Partida Rol por web

-Listo, con esto basta... -los gritos provenientes del interior del quirófano interrumpieron sus palabras, haciéndole sentir un intenso escalofrío que bajaba por su espalda.

-Qué ocurre? -preguntó en un susurro para sí mismo, más no tuvo tiempo de responderse o esperar que Landless le dijera qué era lo que veía por la ventana. El grito de O'Neal lo puso en alerta.

-Susan, quédese detrás nuestro! Vamos inspector, O'Neal nos necesita -tiró de la manga de Landless para que lo siguiera y luego tomó el martillo de su bolsillo, listo para defenderse si el loco se les venía encima.

¿Qué lo ha vuelto a montar? Más escuchó dos voces, o eso le pareció lo cual si era más extraño. ¿Qué se mueve? Estaba tentadisimo de asomarse de nuevo hasta que vino el gorgoteo extraño que lo sacó de sus ensoñaciones sobre posibles vertientes. Stalton parecía haber logrado cerrar aquella puerta, había que moverse. 

También ayudó el grito de Milton que parecía haber visto algo al final del pasillo, lo cual me descolocó por completo. Mas locos quizás, si, seguro. Con el martillo en la diestra y la caja de herramientas en la siniestra le hizo un gesto a la señorita para que se colocase a su lado- Sarah por favor- mas que una petición casi era una orden. 

Se acercó al montacargas mirando alrededor como si esperase que saliesen los locos de debajo de las losetas, dando un par de vueltas sobre si mismo, tanteando el peso y fuerza necesaria para asestar un par de golpes, familiarizándose con el arma. Viendo lo visto en el quirófano la idea de drogarles era a todas luces estúpida. 

-¡Oh, Dios Mio!- Gritó Sarah, su rostro estaba desencajado - he visto a uno en las escaleras, era... Dios, vayámonos de aquí, las escaleras no son seguras.

Estaba asustada, y al ver a Milton mover la camilla se preocupó aún más - No, Milton, en las escaleras hay otro. -

Entonces se acercó al celador y al encargado de mantenimiento, a menor distancia se sentía más protegida. Se puso en guardia cuchillo en alto, la mano le temblaba.- Tenemos que entrar al montacargas ya, ¡estamos rodeados!.- Sarah se había dado cuenta que el celador había visto a otro loco en el pasillo y por eso había cambiado la posición de la camilla por lo que advirtió a los demás.

Pese a lo que Sarah decía Milton movió bruscamente la camilla para interponerla en el pasillo tras ellos. La enfermera retrocedió para situarse entre el celador y el técnico, sin duda buscando algo de protección. Landless sopesaba su martillo mientras esperaba que el montacargas bajase. 

Los nervios estaban, desde luego, a flor de piel. Y la situación no parecía ser para menos ya que los dementes parecían estar rodeando a los fugitivos.

En ese momento el montacargas lanzó un último estertor y se abrió bruscamente mostrando por fin un compartimento pensado para subir o bajar un cadáver. El espacio era estrecho pero podrían apretujarse ahí un par de personas con un poco de suerte. Nadie quería pensar en la posibilidad de quedarse atascado entre las dos plantas en ese espacio tan reducido.

Pero urgía hacer algo.

De pronto alguien golpeó con una inusitada fuerza la puerta del quirófano que Stalton había asegurado. Y la golpeó con tal fuerza que parte de la misma se abolló hacia afuera pese a ser de metal.

Iban a morir, iban a morir. Estaban rodeados. De poco servía la anterior seguridad del arma en sus manos, de nada el tiempo en la guerra, estaban rodeados de maníacos que solo querían acabar con ellos. Tomé aire, mientras la barbilla empezaba a temblar por la desesperación. Las cosas se iban a poner muy feas. 

El ruido seco del montacargas al abrirse le hizo mirar hacia la salvación...para encontrarse con un ataúd. Ahí apenas entrarían dos personas. La caballerosidad era algo que le habían inculcado desde pequeño así que sin previo aviso dejó la caja de herramientas en el suelo mientras instaba a la mujer a entrar-Podemos- el golpe atroz que abolló la puerta del quirófano le hizo pegar un brinco.

