—Vigilen al organismo vivo. Repito, vigilen al organismo vivo. Al…hámster. Hasta que podamos escanearlo, no podemos descartar que esté contaminado. Que no salga de su…parque de juegos.
¿Señor?- fue lo único que se le ocurrió decir ante aquella "orden". ¿Vigilar el hamster, en serio?- creo que el hamster no es una amenaza, teniente, pero si se queda mas tranquilo...- mira a Hicks- mete el parque del hamster en algún cajón o algo.
Tras decir una de las órdenes más extrañas de su carrera, siguió escuchando al teniente, que quería que diéramos otra vuelta al perímetro.
Bien, ya habéis oído. Vamos a volver a hacer otra inspección al lugar. Mismo avance que antes, y atentos al detector de movimiento.
Miró a Hicks divertida --Vaya!! Eres oficialmemte el jodido canguro de la Sulaco.
Vasquez tenía una solución fácil para ese encargo. No pensaba tocar a ese maldito hamster, la pelota estaba en el tejado del Cabo, pero era tan fácil como meter la pata otra vez y evitar al pobre animalillo el sufrimiento que le quedaba por padecer.
Miró de nuevo a su compañero. --Solo es un bicho y conozco lunas dónde es un manjar, si no te importa que te miren mal haz lo mismo que haría yo. --Le guiñó un ojo y señaló a su cuello realizando un movimiento horizontal.
--Lo siento Ricks, pero tengo que estar pendiente del detector de movimiento y creo que no hace falta dos marines coloniales para solucionar esto. --Siguió adelante cumpliendo las órdenes del sargento.
Suspiró, todos con los nervios de punta y era el momento en que al oficial superior se le zafaba un tornillo, ya no decir que tanto a Ripley como al tipo de Weyland también se les estaba yendo la cabeza y una casi parecía que abogaba por una desbandada total para después partir el asteroide por la mitad, en tanto que el tipo se había vuelto repentinamente humanitario.
-Odio mi trabajo.
Con un gruñido de desaprobación pero acatando las órdenes, se adelantó a cubrir las espaldas de Vázquez como lo había estado haciendo hasta el momento.
-No entiendo cómo nos va a ayudar el priorizar un Hamster, pero si vamos a seguir con la guasa entonces al regreso espero que el ejecutivo de la compañía le consiga una caravana y reciba una medalla al valor del presidente.
A pesa de ello sus ojos le decían a Hicks que poco a poco iba empezando a ver las señales de que la historia fantasiosa de la ''especialista de monstruos del espacio'' no era tan fantasiosa después de todo, pero todavía se resistía, esto tenía una explicación razonable y lógica ¿Verdad?
Si Frosty... los piratas del espacio son reconocidos por usar ácido y tigres de la India en sus incursiones...
Parecía que el lugar era seguro. Bishop llevó el APC al otro lado del complejo, hasta la entrada sur. Allí, se reunieron con los marines y juntos avanzaron por aquella estación fantasma en dirección al laboratorio. Viendo los signos de lucha en los corredores, Ripley volvió a experimentar el terror que sintió en la Nostromo cuando parecía que la criatura podía estar en mil sitios a la vez y atacar desde cualquier parte. Ahora iba con soldados, sí. Fuertemente armados pero... ¿serviría de algo?
El grupo alcanzó las dependencias del laboratorio y en una de las estancias por fin encontraron la prueba definitiva de que la colonia había contactado con aquellos despiadados seres: En media docena de enormes frascos, flotando en un líquido transparente, se encontraban unas criaturas de pesadilla.
Al final dieron igual mis palabras y mis consejos. No lo entendía, ¿para que había ido si no iban a hacerme caso? - No encontraremos más que muerte ahí dentro. - Les dije a los dos hombres mientras que Bishop nos acercaba a la entrada del lugar. - Y teniente... que dejen al hámster. No les hacen nada a los animales... esas... cosas no pueden agarrarse a algo tan pequeño. Ese animalito no le matará... lo hará otro más grande, con más dientes y sigiloso. - Le dije a Gorman, tratando de amedrentarle y detener aquella locura.
Pero sabía que no iba a funcionar. Si no era él, era Burke quien empujaba a todos al suicidio.
