemplo una sangrienta esena en al cual su padre estaba tirado en el suelo y su "amigo" y mentor Rogaciano estaba apunto de ser atravezado. En ese momento la Rabia del Joven se hiso presente para sopresa de Rogaciano el joven al que llego a calificar de pariente se habia combertido en un enorme Lobo Rojiso, tan Ravioso que aun sin conosimiento de sus dones hizo pedasos a las perdiciones.
Aquella noche enterraron al Padre de Anibal y Rogaciano le dio su nombre de guerra "Hijo-de-la-Ira" esto debido a que solo la ira y rabia fueron capaces de logar el primer cambio en el cachorro.
A partir de ese moento el Fianna y el Nuwisha empredieron un viaje juntos uno que los llevaria atravez del toda norteamerica.
En mi defensa quiero aclarar que ese fue mi primer personaje de Hombre lobo que hice, no tenia ningun conosimiento sobre el juego y siempre que intentaba hacer una tirada para cambiar me resultaba en fracaso.
si les parece seguiré mas adelante con la historia de este personaje
IRINA RABIA-EN-EL-ALMA (Edad Oscura)
Este es el principio de una historia cuyo final jamás conoceré. Sucedió hace ya mucho tiempo, años en que ese rostro diabólico y angelical no se ha borrado de mi mente. Solo puedo narrar la parte del todo en que los senderos de Gaia cruzaron mi camino con el de Irina Rabia-en-el-alma.
Sucedió en tierras escarpadas, en lo profundo de la naturaleza. No hablaré nombres, pues no considero que un lugar pueda definirse con algo tan nimio como un nombre. Baste decir que lo profundo del bosque que yo llamaba hogar cruzaba profundos desfiladeros y barrancos, grietas en la faz de Gaia que se perdían en sus profundas oscuridades. Yo temía que esa oscuridad albergara un mal oculto, esperando a hacerse suficientemente fuerte para brotar como la pus de una herida infectada, así que me acerqué a los acantilados en busca de respuestas.
Otros habían presentido la presencia del mal, y se me habían adelantado. Cuando surgí de la espesura, tuve que esconderme de nuevo, ante la presencia de nuestros odiados enemigos. Los lobos combatían, y yo no les ofrecería mi ayuda. Demasiado daño habían hecho, nos habían hecho, le habían hecho al gran plan de Gaia. No, no combatiría a su lado. Las enormes bestias del Destructor de Patrones a las que hacían frente parecían gigantescas larvas o serpientes hinchadas sin piel, sin ojos, con grandes jirones de carne violácea sosteniendo inmensas mandíbulas. La batalla debió ser atroz, aunque no la contemplé sino cuando el silencio anunció que había concluido. Fue entonces cuando surgí, dispuesto a terminar el trabajo si los Garous habían fracasado en su salvaje cometido, aquel que en su día corrompieron. No encontré gusano alguno, y sí varios cadáveres de guerreros de Gaia. Entre esos cuerpos sin vida, llamó poderosamente mi atención el de una joven mujer de hermosa cabellera cobriza. Me acerqué a olerla, y para mi consternación, descubrí que no estaba muerta, sino debatiéndose entre el Oso de la Muerte y el calor de la vida. Dudé, lo reconozco, pero finalmente decidí que, si estaba dispuesta a librar esa batalla, era mi deber sagrado ofrecerle al menos una oportunidad.
Los siguientes días y sus noches los pasó en mi caverna. Limpié sus heridas con agua y las cubrí con emplastos para que no se infectasen, le ofrecí agua y paños mojados en su frente febril, y no permití que el fuego a su lado perdiese un ápice de calor. Podría haber cerrado sus heridas fácilmente con mi magia sanadora, pero en aquella época mi resentimiento hacia los lobos era demasiado fuerte. No estaba dispuesto a sanarla, solamente a permitirle sanarse a sí misma.
Y con las fiebres llegaron los sueños y recuerdos. Los labios de la mujer temblaban y su boca dejaba escapar palabras que narraban episodios de su vida en medio de los delirios. Sentado a su lado, escuchaba sus confesiones como un sacerdote humano en su sagrada liturgia. Así fue como supe que se llamaba Irina, y que había nacido y crecido en el duro y frío norte, sometida a una sociedad demasiado machista y salvaje. Así conocí a la Irina pequeña y salvaje, víctima de los abusos constantes de un padre violento que no aceptaba a una hija más libre que su madre, una niña que no aspiraba a cuidar un hogar y engendrar hijos, sino a emprender aventuras y combatir enemigos. Sentí lástima por esa niña, como lo sentí por la que, sufriendo la violencia de su padre, se rebeló furiosa, perdiendo el control y descubriendo su verdadera naturaleza. Comprendo bien la pesada carga que es una rabia incontenible, y la gran responsabilidad que hay que asumir de por vida por ella. La muerte de un padre, aún uno detestable, es algo que te persigue de por vida.
Los recuerdos hicieron que en su delirio me hablara del resto de su historia, la de Irina Rabia-en-el-alma, miembro de la tribu de las Furias Negras. No pude evitar sonreír al enterarme de que se negó a afrontar su Rito de Iniciación con otros Garou porque eran hombres. Los Ancianos accedieron a enviarla en solitario, a enviarlos a todos en búsquedas solitarias, solo para descubrir que ninguna de esas búsquedas podrían concluirlas exitosamente sino con ayuda de otros. Rabia-en-el-alma, siempre tan furiosa y salvaje, se vio obligada a dar su brazo a torcer y aceptar la ayuda de los hombres a los que detestaba, con tal de cumplir el cometido encomendado. No dejo de reconocer que esos viejos lobos atesoraban cierta sabiduría, a pesar de todo.
Pero eso no calmó el carácter salvaje y furibundo de Irina, cuya rabia era tan poderosa que guiaba cada uno de sus actos. Yo se bien lo que es eso, la fuerza que imprime la ira salvaje a nuestras acciones, lo sencillo que es dejarse llevar y corromper por ese sentimiento de libertad primario. Los años siguientes fueron tiempos de guerra y aventuras. En el tiempo que Irina pasó a mi cuidado fueron muchas las historias de guerra y gloria que oí de sus labios delirantes. Algunas no llegué a comprenderlas, otras no se si llegué a apreciarlas en su justa medida. Todas estaban llenas de acción, sangre y rabia. Irina era una valkiria, una guerrera nórdica bajo el influjo de la Luna Llena. Su carácter rabioso se mezclaba con la intolerancia de su tribu hacia los machos en general, y con la bárbara cultura heredada de sus tierras natales. Ella era todo lo que siempre hemos despreciado en los lobos, todo salvajismo y brutalidad irreflexiva, matar por matar, destruir por destruir.
Sin embargo, en esos ojos claros y hermosos que parpadeaban sin cesar bajo la fiebre, descubrí una ternura inusual, un destello fraternal que la alejaba por breves instantes de esa imagen de furiosa amazona. Pronto sus sueños me desvelaron el motivo. Su rabia no siempre había sido incontenible, tiempo atrás alguien le había enseñado a sentir el mundo de otra manera, a aparcar el odio y la incomprensión y aceptar también el lado amable del mundo que la rodeaba. Se lo había enseñado un hombre, un macho Garou, que se había convertido en su mentor, maestro, amigo y hermano. ¿Tal vez amante, a pesar de ser esa una relación sacrílega? Nunca una confesión de tal cosa brotó de su boca, así que no lo puedo atestiguar. Supongo que eso ya no importaba, al fin y al cabo. Ese hombre se llamaba Puño-de-armonía, un Galliard de la tribu de los Hijos de Gaia, un hermano de su manada. Uno de los cadáveres junto a los que encontré a Irina.
