Partida Rol por web

Me quedo demasiado sorprendida al ver como el guardia esquiva mi golpe.
Juraría que casi lo mato con la jarra, deben ser por los efectos del alcohol.
Eso hace que quede expuesta y sea cogida fácilmente.
¡Hum!, no me hagas que me replantee ser considerada.
Antes de llegar a replantearme nada el pistolero hace vía con mi atacante.
No ves, un jarrazo te habría dolido menos, pero no. El señorito ha tenido que hacerse el duro.
Doy un rápido vistazo alrededor por si había algún invitado más a la fiesta.
Perdona viejo, ¿qué ibas diciendo?
Digo sin todavía centrarme la vista en él, ahora estoy mirando al pistolero.

Con un compañero muerto, y otro frente a Daisuke gravemente herido, el guardia que quedaba frente a Irina retrocede, sujetando a su compañero herido y dejando atrás al guardia caído salen por la puerta de la taberna, no sería gran cosa asomarse por la puerta tras ellos, no parece que vayan a correr mucho con sus heridas.

¡Vaya pistolero! - Sonríe el viejo enormemente impresionado- Sangriento y despiadado, por tu piel bronceada y tus armas puede verse que eres un pirata, aunque no es exáctamente lo que busque, tal vez quieras también unirte a mi propuesta por una cantidad de dinero

Y tras la tempestad, la calma.
Sin variar ni un ápice mi expresión, me limito a calarme el sombrero hasta que su ala me cubre los ojos.
Enfundo mis armas todavía humeantes y con pasos que resuenan en el ahora silencioso local, me encamino hacia la barra.
En ella, el mesonero pálido a causa del espectáculo, contempla como me acerco, y ya apoyado ante el, me limito a chasquear los dedos mientras dos palabras surgen de mi boca.
Ron. Abundante.
Y nunca un pirata fue mas rápidamente servido en toda la historia del mar.
Escucho la propuesta del viejo mientras dejo que el delicioso néctar, baje por mi garganta hasta calentarme las tripas.
Y cuando deposito la jarra vacía ya con un seco golpe sobre la madera de la barra, Apenas me giro para contestar.
Pirata soy asi es. Antes muerto que rendir lealtad al gobierno central. Y en cuanto a tu oferta, acepto. No solo por la futura recompensa. También, por mis ganas de juerga.
Solo entonces me giro levemente hacia mi compañera en esta trifulca para añadir.
Chiquilla, si quieres seguir viva en este ambiente, te recomienmdo que la próxima vez, desenvaines ese alfiler tuyo y hagas algo útil.
Y dicho esto, le hago un gesto al camarero para que sirva tres jarras mas de preciado ron.
Alzo la mía mirando al viejo y me la bebo otra vez del tirón como signo de que tenemos un trato.

Sonrío al contemplar como se va desarrollando la escena entre el anciano y el pistolero.
Me alegra ver que aceptas oferta antes de saber de que se trata, esto demuestra que tienes mucha confianza en ti o que te quedan por patear pocos objetos antes de morir.
Miro mi espada enfundada antes de seguir hablando.
Si necesitase una espada desenfundada para derrotarlos a ellos más me valdría quedarme en casita leyendo libros, aunque no critico que para ti representasen un duro desafío.
Después de esto suelto una gran carcajada y le doy al pistolero un amistoso golpe en el hombro.
Lucha mejor de lo que esperaba al verle.
¿Vamos a seguir hablando de negocios aquí o por el contrario vamos a hablar tranquilamente en otro sitio?.
Si continuamos aquí tendremos que enfrentarnos a más refuerzos, no quiero ir lastimando a la gente sin necesidad.
De repente me doy una palmada en la cabeza.
¡Ains!, que cabeza tengo. Se me ha olvidado presentarme ja, ja. Mi nombre es Irina y mi especialidad es la lucha con jarras de cerveza, la espada es solo para aparentar ja, ja.

Plenamente recuperado de mi leve altercado con los pipiolos de la guardia, tras trasegar el preciado ron, me permito una leve sonrisa no exenta de cierto toque irónico al escuchar a mi interlocutora.
Esperemos que cuando te llegue la hora de demostrar tu arte en la esgrima, seas mas letal que sirviendo jarrazos. Afortunadamente, eran jarras vacías. De lo contrario, hubiera sido un desperdicio.
Y tras estas palabras, espero a ver que tiene que decir nuestro anciano misterioso. Y mientras espero, añado.
Daisuke Smith. Del mar del oeste. Y por lo que a mi respecta, mientras haya fuerzas del gobierno con las que medir mi valía, aceptare encantado el trato.

