Viendo que Brisco estaba definitivamente muerto, volví junto a los demás.
-Puta mierda -exclamé, devolviendo el hacha al cinto-. Con el Fulgencio muerto, agora non sabremos adó ascondió el cuerpo de la mujer. Non podemos presentarnos en el castiello solo con estos dos muertos et sin prueba de lo que sabemos. Anque credo non habemos fablado bien et tranquilos con esa zorra que dizen Xisca, que algo puede saber. ¿Non aguardaba con vos? -inquirí a Pelayo.
-Escapo pues al ver que tardabais no la pude traer conmigo. Pero hable con ella y si bien yacía con él no parecía saber nada-respondió el caballero, sabía que el moro tenía razón y que no podían regresar tranquilamente al castillo sin ninguna respuesta.
-Bueno...- pensó el joven Damián.-... habemos dos cuerpos muertos, pero tenemos confesión. Fulgencio sonsacole al Brisco la muerte de la mujer de Don Ramiro, así que tal vez debiéramos registrar la casa de Brisco, et Don Ramiro bien puede dictar orden de captura de la tal Xisca. Además, el propio Fulgencio confesó haber profanado el cuerpo de la fenecida, así que tal vez pudiéramos buscar en sus tierras con perros de caza. Cojamos algo de la tumba, que lo huelan los perros et que nos guíen donde la muerta.-
- ¿Que haría yo sin ti, lebrel? Creo que lo que dices es lo mas sensato, aunque sigue siendo arriesgado pues si no damos explicaciones de lo que ha ocurrido puede que nos metamos en un lío del que no tenemos culpa alguna. Andemonos con cuidado y sobretodo vigilemos lo que decimos allá en el pueblo o el castillo.
¡Eh! pero... a ver... si éstos ya no necesitan nada de eso. Andamos escasos de fondos y aún hay que seguir viajando. Prometo no venderlos en este pueblo sino en el siguiente ¿vale? ¡venga! que el Fulgencio era un cabrón y nos lo debe.
-Nuestro buen Jimeno os hará despellejar si os ve aparecer con las pertenencias de un difunto y no es de buen cristiano tampoco-dijo sin poder evitar mirar de reojo al moro- ahora dejad todo ahí y pongamonos en marcha, quedarnos aquí no nos ayudará a solucionar este brete.
La cuestión era esa, el "dónde" acerca del cuerpo de la mujer. Sin embargo, algo preocupaba más a Potencio que el propio caso, y no era sino llevarse las pertenecias de Fulgencio. Su insistencia era tal que así lo hizo y llevose la armadura de éste y su espada*, y quizá vendrían bien para demostrar que el de salete estuvo en todo el embrollo. Tras salir de la cascada del Pericullo, salísteis de la orilla y tomásteis el caballo, y luego decidísteis por propuesta de Damián ir a registrar la casa de Brisco (os caía de camino a Montepenares y su castillo).
Una vez allí (y nada de Xisca se sabía) os introdujísteis de nuevo en la casa y poco pudísteis ver excepto su cuarto asaltado (hasta que Tariq confesó que entró allí a inspeccionarlo antes de dirigiros al Pericullo). Duraante una hora allí nada de valor encontrásteis, sino únicamente mobiliario de buen porte y valor.
Et mientras andábais ya de vuelta al castillo, en vuestra mente os preguntábais que había sido del cuerpo de la mujer, aunque os consolaba la idea de que Brisco y Xisca habían sido los culpables (ahora muerto y huido) y Fulgencio (corriendo la misma suerte) robó el cuerpo del deposito antes de su entierro, intentando inculpar al sobrino de don Ramiro por una afrenta de antaño... Et entre tantas intrigas de castillo, que cruzásteis Montepenares y tomásteis la cuesta del castillo.
Una vez en su portón, los soldados del adarve avisaron de vuestra llegada, y en el patio de armas salió a recibiros Isidoro, el médico del señor.
*Apúntante una espada bastarda y una coraza corta.
