Partida Rol por web

¿paz de tormenta? -pregunta la mujer con voz firme.

De entre la espesura salió un hombre de piel algo oscura, pero de apariencia joven. Salía con las manos en alto y la luz del trueno iluminó su rostro esta vez. Atestiguaba estar cansado y no ser de estas tierras, desconociendo por tanto la tradición y costumbres. Al parecer sus intenciones no eran las de asaltar a nadie si no simplemente aseverarse de no ser él el dañado. Rápidamente solté el mango de mi espada que reposó tranquila de nuevo en su vaina. 

Di entonces una palmada en su hombro y sonreí, tratando de reconfortarlo y apremiarle. - Está bien, joven viajero. Aquí estarás seguro, yo mismo me aseguraré de que la paz de tormentas sea acatada y de que todas las criaturas puedan resguardarse en paz. Ahora vamos, sentémonos y descansemos, esperemos a que pase la tormenta. Aquí en pie no estamos seguros y será mejor sentarnos y secarnos al fuego, si es que podemos encender algo. Vamos - Aquellas palabras reconfortantes esperaban también apremiar al viajero para que se resguardara. Las tormentas en esta región venían y se iban veloces, eran frecuentes y muchas veces, duras. Podría ser muy peligroso permanecer en campo abierto. Ya había caído un rayo cerca.

Nos acercamos a la cueva, que finalmente resulta no ser más que un mero saliente recubriendo la hendidura. La lluvia sigue escurriendo aunque es mejor que nada. Allí dentro se encontraban ya un hombre vestido de rojo y dos mujeres. Nada más acercarme entoné el tradicional saludo. - Paz de tormenta - incline la cabeza con respeto hacia el hombre y las mujeres, introduciéndome bajo el saliente. - ¿Se encuentran bien, damas y caballero? - Pregunté a los presentes a mi llegada.

Sin embargo rápidamente me di cuenta de que el espacio no sobraba, pero que detrás había lo que parecía una entrada bloqueada por una gran roca. - Quizá pueda hacer este refugio algo más espacioso... - Dije a los presentes. Tal vez sería demasiado para mi solo, pero si recibiera algo de ayuda... Observé al viajero que venía detrás de mi, tal vez entre los dos consiguiéramos algo. - Discúlpame amigo viajero ¿podrías echarme una mano con esto? - pregunto mientras me acerco a la roca y comienzo a empujar. Quizá no pudiéramos levantarla, pero podríamos hacerla rodas lo suficiente para dejar una abertura.

Sentí un gran alivio cuando oí hablar a aquella persona joven que me había descubierto, parecía amigable, podía que después de todo el lugar que me encontraba no era tan malo como imaginaba, comienzo a seguirla para ir al tan ansiado refugio cuando dos mujeres vuelven a decir lo de paz de la tormenta, parecía ser que era un saludo que daba seguridad durante las tormentas aunque una no estaba del todo segura de nosotros, por tanto en cuanto oí pronunciarlo a mi reciente compañero me apresure a decir - paz de la tormenta - observe a los presentes y vi que el espacio era angosto, y al ver que mi compañero se había percatado de una piedra y necesitaba ayuda ayude sin mas miramientos.

Nada más entrar en la cueva Ludovico se apoya sobre una de las paredes, con la respiración agitada debido a la carrera hasta la cueva, la cual lo dejó exhausto. Ignora a las mujeres y se dedica a escurrir el agua de su capa con una mano mientras que con la otra saca un pequeño pañuelo de seda con una L doraba bordada y se lo pasa por la frente para retirar el sudor. Al momento se da cuenta que ha oído un par de voces preguntar "¿Paz de tormenta?", detiene su quehacer y las mira -¿Eh? oh, si... paz... paz...- para volver a la tarea de escurrir sus faldones, sin embargo comienza a refunfuñar para sí mismo -_{... paz... en estos tiempos... fíate de la lengua de unas vagabundas para que te rebanen el pescuezo mientras duermes cantando a todas las paces de Lathander...-} sin embargo otra irritante voz le saca de su ensimismamiento "¿Se encuentra bien, damas y caballero?". Oh cielos... así jamás podría terminar de secar esa capa... Ludovico levanta la cabeza malhumorado, pero antes de responder ya se han anunciado los planes de agrandar la cueva así que no se molesta en responder y vuelve a su labor de escurrido, en este caso, las chorreras del cuello mientras retorna a sus refunfuñes -_{... al menos hay algo de consideración cuando se arrastra consigo un hedor que nos condena a sufrir asinados como conejos esperando el golpe en la cérviz para al menos haber hecho una cosa útil en esta vida...-}

