Apoya tu dulce y cansada cabeza,
la noche cae, has llegado al final del viaje,
duerme ahora...
Un camino a la esperanza se abría para todos. Hizo pasar a los hombres a la propiedad y les pidió que esperasen en el lujoso Hall de entrada mientras Kizzy, Ophelia y Eve se encargaban de preparar las habitaciones de la planta baja.
Mollie e Isobella intentaban ayudarse y calmarse mutuamente. La amenaza de muerte había calado fuertemente en la segunda y estaba muy afectada. Necesitaba estar sola o con su amiga y por eso sabía que no debía acercarse. El golpe que le había dado a Mollie le pesaba en la conciencia, sin embargo el malestar y la culpabilidad de la institutriz no salió a relucir en aquel momento, lo cargó en silencio dentro de su corazón, doliéndole en el pecho.
Gracias, Señor, gracias por haber hecho entrar en razón a estos hombres. Gracias por protegernos. - el alivio que sintió al ver a Silas bajar el arma y perdonarle la vida a Isobella fue como haber recibido la gran noticia de volver a ver a Adrien, sano y salvo, tras la guerra.
Todos ellos colaboraron con su petición y no negaron a la mujer la tranquilidad de entregar sus armas. Aquel fue el comienzo de lo que esperaba fuese una convivencia generosa por ambas partes, días de intercambio de vivencias amables.
Sorprendida por la actitud colaboradora del cabo McBurney al entregarle todas sus armas, y como no por la disposición abierta también del joven Silas, al parecer agresivo solo por el miedo a perder su amigo Tristan, Edwina se tranquilizó y el tono de su voz adquirió un nuevo color suave y cercano de hospitalidad y empatía para con aquellos hombres heridos.
Porque después de todo, si en algún lugar, su prometido llamase a la puerta de otra casa en las mismas circunstancias, quería creer, que alguien le ayudaría.
Al perdonar, se rompe el círculo interminable de violencia y venganza. - no le guardaría rencor a Silas por aquel acto insensato en un momento dado de desesperación, pero si estaría muy atenta a sus movimientos, al igual que a los de John.
Edwina dejó las armas sobre la mesa (revólver, fusil, machete, sable...) y las contó sin advertir que el cabo McBurney afilaba su cuchillo por detrás, pensando como apuñalarla por la espalda.
McBurney se giró hacia sus hombres haciéndoles saber que se guardaba un as bajo la manga. Elevó las cejas y sonrió con un gesto mezquino del tipo sabe más el diablo por viejo que por diablo... Nadie dijo nada, nadie levantó una palabra contra el cabo*, él sabía lo que hacía. Estaban en territorio confederado, habían de mantenerse alerta a pesar de haber obtenido un refugio temporal en casa de aquellas mujeres.
Después la institutriz les pidió a los hombres que les diesen sus nombres uno por uno y los apuntó nerviosa en un papel, escribiendo una letra torcida por su pulso tembloroso. - Debo saber quien son ustedes, a quien acogemos. Les pido que honren esta casa y no nos causen problemas. Compórtense como caballeros con las señoritas cuya reputación y seguridad están bajo mi custodia. Nuestra comida y bebida será la suya, les vamos a ayudar con esas heridas, pero espero como mínimo de su parte, respeto, gratitud y buenos modales.
Tras el discurso firme de la mujer y cuando ya se hubieron preparado todas las habitaciones y el material médico necesario para atenderlos, Edwina designó a las muchachas un soldado para que cada una se encargarse de sus heridas. Ella controlaría al cabo McBurney.
*Chicos respetad al cabo xD
A partir de aquí tenéis libertad para rolear conversaciones cortas entre vosotros (chicos y chicas por separado).
¡ATENCIÓN!: no seguimos en la trama grupal, marcaréis en destinatarios solo a los pjs interesados.
Mi alivio creció al ver la cooperación el resto.
Las armas fueron recogidas y las muchachas corrían prestas a por vendas, mantas o lo que fuera para poder acomodarnos en las habitaciones. Era lo que necesitábamos y pese que estábamos heridos, aun nuestro orgullo y las ganas de vivir se interponían en los deseos de las señoritas por preservar su tranquilidad.
