El Imperio Ming de China es sin duda alguna la nación más poderosa de la zona. Con más de cien millones de habitantes, su descomunal flota imperial en Nanjing asustaría a cualquiera. En el pasado Japón y China fueron grandes aliados, especialmente durante el primer Imperio Han, de donde los japoneses importaron cosas tan importantes como el alfabeto de Kanji y la religión budista. No obstante, con el paso de las generaciones y los continuos cambios de dinastías en China, las relaciones se han enfriado siendo prácticamente nulas. Aunque con la vuelta de los Han al poder tras varios siglos dominados por los belicosos Yuan de Mongolia las relaciones han dejado de ser tensas, la reapertura de la diplomacia aún no se ha producido. Y es que en Ming, pese a su enorme potencial, existen muchas divisiones internas que amenazan constantemente la estabilidad del Imperio.
Población: 150.000.000 aproximadamente
Capital: Beijing (administrativamente) y Nanjing (militarmente)
El Imperio Ming se encuentra ante la obligación de responder a la llamada de auxilio del Reino Joseon por varios motivos.
El primero y más evidente es que Joseon es un estado tributario del Gran Imperio, lo cual les obliga a pagar una parte importante de impuestos a cambio de obtener el permiso de comerciar con el Imperio Ming y de su protección.
Por lo que dejar a su suerte a los Joseon ante la acometida de las hordas de Samurai sería como decir que el sistema de vasallaje tributario es una farsa destinada a engordar las arcas del Gran Imperio.
Y también hay un segundo motivo, no menos importante.
Si los japoneses consiguen conquistar el Reino Joseon, nadie duda de que el Gran Imperio será su siguiente objetivo. Y en ese supuesto, tendrán toda la península coreana para preparar nuevas tropas y efectivos.
Una flota de unos veinte barcos de guerra parte desde el puerto de Nanjing. Pocos, quizás, pero el Gran Imperio no es ajeno a la llegada de los barcos de los europeos, y dejar desprotegida su capital militar no es una opción muy inteligente, cuando los rumores de sus invasiones por toda Asía no dejan de extenderse.
El grueso de las tropas irá por tierra, esperando asistir al Reino Joseon en evitar que los japoneses conquisten la capital Hanyang, un punto estratégico y de enorme valor simbólico.
Más de 15.000 soldados del Imperio, de sus legiones más norteñas, avanzan a paso firme, con más fuerzas preparándose en la reserva.
De nuevo, la política tiene su importancia en esa decisión, ya que el Gran Imperio no está exento de enemigos que la amenazan desde el norte, como los mongoles o la creciente fuerza de los yurchen.
Así que las tropas deberán de ser suficientes.
El todopoderoso Emperador Ming ve con moderada preocupación la invasión japonesa sobre el Reino Joseon.
Desde su palacio en Beijing, la amenaza de los japoneses se ve muy lejana e insignificante.
Más preocupantes son los restos del Imperio Yuan, todavía resistiendo en los desiertos de Mongolia, o el crecimiento y unificación de las tribus Yurchen al noreste.
Con todo, su legión de consejeros le ha hecho ver que dejar solos a los Joseon sería no sólo una irresponsabilidad que pondría en duda el sistema de estados vasallos, de los cuales Joseon no es el único. Si no que nunca se sabe hasta donde pueden llegar las ambiciones y recursos de los japoneses, siendo mejor frenarles antes de que se planteen incluso invadir el Imperio Ming.
Así, ha accedido a movilizar varias unidades de sus ejércitos para poder erradicar la invasión cuanto antes mejor.
El famoso general Zhong de Nanjing acumula décadas de experiencia a sus espaldas. Ha combatido a los piratas japoneses en el pasado y sabe de sus tácticas, motivo por el que ha sido elegido por el Consejo de Ministros para dirigir las tropas del Gran Imperio.
Zhong tiene una visión táctica privilegiada, y un temperamento relajado y frío. Nunca se altera ni permite que cunda el pánico, motivo por el cual es altamente respetado.
El General hubiera deseado partir antes, pero para no dejar desprotegidas las fronteras del norte, ha debido esperar a los refuerzos que venían desde el sur. Espera que cuando llegue los coreanos aún resistan, pues tener que contraatacar con todas las fortalezas en sus manos sin duda dificultaría el éxito. Más que la salvación del pueblo Joseon, Zhong desea demostrar su superioridad en el campo de batalla ante un enemigo formidable.
Wu Yun no es un soldado cualquiera. Mano derecha del General Zhong, su habilidad en combate es cuasi legendaria entre las filas del ejército Imperial.
Yun ha crecido por y para la guerra, y pocas otras aficiones se le conocen que no sean mejorar su habilidad.
Aunque su capacidad táctica está lejos de los grandes estrategas como el General Zhong, su deslumbrante habilidad y el liderazgo natural que posee, le convierten en una de las principales amenazas del ejército Imperial.
El Embajador Chen ha venido cumpliendo con su cometido desde hace más de una década. Es un hombre respetado en Joseon, cuya palabra siempre es tenida en cuenta.
Ahora tendrá la importante labor de hacer cumplir la voluntad de la Corte de Beijing, evitando a toda costa que las tropas japonesas crucen los límites del Reino Joseon.
Y por supuesto, alguien conocedor del idioma y el terreno, será de gran ayuda para el General Zhong en su campaña.