Ante la falta de respuesta a las acciones del mago por los implicados, Malk'Evar torció el gesto. No impondría reprimendas ni exigiría alguna compensación por ello, pero en verdad sentía como si le hubieran arrebatado un dulce caramelo de sus manos justo en el momento de comérselo. Pero el mercader era un hombre paciente, sabía que lo que perdía ahora no tendría comparación con lo que podría llegar a ganar más adelante y también que tenía dinero de sobra para comprarse cuantos caramelos quisiera cuando le hicieran falta. Al menos se había llevado el ver como Enzo luchaba por tratar de mantener aquella calma fingida y aquel ligero destello de pavor sincero que floreció por unos instantes en sus ojos.
Pasado aquel bache, llamó a Vincenzo para entregarle los mapas que necesitarían para el viaje, despedir nuevamente al grupo y mandarlo a hablar con Stál.
De entre todas las criaturas a las que Enzo había podido llegar a conocer en su breve vida, la misma que a punto había estado de correr el riesgo de finalizar de manera repentina aquella inocente tarde de primavera, sin duda John Stál era una de las más destacables.
Aquel extraño ser era un hombre hecho de metal, una de esas cosas llamadas constructos creadas miles de años atrás para la guerra con el único propósito de luchar las batallas de sus amos segando vidas sin mostrar remordimientos o compasión de ningún tipo. Sin embargo, John estaba a eones de encajar con aquella descripción, por algún motivo que escapaba de su conocimiento, Stál renegaba de su naturaleza y exigía ser tratado como un humano por el resto, de hecho actuaba como tal o, mejor dicho, como el creía que debía de actuar un humano.
Su manera de replicar los comportamientos era desmesurado, convirtiéndolo en una parodia de aquello que pretendía ser, se daba atracones de comida con bebida incluida obscenos, reía a destiempo de todo aquello que consideraba que debía ser tomado como gracioso, creando un sinfín de escenas incómodas, y vestía con ropajes de lo más llamativo que llegaban a competir con los atuendos de Enzo. Definitivamente estaba claro por qué Malk'Evar había decidido incorporar semejante especimen a su feria.
El que sus labores se limitasen a actuar como tesorero o guardián de los almacenes eran quizás una pista sobre que parte de su herencia de forjado aún no había desaparecido, pues en su cabeza era capaz de almacenar inventarios actualizados de todo lo que allí se guardaba así como un control minuciosamente exacto del oro que entraba y salía de las arcas. Algo que resultaba hasta cierto punto triste, pues dejaba en clara evidencia que tratar de ser algo y ser algo eran cosas muy distintas ya que podría fingir sus excesos pero estaba claro que no sentía el gozo de cometer los pecados.
Tras recibir las cartas de la región, Enzo encabezó al grupo destino a la zona en la que guardaban el equipo, su viejo amigo Johnny lo esperaba allí. En verdad era un tipo un tanto particular pero siempre reía las gracias del bufón sin llegar a quejarse nunca del mismo, algo que podría considerarse un merito o una carencia total de criterio.
En pocos minutos, los enanos, la arquera y el mago, se encontraron nuevamente avanzando entre un bosque de tiendas de gran tamaño aunque algo menos concurridas que las anteriores. Fue entonces cuando una voz los sobrevino a todos.
-¡VINCENZO! Mi buen amigo Enzo ¿Qué pasa Enzie?- El diminutivo había sido su idea del día y había esperado el momento de poder usarlo. Pero el saludo no fue, ni remotamente, lo más llamativo del tema, ante ellos se encontraba un forjado revestido de alguna clase de metal dorado cubierto por ropajes similares a los de un gentilhombre conjuntados con pésimo gusto y coronado por un sobrero de ala ancha con una pluma de faisán teñida de añil. -Deberíais andaros con cuidado, le conté la broma que hiciste sobre su madre a Shalak'ir y pareció no gustarle demasiado, de hecho pareció enojarse contigo y no entiendo muy bien por qué, era una historia graciosa ¿No?- El forjado se encogió de hombros.