Las heridas de Irina comenzaron a cicatrizar, aunque algunos vestigios jamás se borrarían. Su espalda estaba surcada por profundas cicatrices que solo podría ocultar con gruesos ropajes, y aunque probablemente no lo descubriría hasta llegado el doloroso momento, su vientre estaba dañado por dentro y jamás podría engendrar descendencia. En aquel momento puede que no fuera importante para ella, pero tarde o temprano toda hembra siente la llamada de la naturaleza, y ella no podría responder. Mi magia curativa podía recomponer lo dañado, pero sentí que no debía reparar lo que estaba hecho. Irina debía cargar con el dolor de sus heridas como el vestigio de su enfrentamiento y victoria frente al Oso de la Muerte. Así que abandoné la caverna para dejarla despertar en paz y soledad. A pesar de lo mucho que había conocido y simpatizado con ella, seguía siendo una loba. Prefiero no mostrarme ante ellos, creo que lo comprendes. Sin embargo, me mantuve al acecho, observando. Fui testigo en la distancia de su dolor al surgir a la luz por su propio y doloroso caminar, de sus lágrimas al recordar la muerte de su ser más querido y de la rabia desatada en un poderoso aullido de dolor y lástima al contemplar de nuevo el campo de batalla con sus hermanos caídos, devorados por los carroñeros. ¿Qué pasó por su mente en esos momentos? Puede que sintiera que les había fallado, que sus muertes reposaban sobre su conciencia. Al fin y al cabo ¿no es responsabilidad de los Luna Llena proteger a sus hermanos? Eso al menos tengo entendido…
La vi asomarse al acantilado, y temí que hubiera sucumbido a la desesperanza. Estuve a punto de salir de mi escondite, de gritarla que no lo hiciera, cuando saltó al oscuro pozo. Pensé que había muerto, que había desperdiciado el regalo que le había entregado anónimamente, merced a un suicidio que mitigara su dolor. Pero entonces lo oí. Gritos, aullidos, gemidos, rugidos. El hedor de la sangre corrupta, el aroma del sudor, el sonido de la carne abriéndose súbitamente. Y luego, un nuevo silencio. Y unos interminables instantes después, pude contemplar a Irina Rabia-en-el-alma ascender de nuevo de la oscuridad, con una enorme hacha tallada en hueso sujeta entre sus manos. Y sus ojos mostraban una firme tristeza, una culpa inconsolable. Pero también una cierta paz, llena de decisión.
Mientras ella cargaba con los cuerpos de sus hermanos caídos para ofrecerles digno funeral, comencé a alejarme, sabiendo que mi deber estaba cumplido. Irina estaría bien, encontraría su camino. Un camino de redención, seguramente, que le llevaría a reunirse con sus hermanos supervivientes, a alejarse de mí, de mi caverna y de mi bosque. Nunca he vuelto a saber de ella, pero no son pocas las noches en que la recuerdo, y siento que hice bien en ayudar a que esa loba conservara su vida.
Espero no equivocarme.
Otra historia más, ésta de un personaje mío que acaba de comenzar a jugar. Cabe decir que parte de la historia se ha elaborado de forma conjunta con los demás jugadores de la partida que conforman su manada:
La familia Drago ha estado ligada a la alta sociedad alemana desde tiempos próximos al final del gran conflicto de la Segunda Guerra Mundial. Los motivos que llevaron a varios miembros de una influyente familia rusa a asentar sus negocios primero, y posteriormente su residencia, en tierras alemanas, han quedado en el olvido. Los rumores acerca de conflictos internos de la Casa de la Luna Creciente, que pudieran haber llevado a miembros de la misma a buscarse la vida bajo el amparo de otras casas, en este caso el Ojo Resplandeciente, así como los que hablaban de problemas familiares internos que obligaron a tomar distancia entre ramas de la familia Drago allá en Rusia, han quedado atrás y ya no interesan a nadie a estas alturas, y a nadie le conviene indagar y airar a una de las familias de Colmillos Plateados mejor situados en la corte de la Casa gobernante de Europa del Norte, así como en la Logia del Sol.
Adler Drago es la viva imagen de su tribu. Un Ahroun imponente, feroz tanto en el campo de batalla como en el mundo de los negocios, bien asentado en la economía de Berlín. Bien es cierto que la mayor parte del trabajo como empresario queda en manos de su esposa, Ivonne. Tan dura en el mundo de los negocios como protegiendo y manteniendo unida a su familia, esta mujer de alta cuna ha sabido sobrellevar el peligroso temperamento de su marido con grandes dosis de firmeza y dulzura, la misma con que vela por sus hijos. Han sido bendecidos con tres: un primogénito varón, Ivan, que sufrió el Primer Cambio a temprana edad, bajo el auspicio Philodox; y dos hijas más, Catrin y Viktoria.
Esta es la historia de Catrin Drago.
Desde bien pequeña fue el centro de atención de toda la familia, así como de allegados y conocidos, especialmente dentro de la tribu. Su cabello plateado destacaba sobremanera, demasiado como para no sentirse tentados a ver en ello una señal de algún tipo. Catrin era, a todas luces y para todos, muy especial. Eso hizo fácilmente que fuera la hija favorita, algo que su hermano mayor y primogénito siempre llevó bastante bien, sintiendo que tenía el deber de protegerla. Mucho peor fue para Viktoria, que se vio obligada a vivir a la sombra de su hermana, con gran envidia y resentimiento. Para cuando Catrin alcanzó una edad adecuada para comenzar a recibir una educación especial acorde a su condición como miembro de la familia Drago, con unos once años de edad, su hermano Ivan había sufrido ya el Primer Cambio y, tras superar su Rito de Iniciación, era un garou de pleno derecho. Contaba sólo con quince años de edad, pero ya era alfa de La Garra del Dragón, una manada de guerra bajo el amparo de Wyvern.
La familia, por tanto, no depositó ninguna esperanza en un hipotético Primer Cambio para Catrin. En su lugar, comenzó a prepararla para el que sería su papel natural como ilustre miembro de la parentela de la tribu. Continuó asistiendo a los mejores colegios, aprendiendo a saber estar, vestir y comportarse, a conocer su papel en un discreto segundo plano y a saber servir a sus superiores. Tenía siempre presente a su madre como gran ejemplo de lo que se esperaba de ella, y nunca se cuestionó lo que le deparaba el destino. A fin de cuentas, ¿para qué luchar contra lo inevitable?
Ella era de carácter tranquilo, no una rebelde como su tía Isabella, hermana de su padre. La Ragabash y ella se llevaban muy bien, aunque los deberes de ésta la mantenían lejos de su sobrina por largos periodos de tiempo. Catrin aprovechaba para pasar con su tía todo el tiempo posible, cuando estaba en casa, y cuando no se enfrascaba en los estudios o disfrutaba de su otra gran pasión: la naturaleza. A la chica le encantaba pasear por parques y bosques, perderse entre los árboles o sentarse junto a un río a escuchar el suave murmullo del agua al discurrir entre las rocas. Isabella había hablado de ello con Adler en más de una ocasión, asegurando que su sobrina era especial, que percibía algo en ella, y deseaba que algún Theurge pudiera pasar un tiempo con ella para comprobar si acaso podría tratarse de uno de esos extraños casos en que un pariente está tan en contacto con Gaia que alberga energía espiritual en su interior, Gnosis, al igual que los Garou. Adler, obstinado como pocos, se negó rotundamente. Según él, Catrin lo que tenía que hacer era concentrarse en conocer su lugar y prepararse para el momento en que lograse acordar un enlace matrimonial para ella, con un Colmillo de buena posición. Quizás aquello fuera uno de los peores errores de su vida, pues podría haber evitado lo que vendría después.
Independientemente de los planes que su padre hiciera para ella, Catrin siguió con su vida, perdida en sus ensoñaciones y sueños. Siguió estudiando, aún sin tener claro qué quería hacer cuando fuera mayor. Sabía que quería ayudar a los demás, era lo que le pedía su tierno corazón, pero ¿cómo? Quizás medicina, o asistencia social, no lo tenía claro. Quizás algo relacionado con la naturaleza, que le llamaba poderosamente. ¿Veterinaria? Estaba confusa, y la exigencia familiar para que cumpliera con sus otros deberes no ayudaba. Gran parte del tiempo "libre" de que disponía era rápidamente ocupado en asistir a galas, cenas, recepciones y demás acontecimientos donde su familia pudiera "lucirla" en público delante de la Nación, pero muy especialmente delante de las grandes familias de Colmillos Plateados.