No me sentía cómodo por ello. Las formas amenazantes no eran precisamente de mi agrado, pero conocía demasiado bien al cabo como para interponerme en sus acciones. Buenas o malas nos habían mantenido siempre con vida. Y desde luego Silas no sería el que pusiera objeción ninguna viendo a su amigo Tristan morirse. Al contrario que Jared, que parecía que su alma estaba tan rota como la mía, quizá por algo relacionado con la muchacha que nos recogió en el bosque ya que ésta se marchó.
Me hubiera gustado hablar con ella, pero no corría peligro, esperaba, mientras que los soldados estaban al borde de un desmayo, al menos. Y el dolor de mi mano no hacía mas que crecer. La falta de sangre hacía que se me empezaran a dormir los dedos de las manos y eso era mas que preocupante. Ya no notaba la piedra que hacía presión tras el vendaje en la herida.
Justo antes de entrar me acerqué al cabo, y aunque no lo dije muy alto, simulando un susurro, mi intención era que me oyeran la señoritas.
- Señor, en cuanto pueda iré a verle y al resto de los hombres.- Era el medico pero en esos momento solo podría dirigir mas que ayudar con la vendas. Por no mencionar que el resto de sangre de mi mano, que discurría por mi chaqueta y el pantalón, dejaba ya de estar húmedo. Falta de sangre... Me temía un desmayo cuanto menos. - Saldrémos de esta, señor.
Me giré echando un mida a nuestros hombres. Quería recordar sus caras en caso de que pasase lo peor. Quizá como una forma de de martirizarme más aún todavía. Al final me dejé guiar por una de las muchachas hasta una habitación, dejando una mancha de mi mano sangrienta sobre el marco de la puerta al apoyarme, sintiendo debilidad.
Aclaración máster: La ronda médica de Daniel ocurriría después de la cura y atención a los heridos. Los que queráis que el doctor pase a revisar como estáis en las habitaciones y rolear esa trama avisadnos por planning y avisos ^^
Me quedo en rincón del hall recostado contra la pared apartado de mis compañeros.
No me siento a gusto con ellos nos estamos comportando como ladrones, que amenazan con matar a los habitantes de las casas, y a los demás parece no importarles. Silas puede que actuara movido por la desesperación por el estado de Tristan, pero el cabo lo apoyo de palabra y ninguno de los otros se opuso.
Espero a que nos indiquen que hacer en un hosco silencio, por mí parte. Seguramente también me esté afectando esta situación, aunque intento volver a una vida en que las armas no sean el argumento para conseguir lo que necesito.
Finalmente, cuando una de las chicas me pide que la acompañe tengo que sacudirme la cabeza porque me había quedado adormilado contra la pared del agotamiento junto a las heridas. – Si, disculpe señorita ahora la acompaño.
Me despido con un leve gesto de los que quedan en la sala caminando lentamente a su lado.
—Con su permiso —dijo nada más Edwina le hubo dado permiso para ayudar a la sirvienta y rápidamente se unió a ésta, mas fue posible percibir que ralentizó el paso en cuanto oyó las palabras de Ophelia, esperándola.
En cuestión de segundos las tres jóvenes se habían perdido de vista. Quien las observase sólo habría visto a tres jóvenes, posiblemente asustadas, que caminaban cerca una de la otra, sin distinción de clases ni mucho menos color de piel.
—Con su permiso —dijo nada más Edwina le hubo dado permiso para ayudar a Kizzy, dando media vuelta y uniéndose rápidamente a ésta. Alcanzó a oír cuando Ophelia también pidió unírseles y ralentizó el paso para esperarla, segura de que también le darían permiso de hacerlo. No se equivocó.
—Hacemos lo correcto ¿cierto? —preguntó a ambas en cuanto estuvieron lejos de la vista y oídos de los demás— ¡Dios! Mis Farnsworth va a estallar en cólera cuando se entere... espero que la señorita Edwina no tenga problemas con ella por ésto... ni nosotras.
La orden de Edwina le entró por un oído y le salió por el otro. Isobella no era una esclava ni una vulgar criada como Kizzy, no era ninguna de las dos cosas, era una dama.
