Partida Rol por web

Camille coje el Garand y se posiciona en la línea. Apunta a las dianas y dispara.

Parece que no es el día de Camille, y espera que el instructor no le haya visto fallar estrepitósamente.

El instructor coge a Joe y lo lleva un poco apartado.

- Joe, hijo; tu querías ser francotirador ¿verdad?- Le pregunta mientras le lleva hacia una mesa dónde hay otra arma.

John coge el Garand, apunta, respira hondo...

(1)Dispara a la diana que está a 50 metros de distancia...¡bien!

(2)Viendo el éxito dispara de nuevo casi sin pensar...¡bien! Le dió de nuevo...¡y en el centro!

(3)Ahora coge aire con tranquilidad, sonriendo por por el éxito conseguido. Ahora apunta a la diana a 220 metros, algo lejos, pero un buen reto.
Falla, pero lo vuelve a intentar de inmediato...Parece que no ha cogido habilidad en las distancias lejanas.

Sí, Señor. Creo que le sería más útil al ejército americano como francotirador, Señor. - respondo al Teniente mientras avanzo a su lado hacia la mesa.

El instructor coge un rifle entre sus manos.

- Pues aquí tienes tu arma; es un Springfield 1903, de cerrojo; con 5 balas en el cargador.

- Pesa menos de cuatro kilos, calibre 30. Como el cargador es interno, debes meter las balas una a una dentro de él. Toma y prueba a disparar a esas dianas.

Sí, Señor

Sin decir más, tomo el 1903 y meto un par de balas en el cargador y tras esto posiciono una de mis piernas en el suelo (de forma que la parte frontal de mi pierna queda boca abajo) y mantengo la otra levantada para tener una mayor precisión.

Ambos balas salieron del arma en menos de 5 segundos, pero ninguna acertó en el blanco.

Supongo que es cuestión de práctica... - digo al Teniente disculpándome por mi mala puntería.

Billy se decide por la Thompson, la coge y se prepara para disparar.

(1)El disparo se le va alto.

(2)Ahora se concentra para disparar una ráfaga a la diana, se va a enterar de lo que vale Billy...

Aunque dió a la diana, el retroceso de la metralleta le hace fallas las siguientes balas.

(3)Quizá sea mejor apuntar a una diana más cerca. Delante de él hay tres juntas a 10 metros de distancia...¡a por ellas!

Joder. Piensa Billy, ha sido un desastre ciertamente.

Tras varias semanas practicando el tiro; os enseñan cómo se salta de un avión. La mecánica es simple, comprobar el equipo de vuestro compañero de alante, colocarse en la puerta y saltar sin mieda con los brazos pegados al pecho para aguantar la fuerza con que te impulsa.

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Han sido varios meses de duro entrenamiento, pero por fin, en la primavera de 1943, os dan las alas. ¡Ya sois paracaidistas!
En una ceremonia donde estuvieron presentes vuestro instructor Gerald Woodard, el gerenal Matthew Ridgway, el coronel James Gavin y el teniente coronel Benjamin Vandervoort, entre otros; se os concede oficialmente el rango de soldados de la 82º División Aerotransportada. Un honor que tendréis que llevar hacia la victoria.

Tras la ceremonia, os reunís por los barracones para felicitaros unos a otros, vuestros compañeros están felices y orgullosos, por un momento olvidan que posiblemente les quede poco para ir a la guerra. Tan solo os han dicho que tenéis un par de semanas de permiso, para luego volver a la división ha esperar órdenes.

- ¡Al fin lo hemos conseguido!- Grita Camille con gran alegría.

Cuando os estáis dando la mano, aparece una especie de periodista con una cámara, para inmortalizar el momento.

- Bueno, ¿estáis preparados? Una pena que el instructor Woodard se quede aquí y no venga con nosotros, pero he oido que Gavin es un buen jefe, aunque no sabemos si será él quién nos acompañe.

Tras meses de entrenamiento duro, allí estábamos. Éramos paracaidistas, e ibamos a luchar contra el enemigo... O eso creía. Pensaba en si en realidad nos iban a usar en combate, dado lo novedoso del concepto de los paracaidistas. Los generales suelen ser tipos viejos con ideas viejas.

