No sabíais cuánto tiempo llevabais en el helicóptero, pero tanto Tueray como Rain estaban muy mareados. De nada les servía el agua que Winston les iba ofreciendo de vez en cuando. En algún momento del vuelo habíais dado como una especie de salto en el cielo y el helicóptero había comenzado a girar sobre sí mismo. Después, al cabo de unos minutos que se os hicieron eternos, volvió a la normalidad.
Poco a poco el vuelo se fue haciendo más y más lento hasta que, de repente, aterrizasteis. Fue entonces cuando, de una especie de trampilla que guardaba el helicóptero, salió Silvestre.
- ¡Tueray, no te podía dejar marchar!- Exclama y corre a abrazarle. - Tueray, estos humanos son malos... Tienen capturada a un hada.- Dice entre lágrimas señalando la trampilla. - No quería salir hasta asegurarme de que no me ibais a mandar de vuelta pero la pobrecita está muy asustada.
No sabéis cómo ni porqué, pero Silvestre parecía mucho mas adulta. Por suerte, el helicóptero se formaba por compartimientos, por su gran tamaño. En el vuestro, justo en el centro, tan solo estabais vosotros y Mike, el cual pone ojos de sorpresa y busca la mirada de Winston.
Tal como había supuesto, algo no olía bien en aquel viaje, y había estado tan mareado que no había podido llevar a cabo su plan. Por momentos pensó que el agua contenía alguna hierba para ello, pero no quiso sospechar de uno de los pocos que no le parecía tan corrompido, pero ese Winston empezaba a sospechar que también buscaba algo que no alcanzaba a entender. Eso sin incluir que un hada acostumbrada a volar a través de las estrellas también estuviera mareada.
Al ver a Silvestre decir aquello, Tueray casi saltó hacia la trampilla lo mejor que su mareo aun un poco patente le permitía tras quitarse el cinturón y miró que tenían en ese lugar. Miró también a Silvestre, no le molestaba que la chica hubiera venido, le molestaba más pensar que no pudiera defenderle debidamente de aquellos bárbaros. Cogió la mano de Silvestre y con un gesto de comer y luego de miedo, le dio una semilla dorada. La había llevado para a si mismo, pero en ese caso prefería dársela a ella. Para que de tener miedo, se la comiera.
Posiblemente Rain sepa sobre la semilla de la flor casi inexistente dorada. (No iba ni a mencionarla al irme de nunca jamás, pero dándosela a un npc no problem supongo), "la semilla sería capaz de conceder un deseo (no complejo) a quien se la come".
"Volar 5 minutos, invisible 5 minutos, (cosas simples para nunca jamás)"
Winston miró a Mike con ojos fríos como el hielo.
-¿Es eso lo que le ha ocurrido al hada que aceptó venir voluntariamente con nosotros, Mike? ¿Ha sido secuestrada por la gente que le ha propuesto venir como embajadora tras aceptar venir de buena gana?
Winston no sabía si empezar a ahogar al joven o si llevarse la mano a la cara en señal de incredulidad. Winston intentaba llevar a cabo las cosas de forma diplomática y su propio grupo destrozaba lo que le había costado tanto conseguir: confianza.
Si las miradas matasen Mike estaría muerto. Si el helicóptero siguiese volando quizá Winston no hubiese podido resistirse a darle una patada a Mike con la puerta del vehículo abierta para que probase como volaban las hadas. Pero como siempre mantuvo la compostura.
-Sí, Mike, esa hada iba a venir con nosotros antes de que acabase ahí metida y la diésemos por desaparecida. Supongo que no se habrá metido ahí ella solita y a escondidas. Vas a tener que dar algunas explicaciones... a Rain... y a mi también por supuesto.
Winston le indica a Mike, de forma inperceptible con la mirada, que le siga el juego. Quería intentar que Rain, al menos, siguiese confiando en él. Les haría falta un aliado en Nunca Jamás.
- Emm...- Mike carraspea. - Como sabe, Winston, yo no era el encargado de traer al hada.- Dice, tajante y juzgándole con la mirada. - No tengo ni idea de quién habrá hecho esto. Quizás Rain- Se inclina ante ella.- Pueda preguntárselo.
Por su parte Silvestre coge la semilla dorada con cara de no entender muy bien y la guarda en su monedero colgante.
La mera presencia de Silvestre me descoloca pero no tanto como su versión de los hechos. Ahora ya con mi ceño fruncido, le dedico una mirada a Winston ya que había puesto toda mi confianza en él y en verdad, el sólo hecho de pensar en traición m destrozaba el corazón.
- ¿Quién te trajo Silvestre? - pregunto un tanto preocupada, en parte ignorando a los humanos para centrarme en el Hada. Su versión era lo único que me interesaba, nada más.