Tarde de domingo, finales de Agosto. Santiago de Compostela. Te encuentras en la fila de la puerta de embarque de tu vuelo con destino a Barajas, vuelves de pasar unos días en Ferrol con tus padres, y la pereza de la vuelta al trabajo mañana te supera. Atención por favor, salida del vuelo Iberia 3879 con destino Madrid-Barajas, señores pasajeros embarquen por la puerta número 2. Departure of flight Iberia 3879 to Madrid-Barajas, please passengers proceed to gate number 2. Lentamente los viajeros van pasando el último checkpoint antes de entrar al aparato mientras te desesperas por la inutilidad de algunos de ellos al no llevar los documentos ya listos en la mano.
Mirando la fila de personas y maletas, Carula no podía sacudirse la imagen de una oruga gigantesca. Se movía con la misma lentitud y le daba el mismo asco. La verdad es que Carula no era una persona a la que le gustase viajar con otras personas. Pero como no había muchas más opciones, el avión -dentro de lo que cabe- era el menor de los males. A fin de cuentas, sólo tendría que aguantar la proximidad física durante una hora en el aire.
Como una ya se conoce, tenía en el bolso un par de snacks, una Coca-Cola de 50 cl. y el móvil lleno de música recién escogida. Colocando un casco en cada oreja, Carula intentó ignorar a la chica que le miraba con ojos vidriosos y gesto más bien estúpido, y suspiró.
Odio los aeropuertos, pensó. Odio los aviones y odio a la gente.
SORRY!! Ayer me quedé dormida!
Esto no va a ser así habitualmente, te lo juro!!
Tras el despegue reclinas tu asiento y disfrutas tu refresco y tus cheetos con la mirada envidiosa de tu vecina.
Al rato el comandante anuncia el approach a Madrid, y te sientes aliviada al quedarte ya pocos minutos dentro de ese tubo metálico con atmósfera artificial, cuando al mirar por tu ventanilla eres cegada por el destello más intenso de tu vida.
La cabina del avión queda completamente a oscuras, tu móvil se apaga y notas como el avión pierde potencia y como comienza a planear perdiendo altitud rápidamente.
Tras los segundos iniciales de confusión una azafata se asoma a la cabina de clase turista gritando Emergencia, emergencia posiciones de seguridad!
Por un momento, lo único que hago es mirar al frente. El avión traquetea y comienza a jadear como un potro sudado. A mi alrededor, las maletas caen de sus compartimentos y la gente chilla. Mis ojos están fijos en la azafata; está anunciando algo por megafonía, pero sólo puedo concentrarme en mirada de pánico y el temblor de sus labios.
Empiezo a sentir como se aligera mi cabeza, rápidamente, casi como si me fuese a desmayar. El avión se cae, pienso. Me cago en la puta, el avión se cae. Siento que la tensión me baja. Una sensación bien conocida. Hago lo que suelo hacer en estas ocasiones: me levanto instintivamente y dejo que las pulsaciones se aceleren. No es difícil. La histérica que estaba sentada a mi lado está ahora gritando en mitad del pasillo y como una histérica. No te desmayes, pienso. La agarro por un brazo y le cruzo la cara de lado a lado. Sigue gritando. Todo el mundo está gritando. Vuelvo a cruzarle la cara. Se calma un poco y me mira fijamente, con esos asquerosos ojos vidriosos. Supongo que tendría que decirle algo, pero no se me ocurre qué.
Miro a mi alrededor, con la adrenalina forzando mi respiración. Tengo la sensación de que debería hacer algo, tengo que hacer algo... Gilipollas, pienso de pronto, el avión se está estrellando; te vas a morir. La gente llora, se levanta, se sientan, algunos ponen la cabeza entre las piernas. No puedes hacer nada; siéntate y reza. Siéntate, siéntate... Miro mi asiento. ¿Sobreviviría aquí en medio? Un pitido desde algún lugar empieza a ganar volumen. Tiene sentido que si nos estrellamos, esto se parta por la mitad... Miro hacia la cabina, donde la azafata está desplegando un asiento y abrochándose el cinturón. La cabina... ¿explota la cabina? Ese pitido está taladrándome la cabeza, no puedo pensar. Me giro hacia la cola. Agarro mi bolso y corro hacia la cola, esquivando a un par de pasajeros que aún están de pie. Tiene sentido, tiene sentido, sí... Me siento y abrocho un cinturón. No sé si el sitio estaba usado. Me doy cuenta ahora de que tengo lágrimas en los ojos. Respiro hondo, tan hondo como puedo y cierro los ojos. Todo el avión está gritando, pero no puedo oírles. La máquina que se precipita hacia algún punto de Madrid está agonizando y agoniza con tal fuerza que me va a dejar sorda. Intento rezar, pero mi cabeza se expande. El pitido es tan fuerte que ahora viene de dentro. Sé que voy a perder el conocimiento.
Tras la carrera apresurada por el pasillo y con la mano aún dolorida por las bofetadas, te estremeces en tu asiento más por la presión en tu cabeza que por el miedo al impacto, tras una sacudida más quedas momentáneamente inconsciente.
Tras una sacudida aún más fuerte, te recuperas y miras por la ventanilla y para tu gran sorpresa notas que el aparto no se encuentra en el aire, el avión se desliza por una de las pistas del aeropuerto, emitiendo un sonido ensordecedor de roce de metal contra asfalto, mientras ves saltar millones de chispas a ambos lados del fuselaje y alrededor de la carcasa del motor que tienes a la vista.
**Carula se queda como está, agarrada al asiento, mirando por la ventana sin pestañear, esperando a que el avión se pare**
Realmente no sé qué más responder a eso...
Tras el aparatoso aterrizaje de emergencia el avión se detiene en mitad de la pista, reina la confusión en la cabina y varias filas por delante sólo parece haber gritos y ansiedad.
El avión se encuentra ladeado ya que el motor de tu lado ha saltado por los aires y parece que empieza a salir humo de tu ala. Para tu sorpresa mayúscula vez a tu hermano Manolo escalar por el ala dirección a tu salida de emergencia, varios metros por detrás ves a Uken, Ángel y Buzuk.
Ante la visión de una cara conocida, Carula se cruza el bolso sobre el hombro y sale disparada hacia la puerta de emergencia, empujando a quien se encontraba en su camino.
Mi intención es abrirla, pero no sé si se puede con facilidad. Si tiene el típico mecanismo por dentro, asume que la abro, y si no, forcejeo.
A trompicones consigues llegar a la salida de emergencia mientras una azafata te indica no abrir ese lado por la presencia del humo, haciendo caso omisio accionas la palanca y abres la puerta.
Con el característico silbido del aire a presión se empieza a desplegar el tobogán de evacuación arrastrando a tu hermano que se encontraba delante de la puerta, acto seguido te deslizas por el tobogán hasta el asfalto, a pocos pasos de ti se encuentra tu hermano tumbado en el suelo y a varios metros enfrente te miran con cara de enorme sorpresa Uken, Ángel y Buzuk.
A partir de ahora, sigue escribiendo en la escena del aeropuerto, ya que le vuelo se considera "acabado"