Pero entonces apareció él. Jan Werner. Era un alumno nuevo en su instituto, negro y con un aspecto mucho menos cuidado de lo habitual en aquella elitista escuela. De algún modo, él parecía empeñado en acercarse a ella, pero Catrin le evitaba. Aquel chico la incomodaba, puede que fuera porque no estaba acostumbrada a alguien como él, puede que hubiera calado en ella la superficialidad clasista con que había sido educada. Pero por más que el chico lo intentaba, Catrin se negaba a tener relación con él.
Hasta que un día, un grupo de compañeras de clase comenzó a burlarse de su pelo, un rubio platino que siempre había hecho las delicias de su padre por lo que representaba para la tribu, pero que no dejaba de ser una rareza fuera de ella. Las burlas fueron ganando intensidad durante los siguientes días, sin que Catrin hiciera nada por cortarlo. Intentó hablar con ellas, pero fue en vano. Algunos chicos se sumaron, aumentando el volumen de las bromas, prácticamente insultándola en público, hasta que uno de ellos llegó a intentar cortarle un mechón de pelo durante un descanso, mientras ella miraba por la ventana sin enterarse de lo que sucedía a su espalda.
El desgraciado acabó impactando contra la pared, cayendo al suelo al borde de la inconsciencia. Allí estaba Jan, completamente enfurecido. Alzó la voz, gritando a la atemorizada clase que le observaba exigir respeto para Catrin, con toda suerte de vívidas amenazas. Y mientras tanto, Catrin no podía dejar de mirarle, consternada, pero al mismo tiempo reconociendo lo que para ella era tan natural. ¿Cómo no reconocer esa rabia, esa mirada salvaje, la naturaleza del lobo? Lo tenía claro, el chico era un garou, pero había algo más. Se encontraba al borde del frenesí, bordeando el abismo de la desgracia.
Tenía que hacer algo. E incluso sabiendo que exponía su vida, lo hizo. Catrin se plantó delante de Jan, firme como el árbol más profundamente enraizado del bosque, pero situando lentamente sus manos con dulzura en las mejillas del chico. Su voz sonó armoniosa y tranquila, aunque tan sólo dijo una palabra. "Cálmate". No hizo falta más. Como si Jan despertase de una pesadilla, parpadeó nervioso, cruzándose las miradas de ambos. Su respiración comenzó a ralentizarse, y la rabia se retiró a las profundidades de su ser. Catrin fue plenamente consciente de ello, tanto como él era consciente de que la joven entendía todo lo que le estaba pasando. Catrin apartó las manos de su rostro y le abrazó. "Sácame de aquí... por favor", le pidió, y ambos se marcharon del aula.
Aquel fue el inicio de una amistad que en poco tiempo se tornó en algo más. Catrin sabía que su familia no lo aprobaría, y Jan que era un amor imposible, pero ambos mantuvieron durante meses una relación prácticamente secreta. Jan Werner Clamor-firme era un joven Galliard de los Hijos de Gaia recién superado su Rito, miembro de una manada bajo la guía de Unicornio. Finalmente lo acabaron conociendo sus padres, Georg y Margarethe Werner. Él, abogado de la parentela de los Hijos de Gaia, dedicaba su tiempo y trabajo a labores sociales colaborando con distintos organismos y ONGs. Ella, en cambio, era una Galliard de la tribu, apasionada guerrera y cronista. Ambos aceptaron con pena la decisión que habían tomado los dos jóvenes, ofreciendo su bendición a pesar de temer un funesto destino para su relación. No todos fueron tan comprensivos como los Werner. Los hermanos de manada de Jan, así como algunos de sus amigos, se opusieron a su relación en mayor o menor medida. Unos se limitaron a aconsejarle, con la boca pequeña, terminar con aquella relación; otros fueron más vehementes. Uno de los que más fue Alza-el-puño-Vence-al-Wyrm, un joven Roehuesos con una muy buena relación con la familia Werner. Cuando aquel chico, que llevaba una vida errante, abandonó Berlín, Catrin lamentó no haber podido convencer a aquel chico de que lo que sentía por Jan no era un capricho pasajero de una "niña rica", como él afirmaba, sino que le amaba de verdad, incondicionalmente.
Por supuesto, llegó un momento en que ambos sentían que su relación debía dar un paso más allá. Sin embargo, eso era lo que Catrin más temía, precisamente. Jan tuvo que reunir el valor necesario por los dos, y solicitando la ayuda de sus padres, principalmente de su madre Elisabethe, para organizar un encuentro con el padre de Catrin. La intención era contarle lo que había entre ambos y solicitar su beneplácito para formalizar la relación. Parecía una tarea imposible, pero debía intentarlo. La reunión se acordó en la propia mansión de la familia Drago, un sábado por la mañana. A Catrin se le negó asistir a la reunión en la que solamente representarían la familia el propio Adler y su primogénito Ivan. Por la otra parte, Jan acudiría junto a su madre, Elisabethe.
Obviamente, la cosa no salió nada bien. Catrin pudo oír con estupor desde los jardines de la mansión los gritos descontrolados de su hermano, corriendo al interior para ver qué sucedía. Encontró a los cuatro garous en las escaleras principales, con Ivan sujetando de la pechera a Jan, encendido de ira. La reunión había finalizado, recibiendo los Werner la negativa rotunda de Adler. Sin embargo, la noticia de que Catrin les había estado ocultando todo aquello encendió los ánimos, muy especialmente en Ivan, que carecía del aplomo y control que la experiencia había otorgado a su padre. Cuando Catrin enfiló aquellas escaleras lo hizo a tiempo de oír cómo su hermano exigía a Jan que se alejase de ella para siempre. Jan cayó en la provocación, y terminó por desafiar al Colmillo Plateado. Elisabethe dio un respingo, conteniendo un grito, pero para Catrin fue aún peor. Rompió a llorar y, gritando, corrió hasta Jan implorándole que no lo hiciera. Ivan tan sólo sonrió, aceptando el desafío y anunciando que sería un duelo de klaives. Catrin también suplicó a su hermano que no lo hiciera, que se negase al duelo, y a su padre y a Elisabethe en busca de ayuda. Adler afirmó no estar de acuerdo con aquel duelo, que no era digno ni honorable, pero que no podía prohibirlo. Elisabethe, con todo el dolor de su corazón, se limitó a pedir a su hijo que lo reconsiderase. El joven no lo hizo.
Para los Colmillos Plateados, un duelo de klaives siempre ha sido un acontecimiento prácticamente sagrado. Por ese motivo, no solamente se solicitó a un Maestro del Desafío a regir el mismo, sino que se elevó una invitación a presenciarlo a toda la tribu cercana. Por supuesto, también acudió una delegación de los Hijos de Gaia, entre los que se encontraban los padres de Jan. Fue una deferencia permitir la presencia de parientes, lo que incluyó a la joven Catrin. Habían pasado dos semanas desde que el desafío se había formalizado, tiempo durante el que Jan había entrenado sin descanso en el manejo de aquel arma. Sin embargo, era de sobra sabido que Ivan le llevaba bastante ventaja a ese respecto. Hacía tiempo que había comenzado su instrucción en el noble arte del duelo de klaives, siendo ya un competente alumno de klaivaskar. No era un duelo justo, todos lo sabían. Entre los Colmillos Plateados presentes, era evidente el gesto de disgusto y disconformidad. De hecho, la ausencia de ciertas personalidades de la tribu parecía indicar aquello mismo. Sin embargo, nadie mostró la menor intención de impedirlo.