-Bueno, supongo que estos serán tus nuevos compañeros de aventuras y que habréis venido aquí para abasteceros antes de partir, permitid que me presente.- Y acto seguido saludo al resto acercándose a ellos uno por uno mientras les ofrecía la mano para un choque que bien podría haber dislocado algún hombro por culpa de su fervor. -Maese John Stál, para serviros.- Al llegar a la altura de Caerwyn, Stál se retiró el sombrero y se inclinó sobre una de sus rodillas mientras bajaba la mirada y alzaba su mano libre en espera de que le entregara una de las suyas para besarla delicadamente como había visto hacer a los caballeros. -Vuestra belleza me impresiona, joven dama.- Terminó por decir a la espera de su respuesta con un tono absolutamente sincero.
Caerwyn dejó escapar el aliento que había estado conteniendo cuando el mago intervino y se apropió de la manzana. Cuando devolvió la flecha al carcaj no había revancha en la mirada que Caerwyn dedicó a Enzo, sino lástima. Malk'Evar había revelado sus cartas antes de tiempo, demostrando qué tipo de persona era realmente. No era el mecenas generoso que había parecido al principio, amante del arte, sino una persona que estaba dispuesta a sacrificar a un sirviente por un momento de diversión. Si Enzo era prescindible para Malk'Evar, cuando parecía evidente que llevaba sirviéndole durante muchos años... ¿qué valor tendrían para él las vidas de aquel grupo de desconocidos que había reunido azarosamente en una taberna cualquiera en una de las muchas paradas de su ámbula comercial?
A Caerwyn se le erizó el vello de la nuca. Ahora más que nunca le parecía que aquella torre iba a albergar más peligros de los que Malk'Evar había hablado.
Sumida en tan funestos pensamientos acompañó al resto al exterior. Cuando pasó junto a Lezard le posó una mano en el hombro y le dijo en voz queda:
—Gracias, señor mago, por tu sabiduría.
La actuación del forjado, empero, le devolvió la sonrisa por unos momentos. Era evidente que Stál sólo estaba imitando los ademanes y vocabulario de un caballero, pero no tenía, realmente, ni la más remota idea de lo que estaba haciendo o diciendo. Y por tanto, era más fácil seguirle la corriente que tratar de explicarle sus errores.
—¡Oh, sois muy gentil, mi señor! —dijo ofreciéndole una mano para que la besara mientras que se llevaba la otro al rostro en un gesto de mojigatería—. Y yo que pensaba que la caballería estaba muerta.
Al final todo resulto para bien, no hubo nada más allá de la corta mirada de el enano y al salir la acción de Caerwin denotaba que había dado el valor correcto a sus palabras, no quiso mencionar palabra alguna, a ella solo le dio una sonrisa y una leve reverencia el señal de aprecio y paz.
Ahora llegaba la parte interesante del asunto, debíamos equiparnos, curioso fue que quien nos recibio para esa parte fue un forjado, esperaba un humano pero vaya sorpresa pensó para si Lezard, este dio el recibimiento esperado al equipo, y quizás más aún a Caerwin quien respondió a este tal cual era correcto hacer.
Después de ello, Lezard no quiso perder tiempo pues muchas cosas interesantes esperaban, Enzo, Señor Stál donde puedo comprar cosas para la misión a mano? no quiero ser inapropiado pero valoro el tiempo y quiero aprovechar el mio, pueden decirme el camino?
De no haber sido algo imposible, Caerwyn podría haber jurado haber visto, por una fracción de segundo, un ligero rubor apareciendo en el rostro de forjado ante la reacción que obtuvo por su halago. Inmediatamente después, John se apresuró a ponerse en pie henchido de orgullo y dispuesto a responder a Lezard.
-No debéis preocuparos por nada, buen señor, pues mi buen amigo Vincenzo os ha traído hasta mi para que yo cumpla esa parte del trabajo así que, decidme ¿Qué necesitáis?- Se detuvo un par de segundos para recapacitar. -¿Cuerdas? Ahora mismo disponemos de setenta y tres unidades de cincuenta pies de cáñamo y otras veintidós de seda ¿Lamparas de aceite? Disponemos de diecisiete unidades y treinta y cuatro viales de combustible. Cómo podéis intuir, estamos bien surtidos, así que decidme lo que creáis que podríais necesitar para vuestro viaje y el bueno de Stál hará lo que pueda para conseguirlo.- Termino John resaltando la plena confianza que poseía en sus capacidades.