Echaron una foto cuando estábamos vestidos con nuestros uniformes "de servicio", insignias relucientes como nos había enseñado el instructor. Miré a los muchachos, sonrientes por haberlo conseguido. Ya les conocía a todos por su nombre, o a casi todos, y se habían convertido en algo parecido a los amigos que uno hace en el colegio. Cada cual tenía sus vicios y sus flaquezas, y la de Camile era, quizá, ser demasiado optimista y pelota con los oficiales. Por la mirada evasiva de los verdaderos veteranos de guerra, endurecida como su corazón, intuía que las frases dichas en tono oscuro y los augurios fatalistas eran una mera hipérbole narrativa para enmascarar la dureza cainita del combate. Como habían dicho: o eres fuerte, o no puedes soportarlo. El objetivo era convertirnos en máquinas autómatas para matar mucho y bien... lo que no dejaba de tener su parte buena: tus posibilidades de volver a casa entero se multiplicaban.

Me había colocado las alas de paracaidista en la guerrera, a las pulgadas que estipulaban las ordenanzas sobre el bolsillo pectoral. Estaba contento, tanto que se me había olvidado fumar como un carretero en los descansos, costumbre adquirida para soportar el tedio de los días en aquel lugar, y espantar el cansancio corporal y la falta de sueño.

Nos habían dado dos semanas de permiso, y pensaba aprovecharlas bien gastándome parte de mi primer sueldo en buenas comidas, buen tabaco y mejores chicas, porque volver a Nueva York para ligar parecía descartado. Además, no me sentía con ánimo de atar a ninguna mujer a mi lado, para irme pronto a la guerra y dejarla sola... sabiendo que quizá muera, o regresar para encontrármela con un "Jodie".

Estreché la mano de mis compañeros, comenzando por Camil, Whitaker, Russell, Mirra, Fox, Vrasfel y el "medic" Azid. Después de todo, aquel era un día de celebración, y no solo por las alas. Al fin podríamos descansar unos días sin tener que lenvarnos a las 6 de la mañana... volver a la civilización, que tenía forma de coches ford y señoritas de buen talle paseando camino del cine con sus amigas.

-Bueno, chicos -les dije- Creo que tenemos que tenemos que tomarnos una cerveza... y mejor que sea fuera de la base. Creo que estoy un poco hasta las narices de este lugar.

Es lo mejor que he escuchado desde que llegué a este lugar. - respondí a Sparks tras su sugerencia de las cervezas, mientras me alejaba de la multitud con la que me había tomado la foto.

Una buena comida, un buen trago y una buena mujer... sí, señor, hace tiempo que no pruebo nada de eso. - añado mientras mi mente se llena de coloridos recuerdos del mundo fuera de las bases militares.

¿Ustedes qué dicen? - dirigiéndome al resto de mis compañeros del barracón - ¿Nos acompañan?

- Podéis ir al bar de Bob, en la ciudad. Allí vamos casi todos los de este campamento, es todo un bar de soldados.- Ríe jovialmente.- Seguro que más de uno ya esta trompa ¡jaja!

Acabo de llegar al cuartel. El camión no ha dejado en medio del fuerte y nos ha dado libertad de movimientos. Así que empiezo a pasear con mi macuto por los alrededores, hasta que md cruzo con un grupo de soldados, así que me presento:

-Hola, ¿qué tal? Me llamo Ted y acabo de ser destinado a este cuartel. Procedo de Fort Bliss

John camina hacia el transporte que lleva gratuitamente a la ciudad y se sube con aulgunos otros soldados eh! chicos, vamos a emborrachar nuestras cabezas!, en su mochila lleva un poco de dinero y una pistola por si se arma lios, se sienta en el primer asiento y va todo el camino charlando con el chofer

El bar está a rebosar, muchos de los soldados están celebrando el final del entrenamiento. Ya son paracaidistas de facto, por fin la 82 División puede brindar con sabrosa y refrescante cerveza por un futuro esperanzador, o al menos por haber superado la difícil prueba de conseguir las alas.

El barullo es ensordecedor, todos ríen, cantan y cuentan anecdotas sobre sus instructores. Camille Gagne habla para un pequeño grupo de soldados con una cerveza en la mano, Billy Hahnen parece que ha bebido demasiado y está medio tumbado sobre una silla y apoyando su cabeza en la mesa.

Os pedís unas 'rubias' para brindar con todos, la noche pasa rapidamente gracias a la gran juerga que estáis montando; aunque alguno ya no puede moverse tras demasiadas cervezas.

A la mañana siguiente, algunos con claros signos de resaca y otros sin ni siquiera dormir, os despedís todos. Aun así sabéis que os veréis dentro de poco, tan sólo tenéis un par de semanas de permiso, a más de uno le parece insuficiente después del esfuerzo de estos meses. Momento para ver a la familia, amigos, descansar, seguir de juerga...Cada hombre usará el tiempo libre para lo que mejor le convenga, pero olvidará durante unos días una guerra que la tiene más cerca que nunca.