No iba a arrodillarse a limpiar y humillarse delante del soldado por más que la institutriz se lo mandase con esos nuevos aires de capitana que se gastaba en ausencia de Martha. Sus delicadas manos no estaban hechas para el trabajo doméstico ni habían de correr el riesgo de cortarse con los cristales, eso era asunto de la criada.
Ella había tirado la botella de whisky al dársela a Tristan, era culpa suya y su responsabilidad limpiar el estropicio pero el joven le había defendido delante de Edwina para que no la reprendiese. Aún así el hecho en si no cambiaba el resultado, el whisky estaba derramado por el parquet y los cristales rotos en pequeños y grandes trocitos esparcidos por el suelo.
Se encaminó con seguridad hasta la cocina, pretendiendo ir a buscar después a la bodega otra botella de whisky para el soldado. Vio a Kizzy cocinando atareada la cena para todos, preparando la carne, cortando las verduras, pero no le importó nada.
La miró trabajar unos segundos desde la posición altiva y distante que solía mantener cuando se trataba de dirigirse a ella o a cualquier otra persona de clase inferior. Isobella nunca hablaba con la criada de otras cosas que no tuvieran relación directa con darle órdenes, el resto del tiempo la ignoraba. Para ella era un fantasma, eso es lo que Martha le había enseñado y la alumna lo reproducía con la misma fidelidad.
Su sola presencia conseguía ponerle tensa, y cuando se acercaba a servir los platos a la mesa esa tensión se intensificaba instintivamente poniéndose más recta y rígida sobre la silla.
No, Kizzy nunca podría imaginar que en el fondo Isobella tuviese aprecio y cariño por ella. Era imposible.
Su voz se elevó ordenándole con frialdad lo que tenía que hacer. - Kizzy, ha habido un accidente en la habitación de Clothilde, a un soldado se le ha caído una botella de whisky y los cristales y el líquido se han esparcido por el suelo. Ve a limpiarlo enseguida.*
*Lo pongo así, para que puedas replicarme que ahora no puede ir porque está preparando la cena y así saquemos un poquito más de conversación ^^
Kizzy se había marchado para preparar todas las habitaciones, un trabajo que resultaría tedioso de no ser porque escuchó que unos pasos la acompañaban en la tarea que se disponía a hacer. Giró ligeramente la cabeza para descubrir a Eve acercándose a ella y, tras ella, Ophelia avanzaba para que la tarea resultase más amena para ellas tres. Retrocedió su ritmo intentando que no se notase demasiado para esperarlas a ambas.
La pregunta de Eve provocó que ella negase ligeramente con la cabeza, un gesto lo suficientemente escueto pero claro como para que ellas comprendiesen que no le agradaba el hecho de que los hombres fuesen a alojarse allí.
-La señorita Edwina decidió correctamente para mantenernos con vida, pero el enemigo ha entrado. Hombres asaltando una casa llena de señoritas...- volvió a negar. Le aterraba el hecho de que algunos de ellos quisieran aprovecharse de alguna de ellas dos, o de la señorita. Alguien como ella, sin nada que perder a esas alturas de su vida, prefería alejarse de todos los problemas pero sería capaz de intervenir por ellas, o eso creía. Por favor, tengan cuidado. Duerman con algo de protección en el dormitorio. Les llevaré un cuchillo a su habitación si me lo piden.
En cuanto escuchó las palabras sobre la señorita Fansworth sí que se asustó, porque Martha sabía cuáles eran sus auténticos miedos. Esa mujer de alma fría era capaz de ponerle los pelos de punta, y no solo a ella por lo que apreciaba en su acompañante.
-Lo mejor que podemos hacer es mantenernos alejadas cuando ella llegue. Su ira caerá sobre la primera que encuentre.
El día estaba siendo mucho más largo de lo que Kizzy habría querido. Lo que había empezado con la misma paz, tranquilidad y supuesta misma carga de trabajo que cualquier otra mañana había acabado con una invasión masculina a la mansión de hombres armados pero heridos que resultaron ser soldados. A Kizzy todavía le dolía la cabeza si se paraba a pensar en lo que estaba pasando allí adentro. Lo bueno era que la cocina resultaba su propio mausoleo en el que podía escapar de todo porque generalmente las señoritas no perdían su tiempo entrando en un lugar como ese.