- Debemos...deberíamos- la voz perdió algo de fuerza- empujar con la camilla hasta la escaleras y subir abriéndonos paso, todos...juntos hasta el despacho del director- era eso o quedarse allí, y lo que menos quería era eso justamente. 

Se preparó para correr hacia las escaleras con el martillo en alto y usarlo a diestra y siniestra. Hoy no era el día final para Landless, aun no había decidido de que color sería el papel de pared del dormitorio, rojo no, de eso estaba seguro. 

Milton no había querido en el espacio ajustado del montacargas, el justo para no tener que cargar por las escaleras con un cadaver pero ni un centímetro extra para ahorrarle los peldaños al celador que le tocaba cargar con el muerto. Literalmente.

Su cerebro, aún en tensión por todo lo sucedido, había decidido ahorrarle el dilema de decidir quién entraría en el montacargas y quién quedaría expuesto a recorrer los pasillos.

Pero ahora lo tenían delante, como el que mira los dos metros de profundidad de una tumba recién excavada, y un golpe proveniente del quirofano le hizo reaccionar y tomar una decisión.

- Entre usted primero, señorita. - dijo a la enfermera Overfield mientras él se colocaba junto a la puerta del ascensor y miraba a Stalton y a Landless con los puños cerrados y el cuerpo tenso.

En ese momento, quedaba claro que sus años de boxeador y el haber servido a su páis, habían curtido a Milton lo suficiente para ser un digno contrincante pese a no portar ninguna herramienta en las manos.

- Nos vemos en la primera planta. - sentenció, dispuesto a vender cara cualquier otra decisión.

Sarah odió ver que tenía razón con el montacargas, el espacio era muy pequeño. - Maldita sea, ¿pretende que me meta ahí?es una locura ¿y si se queda atascado? Además va directo a la segunda planta, no, esto es una mala idea- Sarah tenía claustrofobia solo de pensarlo pero un fuerte golpe en la puerta del quirófano la sacó de sus pensamientos, giró la cabeza y vió la abolladura provocada por el demente que quería salir. -Dios mío Jeremiah, espero que esa puerta aguante

Observó la situación y la propuesta de Landless era un suicidio aunque también lo parecía la idea de subir al montacargas, no, ella no se subiría ahí y menos sin saber lo que se iba a encontrar al salir. -No tenemos demasiadas opciones, debíamos ir por las escaleras como dice el inspecto.

Jeremiah había contado con la posibilidad de subir de dos en dos, pero las circunstancias estaban decidiendo otra cosa. Sólo habría tiempo para un solo viaje, condenando a dos de ellos a enfrentarse cara a cara al horror que descendía por las escaleras.

Apenas un segundo tuvo para sopesar la situación. El golpe en la puerta que tenía a sus espaldas lo hizo girarse rápidamente y ver como la chapa se combaba hacia afuera.

-La cerradura sí, la chapa no. Susan, suba al montacargas, O'Neal la protegerá -le pesaba tener que tomar aquella decisión pero el celador estaba acostumbrado a trabajar con los locos y su contextura física lo favorecía. De los tres hombres, el único que podría hacer la diferencia para proteger a la enfermera era él.

-Landless, no nos separemos. Si entre ambos guardamos nuestras espaldas, podremos tener una oportunidad.

Ante la insistencia de los tres hombres y como movida por una fuerza externa, Sarah comenzó a meterse en el montacargas:

-Oh.. Dios mio... - las lágrimas comenzaron a resbalarle por las mejillas - no me puedo creer que os esté haciendo caso...- Pero qué otra opción tenían, estaban siendo rodeados por los pacientes y el montacargas era la única salida, pero salida a dónde...

Sarah entró en el reducido espacio y se hizo un lado mientras esperaba que subiera alguien más.

Milton entró en el montacargas detrás de la enfermera Overfield sin apartar la vista del pasillo. ¿O estaba vigilando a Landless y Stalton?

Y, sin perder un instante, pulsó el botón que lo pondría en marcha.

El montacargas se cerró de golpe y la oscuridad rodeó a sus ocupantes. Sarah aguantó la respiración mientras Milton se preparaba para cualquier cosa que los aguardase en el momento que se abriera el receptáculo al llegar a su destino.