¿Qué ha pasado? -era media tarde, casi de noche, y el día se os había ido como un suspiro, sin daros apenas cuenta-. Fulgencio y sus hombres marcharon. Luego regresaron sus soldados, pero no él ¿habéisle visto? ¿y sabéis algo del cuerpo de doña Luisa? Yo bajé al pueblo, y sigue sin aparecer.
El hombre se llevaba la mano a la frente.
- Afortunadamente para estas tierras, hemos dado a parar aquí. Hemos resuelto el caso, Señor-no quiso dar más explicaciones hasta que Pelayo hablase, no le correspondía a él hablar en nombre del grupo, así que calló y esperó. Todo lo que había dicho lo dijo con jactancia, como era habitual en él.
Apuntado
¿¡CÓMO DECÍS!? ¿Y el cuerpo de la señora Luisa? -el médico estaba expectante-.
PNJOTIZADO.
No... -dijo Tariq-. Nada de eso, mas... Querríamos hablar con Jimeno, supongo que estará mejor.
Isidoro asintió, y rápidamente os llevó dentro de la fortaleza. Subísteis al piso superior y allí os estaba esperando. Su aspecto era bueno, parecía ya recuperado y se le veía con ganas de andar.
Fue entonces cuando, tras ver que había mejorado de su tobillo, le pusísteis al día acerca de la búsqueda de Fulgencio, la nota bajo la mesa del depósito del Cementerio, la casa de Brisco (incluyendo la aparatosa caída del de Arbás sobre la paja); también de la Xisca, y cómo "se beneficiaba" al "sobrinísimo" (lo cual, por supuesto, habríais de omitir para no dar más "castigos" al pobre viudo). Por supuesto, no olvidásteis la confesión de ésta, la marcha hacia el Pericullo, el extraño ser manchado de sangre y vísceras en el hocico (que sólo Dios sabe cómo se imaginaría vuestro querido Jimeno tal criatura) et cómo hubísteis de internaros bajo la cascada, lugar donde ahora mismo yacían dos muertos más, Brisco y Fulgencio: Sin duda que aquesto no parecía sino la mayor tragedia griega que hubiéradese uno imaginar, que había muerte y drama por doquier...
Me quedo embobado... -os confesó-. Quizá eso que comía aquella criatura... ¿No serían los restos de doña Luisa? ¡Santo Dios! ¡Qué desgracia! Sin duda que he de comunicar aquesto a don Ramiro.. ¿Algo más que deba saber, señores?
-Nada mas mi buen señor, aquello que hemos relatado ha sido lo que hemos vivido en este día y solo me apena el echo de no haber encontrado el cuerpo de Doña Luisa... de una pieza-dijo pensando en que quizás fuese cierto que aquella criatura la había devorado-. Me gustaría ir con vos cuando le deis la noticia a Don Ramiro más no pronunciaré palabra alguna puesto que nada de lo que diga podrá consolarlo.
-Me quedaré aquí -dije, a sabiendas de que mi presencia podría soliviantar al maltrecho ánimo de un recién viudo y recién manco, pues acababa de quedarse el señor sin su mano derecha. Por más que fuéramos nosotros los que habíamos desentrañado el misterio y puesto en su sitio al robamuertas, bien sabía de los prontos veleidosos de los de noble cuna, que sentando su noble culo en su trono poco podían desfogar los malos humores y solo el rodar de cuerpos truncados les saciaba la mala baba. Además, ardía en deseos de hallarme en mi cabo para comprobar si cuantioso o no era el "botín de guerra", único beneficio que había sacado de aquella macabra historia; y en mi anhelo de ello, aún presentes los demás, fantaseaba con los mástiles que tendría mi barco, la cara del puto el Darr cuando regresara a Almariya en mejores condiciones que antes y la resignación de mi familia cuando volviera a hacerme cargo de ellos con mis turbios negocios-. Mostradle la nota del Fulgencio, ca ansí habrá prueba de lo relatado -añadí, antes de que se fueran.