El duelo estaba decantado desde un primer momento. A pesar de la muy honrosa resistencia de Jan, Ivan se limitaba a jugar con él como un gato con un pequeño ratoncito. Bailaba a su alrededor, esquivaba y detenía los toscos ataques del Hijo de Gaia, y de cuando en cuando le asestaba algún corte sin importancia. Se divertía con él, inflamando su orgullo. El orgullo, ese grave defecto que tanto daño ha hecho en la historia de la Nación, volvió a traer la desgracia. En un acto de fortuna y voluntad, Jan logró herir levemente a Ivan. Fue un ligero corte, apenas un rasguño, pero el Colmillo se sintió humillado. En represalia, acometió con fiereza a su rival, con movimientos fluidos y profesionales, dejando clara su superior técnica, hasta que su klaive se clavó profundamente en el cuerpo de Jan.
Incluso él quedó sobrecogido al comprobar el resultado. Toda la hoja había penetrado en el pecho del Hijo de Gaia, perfectamente, entre las costillas, a la altura del corazón. Jan no alcanzó ni a exhalar un último aliento. Su boca se llenó de sangre y cayó al suelo sin vida en sus ojos. Hasta tres Theurges corrieron en su auxilio, ante el grito de auxilio del Maestro del Desafío, pero era ya tarde. A pesar de que hubo quien trató de impedirlo, Catrin acudió también junto al cuerpo de su amado, a tiempo de oír el veredicto: el klaive había atravesado corazón y pulmón. Jan estaba muerto antes incluso de llegar al suelo.
Catrin cayó en un profundo pozo en aquel instante. Ante el cadáver de su amor, miró alrededor tan sólo para ver al padre del chico arrodillado entre lágrimas, siendo a duras penas consolado por su esposa, que luchaba por mantener una entereza casi imposible. A su alrededor, la comitiva de Hijos de Gaia se cerraba en torno a ellos, ofreciéndoles su apoyo y condolencias. Los Colmillos Plateados presentes se limitaron a mostrar gestos de disgusto, pero nada más. Frialdad fue todo lo que Catrin encontró entre los suyos, incluido su padre y su hermana pequeña, Viktoria. Tan sólo su madre mostraba una intensa congoja ante la desgracia.
Y luego estaba Ivan. Estaba claro, incluso para Catrin, que el chico no pretendía que aquello acabase así. Se había dejado levar, había perdido el control, y no se sentía orgulloso de ello. Sin embargo, tampoco mostraba un intenso arrepentimiento. Se limitó a acercarse a su hermana, viéndola tan destrozada, y poner una mano en su hombro en un burdo intento de consolarla. La reacción de Catrin fue tan intensa como inesperada. Se sacudió la mano de Ivan violentamente, alzándose para abalanzarse sobre él mientras le gritaba entre llantos que lo sucedido era culpa suya, que él le había matado. Llegó a pronunciar la palabra asesino. Sin embargo, su cuerpo se quebró, se transformó y creció, cubriéndose de un pelaje que jamás había soñado llegar a tener. Ivan tuvo que hacer acopio de toda su destreza en el arte del combate y cambiar también a su forma de batalla para desembarazarse de ella, arrojándola al suelo. Y allí quedó, desconcertada, tanto como los incrédulos asistentes a su primer Cambio, que no daban crédito. Catrin no era una pariente, era una garou. Su relación con Jan no habría sido posible, de todos modos. Jan había muerto por nada.
Catrin se puso en pie, lentamente, tanto como su cuerpo recuperó la forma que la había visto nacer. Desnuda, con el rostro lleno de lágrimas, acusó a su tribu de no haber impedido lo que sabían que era un error, de no haber hecho nada ante un desafío injusto, de estar demasiado hinchados de ego y orgullo como para hacer lo correcto. Los acusó, señalando cada rostro presente, renegando de su linaje, hasta que alguien intervino. Adler Drago se plantó ante ella y golpeó su rostro con el dorso de su mano, derribándola. Catrin quedó tendida en el suelo, dolorida y sin poder detener su llanto.
Mientras los asistentes al desafío iban abandonando lentamente el lugar, el cielo decidió dejar caer sobre el lugar una fina lluvia que se mezcló rápidamente con la sangre de Jan y las lágrimas de Catrin. Una lluvia reparadora que jamás podría limpiar lo que allí había sucedido.
Todo fue dispuesto para que, tres semanas después, coincidiendo con la noche en que la luna llena estuviera en su apogeo, Catrin afrontase su Rito de Iniciación junto con otros cachorros de la tribu. Las dos primeras se las pasó la joven encerrada en su habitación, no saliendo ni siquiera para comer. No atendía a nadie, solamente a su madre, quien iba todos los días a asegurarse de que no le faltase nada, que estuviera bien a pesar de todo, y a contarle cómo estaban los ánimos. Ivan no había perdido el tiempo, y había abandonado la ciudad junto a su manada para responder a la petición de ayuda de un túmulo lejano. Adler se había enfrascado tanto en los negocios que apenas salía de su despacho. Parecía estar en negociaciones con una destacada familia de la tribu para establecer un preacuerdo matrimonial para Viktoria. Finalmente, tuvo que confesar que ese preacuerdo era una modificación del que ya había establecido por Catrin sin consultárselo. Viktoria, en cambio, estaba exultante, muy ilusionada, y era la única persona que irradiaba felicidad en la casa.
Las cosas cambiaron la tercera semana, con la llegada de su tía Isabella. Tras enterarse de cuanto había sucedido en su ausencia, fue a hablar con Catrin. Pasaron juntas varias horas, y tras ello la joven Catrin abandonó la habitación con su tía, extrañamente serena. Comenzó a hacer vida normal, manteniéndose distante respecto a su hermana y su padre, y solamente algo cariñosa con su madre y su tía. Algo le rondaba la cabeza.
Cuatro días antes del Rito de Iniciación, Catrin se presentó en casa de los Werner. Fue una visita muy emotiva, en que compartieron su mutuo dolor por la pérdida de Jan. Georg estaba absolutamente destrozado, y la visita de la que podía haberse convertido en una segunda hija para él pareció consolarle. Así se lo hizo saber su esposa a Catrin cuando tuvo la oportunidad, en ausencia de Georg. Antes de irse, y no sin gran temor y vergüenza, hizo una petición a los padres de su difunto amado: que Margarethe estuviera presente a la conclusión de su Rito de Iniciación. La Hija de Gaia dudó, pero vio algo en los ojos de su esposo, una especie de entendimiento entre ambos. Puede que Georg viera las verdaderas intenciones de la joven, quién lo sabe. Pero Margarethe aceptó, fundiéndose en un emocionado abrazo con Catrin, al que Georg se unió también antes de despedirse y que Catrin regresase a su hogar.
Llegó el gran día, finalmente. Se celebraba un gran Consejo en el seno de la tribu de los Colmillos Plateados, al que acudían representaciones de ambas Logias, del Sol y la Luna, de la Casa del Ojo Resplandeciente; así como invitados de excepción de otras Casas y de otras Tribus. Entre ellos se encontraba una escasa representación de los Hijos de Gaia, con Margarethe Werner a la cabeza.
La prueba fue relativamente habitual dentro de la tribu. Mediante un ritual específico, los cachorros fueron enviados al pasado a través de su herencia, para habitar los cuerpos de sus más reverenciados ancestros, enfrentando a épicos enemigos mientras experimentaban la pura y prístina naturaleza anterior al Impergium. Durante la prueba demostró una intensa comprensión de la naturaleza espiritual y un gran talante, ejerciendo de mediadora en disputas que surgieron entre sus compañeros y de negociadora con los espíritus con que tuvieron que tratar. Carecía, al contrario que sus compañeros, de ese orgullo y ego tan característico en la tribu. Al contrario, se mostraba amable y comprensiva en todo momento, con todos, incluso con un espíritu que se mostró agresivo con ellos en un momento dado. Mientras los demás preparaban sus garras para lo que creían un inevitable enfrentamiento, Catrin se plantó ante el espíritu, protegiéndolo de los otros cachorros, y se mantuvo incólumne apelando a su naturaleza bondadosa como servidor de Gaia. El Maestro del Rito, Carsten Ojo-en-la-Umbra-Profunda, una vez los cachorros cumplieron con su tarea y superaron el rito, decretó que el nombre de Catrin debía reflejar esa bondad que había logrado contagiar en el mundo espiritual del que ya formaba parte como vidente. Ewald Clamor-victorioso, el Galliard de mayor rango presente, la bautizó como Corazón-de-Gaia, pues su gran corazón, su mayor virtud, la situaba muy cerca de la obra creadora de la Madre.