Aquella noche tenía mucho más trabajo de lo normal y la presencia de Silas la había distraído de sus labores diarias. Ese hombre la intrigaba… pero esa voz en su cabeza que trataba de mantenerla con vida le decía que era exactamente igual que Theodore y cualquier otro hombre blanco que hubiera visto en su vida. Prefirió alejar la imagen de ese hombre –y la de Theodore, que se había convertido en un fantasma que la acompañaba en cada rincón de la casa- y centrarse en la cena que tenía por delante.
Había puesto a cocer patatas para hacer un puré, guisantes como guarnición y un jamón asado, un plato típico de la región en la que vivía y que había aprendido de su madre que se había encargado de la cocina en el hogar de Theodore. Cada vez que hacía ese plato la recordaba y el día se le volvía gris, pero ese ya lo era. Lo malo de un plato como ese era el tiempo que requería para retirar la sal del producto y que estuviera ahumado para comerse y que resultase delicioso tras asarlo.
En medio de todo el trabajo que tenía organizado en la cocina unos pasos rompieron el tarareo de la sirvienta, quien guardó silencio al ver llegar a Isobella. Ellas dos eran las más antiguas de todo el lugar y, sin embargo, eran casi perfectas desconocidas. Kizzy sabía que ella no le guardaba ningún tipo de aprecio o respeto, por lo que sencillamente se había mantenido alejada de la dama en todo lo posible. La sirvienta continuó trabajando el producto que tenía delante de ella hasta que oyó la voz dirigiéndose a ella.
¿Cómo voy a ir a limpiarlo ahora? ¿No ves todo el trabajo que tengo por delante?- a Kizzy le habría encantado decirle todo eso sin un ápice de miedo, pero no podía. Isobella era alguien que seguía los consejos de Martha y eso provocaba que la institutriz la apreciase lo suficiente como para tener que guardarle un respeto especial. La esclava carraspeó, tratando de encontrar unas palabras que resultasen adecuadas.
-Señorita Isobella, ahora mismo me resulta imposible. No contaba con un número mayor de invitados para la cena y he tenido que sacar uno de los jamones para hacerlo- a cada palabra que decía se sentía más y más ridícula. ¿Qué le importaría a Isobella su carga de trabajo? ¿estaría pensando en que era estúpida por explicarle todo aquello? No quiero que se lleven una mala impresión de las atenciones que les están ofreciendo. ¿Le importaría mucho si tardo un poco en subir a recogerlo?
Subió la mirada entonces para mirarla. Kizzy no era alguien que prestase demasiada atención a su aspecto, pero sabía que ahora se encontraba con la piel perlada de sudor por la velocidad con la que estaba trabajando para que todo saliera bien. Le dolían las piernas por todas las horas que llevaba en pie sin haber descansado un ápice, se había cortado en un dedo –algo que ya casi ni le dolía- por la prisa que se había dado para pelar la guarnición y tenía la sensación de que en cualquier momento podía darle un mareo por la carga de trabajo que tenía a sus espaldas. En la casa de Theodore eran menos y había más de una mujer encargada del servicio, pero allí solo estaba ella para todo. La incansable.
Por favor, dame algo de tiempo. No puedo con todo- eso era lo que decían sus ojos pero no sus palabras. A fin de cuentas sabía que debía acabar sirviendo si Isobella se mantenía firme en su idea de que debía ir ahora a limpiar el estropicio que alguna de ellas habría causado.
Observó con semblante serio el movimiento de las manos afanosas de Kizzy manipulando la comida cuando su voz se alzó contra todo pronóstico discutiéndole la orden que le había dado.
Isobella entreabrió los labios confirmado con sus ojos abiertos de par par el asombro por la reacción valiente de la criada. Para ella también era evidente que no podía estar en dos sitios a la vez pero el estropicio del whisky derramado seguía allí en la habitación de Tristan esperando, se tenía que limpiar cuanto antes o la bebida dejaría una mancha feísima en el parquet.
