Partida Rol por web

Con el soldado en el suelo, aturdido y desorientado, era fácil golpearle una y otra vez hasta que perdió el sentido. El hombre permanecía inmóvil en el suelo, pero vivo.

Ante vosotros un corredor recto, no muy diferente de cualquiera que hay en la academia, se adentraba cada vez más en las ruinas. Sin duda debe de ser una zona antigua y deshabitada, pero que formaba parte del conjunto arquitectónico de aquella raza que lo construyó perdida en el olvido.

R4 sacó una tercera rueda y comenzó a moverse por el corredor dando círculos y pitando, impaciente, a que le siguiérais.

¡Habían derrotado a su primer enemigo! Sí, había sido entre cuatro y mediante una emboscada, pero era un soldado entrenado y armado contra tres niños y un droide. Pero lo que importaba es que habían conseguido informar a la Academia de que allí había miembros del antiguo Imperio y liberado al droide que tenía toda la información.

—¡Vamos! —instó a sus compañeros a correr tras el droide, aunque bien sabía que no necesitaban que él dijera nada para escapar de allí. No podían perder tiempo inmovilizando al soldado, y tampoco conocimientos para saber qué se hacía en aquellas instalaciones.

Wistie apaga su espada mágica y toma del guerrero derrotado el arma de este, entonces coloca uno de sus pies descalzos sobre la cabeza del guerrero blanco mientras alzaba con sus brazos, por encima de su cabeza, el arma obtenida.

— ¡Kaiya! — Grita con euforia victoriosa.

Tras esto se pone en marcha tras Kanuth.

-No celebremos tan rápido, cuando intenten comunicarse con él y no responda sabrán que algo va mal. Venga, aprisa.- dijo con cierto aire aguafiestas la chica chiss, quien también apaga su espada y echa a correr junto a sus compañeros esperando que el R4 les guiara por un camino seguro.

Mientras continuabais recorriendo los pasillos escuchais un gran retumbar, como si algo pesado golpease las viejas paredes de las ruinas. R4 emite unos pitidos que carecen de importancia dada la situación y que ya no contabais con una pantalla donde os podia traducir el idioma binario. 

Otro golpe con retumbe hace que el polvo caiga de entre las juntas de las piedras os caiga justo encima. Parece que algo está pasando, y además afecta a todas las ruinas. Sin embargo, tras dos vueltas de esquina más llegáis a una puerta doble, de acero, con un panel de mandos a un lado.

Otro retumbe, esta vez más cercano e intenso, hace que vuestros pies necesiten buscar mejor apoyo para mantener el equilibrio mientras el polvo y algún fragmento de roca cae del techo encima vuestro. 

Pareciera que toda la estructura se estaba cayendo sobre sus cabezas y, aunque Kanuth tenía graves sospechas sobre lo que estaba sucediendo ahí arriba, sus preocupaciones inmediatas eran otras.

—¡Corred! —instaba a sus compañeros. Por el rabillo del ojo veía que Wistie iba especialmente retrasado, y pronto comprendió que cargaba con el rifle del soldado de asalto. 

Se abalanzó sobre el panel de mandos, mirando si había algún botón que pusiera claramente Abrir, mientras llamaba al droide para que les ayudara.

—¡¿Puedes forzarlo?!

Kanuth se adelantó y pulsó desesperadamente el panel de control para abrir la puerta. Pero no se abrió. Volvió a pulsarlo repetidamente pero la puerta parecía querer ignorar sus órdenes y la apremiante prisa que en ese momento os acuciaba a los tres.

Ante la pregunta del chiss, la vieja unidad R4 emitió un pitido que podía considerarse un claro si.

Acercándose al panel de control, de su cuerpo metálico sacó un mando universal de datos que introdujo en la toma. Mientras la toma daba vueltas emitió varios silbidos, girando la cabeza para miraros. 

Wistie corría cerrando la comitiva mientras cargaba la aparatosa arma. Pero entonces retumbantes truenos atronadores hicieron vibrar la roca de la inmensa casa que la tribu Jedi habitaba. No, no eran truenos. 