Ahí fue cuando lo que debía ser un día de regocijo se torció del todo. Cada cachorro acudió junto a su familia, para celebrar su victoria y su inmersión en la Nación por pleno derecho, abandonando poco a poco el lugar. Catrin no. Ella se acercó a su madre, besándola en ambas mejillas, y dio un abrazo a su tía. Tras ello, ignorando premeditada y humillantemente a su padre, acudió frente a Margarethe Werner y solicitó en voz alta y decidida ser aceptada en la tribu de los Hijos de Gaia. La mujer se quedó boquiabierta. A su alrededor, la comitiva de su tribu cruzaba intensas miradas, conscientes de la afrenta que aquello podía suponer ante sus anfitriones. De hecho, un peligroso rumor se extendió entre los Colmillos Plateados presentes, que vieron aquel gesto como un desprecio y una humillación hacia ellos por parte de una cachorra recién destetada. Un insulto a su linaje, a su familia y a la que ya no sería su tribu. No pocas miradas se clavaron en un enfurecido Adler Drago, que apenas logró controlarse lo suficiente para darse media vuelta y marcharse de allí. La señora Werner, finalmente, no pudo sino aceptar las pretensiones de la muchacha, acogerla en el seno de su tribu.
Catrin Corazón-de-Gaia Drago sería, finalmente, una Hija de Gaia.
El matrimonio Werner no tardó en tomar una drástica decisión. De hecho, era como si Georg ya lo tuviera pensado de antemano, y sólo esperase a que fuera su esposa quien plantease la cuestión. La tensión en Berlín tras el desplante a su familia y toda su tribu iba a ser insoportable para Catrin. Necesitaba encontrar un sitio en otro lugar, lejos de todo lo que había conocido y regresaría para causarle mayores males. De hecho, también ellos precisaban de un nuevo comienzo en otra parte, tras la muerte de Jan. Decidieron trasladarse a Friburgo de Brisgovia, una ciudad al sur del país, colindante con la impresionante Selva Negra, donde un clan custodiaba el macizo montañoso desde la que se considera una de las capitales ecológicas del país.
Suponía un entorno ideal. En el mundo de los humanos había infinitas posibilidades, dado que las características de la ciudad y su marcado carácter ecologista favorecían el desarrollo personal y profesional de un hombre lobo con vocación. A Georg no le costó asentarse profesionalmente, con su extenso currículum, y Catrin pudo continuar con sus estudios. Tanto ella como Margarethe se unieron al clan local en respuesta a la llamada en busca de ayuda que éste había efectuado por todo el país poco tiempo atrás. Era un clan pequeño que había sufrido grandes pérdidas, y aunque anteriormente era tribal y exclusivamente Fianna, la apertura del mismo a otras tribus favorecía su inclusión en el mismo. De hecho, Catrin debía pronto adherirse a una manada, aunque en aquel momento no había ninguna disponible. Otra joven garou, Brianna MacLeod, se encontraba en su misma situación, aguardando paciente a que llegasen más garous jóvenes o surgieran cachorros que, tras superar su Rito de Iniciación, formasen manada. A pesar de ser bastante diferentes entre sí, las dos chicas se hicieron amigas en seguida, y decidieron esperar juntas una oportunidad de formar parte de la misma manada.
De hecho, una noche algo la despertó cuando acababa de quedarse dormida, una especie de llamada desde el otro lado de la Celosía. Era un espíritu Colibrí, con el que había hablado la Thurge infinidad de veces. La advertía de que una loba que ella apreciaba necesitaba ayuda. Apresuradamente, Corazón-de-Gaia corrió al bosque, encontrando a Brianna inconsciente de tanto beber. Catrin sintió una opresión en el pecho, al suponer que lo que habría llevado a la chica a beber de aquella manera en soledad debía ser un gran dolor. Con esfuerzo, la incorporó, sentándose a su lado y abrazándola, y la dejó seguir descansando, limitándose a quedarse a su lado. A la mañana siguiente, Brianna le confesó cómo el chico que le gustaba, del que estaba enamorada, había sufrido el primer cambio, y ya no quería saber nada de ella. Los peores temores de Catrin se vieron confirmados, y rememorando el mayor dolor de su vida, ella también quiso compartir su historia, aunque sólo fuera por hacerla saber que comprendía el dolor que sentía. Pero también le ofreció su amistad para superarlo, eso y cuanto la hiciera sufrir en el futuro. Después de todo, Catrin estaba convencida de haber venido a este mundo para sanar el dolor de otros. A partir de aquel día, Catrin y Brianna fueron mucho más que simples amigas. Aún antes de ser manada, ya eran hermanas.
Mientras tanto, Catrin pasaba los días entre los estudios, largos paseos por la ciudad, y excursiones por el entorno natural. Cada vez disfrutaba más de la soledad, no porque le molestase la gente, sino porque le daba la oportunidad de conocer más del mundo espiritual, la pacífica naturaleza de los bosques de Hijos del Calvero, los majestuosos espíritus Corzo, los iracundos espíritus Jabalí a los que tan difícil era apaciguar, la simpatía y diversión que rodeaba la presencia de los espíritus Ardilla. A veces gozaba de la fortuna de compartir carreras con las manadas de espíritus Caballo, entre las que muy de cuando en cuando se mezclaba algún avatar de Unicornio. Lo profundo de la Selva Negra poseía un mundo espiritual vívido, de intensos colores, donde ella se sentía una más con los espíritus de su alrededor, quienes se acercaban a hablar con ella a menudo. En la umbra del bosque, ella era feliz.
Sin embargo, esa felicidad que obtenía en sus ratos de soledad no la aislaban del mundo. Muy al contrario, llenaban su corazón de energía positiva para afrontar su relación con los demás: con Margarethe que se había convertido en una segunda madre para ella a pesar de mostrarse estricta en sus obligaciones y negarse a interceder por ella en los asuntos del clan; con Georg, cuyo sufrimiento por la pérdida de su hijo era tan grande que ni su esposa ni ella lograban hacerlo desaparecer de su carácter, pero que con dulzura y atención lograban mitigar. También pasaba largos ratos con Brianna, conversando acerca del futuro y de sus intenciones cuando formasen manada, y de sus distintas perspectivas de la vida. Esas conversaciones se producían con una cerveza delante de Brianna y un té delante de Catrin, y a veces se postergaban hasta altas horas de la noche.
Fue precisamente en uno de los locales que Catrin frecuentaba en compañía de Brianna, donde conoció a Eberhard. Aquel día estaba sola, disfrutando de un rato de soledad ante una taza de té mientras leía y contemplaba la belleza del parque frente a la cafetería a través de los amplios ventanales. El accidentado sonido de la porcelana golpeándose la hizo mirar, justo a tiempo de descubrir a un camarero que había cometido una torpeza derramando café sobre un desconocido... ¿O no tanto? El hombre le resultaba familiar, aunque no sabía de qué. Tal vez era cliente habitual. Lo que sí identificó inmediatamente fue el ligero gruñido que surgió de sus labios, y la mirada inyectada en sangre de sus ojos. Era la mirada de la rabia, del lado salvaje de todo hombre lobo, de la pérdida de control tan apreciada en el fragor del combate y tan peligrosa fuera de él.