En el pasillo Stalton apretó el botón mientras Landless vigilaba el pasillo. Tal como había indicado el técnico ambos hombres se mantenían espalda contra espalda. Ninguno de los dos había recibido jamás entrenamiento militar pero de alguna forma instintiva sabía que la única posibilidad de salir de allí era vigilando todos los ángulos. Quizás rezando también, si hubiera alguna deidad que quisiera escuchar sus plegarias.

Con un gemido mecánico el montacargas inició su ascenso...

1986. Blenville. 

El grupo de niños observaba las viejas ruinas del psiquiátrico. No hacía falta mucha imaginación para comparar aquel edificio repleto de ventanas rotas con la calavera de un animal antiguo y extraño. 

- Dicen que murió todo el mundo en un incendio.- dijo Eddie Perkins - Que los locos se quemaron vivos mientras mataban a los médicos y enfermeros.

Sam Kovacs se bajó de la bici para empujar la vieja verja de hierro que cerraba la entrada al patio. En algún momento tuvo que haber una cadena que la mantenía cerrada pero hacía mucho tiempo que desapareciera.

- ¿A dónde vas? - le chilló asustado  Peter Mooron - ¿Te has vuelto loco? Mi padre dice...  mi padre dice que ahí viven yonkis... ¿sabes que te harán? Te matarán a cuchilladas para conseguir droga... 

- ¡Que tontería!  - le contestó Eddie mientras dejaba su propia bici para seguir a a Sam - ¿De dónde sacarían la droga acuchillándote? ¿Crees que son vampiros o qué?

- ¡No voy a entrar! - declaró Peter sin moverse de su sitio, viendo como los otros dos cruzaban el patio hacia la derruida puerta principal.

Sam se detuvo un momento y miró alrededor. Su mirada grave no se correspondía con la de un niño de once años. Aquellos ojos habían visto demasiadas cosas, más de las que un cerebro adulto habría podido soportar. Pero el chico estaba agotando su suerte. Poco a poco el adulto que podría llegar a ser empezaba a aullar de miedo y tarde o temprano Sam acabaría escuchándole. Entonces todo se vendría abajo.

- Hubo tres supervivientes.- dijo sacando la vieja linterna de su padre de la mochila y comprobando sus pilas - Uno de ellos vio un Portal aquí. Vio a los Carceleros. 

- ¿Y cómo lo sabes? ¿Quién te  lo contó?

- El viejo Cochran, la noche antes de que se lo llevaran. 

- ¿Y él como lo supo?

- Porque una de las supervivientes fue su madre. Escuchad: yo tampoco quiero entrar. A mí me gustaría convencer a mi padre de que abandonemos Blenville antes de que acabe el año. Pero no me va a creer. Y vosotros no podéis hacerlo, ni vuestros padres. Ya lo hemos visto. Nadie nos creerá pero nosotros lo sabemos. Sabemos más de esta maldita ciudad que ninguno de sus habitantes. O al menos que sus habitantes humanos. Y ahora ya no podemos echarnos atrás. Tarde o temprano ellos se enterarán y vendrán a por nosotros o a por nuestra familia. Como fueron a por el viejo Cochran. Por ahora nos subestiman porque sólo somos un grupo de niños y nadie se fija en los niños, pero tarde o temprano los Carceleros se darán cuenta de que hacemos muchas preguntas. Y entonces... 

Ninguno de ellos dijo nada. Todos recordaban perfectamente lo que habían visto en la cabaña del viejo Cochran. 

- No sé cuanto tiempo tendremos antes de que pase eso pero yo me voy a preparar. Tiene que haber alguna manera de pararlos y tiene que ver con los Portales. Si se pudieran cerrar... entonces libraríamos al pueblo. Como la historia del paladín Mythos. ¿Lo recordáis? Y si no...

No añadió nada más. Todos sabían lo que implicaban el 'y si no'.

A veces el valor de un niño es comparable con la locura de un adulto.

Los tres chavales entraron en el viejo manicomio. Y aunque era de día les pareció que la oscuridad se cernía a su alrededor.