Kanuth, liderando la marcha, les apremió a acelerar el paso... hasta que poco más allá se encontraron con otro obtáculo. Kanuth enseguida se puso a tocar uno de esos cristales mágicos de agua dura que emitían luces y controlaban cosas, pero parecía que su compañero no sabía como usar aquella magia.
Entonces le pidió ayuda al animal metálico que volvió aullar en respuesta y se dirigió hasta donde Kanuth estaba. Nuevamente extrajo de sus entrañas algo; esta vez Wistie se acercó, dejó el arma en el suelo al lado del animal y se puso a mirar muy de cerca el orificio de la criatura, tratando de ver el interior en un intento de comprender como podía hacer aquello. Wistie tocó aquello que la criatura había extraido, parecía una tripa... pero, nuevamente con aquellas criaturas, lo que debería ser carne no era carne. El pequeño Wistie acercó su nariz al la "tripa" extraida de la criatura y la olfateó. No olía a carne, ni a ningún tipo de olor natural. El cuerpo de la criatura seguía emanando ese fuerte olor a algo quemado.

Tras un  momento la puerta se abrió... y los haces láser brillaban por doquier. La sala que daba paso la puerta era enorme, con cajas por aquí y allí, robots de energía que proveían a las naves de ella y conductos por el suelo emitiendo gases. 

Los soldados de asalto mantenían una posición a vuestra derecha, mientras que varios jedi intentaban contener el desmesurado fuego y avanzar. Delante vuestro, colgadas del techo como si de murciélagos se tratase, se encontraban los inconfundibles cazas Tie del imperio. En tierra, mas a la derecha, se encontraban varias naves de transporte con sus rampas bajadas, esperando a que la batalla se decantase a un lado u al otro, para recoger tropas y largarse o apoyar desde el aire si avanzase la posición.

Entre la refriega podéis distinguir a los dos Padawans que vinieron con vosotros en el viaje que os trajo hasta la academia. Arlane y Yenden Paraban, bloqueaban y devolvían algunos de los haces escarlata que buscaban su vida, mientras avanzaban por entre las cajas.

Aquello era una infierno.

Había visto pocas holograbaciones lúdicas sobre la guerra — su padre no era muy aficionado a ellas y pensaba que eran una pérdida de tiempo — así que tenía una ligera idea de lo que era un enfrentamiento armado. Pero nada podría haberlo preparado para algo así. Los destellos, el olor a ozono en el aire y, por encima de todo, el ruido ensordecedor que saturaba sus sentidos y no le permitía escuchar nada más. Tuvo que girarse un momento para comprobar que seguía junto a sus compañeros de equipo y no se había teletransportado, por obra de las más avanzadas tecnologías, a algún lugar en guerra en el Borde Exterior.

Pero no, allí estaban. Con la misma expresión en sus rostros que, imaginaba, tenía él.

—¡No podemos quedarnos aquí! —gritó, para hacerse oír por encima de los disparos. Temía que alguien viera un objetivo fácil en ellos y les cosiera a tiros—. ¡Tenemos que ponernos a cubierto con los Maestros!

Al abrirse la puerta Wistie recogió el arma del suelo y corrió junto a sus compañeros hasta que ellos se detuvieron para ver el caos de una batalla. El primer impulso del pequeño ewok fue correr a apoyar en la lucha de los otros Jedi, pero las palabras de Kanuth le hicieron recordar que estaba con ellos y que no podía dejarlos solos en aquella situación. Kanuth estaba asustado, o al menos alarmado, no pensaba en ayudar a los maestros sino en convertirse en algo a proteger para estos; una carga o distracción.

— ¡Den! — Le dijo Wistie, elevando la voz al nivel de su compañero. — ¡Si nosotros no ayudar... no estorbar! — Entonces Wistie se acerca mucho a Kanuth y sujeta con ambos brazos los brazos de su compañero para mantenerlo allí con él, y mirandolo fijamente a los ojos le dice muy serio.  — ¡Yo protejo! — Entonces suelta uno de los brazos de Kanuth para girarse hacia Sena. — ¡¿Dónde Jesper?! ¡Nosotros tener buscar a Jesper. Salir de casa, esconder nosotros... y esperar!

-Kanuth, Wistie tiene razón. No podemos ir con ellos, seríamos un estorbo. Pero podemos buscar al resto de niños y protegernos. -dice la chiss, entendiendo el miedo y la frustración que su compatriota podía sentir pero era el momento de mantener la mente fría.- Si encontramos a todos los demás y buscamos un refugio, habremos ayudado mucho.- le toma del brazo y se lo aprieta con seguridad.