No sería hasta mucho después que Catrin comprendería el alcance de la mirada estupefacta de aquel hombre de aspecto feroz cuando llegó hasta él casi inmediatamente, sujetándose a su brazo con delicadeza y una confianza impropia de una desconocida. Disculpó al camarero, y se ofreció con dulzura a ayudar a aquel hombre lobo a limpiar la mancha de café de su ropa. Eberhard, como se presentó, era reacio al principio, pero no tardaron en compartir mesa y conversación, ante un par de tazas calientes. El Señor de la Sombra se empeñaba en mostrarse frío y distante, pero Catrin con candidez insistía en ver en el guerrero lunar mucho más de lo que aparentaba con aquel escudo con que recubría su verdadero ser. De eso estaba convencida, al menos, y cada vez que hacía mención a ello parecía incomodar a Eberhard, pero también hacerle dudar. Catrin quería creer que cada instante de duda era un paso más para resquebrajar aquel escudo y permitirle mostrar su gran corazón, el buen hombre que podía ser. Catrin y Eberhard quedaron en más ocasiones, compartiendo conversaciones y paseos ocasionales cuando ambos estaban libres de sus obligaciones y compromisos. Corazón-de-Gaia quiso mostrarle la belleza del paisaje umbral de la Selva Negra, y un par de veces organizó excursiones en su compañía. Catrin sabía que nunca sería una gran guerrera, pero cuidar del alma de los guerreros, sanarla y repararla, era igual de útil a la cruzada por Gaia.
Fue en una de aquellas excursiones cuando el velo de mentiras cayó y la dura verdad vio la luz. Sencillamente paseaban por el bosque, antes incluso de cruzar la celosía para contemplar el paisaje de la Penumbra. Catrin estaba embelesada por la belleza y aroma de las flores silvestres, cuando la voz de Eberhard la hizo girarse bruscamente, por lo incomprensible. El Señor de la Sombra le pedía perdón. ¿Perdón por qué? Fue cuando vio sus garras afiladas, prestas a la acción, que se dio cuenta de lo que sucedía. Mientras sus ojos se encharcaban en lágrimas, sus labios temblorosos sólo lograron preguntar por qué, con la voz quebrada, pero la respuesta fue únicamente una promesa, la de no causarle más sufrimiento ni dolor del necesario. No comprendía nada, Eberhard era su amigo... ¿no? ¿Por qué hacía aquello? ¿Qué o quién le forzaba a cometer un acto tan abominable? Las lágrimas cubrieron sus mejillas, y su cuerpo se puso rígido, esperando el fatal desenlace, que sabía inevitable. Eberhard era muy superior a ella, no tenía forma de escapar ni defenderse, pero sí quiso dedicarle unas últimas palabras, una súplica. No pidió por sí misma, sino por él. Le dijo que hiciera lo que debía, pero que después... fuera mejor. Que fuera el buen hombre que ella sabía que podía llegar a ser. Incluso en aquel instante, no perdió la fe en el Señor de la Sombra.
Cerró los ojos, y esperó, luchando por mantener un mínimo de dignidad en la muerte. Pero el sonido que la hizo dar un respingo no fue el de sus huesos rotos, destrozados ante la brutal fuerza del Ahroun. Fueron un par de rodillas contra el suelo, y el llanto de Eberhard. Catrin le miró durante un instante, desconcertada, aliviada de saberse con vida pero con el corazón destrozado ante el dolor que veía en el rostro de aquel hombre. ¿Qué historia había detrás de aquel acto que había estado a punto de cometer? ¿Cuánto esfuerzo y qué graves consecuencias había tras su negativa en el último instante?
Quiso arrodillarse ante él, abrazarle y consolarle en su dolor, pero en ese instante apareció alguien más, una desconocida que, por sus palabras, era otra Señora de la Sombra. Le insultó, se burló de él por no ser capaz de perpetrar tan atroz acto de vil asesinato, trató de humillarle... Catrin dio un paso al frente, aún llena de congoja, y negó sus palabras, todas y cada una. Para ella, Eberhard era fuerte, más que ella, más que todos los que le habían ordenado cometer aquel crimen. Era un buen hombre y un gran guerrero, e incluso a la Señora de la Sombra la conminó a tomarle de ejemplo y emprender el camino a una redención que, a la postre, descubriría imposible. Porque la Señora se mostró dispuesta a terminar el trabajo que Eberhard no había sido capaz. Catrin dio un paso atrás, amedrentada al ver a la mujer acercarse a ella, pero su corazón se llenó de esperanza al ver a Eberhard alzarse y comenzar a hablar. Sí, ahí estaba. El hombre que ella sabía que se ocultaba tras aquel aspecto fiero y frío, un verdadero héroe de la Nación. Con severidad y la dureza del acero, advirtió a la mujer que ni ella ni nadie de su manada harían daño a Catrin. Los ojos de la Hija de Gaia se iluminaron por el dolor de descubrir que aquella mujer era su hermana de manada, que al defenderla se veía obligado a dar la espalda a los suyos. La Señora se esfumó entre las sombras, y Eberhard volvió a dejarse caer al suelo, avergonzado y suplicando por el perdón y por la oportunidad de velar por ella, protegerla de los males del mundo. Lentamente, Catrin se arrodilló frente a él, besó su frente y su mejilla, y le abrazó con ternura. Le expresó lo mucho que lamentaba el gran sacrificio que había tenido que hacer por ella, y prometió compensarle ofreciéndole una nueva familia, una que le amase y comprendiese, que no le pidiera ser lo que no era. Formar manada junto a ella y Brianna. "Se mi protector", aceptó su deseo, queriendo hacerlo aún más grande. "Se el protector de tus hermanos, y de todo el que lo necesite. Se el gran hombre que yo veo al mirarte".
Sin lugar a dudas, y aunque a Catrin le costaría muchísimo reconocerlo, aquel episodio no fue sino el inicio de una serie de retos que pondrían a prueba su temple y la visión utópica de la vida con la que entendía su papel en el mundo. Presentó a Eberhard ante Brianna, un encuentro en el que obviamente podía mascarse la tensión. Por supuesto, la Hija de Gaia omitió ninguna referencia al propósito real por el que el Señor de la Sombra se había aproximado a ella. Muy al contrario, sin necesidad de tener que mentir a su amiga, se concentró en los aspectos positivos de su relación con él: cómo se habían conocido, el tiempo que habían pasado juntos, el tipo de hombre que ella veía en él, y cómo la había salvado del ataque de un miembro de su propia tribu. A Eberhard, por su parte, tampoco le contó nada acerca de los problemas que Brianna había padecido. Aquello era personal, algo que jamás le contaría a nadie, algo que mermaría su autoridad y el respeto que merecía. No, Catrin debía luchar su propia guerra, la de lograr una armonía necesaria para aquellos a los que respetaba y quería.
Aún así, la tensión era evidente. Eberhard se mostraba todo lo altivo, reservado y frio que era capaz, que no era poco. Parecía especialmente molesto ante la idea de que Brianna pudiera ser la alfa de una presunta manada a la que Catrin le invitaba a unirse. La Theurge tuvo que poner una mano en el pecho del guerrero, sujetándose con la otra a su brazo, y mirarle a los ojos con tanta paciencia como dulzura, asegurándole que era la persona más adecuada para liderarles, tanto como él lo era para protegerlas; y que, juntos, serían grandes. Se lo pidió por favor, y él, refunfuñando de un modo que a Catrin ya le parecía entrañable, terminó claudicando.
Así se lo hicieron saber a los Ancianos del clan y al Maestro del Rito. Ellos tres, se presentarían al Rito del Tótem.