Al salir del ACP llovía con intensidad. Eso debería haberme despejado un poco, pero mis ojos estaban fijos en aquella entrada donde mi pesadilla cobraría vida de nuevo. Estaba allí, por el número de colonos, lo correcto sería decir que estaban allí.
Seguí a los demás, sentía mi corazón latir con fuerza en mi pecho. Me costaba caminar hasta aquel lugar donde sabía lo que había esperando. Era fácil entrar cuando ignorabas el peligro real, pero yo lo conocía muy bien y le temía. Quizás por eso me salvé en la Nostromo. Pero esta vez era todo distinto y el miedo me dominaba con más fuerza. Se suponía que los marines debían darme seguridad, que su presencia era algo favorable, pero las decisiones de su teniente no eran oportunas y Burke... no sabía bien que papel tenía en todo aquello, aunque tampoco tenía que pensar demasiado para saberlo.
Supieron de aquel lugar, de aquella criatura por Ash y cuando pudieron, mandaron a inocentes a dar con esa criatura. Seguramente los investigadores no tardaron en llegar cuando la encontraron, pero no sabían a que se iban a enfrentar... y si lo sabían, estaban tan locos como para aún así poner en peligro todas aquellas vidas. La pregunta era si serían capaces de poner en riesgo toda la vida de La Tierra por una de esas cosas.
Al llegar a la entrada me quedé plantada frente a la puerta. La miré y sentía como aquella cosa, aquel xenomorfo me devolvía la mirada muy dentro del complejo. La lluvia había calado mi pelo, empapado mi ropa, pero no me movía del sitio. Mi cabeza estaba en otra parte, librando su propia batalla frente al miedo. El miedo a entrar y vernos las caras de nuevo.
Simplemente no podía moverme ni deseaba hacerlo. De no ser porque ahora si habían inocentes en el complejo, hubiese regresado al ACP y retomado el camino a la Sulaco para hacer lo que se debía hacer. Pero aquellos marines coloniales no tenían la culpa de nada. Cerré los ojos un instante, aquello era malo, estaba empatizando con ellos... pronto les vería morir y sentiría sus muertes como sentí las de mi tripulación.
Y allí plantada guardé silencio, hasta que Hicks reparó en mí y el cabo me hizo reaccionar.
Siguió al teniente y a los marines a través de la colonia. Bajo las luces de las linternas vio las escaleras bloqueadas con maquinaria pesada, las barricadas y los agujeros en el fuselaje. Atravesaron aquel campo de batalla improvisado y llegaron al laboratorio. Estaba prácticamente intacto. Lleno de instrumentos, con las luces aún encendidas. En el centro de la estancia, había tres cilindros, suspendidos en vertical. Dentro: las criaturas que había descrito Ripley en sus informes.
Burke se acercó a uno. Estaba relleno de algún líquido
—¿Son los mismos?— Preguntó a Ripley pero él sabía que sí.
Burke acercó su rostro a uno de los cilindros. A primera vista parecía un insecto: Ocho patas, una larga cola. Justo entonces, la criatura se movió, se abalanzó hacía la cara de Burke pero chocó con el cristal. De la parte interna de aquel ser emergió un pequeño apéndice acabado en una boca. El apéndice se movía, la boca se abría y cerraba. Era como si un instinto primigenio le hiciera querer aferrarse a aquella cara extraña que tenía cerca.
Gorman estaba convencido de que el lugar todavía escondía secretos que descubrir, principalmente, a los colonos atrincherados como si aquello fuese el Álamo y nosotros el ejército salvador, pero ni la antigua fortaleza tejana pudo salvarse ni creía que nosotros fuésemos a tener una suerte diferente.
Sí que era verdad que el entorno en el que nos encontrábamos era seguro, puesto que no había rastro de las criaturas. Ellas también debían estar ocultas en algún lugar. Si yo hubiese estado al mando, también partiría de aquella premisa y exploraría todas las instalaciones, porque no podíamos dejar pasar la posibilidad de que hubiese alguien con vida.
Pero eso no significaba que no pensase que era un disparo muy lejano.
Cuando encontramos aquellas cápsulas con las criaturas, supe que lo que podía esperarnos iba a ser incluso peor de lo que suponíamos. No entendía de biología, pero sí de armas, y su aspecto era parecido al de las arañas, solo que el tamaño era bastante mayor y a juzgar por lo que había leído en el informe de Ripley, si esas eran las "cosas" que se adherían a los rostros, el hecho de que hubiese varios indicaba un número bastante grande criaturas, algo que ya suponíamos.