El miedo, la ira y el odio inundaban el lugar, podíais sentirlo, como aquella desagradable vez cuando aquella cosa, el Lado Oscuro, se adentro en vuestro ser la primera vez que conectásteis telepáticamente. 

Los haces láser seguían moviéndose en el aire mientras otro grupo de unos cuatro sables de luz aparecían por el otro lado. Un padawan cayó casi al instante al no poder rechazar dos haces de luz que impactaron sobre su pecho. Yenden atravesó a un soldado con su sable mientras Arlane, en perfecta sincronía con Yenden, mantenía alejados de este los disparos que le dirigían a su compañero. 

Sin embargo os disteis cuenta de una cosa, la mayoría de los siete u ocho jedis que había en ese grupo eran padawans. No habían completado su entrenamiento y ya estaban preparados para poder enfrentarse a soldados en gran número. Sin duda los jedi eran poderosos.

Entonces ese odio que sentíais aumentó de golpe y un nuevo sable se sumó a la lucha. Era un sable verde, esgrimido por manos expertas y las verdes colas de su cabeza no dejaban lugar a dudas acerca de su identidad. Estábais seguros de que el maestro Uksun, vuestro maestro, acabaría rápido con esa batalla.

Primero atravesó el pecho de un padawan que le daba la espalda, después saltó en medio de una formación cerrada de cinco padawans con una velocidad increíble y los barrió con un solo golpe circular a la vez que un impulso grotesco, salvaje, lleno de ira golpeaba a Yenden y Arlane enviándoles contra unos barriles que se desperdigaron por todos lados. 
Sin perder tiempo saltó sobre Arlane, indefensa en el suelo y le clavó el sable hasta la empuñadura. Yenden se levantó de un salto y atacó al maestro Uksun, pero este le detuvo con una sola mano, usando su fuerza, y elevándole en el aire le estrangulaba lentamente mientras veiais como la tráquea de aquél chico amable y risueño que conocíais tan bien, se contraía debido al inmenso poder del Lado Oscuro que emanaba de vuestro maestro.

Entonces, mientras los ojos del pobre Yenden se volvían blancos, vuestro maestro notó vuestra presencia a través de la fuerza. Giró su cabeza y os miró directamente. 

Sus compañeros tenían razón, pero no le dio tiempo a decírselo.

Uksun — no tenía ya derecho a que le llamaran Maestro después de lo que estaba viendo — descargó su poder contra niños y mayores indiscriminadamente. No, está siendo despiadado, se corrigió. Era una maldad que no esperaba encontrar en el Templo Jedi. Ni en un adulto. Mark era malo, pero no dejaba de ser un niño como ellos. ¿Pero Uksun? ¿Qué llevaba a un Jedi a hacer algo así?

—¡Corred! —gritó a sus compañeros, preso del miedo. Señaló a la unidad R2 y luego al panel de mandos, como si con el gesto pudiera acelerar lo que pretendía—. ¡Bloquea la puerta, YA! 

Kanuth enseguida reaccionó, apremiando a todos para salir corriendo de allí ante la evidente amenaza que ahora les observaba. Pero Wistie no se movió.

Después de lo que acababa de ver, el ewok ardía de pura ira. Wistie no podía pensar en nada más, lo único que equiparaba el sentimiento de rabia era la urgencia por intentar salvar a Yenden. Imagenes pasaban en su mente de cuando él lo conoció y le rescató de aquellos que destruyeron su tribu.

Wistie encendió su espada, decidido a correr hacia aquel, pero cuando vio con el rabillo del ojo el resplandor verde de su espada... verde como la espada de aquel del que Wistie ahora no quería ni siquiera darle la muestra de respeto de recordar su nombre. De pronto la rabia se mezcló con una oleada de verguenza y asco hacia si mismo.

Entonces... Wistie, con la expresión más llena de rabia como era fisicamente posible expresar y sin quitarle los ojos de encima, apaga su espada y lanza contra este la empuñadura de esta.

— ¡MEECHOO E S'EESHT TOMA! — Le gritó Wistie, descargando su rabia en eso, lastimando su garganta.

Quizás Kanuth y Aohozal no podían comprender exactamente que había dicho su compañero ewok, pero seguramente podían entender que parecía una maldición o juramento para toda la vida.

