La cima del parador os recibe con sencillez.
Es una simple habitación, blanca, sin muebles. Solo hay una ventana al fondo, una sencilla ventana.
Y de esa ventana surge la luz. La luz que no es una luz. Es una grieta. Es un roto en el espacio tiempo, una paradoja más, una apertura que conecta ese lugar en todos los tiempos posibles. No es luz. No es un parpadeo. Es la grieta mostrando instantes de tiempo a tal velocidad que los hace imposibles de distinguir. Siempre el mismo lugar, siempre la misma montaña, pero billones de momentos. Billones.
Esperanza está detenida junto a la luz, junto a la venta, de la que mana el rugido del viento, de la lluvia, de la tormenta, la placidez del sol, la explosión de un volcán, el fin de todo...
- Gracias Gero - susurra y avanza hacia la grieta.
Y desaparece.
- Pfff... Roto. Todo. Supongo que se podría haber hecho algo sin romper este lugar, este momento. Quizás sois la causa de que el tiempo se haya roto para siempre. O quizás sois la consecuencia. ¿O las dos? - se encoge de hombros. Enloquecido. Mira la grieta, y avanza hacia ella.
- Cause I'm a creep, I'm a weirdo... - canturrea mientras desaparece...
La luz parpadea. La grieta os arrasa, y la cima derrumbada de la torre os recibe.
Nieve. Nieve por todas partes, cubriéndolo todo, la vista, el infinito, la cima de la montaña. La misma carretera ha desaparecido bajo su manto, y los vehículos comienzan a volverse meros montículos en la ladera. Y es que la nieve lo traga todo. Lo devora.
Como siempre ha sido.
Y ha comenzado. Este es el principio.
Parpadeáis y la grieta os recibe. No queda otra que entrar. Juntos, separados, es imposible predecir si no os despedazará para siempre, si no os absorberá para hacer que dejéis de existir. ¿Y que otra opción queda? Solo avanzar.
Así que cruzáis.
Hacia la grieta.