En el plenilunio Lord Onotangu se alza en los cielos coronando la noche, bañando los vastos arrozales y el tupido bosque con su luz. Meciendo las llamas casi con ternura, una suave brisa recorre aquel cobertizo entre la arboleda donde una madre y su hijo se cobijan de las gélidas garras del invierno. Las Fortunas hoy no les sonríen. El trabajo les rehúye y no hay señor que se preocupe por sus vasallos. El hambre hace mella en sus rostros, la miserable cena del último puñado de mijo, y un poco de sopa caliente, ha de ser suficiente para los dos. La madre, preocupada por su retoño, cede su bocado y permanece tendida junto al fuego.
Está gravemente enferma, pero eso el chico no lo sabe. Febril, la frente le arde y siente el frío en los huesos pese a que varios mantos la cubran casi por completo. Murmura, absorta en sus pensamientos: "Takeo, no te preocupes. Mañana será un nuevo día. Todo será mejor." Sintiendo la calidez de la mejilla de su cachorro contra su pecho, se queda dormida acariciándole el cabello. Finalmente, al poco, arrullado por las caricias y la respiración profunda de su madre, ambos quedan dormidos.
La noche se hace corta, los sueños son extraños y al despertar la caricia de los rayos de Amateratsu ya le calienta el rostro. Hace frío, las mortecinas brasas de la hoguera hace tiempo que sucumbieron. Despegándose con cuidado de su madre, el chico la abriga aún más y cogiendo su propio arco sale a buscar algo de alimento. Al posarse en una rama, concentrándose completamente en su labor, un pequeño pájaro se convierte en el desayuno. Tras mucho vagar y no encontrar nada más, termina yendo a por leña y retornando al hogar. Prende el fuego, despluma al animal, y tras sacarle las entrañas y limpiarlo con cuidado pone la escasa agua que le queda en el puchero, poniéndolo a hervir. De nuevo un intento de sopa, de nuevo muy poca carne, pero tendría que servir. El desayuno está listo, con dulzura llama una vez a su madre a comer, dos, tres... pero no responde. Quizá necesite más descanso, la deja estar. Se termina su ración y espera con lo que queda del animal y el caldo manteniéndolos calientes aún en el fuego. Seleccionando ramitas y piedras se entretiene haciendo flechas con restos de cordel y las plumas recién conseguidas. El tiempo pasa volando entretenido en sus quehaceres, cuando termina y llama de nuevo a su madre para que desayune. De nuevo no hay respuesta.
Cuando él estaba enfermo su madre lo obligaba a comer, así que haciendo su papel, prepara la comida en un intento de cuenco de madera y un platillo y se arrodilla junto a ella. Le toca el hombro, parece dormida. La zarandea con suavidad entre palabras amables meciéndola a placer, pero no halla respuesta. Le vuelve el rostro hacia él. Contempla su bello rostro al tacto helado, sus rosados labios tornados blanquecinos, sus vivos ojos de perlas de ébano entrecerrados, con la mirada perdida. No entiende lo que ocurre. Reclama y espera a su madre. Con el atardecer y el nuevo amanecer sigue buscando comida, cazando para él, cazando para para ella. Guardándole sus bocados, aunque ya nos los coma.
Al tercer día, sentado junto al fuego contemplando el crepitar de las llamas, comprendió que no volvería a responder.
Con automatismo salió del cobertizo, y dirigiéndose hacia el lugar más hermoso que conocía, cavó con sus propias manos desnudas. Cavó, cavó y cavó hasta el nuevo amanecer. Al cuarto día le tomó su tiempo, pero le dio sepultura. Cobijada bajo las raíces de un viejo árbol y una única piedra ejerciendo como lápida, nadie sabría que allí descansaría su madre, nadie salvo él.
Volviendo a lo que durante el invierno se había convertido en su hogar, observó el lugar con eterno anhelo y total desgana. Vacío y solitario, tanto el cobertizo como lo más profundo de su corazón, los rayos de Amateratsu reclamaron su atención. Sutiles reflejos manaban del rincón donde descansaban en su atril el daisho, y tras este, a su vera, la polvorienta, vieja y mellada armadura de su madre. Por un momento, le pareció que le llamaban.