Esto parece ser una tumba - dice la mujer con cierta preocupación en la voz, mirando la entrada e ignorando los refunfuños del señor colorado, se dirige más bien al tipo educado que saluda y parece tener bondad en su iniciativa.
Se acerca a donde los viajeros hacen esfuerzos con la roca – que nuestro señor Pelor nos proteja, que las inclemencias nos obligan- les sonríe a los hombres y trata de ayudarles con movimientos no menos hábiles ni esforzados que los varones.

Cuando los tres personajes unen sus fuerzas mueven un poco la pesada roca circular, la cual se resquebraja en varios pedazos, algunos de caen hacia dentro del antro y otros por poco les caen sobre los pies a los involucrados en la maniobra. Una gran cámara obscura se abre ante ustedes …

Si postean aqui marquen solo al director, yo filtrare los pos que esten en esta escena

Empecé a empujar pero la roca no se movía, parecía perezosa. De las mujeres una parecía algo incómoda con nuestra llegada pero la otra se mostraba resuelta. Aparentemente estaban en buen estado aunque preferiría asegurarme más adelante. El hombre vestido de rojo estaba refunfuñando, aunque prefería hacer oídos sordos a sus palabras, pues todas las palabras dichas de alguien para que éste no las escuche son con seguridad rastreras. A continuación a mis esfuerzos se une el viajero, que a juzgar por como la roca, muy rezongona ella aún, empieza a moverse, debe de ser un hombre fuerte. Aunque finalmente conseguimos despegar un poco la roca, no parece ser lo suficiente, pero unas terceras manos se nos unen, las de la mujer más resuelta, que parece poner también todo su empeño.

Finalmente con las fuerzas de los tres la roca se mueve, y al parecer por la quietud de años este movimiento le causa un daño irreparable que termina con su quiebre. Al partirse, la roca deja acceso a una cavidad, seguramente un acceso a la torre por un lugar al que no correspondía, quizá un hueco horadado debido al derrumbe parcial. Solo observo oscuridad al otro lado de la misma. Tengo que apartarme un poco para esquivar los restos de roca que caen, pero entonces miro al interior. - Bien, iré primero. Pero antes haremos un poco de luz. - Me arrodillo frente a la oquedad y descuelgo mi mochila de la espalda. Saco de la misma mi lámpara y la cargo con un poco de aceite, al menos para iluminar un poco el camino. A continuación saco el pedernal y enciendo el fuego. La lámpara empieza a destellar y propagar una luz amarilla titilante por la habitación. Vulevo a colgarme la mochila y cojo la lámpara con la zurda, mientras desenvaino la espada con la diestra ante la duda de lo que pueda ocultarse dentro, entre la oscuridad.

Escucho entonces las palabras de la mujer, seguramente inducidas por la oscuridad reinante en el interior. Observo la oquedad y miro de nuevo hacia la mujer. - No se altere, por el lugar en el que estamos creo que debe de tratarse de la torre, al fin y al cabo parte derruida de la misma es la que cubre la hendidura rocosa en la que nos encontramos, posiblemente otra parte del derrumbe golpeara la misma y abriera una brecha, pero la roca quedó en la pared sellando la entrada. Y esa es la roca que acabamos de romper. - Así hablé, tratando de transmitir seguridad a la dama. - De todas formas... - Entonces me postré frente a la entrada, rodilla izquierda en tierra y derecha levantada. Dejé la lámpara sobre el suelo y aferré la espada con dos manos posicionándola frente a mi apuntando hacia abajo, y apoyándome en ella comencé a entonar una oración por las almas perdidas y la luz del mundo. - [size=10]... los demonios huyen, cuando un hombre bueno va a la guerra. [/size]- Así concluyó mi letanía, murmurada frente al acero de mi espada y con la luz de la lámpara entre mi y la oscuridad de la cueva. Acto seguido me puse de nuevo en pie, recogiendo la lámpara y alzando mi espada en vilo.