El Maestro del Rito les dio dos lunas de plazo, durante los cuales debían celebrar los ritos adecuados para estar en comunión entre ellos y con Gaia, además de conocerse más y aceptarse entre ellos tal cuán eran. Llegado el momento, el Maestro del Rito les guió al mundo espiritual y les dejó al inicio de un rastro espiritual que se había dispuesto para ellos. Huellas de animales, hojas que caían sobre sus cabezas, una fuerza que insufló sus pechos de valor, o una neblina de color verde que parecía guiarles, fueron algunas de las manifestaciones que les llevaron hasta la presencia de Venado. Catrin se maravilló ante la belleza y majestuosidad de aquel espíritu de respeto, sintiendo que era una buena señal que hubiera respondido a su llamada el espíritu tribal de la tribu que había custodiado aquel túmulo por tanto tiempo. Era una muestra de aceptación de la multitribalidad actual, una seña de que serían más fuertes juntos, aún siendo tan diferentes, que por separado.
A su regreso, se hicieron llamar Candiles de la Corona del Bosque, en referencia a las distintas puntas que surgen de las astas del venado, que conforman una suerte de corona representativa de su majestuosidad. Como manada de respeto, aún distaban mucho para ser lo bastante importantes como para que el clan les asignase misiones de importancia, pero a Catrin no le importaba. No había orgullo en ella, ni necesidad de destacar. Toda tarea le parecía importante, hasta la más pequeña. Además, vivían con ciertas precauciones que Eberhard había recomendado, y con las que Brianna había estado de acuerdo a pesar de las reticencias de Catrin. Aquellos Señores de la Sombra que habían intentado atentar contra la vida de Catrin podían regresar. Por ese motivo, la manada se dedicó durante un tiempo a viajar, visitando otros túmulos y prestando su ayuda a los clanes que los custodiaban. Esperaban, con ello, establecer vínculos que permitieran a su propio clan fortalecerse y contar con una mayor facilidad para solicitar ayuda de sus hermanos.
Fue al regreso de uno de aquellos viajes, uno que les había llevado durante un tiempo a tierras Danesas, concretamente a la localidad de Padborg, que Catrin se encontró con una sorpresa que, en un principio, no supo si sería desagradable o todo lo contrario. Al entrar en casa, Margarethe y Georg estaban sentado a la mesa con Alza-el-puño-Vence-al-Wyrm. Se quedó petrificada al ver el rostro del viejo migo de Jan, y la dura mirada que el Roehuesos le clavó. Margarethe puso una mano sobre el puño cerrado del chico, cruzando ambos una cómplice mirada, tras la que el Roehuesos suspiró, poniéndose en pie pesadamente. Había acudido tras enterarse de lo que había sucedido con su amigo, para presentarles sus respetos, y le habían explicado el modo en que Catrin había reaccionado a la muerte de Jan, la clase de mujer en que se había convertido. Nada de aquello encajaba con la idea que se había hecho de ella. Puede que se hubiera equivocado, de modo que hizo un esfuerzo y le ofreció su mano, en señal de amistad. Catrin observó aquella mano durante unos instantes, pero no la estrechó. Aquel chico era un buen amigo de Jan, y su aparición había reabierto la herida, todo el dolor que Catrin había logrado enterrar. Ignorando la mano, rodeó el cuello del Roehuesos y le abrazó con fuerza, mientras unas solitarias lágrimas se deslizaban por sus mejillas. "Lo siento", musitó en voz baja, sabiéndose culpable del desgraciado destino de su amigo.
Los dos chicos se separaron al ser interrumpidos por el carraspeo incómodo y molesto de Eberhard, quien se encontraba a su espalda junto a Brianna, sin comprender qué sucedía. La Fianna, de hecho, estaba tan asombrada como Alza-el-puño-Vence-al-Wyrm de verse. Para sorpresa de Catrin, ambos chicos ya se conocían, de bastante tiempo atrás, antes del Primer Cambio de Brianna. De hecho, Georg confesó que la elección de Friburgo tras el fallecimiento de su hijo como nueva residencia había estado motivada por lo que Alza-el-puño-Vence-al-Wyrm les había contado de su estancia allí. Fue una curiosa coincidencia que llamó la atención de Catrin, casi tanto como la voz susurrante que le pareció oír en aquel instante, y que la llevó a disculparse y acudir al baño a secarse las lágrimas. Cruzó la celosía antes de regresar, y conoció a Pequeño-ratón-de-arena, un diminuto espíritu que viajaba junto a Alza-el-puño-Vence-al-Wyrm, guiándole y cuidando de él.
Fue una conversación larga. Tanto, que Brianna fue en busca de Catrin al ver lo mucho que tardaba. Al no encontrarla en el baño, Eberhard comenzó a alterarse, temiendo que le hubiera sucedido algo. Fue Margarethe quien logró calmar a ambos, justo antes de que Catrin pareciera ante ellos cruzando nuevamente la celosía, con una dulce sonrisa en sus labios. Les dijo que tenía una noticia para ellos, que muy pronto dejarían de ser solamente tres. Se acercó al Roehuesos y tomó sus manos, besando sus nudillos. "Pequeño-ratón-de-arena está de acuerdo", le dijo, "ya es hora de que seas parte de una manada... hermano". En su inocencia, asumió que Brianna y Eberhard no se opondrían, es más, creyó que se alegrarían de la buena nueva. El mundo espiritual les brindaba un nuevo miembro para su manada, un nuevo hijo de Venado. Un nuevo Candil de la Corona del Bosque.
Esta es la historia de uno de mis personajes y antes que nada debo aclarar que la cronica fue resultado de mi mucha insistencia a mi "director" de dejarme jugar con un "Aullador Blanco", teniendo encuanta que en edad actual no existen mas Aulladores, el director me permitio jugar con un Aullador en una historia que tituló "El Ultimo Aullido" y me advirtio que tenia que tener uno de dos defectos por "default":
"Sino Aciago" o "Estigma del Wirm" y como era de suponerse me dijo que no podria cambiar el destino de los "Aulladores Blancos". Sabiendo esto ahora si, procedo a narrar la historia:
Esta es la Historia de Cadin "Espiritu-de-Guerra", el último Aullador Blanco que llegó a nuestras tierras, cuando lo encontré estaba muy herido y sostenia un bebé en sus brasos, con sus ultimas fuerzas me conto su historia:
Mi nombre es Cadin, hijo de Deian, hijo de Llewellyn ultimo lider del Tumulo Maeatae, hace algunos años unos hombres llegaron de mas alla del mar portando la corrupcion con ellos, yo junto con mi manada logramos detener aquel primer ataque, pero jamas esperamos lo que vendria despues, mas de 9000 soldados armados desembarcaron en nustras costas, muchas manadas y parientes hicimos un enorme esfuerzo por detener su avance, mi abuelo ordeno entonces la creacion de la Muralla de Adriano, tras este suceso el invasor se retiro de nuestras costas, en aquella guerra perdimos a muchisimos valerosos hermanos y hermanas garou, asi como miles de valientes parientes quienes murieron como heroes.
Nosotros tambien nos retiramos a lamer nuestras heridas y ofrendar a nuestros muertos, pero en aquella relativa paz nunca nos dimos cuenta que el Wirm habia invadido nuestro hogar, la primera señal que se nos presento fue la desaparicion de muha de nuestra parentela, al parecer sin razon aparente, yo fui encargado por mi abuelo para investigar aquellas desapariciones. Pasaron varias semanas en las que junto con mis compañeros de manada encontramos extrañas señales del regreso de Wirm a Caledonia, una de ellas fue el avistamiento de una enorme Criatura voladora, la cual solo se nos habia mencionado en cuentos y leyendas, un enorme Dragon Wivern que media al rededor de 4 metros de altura y alcanzando una enbargadura de 8 metros con las alas aviertas, siendo montado por un Gigante, cuando mi manada le enfrento nos dimos cuenta del poder del enemigo, pues con un solo batir de alas nos disperso, despues de una fiera batalla logramos abatir al gigante, pero el Dragon escapo volando.