Durante unos segundos permaneció estática en su posición estirada y distante mirando a Kizzy y cuando ésta levantó la mirada para encontrar sus ojos la señorita bajo de su pedestal y se acercó con paso lento hasta la mesa donde estaba dispuesta toda la comida.
- Tu misma. - respondió con altivez paseando sus dedos lentamente por el borde de la mesa analizando en silencio lo próximo que iba a decir. - Pero cuando Martha vea la marca de la mancha sobre el parquet y se enfade serás tu la que pruebe la vara de bambú sobre tu espalda, porque será por tu culpa*. - sentenció con una maldad bien ensayada. Sabía que aquello haría temblar a la esclava, la imagen que Isobella proyectaba hacia la criada no podía cambiar ni siquiera tras el episodio trascendental que había vivido con Silas. En el fondo se lo estaba advirtiendo precisamente para que no recibiese un castigo.
- Esos soldados no merecen ninguna amabilidad de nuestra parte, la señora les mataría si tuviese oportunidad, yanquis invadiendo su propiedad, durmiendo en las camas de sus familiares. El señor Farnsworth se debe estar retorciendo en su tumba. - sin duda el patriarca de la familia no lo aprobaría tampoco.
- Edwina los ha dejado entrar para que no me matasen pero crees que estamos a salvo? - negó con la cabeza sonriendo de lado. - Verás lo bien que agradecen el jamón que les sirvas en la cena, pero no te fies, las esclavas como tú son las primeras en recibir una buena dosis de humillación. - se separó de la mesa volviendo sus pasos hacia la puerta de la bodega para coger otra botella de whisky y llevársela al soldado que se la había pedido.
*Será muy interesante que Martha la castigue.
Tu misma- aquellas palabras sonaron para Kizzy como una amenaza encubierta. Pasaba a ser responsable del hecho de que otra persona hubiera derramado algo en el suelo cuando ella estaba haciendo otras tareas. Reprimió con excelencia un gesto que sin duda alguna habría mostrado su molestia. Las siguientes palabras provocaron que su sangre hirviera con una mezcla de enfado y miedo: Martha era una mujer que conocía sus mayores miedos o esa sensación tenía ella cada vez que la rubia la miraba atentamente; a veces no era necesario ni que el castigo fuese físico, pues las palabras adecuadas despertaban en ella pesadillas aun estando despierta.
-Me encargaré cuanto antes, señorita Isobella- añadió entonces con algo más de premura. No es que pudiera multiplicarse o dejar desatendida la cena, pero pensó que era mejor darle lo que ella quería para poder salir de esa situación con el menor número de heridas posibles.
Lo extraño para ella era que Isobella mantuviera una conversación más larga de lo que la esclava hubiera esperado. Quizá, de un modo u otro, le estaba transmitiendo su preocupación y su desagrado ante la presencia de invasores en su hogar. No era un secreto que a Kizzy tampoco le gustaba que hubiera nuevos individuos en la casa –y especialmente si se trataban de varones- pero la criada no podía hacer nada. ¿Qué hará Martha cuando llegue?- esa misma pregunta se la había estado haciendo todo el día.
-Espero que la señora Martha regrese pronto y solucione esta situación- respondió en relación al comentario que había hecho sobre los varones. Era mejor darle una respuesta para que ella supiera que estaba atenta a la conversación además de a todas las labores que estaba realizando en esos momentos.
Cuando escuchó la pregunta, Kizzy negó con la cabeza. Ni se sentía a salvo en presencia de los hombres ni tampoco lo haría en ausencia de los mismos; ella conocía muy bien que en cualquier momento su situación podía dar un giro completo. Martha era la encargada de recordárselo cada vez que parecía dudarlo. La sirvienta sintió un frío escalofrío recorriendo su columna ante las últimas palabras de la dama, y apretó los labios mientras le daba la espalda. ¿Habría sido igual la situación si ella fuese blanca? ¿y si Isobella se encontrase en su posición? ¿acaso le gustaría ser humillada de esa forma? Las lágrimas amenazaron un instante con salir por pura rabia pero se contuvo. Kizzy sabía dónde y con quién estaba, o eso creía ella.