Dado que tenían muestras, el ataque no habría sido rápido y abrupto, sino poco a poco, con algunos "contagiados" que servirían de incubadoras para las formas más grandes, como la que acabó con la tripulación de la Nostromo. Y una vez surgieran dos, tres o cuatro de ellas... se desataría el infierno.
No quería ni pensar lo que habrían pasado los colonos.
Al oír que los "jefes" se dirigían hacia aquí, miré a los demás, arqueando las cejas. Sabía muy bien del desprecio de todos tanto hacia ese Burke como al Teniente, pero había que ser profesionales.
-Hudson, Drake, conmigo. Vamos a recibirles.
Cuando llegamos a las puertas, ya casi me había olvidado del tiempo que había en el exterior, con aquella lluvia debido a la condensación extrema, que parecía crear una cortina para ocultar lo que había en su interior. Me fijé en que todos fueron entrando, mientras que Ripley permaneció fuera, absorta, indiferente al agua que caía sobre ella, con gesto de indecisión y quizás, de miedo.
Yo también lo tenía, pero solo cuando me detenía a pensar en ello y por eso procuraba no hacerlo.
Lentamente, me aproximé a ella, hasta colocarme justo a su lado. Alargué una mano para tocar su brazo y la miré.
-¿Te encuentras bien? -le pregunté, a sabiendas de que por su cabeza estarían pasando una buena cantidad de cosas, como los dolorosos recuerdos de todo cuanto le ocurrió en la Nostromo y lo que había estado a punto de sucederle a ella.
Había visto aquella mirada en muchas ocasiones entre hombres y mujeres que o bien sabía lo que les esperaba o que temían lo que pudieran encontrarse. Ripley era aguerrida y valiente, estaba seguro; era de esa clase de personas que cuando llega el momento sabe tomar las decisiones y caminar hacia delante.
Estaba convencido de que antes de que volviésemos a la nave, tendría oportunidad de demostrarlo, pero todavía no estábamos en ese lugar y era fácil dejarse arrastrar por las dudas y los temores.
-Ripley, será mejor que entres -le dije con suavidad, algo inquieto, porque allí fuera ambos estábamos más expuestos que en el interior.
Cuando se puso en movimiento, la seguí, cerrando la pequeña comitiva, hasta que llegamos al laboratorio. Burke pareció mostrar interés, como cada uno de nosotros antes, en aquellas criaturas que estaban embebidas en el líquido, llegando incluso a pegarse a él y, sorprendentemente, causar una reacción.
Algunos estaban todavía vivos.
-Yo diría que es amor a primera vista -le dije a Burke, bromeando.
No me molestaba gastar bromas siempre que podía, pero no perdía la perspectiva sobre lo que estábamos haciendo. Después, me volví hacia el Teniente.
-Teniente, deberíamos intentar localizar los TPDs. Eso debería decirnos en dónde se encuentran los colonos.
Gorman se detuvo bajo la lluvia. Los recuerdos brotaron como margaritas sobre una vieja tumba. Las heridas se abrían. Era inevitable pensar en su padre; el gran hombre, el gran héroe, el récord a batir, el listón a superar, cada vez que daba una orden, cada vez que tomaba una decisión. Era imposible no sentirse pequeño, inadecuado, falto de confianza. La lluvia siempre le ponía triste. Le recordaba a su padre. Tanto si lograba ser un buen militar, su padre ya no lo vería. Pero había más, porque un hombre puede llevar varias máscaras. La lluvia le recordaba a su mujer. Bueno, él seguía pensando que era su mujer pero en verdad era su exmujer desde hace siete años. Él la seguía queriendo como el primer día. Gilipollas. Para ella él no era más que un mal recuerdo.
La lluvia. Fría, molesta, insistente, como su esposa. Exesposa. Mierda, dolía como el primer día. Y había otra capa más. La lluvia. La lluvia siempre le recordaba al pequeño Tony, su hijo. Y eso siempre le cambiaba el humor.