Se encontraba perdido, solo, sin la guía de su madre no sabía qué hacer. Le tomó un tiempo decidirse, pero finalmente le ganó el instinto del guerrero. Ciñéndose los correajes se vistió la armadura, ajustó el daisho al obi, y haciéndose con sus escasas pertenencias decidió abandonar para siempre aquel lugar. En cambio, algo le esperaba más allá en el camino por el que debería abandonar el bosque.
Escuchas una voz débil, suave, curiosa e inquisitiva desde vete tú a saber dónde.
- ¿En verdad eres digno de portar esa armadura?
Acto seguido, el silencio. Solo te acompañan los ruidos de la naturaleza. Tienes el presentimiento de que, aunque respondas o lances una pregunta, no hallarás respuesta.
Aún queda un buen trecho hasta salir del bosque.
Has creado flechas
¿Qué harás? Puedes seguir caminando hasta salir del bosque por el norte, pero... ¿y luego qué? Hacia el norte, a varios días de marcha encontrarás un camino hacia la civilización, hacia el este, el río, hacia el oeste, más bosque, y hacia el sur... es del lugar del que vienes. ¿Qué planes tienes? ¿Cómo pretendes ganarte la vida? Tienes muchas preguntas que formularte, y a las que darte respuesta.
Los rayos de Amateratsu se adentraban en el interior del bosque, por los huecos que dejaban las ramas de los enormes árboles que se alzaban como gigantes en aquel inhóspito terreno. Allí se encontraba Takeo con la armadura y el daisho de su madre, avanzando por la tierra nevada dejando atrás una serie de huellas que representaban el camino que había iniciado. Atrás, abandonaba su pasado, su madre y aquello que había llamado hogar. Aunque el recuerdo de su progenitora seguía vivo en su mente, aún no había digerido la amarga noticia de su fallecimiento, pero tenía claro su propósito o eso creía.
<< ¿Hago bien en abandonar aquel lugar? Tal vez… No, no… no tiene que haber dudas en mi mente, ya he decidido que hacer y ese será mi destino. No puedo dejar que las dudas nublen mi juicio. Seguro que madre estaría orgullosa de mi decisión y la llevaré conmigo, siempre >>
Una voz hizo que los pensamientos de Takeo desaparecieran al instante, por instinto llevó la mano a la empuñadura de la katana. A continuación miró a su alrededor y solo encontró árboles, nieve, tierra, rocas… pero no había ningún humano. El muchacho cesó su paso y se centró en su entorno observando detenidamente todas las direcciones, incluido el suelo. No llegó a encontrar ninguna huella, o algo similar, que delatara la presencia de otra persona.
- ¿Quién lo pregunta? – aguardó las formas, aunque su entrecejo fruncido y la tensión que ejercían los dedos de los pies reflejaba el malestar que le había ocasionado aquella pregunta.
<< ¿Quién se cree este individuo en hacer tal pregunta y no dejarse ver? >>
- No responderé hasta que usted no aparezca – las palabras de Takeo se repetían en aquel eco infinito. Después de unos segundos, el fruncido rostro cambió a uno de sorpresa y en un tono dubitativo preguntó - ¿Hola…? – la tensión en sus pies desapareció y volvió a mirar a su alrededor – Me lo habré imaginado… -.
<< Debo de centrarme ya que así no llegaré a ninguna parte, vamos Takeo no es momento de escuchar voces… >>
El muchacho miró el daisho de su madre y la coraza… deslizó las manos por ella con un entristecido rostro mientras los recuerdos de su progenitora seguían bombardeando su mente en fogonazos ininterrumpidos, recuerdos que cesaron en la cálida sonrisa de Mei. Los labios de Tomasu, su antiguo nombre, dibujaron una triste sonrisa a la vez que sus ojos se abrieron mirando el horizonte, rebelando su propia respuesta a la pregunta.
- Sí, soy el único digno para portarlo – murmuró a la vez que inició de nuevo la marcha hacia el este para ir hacia el río y así seguir dicha corriente de agua dirección norte. El viaje iba a ser duro, necesitaba agua y con suerte podría haber presas que decidieran acercarse a esa orilla.
No sabía con exactitud a cuanta distancia estaba el río, pero iba en la dirección correcta. Con la ayuda de las manos iba apartando algunos matorrales en aquellos puntos del bosque en que la vegetación se volvía cada vez más espesa.