-Tan solo mantengamos la calma hasta que esto llegue a su final. No se ponga en peligro, señorita Isobella.
Le dijo esas palabras con un tono más bien amable, porque por muy altivas que pudieran llegar a ser esas mujeres en el fondo sabía que su educación provenía de un problema mucho más grande. En el fondo solo eran víctimas de un sistema podrido hasta sus raíces, y de algún modo en ocasiones llegaba a sentir pena por ellas, por el día en el que reflexionasen sobre sus actos y se dieran cuenta de lo arpías que podían llegar a ser. Si existía algún lugar al que pudieran acceder una vez muriesen y debieran ser juzgados, en ese instante ellos verían todos los errores que habían cometido. Pero ya será demasiado tarde.
Como de costumbre, Kizzy no le llevó la contraria. Isobella sabía que su palabra estaba por encima de la de la criada y se aprovechaba de ello, aparentemente para humillarle. - Bien, eso espero. - era habitual que no le diese ni las gracias, así como por ejemplo si lo hacía Edwina, Ophelia o Eve cuando realizaba un buen servicio. - No quiero tener más problemas por culpa de esos hombres intrusos acomodados aquí. Y seguramente la señorita Farnsworth tampoco lo quiera, ni ver su casa sucia por esos yanquees odiosos.
Escuchó la voz templada a la fuerza de la esclava y asintió mostrando un leve gesto de complicidad hacia lo que expresaba, tan solo en un punto así, como que Martha solucionase pronto la situación, podía sentirse de acuerdo con ella y hacerselo ver claramente. - Yo también lo espero, este es nuestro hogar. - dijo, nuestro involucrándola a ella también sin que lo supiera.
Realmente sabía lo ocupada que estaba Kizzy, ni siquiera pensaba pedirle que le preparase un baño, cosa que siempre tenía la obligación de hacer cuando ella se lo ordenaba, así como anudarle o desanudarle el corset al levantarse por la mañana o antes de irse a dormir. Lo iba a hacer ella misma al subir a su habitación, pues desde que había sido encañonada por Silas, los humos de orgullo de la señorita se habían aflojado, y ahora parecía más empática que nunca, conscientemente, librándole de trabajo innecesario a la criada, pero solo hasta cierto punto.
Observó a continuación, fingiendo un gesto de desdén la tela vidriosa que empañaba los ojos de Kizzy al haberla humillado. Su actitud no estaba bien, no era correcto tratarla así, pero no demostraba estar equivocada en el trato hacia ella. Su arrepentimiento formaba parte de un secreto de odio e indeferencia artificiales que interpretaba desde hacia años para contentar a Miss Farnsworth y no probar la vara de bambú, jamás podría rebajarse a demostrarle a una sirvienta negra que para ella era un ser humano, una mujer con plenos derechos como una blanca, no un animal de carga y descarga.
Ante el consejo de la criada, Isobella se giró por última vez, un tanto sorprendida por la muestra de su preocupación hacia ella. - No lo haré. - mintió. Por su cabeza rondaba vengarse de Silas. - Guárdate de esos hombres, Kizzy, no les permitas que crean que pueden aprovecharse de ti solo por tu color de piel. - las palabras salieron solas.
Siempre medía todo lo que le decía a la esclava, pero en esta ocasión, la empatía sobrepasó a su lógica y control. En el fondo, no quería que Kizzy sufriese, que aquellos hombres jugasen con su posición de inferioridad y le arrebatasen lo más preciado que tenía alguien como ella y cualquier señorita joven de buen respetar. Los hombres no tenían derecho a obrar así, tan ruinmente con una negra ni con una blanca, la violación era un crimen, al igual que mentir a una mujer solo para saciar su deseo sexual.
Tras aquel traspiés que tuvo, por supuesto espontáneo, se despidió de la criada, afanada en ir a buscar la botella de licor para el soldado moreno, otro hombre que además de ser un intruso, tenía la piel oscura como Kizzy, y resultaría doblemente desagradable para Miss Farnsworth.