Partida Rol por web

Vio descender las garras de la criatura manca, bastante cerca de hecho, pero por fortuna no lo suficiente para herirle o algo peor. De igual manera, la criatura, vio como casi por los pelos se libró del tajo horizontal de Kalen. Tan centrado como estaba en evitar las garras del enemigo impedía ser más efectivo en el ataque.

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El segundo conjuro fue inefectivo. El polvo brillante se adhirió al monstruo, cubriéndolo de la cabeza a los pies como un manto de luciérnagas, mas no selló su visión. Ocurría en ocasiones, raramente contra gente corriente, pero más a menudo cuando los adversarios eran formidables, especialmente si estaban acostumbrados a la magia.

Se apartó aún más dejando hueco para que los demás combatieran. Ya no podía permitirse pensar en su seguridad; todos estaban en peligro mortal, concentrarse era la mejor forma de evitar su muerte.

Levantó los brazos y comenzó a invocar, sin dejar de prestar atención a aquellas criaturas.

No te lo perdonaré...

Phey trazó un arco de arriba a abajo con la punta de su espada sagrada. En situaciones normales, con un rival más bajo que tú o de tu misma altura, el golpe básico consiste en dejar caer el golpe y ayudarse del peso del acero. Aquellas criaturas estaban volando a ras de suelo, un espadazo normal corría el riesgo de quedarse corto.

Las botas del cruzado salieron en estampida de la cabaña. La espada baja, la concentración por las nubes.

¡Tú, que portas armas corruptas! ¡Tú, que masacras a todo un pueblo inocen... aaaamh... relativamente neutral! ¡Has herido a mis amigos y paseas por las calles a horas más propias de los malhechores! ¡TE CONDENO, CRIATURA! ¡SUFRE EL JUICIO DE IHVIST!

Para cuando terminó la carga, y la frase, el balanceo de su espada de atrás a adelante se había completado. Phey usó esa inercia y continuó el arco de la trayectoria hacia arriba, produciendo un tajo vertical en aquella criatura demoniaca... o diabólica... o yugolóthica.

La segunda criatura se desvanece chillando tras la carga del Guerrero Sagrado. La espada de este, al atravesar el cuerpo de la bestia es como si la quemase por dentro, incluso podéis ver una luz dorada abriéndose paso por donde entro la hoja.

La otra criatura, la ultima que queda, tras recuperar la vista, se lanza a por Phey, las garras de la criatura atraviesan sin piedad la piel, músculos y huesos de Phey en el pecho, practicamente llegando hasta el mismo corazón.

Apenas un latido de corazón. El guerrero sagrado, el pobre muchacho abandonó su refugio seguro, alcanzó el suelo y se lanzó contra los monstruos, atravesando a uno de ellos con su espada, brillante por el poder de su dios. Sin armadura que lo protegiera, el último suerviviente lo alcanzó, abriéndose camino entre sus costillas con garras afiladas como cuchillas.

Ophelia se sintió envejecer diez años en el instante que tardó el cuerpo en golpear el suelo. Su cuerpo pesaba como si su corazón bombeara mercurio, sus articulaciones resistían su esfuerzo como goznes oxidados. Mas se obligó a adelantarse hacia el muchacho que todavía seguía en pie. Puso una mano sobre su hombro y le confirió protección contra quienes quisieran dañarlo. No impediría que las garras lo tocaran, como había demostrado el forastero que yacía en el suelo, pero obstaculizaría sus golpes.

La criatura invocada apareció en ese mismo instante, una bestia de terroríficas mandíbulas y armadura escamosa, a la espalda del monstruo alado.

Phey se había equivocado. Usó su poder egoístamente para acabar con una de las bestias, en lugar de ayudar a un camarada caído. No había redención para él. Arrastraría la muerte de Udokal como un pecado, como el resto de muertes de Zhurant, como la muerte de Hanne... Ihvist le juzgaría por todos aquellos crímenes. ¿Qué pensarán de él su padre y su madre? Sentirán vergüenza, decepción. Nunca debieron dejar que su hijo se uniese a la orden. Phey no estaba a la altura: no es capaz de defender a nadie. Ni siquiera logra proteger la vida que sus padres le han dado. Una miseria y un fracaso. Debería haber sido joyero, como su padre, y tener una vida pacífica sin meterse con nadie. Quizás si no se hubiera ido con Esías, toda esa gente no habría muerto...

El enorme cocodrilo invocado por Ophelia, lanza un poderoso mordisco a la criatura demoniaca desde su espalda, enganchándole la pierna. Los fuertes chillidos de la criatura se van apagando poco a poco a medida que esta se va desvaneciendo...