La isla Kalees era una de las islas más calurosas del sur-este del West Blue, un paisaje desértico adornado de vez en cuando por bosques de árboles retorcidos pero exuberantes y oasis de ensueño donde las jaimas parecían reproducirse como setas. En la mayor ciudad de todo Kalees: Zalas, era donde te encontrabais entonces, tras una pequeña refriega en la taberna del Atún Reseco, aquel viejo os servía dos vasitos de ron ardiente y seco, tan fuerte que el calor subiría por la laringe para escapar palpitantemente por vuestras fosas nasales. La ciudad rebosaba pobreza y hambre.

El Sultán Harold lleva meses recluido en palacio, de tierras exóticas traen vicios tan caros como extraños de los que disfruta noche y día, habiendo olvidado por completo su ciudad. Sus guardias han abandonado las calles, estos probablemente venían a por suministros de alcohol, no avisarán a nadie porque como he dicho, la guardia ya no baja por las calles de Zalas.

El viejo toma su chupito y sus labios parecen arrugarse aun más, reprime una mueca de escozor, no se le da muy bien beber, y exhala casi disimuladamente el aire caliente antes de continuar - El Sultán debe ser asesinado, no se sabe nada de su hijo varón, pero si aún mantiene la cordura que su padre ha perdido, debe tomar el cargo y restituir el orden de la ciudad.

No hace falta decir que si matais al Sultán os convertireis en proscritos... bueno, más aún si no lo erais, pero os recompensaré con veinte mil berries.

El tabernero escucha, pero no mira, no parece tener demasiado que añadir y se dedica a estar sentado, algo alejado por detrás de la barra, parece que anda arreglando un cachivache metálico, por lo descuidado que lo manosea, debe ser más un pasatiempo que auténtico conocimiento.

Asiento en silencio al escuchar la narración del viejo sobre el estado de la situación y la ciudad. Y no es que me tiemble el pulso precisamente mientras acabo mi segunda ronda de ron.
]]¿Crees, anciano, que con ese magnicidio solucionaras algo?.
Por supuesto, también he bajado el tono de mi voz mientras echo una mirada de soslayo, al posadero. Y cosas que pasan, mi zurda, libre pues de la jarra de ron se encarga mi diestra, se apoya en la culata de una de mis armas mientras echo esa mirada.
Matare a ese sultán para ti. Pero me reservo el derecho de matar también a su hijo si este no me convence de estar capacitado para el cargo.
Callo un instante antes de continuar.
A partir de este momento, tu yo tenemos un trato. Veamos que opina nuestra espadachina particular antes de examinar el palacio, observar sus puntos de acceso, controlar al objetivo y calcular rutas de escape.
Una leve sonrisa, es lo único que se puede ver por debajo del ala de mi sombrero. Ese sultán, es ya cadáver. Para mi, solo quedan pequeños detalles de los que preocuparse.

Confusa me rasco la cabeza con la mano derecha.
Piensa,piensa.
Pero por más que lo intento no logro sacar nada en claro.
Te acompañaré en la misión aunque todavía no he dicho que sí tampoco me he negado. Juzgaré como es la situación cuando la vea y no tomaré ninguna decisión por adelantado.
No me preocupa ser una proscrita pero no voy a ir quitando alegremente vidas sin motivo aparente.

El viejo sonríe - Está casi todo pensado, solo esperad aquí al anochecer- El viejo muestra una llave y os señala al camarero que os sirve cuanto ron y tes necesiteis. Al anochecer vuelve a aparecer con el mismo aire misterioso y os hace ademán de dejar los pesados baúles que llevais con vosotros a un lado tras la barra.*

Caminais por las calles de la ciudad, el llanto de un niño desgarra la tranquilidad proporcionada por un cielo lleno de estrellas en el que una luna nueva no es capaz de cubrir la luz que de los astros llega hasta vosotros. Las palmeras se mecen con suavidad como jirones de tela produciendo el característico susurro seco que siempre hace girarse al más desconfiado.