Pasaron las horas y el sol ya iniciaba su descenso, era momento de centrarse en cazar algo, no tenía hambre, pero sabía que la caza hay que tomarla con paciencia y constancia. Takeo aprovechaba el camino para ver si lograba encontrar algún animal con el que alimentarse y un lugar para pasar la noche, por suerte seguía teniendo agua en su botella.
Motivo: Rastreo
Dificultad: 10
Tirada (3): 1, 5, 6
Guardados (2): 6, 5 (Se tiran de nuevo solo los dieces guardados)
Total: 11, Éxito
Necesitaré hacer unos cuantos más para ir pillando rodaje con el personaje y darle forma. Cualquier fallo o comentario no dudes en decirmelo, así voy aprendiendo y mejorando!
Según reanudabas la marcha tras que escucharas aquella voz, de nuevo te volvió a hablar con un tono escéptico mientras sentías que algo se alejaba de ti.
- Ya lo veremos.
Tras otro breve momento de tensión en el que tu mente parece estar jugándote una mala pasada, el resto del camino discurre con calma aún por el interior del bosque. De los árboles caen pequeñas gotas de agua y la escasa nieve que cubría la tierra comenzaba a derretirse. Sigue haciendo frío, pero no se puede comparar con los días más angustiosos del invierno. En cambio, la humedad te resulta un punto agobiante.
Notas cómo la vida comienza a rebosar ahora que el invierno remitía. El canto de los pájaros mana de forma aleatoria entre las ramas, y de vez en cuando a lo lejos algo hace que la maleza se mueva. Incluso en un par de ocasiones algo cruje a tu vera, pero no logras ver ni escuchar nada más que bosque y naturaleza. Llegando a un pequeño claro, donde el blanco de la nieve ya no existe y todo se antoja prácticamente encharcado, un animal, aunque que no sabrías discernir con exactitud de qué se trata, se dedica a buscar su cena en un pequeño rellano de zona seca, donde olfatea y rasca puntualmente, despacio, tanteando la tierra.
Ahí queda tu posible presa. Estás como a 20 metros del bicho.
Te ofrezco dos opciones:
<< Tal vez sea cosa del cansancio el escuchar aquella voz... porque no hay nadie >>
Fueron uno de los pensamientos del joven Ronnin que seguía su camino por aquel nevado bosque. Durante el trayecto se fijó como la nieve se iba deshaciendo, dejando pequeños charcos a su paso. Takeo seguía curioseando sus alrededores mientras avanzaba, el frío no será tan intenso como hacía unas semanas y el invierno poco a poco iba quedando atrás. Escuchaba como aquel lugar iba cobrando vida con el canto de los pájaros y en un pequeño claro vislumbró lo que parecía ser la silueta de un animal.
El muchacho cesó su paso y se ocultó detrás de un árbol para observar mejor su presa. Calculó la distancia que le separaba del animal para tomar una decisión.
<< Sigo estando muy lejos… tengo probabilidades de fallar o que el impacto sea menor, debería acercarme un poco más >>
Medio agazapado continuó avanzando, haciendo un pequeño rodeo al claro ocultándose entre la vegetación para mantenerse escondido de la presa. Una vez acortó la distancia colocó una flecha en el arco y tensó. Takeo aguantó la respiración,observaba al animal que seguía distraído en un pequeño charco mientras bebía agua. El joven se centró en su objetivo y después de unos segundos soltó la flecha a la vez que el aire salía de sus labios. El proyectil salió despedido hacia el animal, impactando en él. Por acto reflejo sujetó otra flecha y la colocó en el arco, tensó de nuevo apuntando a su presa por si no había caído, no quería perder tiempo y esperó unos segundos para ver si reaccionaba su posible comida.