Entró en el complejo, la mandíbula apretada, la mente bullendo y debajo, una calma empapada, húmeda, densa. Llegó al laboratorio. Analizó la situación. Se estaba ahogando. Incluso aunque esas criaturas no vinieran a por ellos, se estaba ahogando. El miedo estaba ganando peso en Ripley, perdería el control o no, en cualquier caso no pensaría con claridad. Y la necesitaban. Burke miraba a aquellas cosas con ojillos de urraca. Veía las medias sonrisas en los rostros de sus hombres, de burla y de duda, de miedo. No solo por él, sino por el entorno. Estaban aterrados, por las historias de Ripley, claro. Ahora veían que era verdad.
Se mantuvo en silencio, miró a esas cosas. El enemigo. Cara a cara. Aquello le quedaba grande, claro. Burke lo sabía, su compañía lo sabía. Un pelele en manos de la corporación. Ripley 2.0. utilizar, mentir y tirar. Un tipo que quería ganarse sus galones. Haría todo por que saliera bien la misión. Y así debía ser, y así habría sido, seguramente, en otro universo. Pero él tenía el recuerdo de Tony aún vivo en la memoria; un día de juegos, su bracito no podía lanzar la pelota muy lejos. Se había puesto triste. “No se trata de hacerlo bien, se trata de hacerlo. No importa el aspecto que tengas, ni siquiera importa si lo logras. Importa hacerlo”. Quizás se lo había dicho su padre a él y él lo había pasado a la siguiente generación. Quizás lo había leído en una caja de cereales.
Se colocó en medio de sus hombres, tomó aire. “Vamos allá, Gorman”.
—El hámster… —se atragantó con su propia saliva, tosió. Estaba sudando, se quitó la gorra. Se hacía pequeño, el carácter de sus hombres, el peso de la misión, sus propios miedos. Era humano ¿Vale? “No se trata de hacerlo bien, se trata de hacerlo.”
—Ningún cadáver, tampoco ningún perro, gato, periquito o pez de colores. Los xenoformos se han llevado los cuerpos. Han, presumiblemente, asesinado a todo ser vivo. Puede que el hámster esté vivo por suerte, en cualquier caso, merece la pena dedicar unos momentos a estudiarlo porque no pienso dejar nada al azar, ni siquiera algo tan insignificante —se cuadró, miraba a Ripley, la explicación era para ella.
—Sé que tiene miedo, Ripley. Pero la necesito aquí, ahora, con nosotros, y no reviviendo su pesadilla, en la Nostromo, en el pasado. Lo que tenemos aquí es el siguiente capítulo de su pesadilla. Aquí no solo hay una de esas cosas. Hay bastantes más. Y no sabemos cómo se comportan. Puede que su comportamiento varíe cuando van en grupo; formas de atacar, tender emboscadas. ¿Son inteligentes? ¿Tienen un macho alfa? ¿Se agrupan en manadas? ¿Tienen una mente colmena? Demasiados frentes abiertos, demasiadas incógnitas. Demasiado peligro —señaló con la cabeza los xenomorfos en los botes —. Los colonos los atraparon, los estudiaron. Tiene que haber información de ellos. Quiero que usted y Burke investigen los archivos, los agrupen, los descargen y los estudien, quiero toda la información sobre esas cosas, especialmente patrones de ataque, debilidades, si tienen hambre, si les gusta el frío o si cazan al amanecer. El cabo Hicks lo supervisará todo. Le entregarán toda la información a él —se giró hacia Burke.
De hecho no solo se giró hacia él, sino que se acercó hasta quedarse a medio metro de él. Las manos atrás, el porte digno y el mentón elevado como un general de las legiones romanas.
—Sé que sabe más de lo que dice. Usted y su compañía. Estamos en peligro. No lo ve, porque es un civil. Peor aún, un oficinista. Pero su compañía se ha jugado su vida también. Deje de trabajar PARA ellos y empiece a trabajar CON nosotros. A mí me importa que viva, a ellos no. Esta operación es militar. Si cree que va a sacar un solo análisis de aquí, una sola “muestra”, se ha equivocado de unidad. Así que deje de interpretar su papel y trabaje con nosotros.
Se apartó de él, volvió a Ripley.