Auta sin embargo sabe bien a donde se dirige. Pasa sin apuro frente a las puertas principales de palacio, donde no se ve ni un guardia, la puerta está cerrada y ni siquiera se ven luces de centinelas apostados en los lugares de vigilancia, acercandose entre dos casuchas  se acerca a un lado de la pared y mueve uno a uno varios ladrillos, dejando una pequeña grieta por la que arrastrarse, al otro lado se pueden ver los jardines reales.

Os puedo decir, que los aposentos del Sultán están en el piso superior, pero no puedo asegurar que esté allí

Al fin llega el momento de movernos.
Por solitarios y polvorientos callejones, avanzamos los tres conspiradores preparados para dar el golpe.
Y sin embargo, tanta tranquilidad me escama.
Nos detemos al fin ante lo que parece un muro de ladrillo y, sin embargo, tras una leve manipulación por parte del viejo, aparece ante nosotros un hueco por el que poder acceder al recinto palaciego.
Me asomo con suma precaución para observar y no se ve ni un solo guardia.
O la vigilancia deja bastante que desear, o nos estamos metiendo de cabeza en una trampa.
Y a mi precisamente, me encanta reventar trampas.
Reviso mis cananas repletas de munición.
Compruebo que mis armas se deslizan de sus fundas sin ningún obstáculo.
Todos los cartuchos son nuevo y por tanto ninguno fallara.
En el bolsillo interior de mi chaqueta, noto el agradable peso de la petaca de ron que me he agenciado para esta misión.
Y finalmente, me calo el sombrero aun mas si cabe, pues a mi poco me importa que sea de dia o de noche para llevarlo y mirando al anciano por debajo del ala, digo.
Quizá en el piso superior, quizá en el harem de concubinas, o quizá en el bar. Da lo mismo. Yo solo necesito una oportunidad.
Y la luz de la luna, arranca un destello de los dientes que muestro en algo que no es una sonrisa. Por mi, todo esta listo.
Hago un gesto a nuestra acompañante y añado.
¿Te unes a la fiesta espadachina?. No quisiera hacernos esperar.
Y aprovechando que una nube pasajera, eclipsa momentáneamente a la luna, sin hacer ruido alguno, me deslizo por la grieta para llegar hasta los jardines.
Listo para empuñar mis armas, compruebo, mirando a derecha e izquierda, que de momento no parece que nos detecten.

Avanzas por los setos y jardines, dos tigres descansan encadenados, sus ojos brillan a la luz de las estrellas y ambos  levantan su cabeza al verte pasar, una pajarera gigante duerme silenciosa aún cuando cometes el grave error de apoyarte en una de sus puerta haciendo crepitar la estructura, pero sin alterar a ninguna de las aves cantoras de su interior.

Una puerta decorada aguarda abierta a la llegada de Daisuke, parece entrar en palacio, cuando el regicida se acerca a ella, dos guardias parecen levantarse y mirar con extrañeza la figura de Daisuke, éste también les mira algo embobado. Ambos van armados con espadas, llevan unas vestimentas parecidas a las de los guardias que irrumpieron en la taberna... y sin embargo hay algo diferente en ellos.

Daisuke podría acabar con ellos de una ráfaga de disparos, pero eso alertaría a todo el palacio.... no parece la mejor de las ideas.

Subrepticiamente, avanzo por el jardín del palacio. Dejo atrás todos los obstáculos que me encuentro aunque no puedo evitar arquear una ceja al ver un par de tigres blancos.
No se priva de nada el sultan este no.
Prosigo con mi avance hasta que vislumbro una entrada sin vigilancia. Y mentalmente ya me estoy frotando las manos ante la facilidad del trabajo cuando, era inevitable, todo se tuerce.
Ante mi, aparecen dos guardias con pinta de maromos. Y por lo que a mi respecta, es hora de empezar la fiesta.
Me alzo de pronto y salto hacia delante con la rodilla derecha alzada. Mi intención, es destrozarle el pecho al maromo numero uno antes de que de la alarma.
Pero soy consciente del segundo maromo claro que si.
Y si ocurriera lo peor, estoy preparado para liarme a tiros.
Realmente, los tiros son mi parte favorita