Basicamente le gritó: "YO TE MATARE", como un juramento o promesa.

Aterrada, Sena no mueve ni un músculo mientras ve aquella masacre, el hombre al que admiraba, incluso cuando su traición era evidente...ella había encontrado una disculpa para su forma de proceder. Una disculpa que ahora era una burla, un intento infantil y estúpido de negar la realidad. 

Paralizada y con la boca abierta, no reacciona hasta que los gritos de sus compañeros la sacan de su estupor y entonces empieza a retroceder con pasos temblorosos y torpes detrás de Kanuth, con la mente en blanco, sólo podía pensar en poner cuanta distancia fuera posible entre ese hombre y ellos mismos.

-¡No te pares Wistie!- apremia la chiss, tomando del hombro a su amigo para tirar de él aunque ella misma sentía como si sus rodillas se quebraran por el esfuerzo. Y el miedo.

A la orden de Kanuth el viejo y maltratado droide emite pitidos de alarma y advertencia comenzando a dar la vuelta con sus ruedas emitiendo un chirrido de goma en el pavimento del hangar.

Tras golpearse con un par de cajas llega por fin al otro lado de la puerta sacando su brazo conector para insertarlo en el control de la puerta, girándolo para cerrar la puerta lo antes posible conectándose al ordenador de control.

Sin embargo parecía que tardara horas en cerrar la puerta mientras vuestro maestro se acercaba rápidamente a vosotros, llevando consigo a Yenden, como si fuera un muñeco colgado de un hilo invisible.

Sin embargo sabíais que vuestro maestro era muy rápido, mucho. Lo habíais visto actuar cuando destryó a los droides de entrenamiento en un abrir y cerrar de ojos y cuando acabó con la vida de ocho padawans sin que apenas se movieran las colas de su cabeza.

Pero algo llamó la atención del maestro Uksun que se detuvo en seco mirando hacia la puerta de entrada al hangar. La enorme puerta se abrió lentamente mientras el humo de los compresores ascendía por entre la grieta que poco a poco se abría más y más, dejando espacio suficiente para que una persona, encapuchada, accediera al lugar...

Y un sable verde, del mismo verde que el del que fuera vuestro maestro iluminó el rostro conocido del maestro Skywalker. 

Yenden cayó al suelo como un muñeco de trapo mientras Uksun ordenaba a todas las tropas abrir fuego contra Skywalker. Su atención se centraba ahora en el maestro jedi relegándoos a la nada.

Pero una última mirada suya os paralizó en el acto. A través de la conexión que teníais podíais oirle en dentro de vuestra cabeza.
-Este es el lado oscuro de la Fuerza. Sentid su poder, deleitaos con él. Lo habéis tenido dentro, los sentisteis en vuestra primera conexión juntos. Sabéis lo poderoso que es y jamás os librareis de él. Habéis sido tocados por el lado oscuro, y ya nunca os abandonará-.

La puerta que manipulaba R4 se cerraba mientras Uksun centraba su atención en cosas mas importantes que unos simples mocosos. Detrás, más sables de luz se sumaban al del maestro Skywalker formando una barrera multicolor que rechazaba eficientemente los haces láser de color sangre que emitían las tropas imperiales...y la puerta se cerró, dejándoos solos en el silencio de la oscuridad, con tan solo la luz emitida por los circuitos de R4 y el mando de control de la puerta como compañía, pensando en lo que vuestro maestro, NO, vuestro antiguo maestro os había dicho:

"Ahora estáis tocados por el lado oscuro. Nunca os abandonará"

Tiempo después, cuando regresara mentalmente a aquel momento, Kanuth estaba convencido de que había hecho lo correcto.

Era un aprendiz, un niño. Un niño que no había visto siquiera un cadáver en vida, y que pocas semanas después de ser arrebatado del seno familiar, se vio involucrado en una conspiración y una batalla entre los Jedi y el antiguo Imperio Galáctico. ¿Qué se esperaba de él? Que corriera, que se escondiera. Que sobreviviera. Y eso hizo.

Pero las últimas palabras que escuchó de aquel monstruo de Uksun se grabaron a fuego en su espíritu y su corazón como una marca indeleble que innumerables horas de meditación no pudieron borrar. Y era porque, aunque sabía que era un discípulo obediente y trabajador, había sombras en su alma de las que él mismo no tenía constancia.