—Nos quedamos, pero no mucho. Y le diré porque. Usted tiene miedo. Tenía miedo en la Nostromo, sola, en la oscuridad, peleando contra esa cosa. Ahora imagine el alivio que sentiría si hubiera visto una unidad de marines irrumpiendo en su nave, gritando su nombre. Esa es nuestra misión aquí y no vamos a irnos hasta saber si están todos muertos. Porque de haber una persona viva. De haber un solo ser humano vivo, en la oscuridad, sintiendo el mismo miedo que usted sintió, merece la pena salvarlo, merece la pena arriesgarlo todo. Es por eso que estamos aquí. Eso es lo que somos —un gesto de confianza, apoyó sus manos sobre sus hombros —. Puede con ello, Ripley. La necesitamos.
Civiles, hecho. Miró a sus hombres.
—Vamos a trabajar un poco aquí, Apone. No hemos encontrado rastro de esas cosas. Puede que simplemente estén durmiendo. Hay muchos corredores, no me gusta. Seguro que puede aprovechar las barricadas para volver a armarlas. Si esas cosas vienen quiero que vengan por un único sitio. Quiero verlas venir. Y deje una ruta de escape. Aposte vigías y un sistema de alarma. Forme un perímetro defensivo, pero no agote a los hombres moviendo chatarra. Como dije, no nos quedaremos mucho —defensa, estudio, acción —. Bishop, quiero que se conecte al ordenador y que mire en sus sistemas. Quiero los planos de este lugar, cableado y ventilación. Quiero que haga algo más; sistemas antiincendios, de detección de persona, de lectura de huellas digitales, quiero que busque en toda la base cualquier signo que nos indique que hay vida. Si una nevera se abre en una sala, quiero saberlo. Puede que sea la única pista que tengamos para encontrar vida. Analice las ondas de radio, las posibles señales de SOS y cualquier cosa que se le ocurra. Si hay alguien vivo habrá activado una baliza. Tratemos de encontrarle. Yo le ayudaré, pero primero buscaré los TPDs como dijo el cabo. Buena idea Hicks.
Civiles, soldados. Hecho. Le faltaba una cosa. Había demasiada tensión. Él la sentía, estaba a punto de romperse.
—Y por si se lo preguntaba H….—no le llames Hicks, Hicks es el serio, Hudson el gracioso —…Hudson, hay alguien en el planeta a quien no le importaría darle un beso de tornillo, pero es incluso más feo que usted —así bromeaban entre ellos, ¿No? Estaba bien cuando hacia un chiste y el chiste no era él —. Asegure esos cilindros, soldado. Tapas, cierres. No quiero que un corte de luz deje libres a esas cosas. Que nadie se acerque a ellas, ¿Entendido?
Se desplazó del centro de la sala hasta el frontal de los cilindros, como si quisiera meditar unos momentos más delante de aquellas criaturas. En realidad no quería que viera como soltaba aire, desinflándose. Ya podía dejar de apretar los dedos contra la palma de las manos. Necesitaría unos minutos para recuperarse, algo de aliento y otros minutos más para que dejasen de temblarle las piernas.
Vasquez se acercó a los cilindros. Puso cara de asco al ver que alguno de los seres que contenían, mostraban un apéndice en el interior de lo que podía catalogar como sus bocas.—¡¡Joder!! —se cercioró de temer bien colocado el casco, era lo único que tenía para proteger su cabeza de esos seres, aunque de barrera no servía para mucho.
La perorata del teniente alejó de sus pensamientos a las criaturas que estaban en el laboratorio. Hubiese aplaudido después de escucharlo, pero no era el momento. Nada como un buen discurso de un militar de academia para levanta la moral, aunque tendría que demostrar mucho más antes de que lo consideraran parte de su unidad.
Miré a Hicks cuando me preguntó si estaba bien. Mi rostro delataba la verdad. No. No lo estaba. Al menos una de esas cosas que acabó con mi tripulación y casi conmigo estaba ahí dentro, viva y tenía miedo. Mucho miedo. Algo que traté de ocultar en mi rostro, pero que mi mirada me delataba.
Para ellos habían pasado cincuenta y siete años de todo aquello. La mayoría no había ni nacido. Para mí tan solo unos meses y no lo había superado. De hecho me preguntaba si realmente estando allí, si viendo de nuevo a una de esas cosas, lo superaría. Pues la anterior vez gané yo, aunque no mentalmente. Esta vez podía perder la vida.
