Los recelos de Rongar resultan infundados. Si bien la patrullera permanece varios días, esto se debe principalmente a la investigación rutinaria y al hallazgo de los cadáveres.
Los tripulantes, que se habían encerrado en la habitación del dibujo en la puerta, presentaban un aspecto nada agradable. La apariencia enfermiza y casi momificada hizo reaccionar al oficial de la patrullera y puso la Annic Nova en cuarentena, no permitiendo presurizar de nuevo la nave y obligando a todos a mantener el uso de trajes de vacío. Una decisión acertada pues el médico de a bordo detectó un patógeno infeccioso. Un rápido chequeo determinó que ninguno estabais infectados pues al no abrir la puerta y estar equipados con los trajes de vacío quedasteis aislados y protegidos.
En la cuarentena no estuvisteis ociosos. Con ayuda de la patrullera reparáis la Annic Nova y la Ur en lo posible, y abortáis un nuevo e inesperado salto de la nave alienígena. El diario de a bordo y la base de datos es investigada, requisito obligatorio imperial en casos como este. Sin embargo, tenéis la seguridad de que la nave terminará acabando en vuestro poder.
El jardín tiene su potencial. Si bien muchas de las plantas resultan ornamentales, otras parecen tener propiedades medicinales que merecen ser estudiadas.
Traducido su contenido y analizado, los registros revelan que los tripulantes eran miembros de una misma familia, pertenecientes a una raza cuyo mundo natal está localizado en la frontera el Imperio. La nave era su hogar, con la que viajaban buscando visitar las maravillas de varios mundos del Imperio. La extraña enfermedad los hizo recluirse en una de las habitaciones, esperando superarla, o la muerte, y quedando la Annic Nova a la deriva debido a la debilidad causada por el patógeno.
Pues hasta aquí.
Me temo que los últimos turnos se han alargado, algo que supongo por las fiestas. Tampoco pretendía ser muy larga, sino una aventura simple y rápida tipo dungeon.
Me ha gustado llevarla.