Todavía indecisa sobre cual será mi elección respecto al sultán sigo a nuestro nuevo socio con el mayor sigilo que puedo intentando no romper la atmósfera silenciosa que reina.
¿Este silencio es normal en esta ciudad?, sea normal o no a mi no me acaba de convencer.
Cuando nos paramos en el muro dejo el pesado baúl suavemente en el suelo.
No podía arrastrarlo para no hacer ruido y ahora tengo los brazos un poco entumecidos.
Después el viejo crea una pequeña grieta a base de mover ladrillos y al no ver guardias mi instinto me dice que algo va rematadamente mal.
¿Cómo sabíoa él lo de la grieta?, ¿dónde están todos los guardias?
Niego con la cabeza antes de entrar y miro al viejo con una sonrisa.
¿Nos estará tendiendo una trampa?, sea como sea solo hay una manera de saberlo.
Viejo, te encargo a ti vigilar mi baúl. Yo solo necesito la espada.
De repente me acuerdo del arma de mi compañero y me llevo una mano a la frente.
No me acordaba hasta ahora, esas armas tuyas serán muy útiles pero nos descubrirán por su ruido. Procura no utilizarlas.

Daisuke avanza sigiloso por los jardines, Irina le sigue y en un momento que se detiene a ver una fuente le pierde de vista, Irina avanza sola cuando escucha unos golpes y alcanza a ver a Daisuke empujando a un guardia contra la rodilla del pirata haciendo que el guardia pierda el aliento en una ahogada exhalación.

Ambos se zafan del marino y sacando sus espadas tratan de cortarlo, pero con las pistolas en su mano y sin necesidad que estas rezumen humo, detiene el acero de los guardias devolviéndoselo de nuevo con un golpe de culata

Estos tipos están entrenados. Y a mi se me esta agotando la paciencia. Vuelvo a lanzarme sobre el primero de los guardias tratando de dejarlo sin sentido con un golpe de la culata de mi arma derecha.
Pero se diría que el turbante del guardia, amortigua bastante el impacto del golpe.
Mascullo una maldición entre dientes mientras espero la contra de este par de tipos.
Y entretanto, echo un vistazo a mi alrededor sorprendido de que no hayan dado la alarma. Y en el fondo, sonrío para mi pues es inevitable que, tarde o temprano, el asunto se caliente de la manera que tanto me gusta a mi.

Avanzo concentrada en mi misión hasta que veo algo que me llama la atención y me acerco a inspeccionarla.
¿Que fuente más bonita!, si es tan bonita de noche de día tiene que ser preciosa.Todavía estaba mirando los adornos de la fuente cuando escucho unso ruidos de pelea.
¿Maldición!, este ha empezado la diversión sin mí.
Me acerco corriendo y desenfundo mi espada.
Ahora no es momento de tener miramientos, debemos evitar que den la alarma.

Los guardias vuelven a tratar de golpear a Daisuke, uno de ellos consigue sujetarlo por el hombro, y el otro le lanza un puñetazo en el estómago, los tres se revuelven y Daisuke consigue sacárselos de encima de una patada, es raro... son tipos duros, pero definitivamente no son como los que entraron en el bar, esta manera de pelear y aquella manera de pelear... no es la misma, y supuestamente los guardias de un palacio deberían ser instruidos todos igual

Irina blande su acero, lanzando una estocada hace que uno de los guardias deba apartarse de Daisuke para esquivarla mientras un sablazo al aire aparta al otro. - Vete, yo me encargo de estos dos - Ambos guardias blanden sus sables, y observan a la contendiente que se muestra altanera ante las espadas de ambos, pero el acero de Irina debería mantenerles alejados para permitir a Daisuke entrar por la puerta y ir derecho a su objetivo, antes de que el escándalo de la pelea llegue a todo el palacio

A punto estoy de desenfundar listo para repartir plomo, pues a mi ya se me ha ocurrido otra manera de cumplir con la misión, cuando la espadachina, curiosamente, da un paso al frente lista para entablar combate.
Arqueo una ceja sorprendido, por debajo de mi sombrero claro esta, y me limito a asentir.
Sin mas perdidas de tiempo, me cuelo en el palacio de una vez por todas y lo hago, aprovechando la confusión que provoca la llegada de la espadachina.
Pero eso no significa que pueda callarme.
Por tanto, me giro y sin gritar pero con cierta sonrisilla en el rostro, digo.
No te pongas a buscar jarras de cerveza. Te lo digo por que te estas jugando la vida. Es hora de que desenvaines ese pinchito que llevas.
Y ahora si. Yo por mi parte desenfundo mis armas, me agacho aprovechando las sombras de la noche, y me pierdo de vista por los corredores de palacio.
Tengo curiosidad por ver que tal le sientan un par de onzas de plomo a cierto sultán, entre ceja y ceja.