El cabo Hicks insistió en que entrásemos y no me hice de rogar más. Había algo en él que me daba seguridad y quizás esperanza. Puede que su preocupación por mí fuese legítima y estuviese empatizando con él, algo que sabía que no debía hacer y menos aún ahora que no estábamos solos.
Y llegamos al laboratorio y el teniente Gorman me respondió. Sin duda alguna sabía de mi miedo. Pero era algo normal. ¿Quién no lo tendría después de todo aquello? Si además debía dar gracias por no volverme loca después de aquella experiencia. Aunque quizás si lo estaba por estar en aquel lugar.
Sonreí ante la respuesta del hamster. - Si no se fía de él, mátele. - Le respondí. - Pero ya le digo que estará acabando con el único inocente que queda de esta colonia con vida.
Y como no, allí estaban investigando aquellas cosas. Habían varias muertas y un par de ellas vivas. Una que quiso pegarse a la cara de Burke cuando le vio y oí la gracia de Hicks. A mí no me hizo gracia, porque así entró en nuestra nave, pegado a uno de los nuestros.
- Teniente, debería matarlos ahora. - Dije refiriéndome a esas dos cosas. - Si se escapasen, si se pegasen a cualquiera de nosotros, denos por muertos y con otros dos xenomorfos más. Y mire al hámster y a esa cosa... ¿Realmente cree que se puede agarrar a él? Haga la prueba, acérquele la jaula. Si no se lanza a por ella es que no les hacen caso a los animales. Por eso sobrevivimos Jonesy y yo. El gato. - Maticé. - Porque solo iba a por los humanos. Pudo coger a Jonesy y no lo hizo.
Cuando el teniente me dijo lo de mirar los expedientes le miré a los ojos. - No tengo que mirarlos para saber lo que pasó. Cuando intentamos quitarle esa cosa a Kane, esta se encargó de que sus constantes vitales bajasen, por lo tanto si le separábamos moriría. Al dejarle quieto, las constantes de Kane se estabilizaron. Cada expecimen de esos, es un colono muerto. - Dije señalando los tubos. - Prefirieron tener a esas cosas vivas antes que buscar la manera de salvar al colono... pero si le hace más feliz ver los informes, no se preocupe, me pondré a ello enseguida. - Le dije no de muy buen humor y comencé a mirar las carpetas.
- Bueno, aquí tiene el primero. El sujeto no sobrevivió a la extracción. - Leí en voz alta para todos. - Pero no se preocupe, los siguientes se los daré todos al cabo Hicks. No quisiera asustarle más ni a usted ni a sus hombres.
Cuando el teniente le dio por fin un descanso a su lengua añadí algo más. - Y los conductos de ventilación. Si un marine puede pasar con su equipo, ellos pasarán sin problemas. De hecho pueden moverse por las paredes y techos, así que lo que cierren con barricadas, que sea hasta arriba y bien seguro. - Aconsejé, mientras seguía enfermando al leer como habían dejado morir a esa gente para estudiar a estas cosas...
Bishop se acercó hacia la zona del laboratorio y buscó registros de lo que había pasado allí. En una tablilla metálica para sujetar papeles encontró datos del último paciente.
-Tal y como dicen, dos están vivos, el resto muertos -fue pasando páginas hasta que encontró algo interesante-. Extraídos quirúrgicamente antes de la implantación embrional. Sujeto Marachuk, John J. Muerto durante la operación... Le mataron al quitárselo.
Hudson había cogido la jaula del hámster y la había llevado consigo hasta el laboratorio. Incluso le había puesto nombre y todo. Cuando nadie le escuchaba le llamaba "pequeño teniente" en voz baja. Riéndose él solo se dirigió hacia las consolas principales de la zona de operaciones.
Asegure esos cilindros, soldado. Tapas, cierres. No quiero que un corte de luz deje libres a esas cosas. Que nadie se acerque a ellas, ¿Entendido?
-Sí, señor. A sus órdenes señor. Ayudaré a Bishop a buscar los TDPs...
Mientras el grupo digería lo que acababa de descubrir se escuchó de pronto un sonido metálico en el corredor fuera de la zona de operaciones. Parecía el sonido que haría un trozo de metal al caer al suelo. Casi de inmediato, el sensor de movimiento de Frost se puso a pitar: ahí fuera había alguien.
