El camino se hace pesado, y pronto la noche comienza a caer. Decides andar nu poco más, dado que aún estás fresco y así además aprovechas que el bebé está durmiendo entre tus brazos.
Todo es bastante tranquilo, no hay sonido de pájaros, y las estrellas que pueblan el firmamento te resultan extrañas. Pese a ello, hay un grado de luz suficiente como para ver por la noche como si a la luz de la luna llena estuvieses.
Pronto comienza a refrescar y puedes sentir la humedad del enorme río, ciertamente no es demasiado cómodo, aunque tampoco llega a ser desagradable, por el contrario es un frescor... "¿bueno?".
No entiendes bien cómo puedes llegar a esa conclusión, pero así es.
Minuto a minuto la luz se va volviendo más anaranjada y el calor aumenta, te encuentras bien, y entonces te das cuenta de que eso no es normal, miras al bosque de la zona donde "despertaste" y... está ardiendo.