Envie a uno de mi manada a avisar a Llewellyn sobre lo que habiamos enfrentado, mientras que el resto seguimos moviendonos al norte en busca de la causa de la desaparicion de nuestra parentela, llegamos a las costas del norte, el lugar entero tenia un penetrate olor a corrupcion y sangre, pasamos la terde revisando el lugar dentro y fuera de la umbra, y lo unico que pudimos encontrar fue un monton de cadaveres desangrados por completo. Al caer la noche mientras yo y mis compañeros descanzavamos un terrible hedor nos saco del sueño:
Escuchamos entonces el inconfundible sonido de cascos golpenado en las rocas, y frente a nosotros pudimos contemplar una bestia de dimenciones apenas creibles, tenia la apariencia de un Centauro descarnado, parecia como si la carne hubiese sido comida por animales salvajes, su rostro era una mezcla extraña de podredumbre y corroñeria.
-Sabia que no tardarian en llegar- Dijo la bestia e inmediatamente tomamos nuestra forma de batalla
-Nuckalavee, esto no puede ser cierto- Dije en un murmullo, para despues ordenar a mis hermanos que se retiracen, pero fue demaciado tarde pues en un abrir y cerrar de ojos y pese a su enorme tamaño fue capas de tomar a dos de mis compañeros con sus enormes manazas y partirlos por la mitad como si de pajas se tratacen, al vernos sin escapatoria pocible decidimos enfrentar a aquella bestia, Sia mi hermana menor fue la primera en saltar sobre el lomo de la bestia y yo la seguí, mientras que el ultimo de nuestra manada golpeo fuertemente el pecho de aquella criatura pero sus garras se rebentaron al contacto con los musculos descubiertos de Nuckalavee. Con un movimiento nos disperso matando al garou que tenia frente a el y tomando a Sia por el cuello.
-Se terminó, arrodillate ante mi y ella vivirá, jura lealtad al Wirm y tu tribu podra tener la oportunidad de sobrevivir un dia mas- Ordeno aquella bestia
-Jamás me arrodillaré ante el Wirm- Respodí furioso, e intente una ultima jugada arriesgada, haciendo acopio de todas mis fuerzas lance un desesperado ataque logrando cortar el brazo con el cual mantenia apresada a Sia, active mi fetiche el cual rodeo en llamas a Nuckalavee quien reia en forma desdesperada:
-Bestia de la Guerra esta por llegar, pronto estara en estas tierras y nisiquiera toda tu tribu podra detenerla- Sentencio el demonio antes de desparecer en el mar.
Al mirar a Sia me di cuenta de lo grave de su estado, estaba perdiendo demaciada sangre debido a una herida sufrida durante el enfrentamiento, la cargue en mi hombro y corri lo mas rapido que pude hasta llegar a uno de los tumolos por los que habiamos pasado, al llegar mi blanco pelaje estaba manchado por la sangre de mi hermana, sólo me detube el tiempo suficiente para pedir que auxiliaran a Sia y segui sin detenerme hasta el Tumulo Maeatae. Llegue apenas rayando el alba del segundo dia.
-Bestia de Guerra es nuestro enemigo, los Fomorianos en el Norte estan haciendo un Ritual para materializarlo en este plano- Dije y despues caí completamente desfallecido por el cansancio.
Cuando desperté me encontraba en casa con mi esposa Cerridwen, quien habia curado mis heridas. Ella me informo sobre la decisión que habia tomado Llewellyn, el clan conpleto viajaria al norte a enfrentar aquella amenza, me puse en pie trabajosamente y abrace a mi mujer.
-Tienen que irce de aqui, abandonen la isla la amenaza es mucho mayor de lo creemos, no podremos sobrevivir- despues caminé con paso lento hasta el lecho donde descansaba mi pequeña hija la contemple por algunos minutos en silencio y por primera vez en mi vida sentí miedo, un miedo irrefrenable que inundo toda mi alma.
-Arrodillarme ante el Wirm para que mi tribu tenga una esperanza, quizá si logro convenser a mi abuelo de que ordene que la parentela se valla tengan una oportunidad, quiza si logro que un grupo de Aulladores abandone la isla la Tribu se salve...- pensé para mis adentros -No, somos demaciado orgullosos para huir, demaciado orgullosos para pedir ayuda y esa es nuestra perdición- Tome a mi pequeña hija Ferrishyn en mis brazos y la sostuve como si fuera la ultima vez, despues la puse en brasos de su madre y me dispuse a alcanzar a la tribu.
-Crei que tendria que despertarte de una patada como cuando eramos niños ¿recuerdas?- Escuche una voz por demas conosida cuando salí de la chosa.
-todas las mañanas tenias que depertarme para que cumpliera con mis labores, si lo recuerdo bien Sia, me alegra verte bien- Dije mirando al interior de mi chosa -No puedo ir a combate, aun estoy debil, pero puedo cuidar a tu familia- Dijo ella con una sonrisa -Hazle saber el Wirm que los Aulladores Blancos nunca se arrodillan- dijo mientras me alejaba.
Alcance a la Tribu pocas horas despues, para cuando llegamos a territorio Fumoriano pudimos contemplar cientos y cientos de seres energiendo de lo que parecia ser una antigua caverna, decidimos que atacariamos al amanecer, aquella noche nos consagramos a nuestros Totems y consagramos nuestros espiritus a León y Gaia. A la mañana siguiente comenzo la masacre, tomamos al enemigo por sorpresa rompimos sus filas y matamos a cuantos pudimos, parecia que esta seria una victoria facil, cuan equibocados estabamos.
Cuando terminamos con el ultimo de los Fumorianos Llewellyn decidio entrar en la caverna, el resto de la tribu lo seguimos sin imaginar lo que veriamos alli dentro, incluso ahora me es imposible describir aquellos horrores, el Wirm nos habia tendido una trampa, algunos, los que tuvieron mas suerte, murieron en instantes, pero la gran mayoria comenzaron a enloqueser ante estas viciones de locura y muerte, por alguna razón aquellas visiones solo probocarón que mi rabia se desatará haciendome entrar en un Berseker el cual me hizo salir de aquel pozo de muerte, pero entes de hacerlo el Wirm jugo su ultima carta sobre mi mostrandome mi hogar y como era arrazado por Nuckalavee.
Corri con toda la fuerza de que la desesperacion me otorgo hasta llegar a mi hogar, cuando llegue pude ver mi choza hecha pedazos y ardiendo, a un lado de la choza se encontraba Cerridwen y Sia estaba parada entre mi esposa y Nuckalavee.
-Nadie es inmune al poder del Wirm, incluso los Garou pueden ser corrompidos- Dijo la bestia, esta vez estaba dispuesto a pelear hasta la muerte, no se cuanto tiempo duró aquella batalla, ni como es que logramos sobrevivir, pero Nuckalavee estaba muerto junto con mi querida Cerridwen, al acercarme a ella pude escuchar un llanto ahogado que probenia de debajo del cuerpo de mi mujer, mi corazon se lleno de esperanza al escuchar esto, mi hija estaba viva.
Esperanza, maldita esperanza que no me dejo estar alerta cuando mis hermanos llegaron, habian sido corrompidos por el Wirm y yo lo habia olvidado. Me habian seguido hasta aqui, y ahora nos rodeaban, pero no permitiria que nadie, nisiquiera ellos me quitaran lo unico que me quedaba en la vida.
Como pude logre abrirme camino entre aquel infierno de garras y locura, por desgracia Sia no tuvo tanta suerte.
Aquel hermano caido habia llegado hasta estas costas llebando a cuestas a su hija, con sus ultimas fuerzas puso a su pequeña en mis brazos y me pidio que la criara como uno de los nuestros, su nombre es Ferrishyn, es la ultima pariente de Aullador Blanco, mi nombre es Erin Danza-al-Viento Galliard de los Fianna y esta fue la historia del Ultimo Aulllido.
Por si tenian la duda escogí como defecto Sino Aciago y como Merito Inmune a las emanaciones del Wirm