Motivo: Hacercarse al animal
Dificultad: 10
Tirada (4): 13 (10, 3), 8, 4, 3
Guardados (3): 13, 8, 4
Total: 25, Éxito
Motivo: Acercarse al animal
Dificultad: 10
Tirada (4): 5, 9, 7, 2
Guardados (3): 9, 7, 5 (Se tiran de nuevo solo los dieces guardados)
Total: 21, Éxito
Motivo: Disparar flecha
Dificultad: 10
Tirada (4): 3, 5, 6, 2
Guardados (3): 6, 5, 3 (Se tiran de nuevo solo los dieces guardados)
Total: 14, Éxito
Motivo: Daño de la flecha
Dificultad: 0
Tirada (2): 8, 4
Guardados (2): 8, 4
Total: 12, Éxito
Con la flecha ya cortando el viento, el animal solo puede volver la cabeza antes de que el filo de la piedra le desgarre la piel y se hunda en la carne. Tras chillar, dar un respingo y hacer un movimiento errático, pone pies en polvorosa llevándose la saeta clavada. Corre lejos de ti tratando de introducirse de nuevo en el bosque, dejando un pequeño reguero de sangre. Aún lo tienes a tiro.
Otra tirada de Kyujutsu, a ver si lo rematas.
Takeo pudo observar como aquel animal se revoloteaba con la flecha clavada en el cuerpo. El joven ronin seguía con la flecha en tensión, mientras su presa se debatía entre sensaciones de dolor y sufrimiento. El cuerpo del muchacho seguía recto, manteniendo una buena postura de tiro mientras con dos dedos de su mano derecha, sujetaba la flecha que se mantenía en tensión y el índice de la otra mano señalaba el animal.
<< … >>
Tenía la mente en blanco, no pensaba en nada y simplemente intentaba vislumbrar el siguiente movimiento de su posible cena. Para él eran momentos de calma, aquel silencio sofocado por los chirridos del animal, reinaba en aquel bosque otorgando al joven una familiaridad muy cercana, al fin y al cabo había cazado desde pequeño y todo aquello le era acogedor.
En el mismo tiempo que soltaba el aire la punta de la flecha seguía a su objetivo dibujando una serie de lineas imaginarias y aleatorias en el aire. Después de sacar todo el oxígeno de sus pulmones y esperar un par de segundos soltó la flecha. La saeta salió directa hacia el animal, Takeo volvió a colocar una flecha en el arco y tensó para apuntar de nuevo.
Motivo: Tiro con el arco
Dificultad: 10
Tirada (4): 7, 6, 4, 2
Guardados (3): 7, 6, 4 (Se tiran de nuevo solo los dieces guardados)
Total: 17, Éxito
Motivo: Daño del arco
Dificultad: 0
Tirada (2): 4, 4
Guardados (2): 4, 4 (Se tiran de nuevo solo los dieces guardados)
Total: 8, Éxito
Antes de llegar a encontrar la salvación tras los matorrales, el animal cae en redondo al encontrarse con otra de tus flechas.
La flecha impacto en el animal dejándolo inerte en el suelo, sin vida. El brazo del muchacho se relajó y colocó la flecha en el carcaj, luego guardó el arco a su espalda. Toda la serenidad y tranquilidad que reinaba a su alrededor desapareció en el momento en que alzó su puño en señal de victoria. - ¡Sí! ¡Toma ya! ¡Ya tengo comida! – aquel gesto de triunfo acabó en una flexión del brazo con el puño cerrado, haciendo varios movimientos en un claro gesto de “¡Toma! ¡Toma! Y ¡Toma!”. Al fin y al cabo Takeo seguía siendo un joven de 13 años de edad y aquellas acciones lo delataban.
Después de esos cortos segundos de “cánticos” victoriosos se dispuso a avanzar hacia el animal, una pequeña cantidad de nieve se precipitó de un árbol y cayó en su cabeza. Tomasu, su antiguo nombre, llevó sus manos a la frente para retirarse la nieve del pelo.
<< Oh… >>
El recuerdo de su madre irrumpió en su mente como el agua echada en un cuenco, las palabras de Mei azotaron sus recuerdos << No cantes victoria tan rápido y no celebres la muerte de tu sustento, debería de ser algo sencillo y cuotidiano. No deberías reflejar esa felicidad y desfachatez, debes de ser alguien cortés y benevolente… ¿Qué respeto estas representando? >>
El joven ronin agachó la cabeza en gesto de disculpa y sujetó la katana de su madre, hizo una leve inclinación.
<< Tienes razón madre… >>
Prosiguió su camino para ir a por su cena, después de anudarse el animal al cinturón continuó por el bosque en dirección al río. Takeo buscaba una zona en la cual acampar y pasar la noche, él esperaba a que el sol desapareciera en el horizonte y así aprovechar el mayor tiempo posible para poder llegar al río, su primer destino.