-¡Johnny, amigo del alma! Ven y dame un abrazo, pero de los que no rompen huesos, ya sabes, ¡jajajajaja!
Por todos los dioses, cómo le caía de bien aquel forjado. ¡Era tan increíblemente divertido! Sobre todo cuando le enseñaba cosas disparatadas diciéndole que eran costumbres de otros países y culturas. El pobre se lo creía todo como un bendito, ¡oro daría Enzo por encontrarse con más gente como él!
-¿En serio se ha enfadado por ese chiste tan gracioso? Bah, ni caso, le habrá dado rabia no ser el primero en oírlo o no oírmelo directamente a mí, ya sabes cómo es, siempre con sus costumbres raras de hombre reptil.
Enzo hizo un gesto de "qué le vamos a hacer" y dejó espacio para que su buen amigo saludara a los recién contratados. Y cuando John se puso galante con Caerwyn, el bufón no pudo evitar acercarse para decir:
-Aaaaw, qué monos. ¿Queréis que coja unas cuantas flores y os las eche por encima? Quedaría muy pero que muy bien.
Sin emabrgo, el mago volvió a interrumpir, esta vez con una pregunta que fue respondida por el forjado. Aquel mago podía ser entrometidillo, pero el bufón le debía (posiblemente) la vida, por lo que estaba dispuesto a aguantar eso y más e incluso a ayudarle un poco. Sólo un poco.
-Si hemos venido aquí precísamente es para comprar lo que necesitemos. ¡Materiales de primera, objetos de excelente manufactura! Si no lo encuentras aquí, no existe, amigo mío. Y por descontado que las tiendas del pueblo no tienen artículos de esta calidad, así que créeme si te digo que saldremos de aquí óptimamente surtidos.
Luego se acercó a Stál para decir:
-Johnny, cuando puedas ponme un equipo de viaje básico. Ya sabes, raciones, un petate, un odre o dos de agua, algo de tiza para marcar el camino o dibujar en las paredes, algo para encender fuego, una cuerda de seda... Esas cosas que un aventurero necesita.
Kurin guardó las primeras 100 monedas de oro que formaban parte del oro inicial que les daba el mercader por la misión.
Luego de llegar ante el forjado repasó su equipo, tenía comida y bebida, tenía su arma, armadura y escudo. No le hacía falta luz debido a que su raza veía en la oscuridad. Tenía un petate para dormir a la intemperie si hacía falta. No iba a ir en una montura porque no le gustaba montar, quizás le viniese bien una cuerda pero si alguno de los demás ya llevaba una a él no le haría falta otra. Arma a distancia no tenía pero estaba Caerwyn y el mago como poco para luchar a distancia. Así que lo único que se le ocurrió decir fue ¿tenéis algo de equipo mágico? se le olvidó presentarse al forjado y ni siquiera sabía si había que hacerlo ante un ser que no era de carne y hueso así que no dijo nada más.
El enorme perro de Caerwyn se acercó al forjado para olisquearlo.
—¡Eh, creo que le gustas! —dijo.
No había terminado de pronunciar esas palabras cuando el cánido levantó una pata y echó unas gotas de orina sobre el forjado para marcarlo.
—Oops, ¡lo siento! ¡Canthus, eso no se hace!
Carraspeó.
—¿Tenéis munición especial? Flechas de adamantita y cosas así.
Khar no rompio el silencio que aun estaba en el. reviso que todo estuviera en orden, junto al oro ya pagado. se dispuso a resar al destino y se interno a afilar y preparar su equipo. En parte parecia desinteresado y dejaba que el mundo transcurriera al tiempo que debia transcurrir, si alguien le preguntaba algo solo respondia simplesas. y solo se preparaba para que le informaran que habia que partir
Lezard sonrió ante las explicaciones de Enzo y John, sin duda le atraía mucho la idea de tener cosas de calidad entre sus pertenencias, solo le preocupaba un poco si el dinero le alcanzaría.
En fin solo se dedico a esperar a que se presentará a el lo que se le había prometido ya!!!
Muy bien, empecemos entonces.