Apone no tuvo ni tiempo de dar las respectivas órdenes para cumplir el mandato del teniente. En el momento que escuchó caer el trozo de metal y empezó a pintar el sensor de movimiento, se movió rápido.
Formen un perímetro defensivo, ya. Vasquez delante con el sensor bien a mano y atento al movimiento. Los civiles que se pongan detrás y a buen recaudo.
Mira al teniente- puede que sea un colono o uno de esas cosas que dice Ripley, pero prefiero mantener esta posición antes de ir a su encuentro.
-Hey, si no sacamos al Hamster con vida de ésta roca voy a sentir que fracasamos en ésta misión Hudson. -Dijo con buen humor que le duró más bien poco.
-¿Pero qué carajos? - Ricco no sabía exactamente qué era lo que estaba viendo, ¿Eran alguna clase de cangrejos o arañas? Definitivamente no había nada en la tierra que fuera parecido a lo que guardaban en esos contenedores.
El soldado guardó silencio en tanto las disposiciones de los superiores eran tomadas, había tenido sus dosis de misiones igual que el resto del equipo y viendo las reacciones del Sargento Apone, Hicks, Vazquez y Ripley se daba cuenta de que las cosas iban de castaño a oscuro. -En resumen, si se quedan en los contenedores, o muertos, todo bien, ¿No es así?
Como fuera le parecía mejor apegarse a los asuntos inmediatos que continuar alimentando sus propias inquietudes, ciertamente Hicks estaba mostrando que iba a tomar las riendas de mejor manera que nuestro valiente líder y eso le daba puntos.
De repente eso sí algo captó en su sonar. -¡Oigan! ¡Tengo una lectura!
Aquellas palabras las dijo como idiota casi después de que vinieran las instrucciones del sargento Apone con su atención dividida entre ver el sensor y apuntar con su arma en dirección hacia el ducto de ventilación y quienquiera que hubiera salido de ahí.
-Bueno señores, ya cási se cierran las apuestas, voy 20 a que es un colono, ¿Tal vez una chica? ¿Quién va?.- Casi lo había dicho para romper la tensión, aunque la verdad para el mismo Frost y su tono calmado aquello incluso todavía no era suficiente, estaba tratando de mantener la calma, y no sudar frío.
Bishop quería su parte del pastel, pero no dijo nada que no hubiera dicho yo antes. Parecía que aquellos hombres no habían perdido la esperanza de encontrar colonos vivos. Si hubiesen vivido lo mismo que yo ya no estaríamos allí. Ya no era miedo, era instinto de supervivencia y tener a un hamster enjaulado como una amenaza no decía nada bueno del teniente. Pero yo no estaba al mando y empezaba a pensar que Gorman tampoco.
- Preferiría que estuviesen muertos. Son un peligro aún ahí encerrados. - Respondí a Frosty con respecto a aquellas cosas. De hecho, habían hecho bien en no darme un arma, de lo contrario ya la hubiese usado contra ellas.
En ese momento saltó la alarma de movimiento en la zona y me tensé mirando hacia donde marcaba Frosty.
Estaba tensa, nerviosa.
Asustada.
Un colono hubiese pedido ayuda y por ahora solo había silencio. El mismo silencio con el que se movía aquella cosa.
Las órdenes del sargento fueron claras. Los civiles atrás. No iba a poner pegas al respecto. De hecho, quizás no se diesen cuenta al estar atentos al detector de movimiento y de lo que se movía y con un poco de suerte, no me echarían en falta. Si todo aquello funcionaba bien, no tardaría en dar con la forma de matar a esas dos cosas en sus contenedores y dos problemas menos. El plan no era malo.
Solo debía estarme quieta...
El teniente Gorman y Burke estaban detrás mío, solo debía dejarles pasar. Hicks caminaba delante de mí. Si todos estaban centrados en esa lectura de movimiento, todo saldría bien...
Di un par de pasos hacia atrás, para dejar pasar a los hombres. Debía respetar las órdenes del sargento, ¿no era así? Los civiles atrás... una orden que me convenía para erradicar aquellas dos amenazas. Además, nadie podía acusarme de no querer salir de allí y volver a enfrentarme a esa cosa...