El anaranjado brillo de la lámpara resplandece en el acero de mi espada. - Adelante, el que quiera seguirme es libre de hacerlo, el que no lo desee puede permanecer aquí fuera. Marchemos en fila de a uno al principio y veamos lo que nos espera dentro... - Invité a cualquiera a seguirme pero sin nombrar a ninguno para no obligarlo en tal empresa. Introduje acto seguido un pie en la oquedad y luego el otro, elevé la lámpara frente a mi para poder observar gracias a su resplandor la estancia que ante mi se abría.

Así que el hombre pensaba que ese pasadizo llevaba a la torre, si así era no podía desperdiciar la oportunidad de ir con él - Yo le acompañare señor, creo que entre varios nos sera más fácil atravesar los peligros que podamos encontrar, usted delante - saco mi arco y lo preparo por lo que podría pasar

Tu motivación, solo aventuras, buscas aventuras y sabes dónde encontrarlas. Has escuchado rumores sobre unas ruinas cerca de un pueblo llamado Oakhurst y te has decidido a buscar las ruinas para explorarlas, asi que te pusiste en camino al mentado pueblo. Sin embargo en el camino una terrible tormenta te ha obligado a buscar refugio cerca del camino, has visto a algunos viajeros que iban delante de ti como se han guarecido en lo que parece ser una pequeña saliente en una colina, mas sin embargo al llegar ahí descubres que las personas que se te han adelantado han penetrado por una gran entrada a las entrañas de la colina, la cual esta coronada por una derruida torre.
Ahora estas ahí bajo la saliente, empapado y parece que nadie de los que llegaron antes han notado tu presencia, ellos, no sabes cuantos con exactitud están adentro de una cámara que parecía estar sellada por una roca, la roca se ha partido en varios pedazos que yacen esparcidos por el suelo y puedes oír voces que vienen de dentro del antro, también hay luces de linternas de aceite.

¿Dónde diablos se ha metido esa gente?.- pienso al llegar al saliente y no ver nada.

Mientras la lluvia sigue cayendo, oigo voces y el resplandor de una luz.

Myrth, no te metas en problemas. Espera a que pase la tormenta y sigue tu camino...-pienso mientras recuerdo ocasiones anteriores en la que no conseguí más que problemas.

Pero mi curiosidad y mi sed de aventuras es mayor que mi prudencia, por lo que con cuidado y silenciosamente penetro en el antro, mientras extremo las precauciones y aguzo el oido.

Antes de entrar echas un vistazo rápido, tus agudos ojos de elfo te permiten ver con claridad
La cámara de piedra más mide por lo menos 25 metros cuadrados. Pinturas descascaradas y dibujos rotos sugiere que una vez fue decorado con un poco de cuidado, pero ahora sólo queda polvo. Hay tres puertas de piedra maciza, una a la izquierda, una a la derecha y una justo enfrente de la entrada.
Hay tres varones en la habitación.

Uno con una espada en la diestra y una lámpara en la zurda lleva una armadura de cuero tachonado y ropas de viajero algo mojadas.
Otro de ellos lleva un arco largo en las manos con armadura de cuero y ropa de viajero. El ultimo es un tipo con una túnica y gorro rojos, lo escuchas parlotear y lleva un búho en su brazo derecho mientras que con la otra mano sostiene una linterna.

-Oh cielos Alexander... te he dicho que solo comas coles, estás empezando a desprender un hedor a cadáver que se me hace insoportable, no necesito otro repulsivo olor más a mi alrededor- lo escuchas decir

También puedes ver a una mujer con ropas de viaje y con coraza, lleva grebas, escuchas sus pasos claramente, así también la escuchas decir:

-Creo que el clima nos ha hecho olvidar los buenos modales, yo soy Thurid clériga y sanadora por la gracia del señor Pelor-
-Parece un lugar seguro-
-Venimos de Oakhurst y nos dirigimos a La casa de Ereon-