Burke siguió a los marines. Notó como Ripley daba un par de pasos atrás. La miró, notó la tensión, su nerviosismo. Joder, pensó. Lo tuvo que pasar mal. Un nudo se le hizo en la garganta. Por primera vez sintió miedo. Si alguna de aquellas criaturas estaba viva, estaban jodidos. Intentó calmarse. Cogió aire y pensó que a diferencia de lo que sucedió en la Nostromo, ellos contaban con los marines. Tenían armas, estaban entrenados en el combate, sabrían como eliminar a los xenomorfos. Sí. No había de lo que preocuparse.
Lo del teniente con el hámster era también amor a primera vista. Sonreí al oír como lo nombraba, pensando que en cuestión de segundos la piel de Gorman no tardaría en cambiar de color, precediendo a la expulsión de todo el contenido que tuviera en su estómago. Aunque al ver que había resistido el aterrizaje, también deduje que era más duro de lo que pensábamos.
Todos habíamos sido novatos alguna vez y eso no era ningún crimen.
-¿Se encuentra usted bien, Teniente? Tiene mal color -le dije, antes de seguir examinando los contenedores.
Mientras todos mirábamos por el laboratorio, Gorman expresó en voz alta lo que ya sabíamos. No había nadie, ni vivo ni muerto, por lo que si habían acabado con ellos los tendrían en algún lugar. Lo que no dijo era que ninguno creíamos que pudieran estar con vida, escondidos, esperando la llegada de un equipo de rescate.
En cuanto al resto de preguntas, era totalmente razonable pensar en ellas. Los colonos habían tenido algo de tiempo para estudiarlos, pero dudaba que demasiado.
-No creo que tuviesen mucho tiempo, señor. Seguramente lo justo para comprobar que lo que tenían encima eran unos grandes cabrones -comenté, al mismo tiempo que me volvía hacia Burke y Ripley para confirmar la orden del Teniente. Sin embargo, en el fondo, estaba completamente de acuerdo con el análisis de Ripley.
Cada bicho de aquellos era un colono muerto y una nueva criatura dispuesta a matar a otros tantos. Si además estaban con vida, no entendía la necesidad de mantenerlos así en lugar de acabar con ellos.
-Yo creo que deberíamos acabar con todos los especímenes, señor. Como ha dicho Ripley, cada uno de ellos podría atacarnos si por cualquier motivo escapan de su confinamiento -dije, encogiéndome de hombros, pues la decisión no me correspondía a mí.
Mientras Ripley rebuscaba entre los informes, me dirigí en busca de algún panel de control para ver si disponíamos de energía suficiente como para establecer un patrón de búsqueda de los TDTs, pero ni siquiera dispuse de la oportunidad, porque en cuestión de segundos, un pitido hizo que todos nos volviésemos en tensión hacia la puerta.
Me adelanté para colocarme antes que Ripley, protegiéndola, y también detrás de Frost, que llevaba el detector.
-Vasquez, delante. Frost, ve indicando -les dije, mientras elevaba mi arma y me preparaba para disparar en el caso de que fuese necesario.
Lo malo de aquellos aparatos era que no distinguían, como ya habían demostrado, el peso y forma de quien estuviese realizando el movimiento. Podía ser otro hámster suelto, para horror de nuestro teniente; un colono perdido, o....
—¡¡Oído sargento!! ¡¡empieza la fiesta!! —dijo a media voz, después dirigió su mirada al cabo y asintió. Comprobó su detector de movimiento para confirmar lo que veía Frost—Esperemos que no sea uno de esos bichos que viene a por sus bebés y... amigo, yo no apostaría a que es una chica, no creo que salga si tiene que ver tu careto —sonrió para aliviar algo de tensión —ya veo mis bolsillos llenos de tu money.
Caminó hacia delante con el dedo dispuesto a disparar. Cuando el ambiente se podía cortar con un cuchillo y la muerte le rodeaba le gustaba mirar el mensaje que había escrito en su arma, era el punto de no retorno. —Espero que sepas leer, maldito bicho.
Ripley, si quieres sabotear los contenedores de los facehuggers tienes que superar una tirada de Pericias. Si fallas, pues te pillan, claro (si quieres, es opcional). Hay que sacar IGUAL o MENOS.