Jimeno leyó la nota, púsose blanco (como cuando se le dobló el tobillo en la marcha) y púsose a pensar en todos los sucesos que le habíais contado, et entonces comenzo a encajar todo por él mismo:
A ver, a ver, a ver... corregidme si yerro: El sobrino Brisco quería la herencia de su tío; -miraba al suelo recomponiendo las piezas-, et que entonces, le dio a doña Luisa un mal brebaje que non dejaba rastro, et parósele el corazón. Claro que, Fulgencio robó el cuerpo, inculpó con esta nota al sobrino (sin saber si tenía algo que ver con la muerte), con la única razón de vengarse por una afrenta amorosa propia ajena al caso... ¡et resultó que se ha vengado, a golpe de puñetazos según contáis, del sobrino por las dos afrentas: la de la esposa de Ramira y la suya esposa!
Jimeno caminó, ahora sí, con mejor aspecto, por la alcoba donde dormísteis (y donde estábais).
Mas, entonces... ¿dónde echó el cuerpo de Doña Blanca? ¡He de sugerirle a don Ramiro que la busque sin cesar! Buscaré las palabras adecuadas y le hablaré desde el respeto... Mas, en cuanto a nosotros: habremos de partir en breves. Id a comer algo, et luego descansad: nuestra empresa lejana es aún.
El de Arguilla salió de la habitación, y vísteis que habló con un criado para que le llevase frente a don Ramiro, señor de Montepenares.
Et que así lo hicísteis: casi resuelto el tema (aún quedaba saber dónde estaba el cuerpo), bajásteis a las cocinas, et fuísteis atendidos por los criados, donde se os preparó unos guisos, cecinas, pollos y algún plato de legumbres y queso. Vino tampoco faltó, ni atenciones durante la comida.
Una vez acabado, subísteis a la alcoba a esperar a Jimeno. No tardó mucho en regresar, y os contó que se había visto con el de Estebanillos. Don Ramiro, serio y apenado, quedose por lo visto blanco y estupefacto cuando oyó la versión de Jimeno, y más cuando tomó la nota de manos de éste. Por supuesto, reconoció la letra de Fulgencio en aquella acusación tan febril, y comprendió el cruce de acusaciones hacia Fulgencio y Brisco.
En ese momento, según vuestro querido Jimeno, mandó a varios hombres de la mesnada a por los cuerpos de su hombre de confianza y su sobrino, y efectivamente allí halláronse. Mas no fue lo único que encontraron los soldados: una mano arrancada con suma violencia a la altura del antebrazo fue vista de camino al Pericullo. ¿Et saben Vuacedes qué llevaba en uno de sus dedos? Un anillo que don Ramiro regaló a su esposa cuando aún vivía. Lo curioso del caso es que, por las explicaciones que dieron en el regreso los soldados, junto a la mano había vísceras y restos como de algún animal... o persona: ¡¡y casualmente la encontraron en el lugar donde os enfrentásteis a aquel ente de piez de azabache y fauces ensangrentadas!!
Mas nada de ésto dijísteis, ni de la existencia de aquel ser que, por lo que podíase suponer, se le había llevado un cuerpo para devorar y hacerlo desaparecer del todo; y la razón de la callada no era sino el no impacientar más a don Ramiro con tanta desgracia (por partida triple) habíasele acumulado sobre sí.
Et que pasó un día, y parecísteis estar en buenas facultades físicas. Et que nada más entonces, tras bajar las escaleras y avanzar hacia el portón del castillo por el patio de armas, los soldados de la adarve y los que hacían guardia en el interior formaron a la par. Don Ramiro de Estebanillos os asaltaba por detrás, saliendo de la fortaleza.
Vosotros... ¡QUIETOS! -Jimeno temió, pues les hago recordar a sus mercedes que Ramiro era leal al depuesto don Sancho de Castilla, et que non quisiérales contar que harían con vuacedes si supiéran que la empresa que buscábais no era sino para el buen uso y disfrute del de la Cerda...-. Ya marcháis, mas no he agradecido vuestros servicios aún -mostró una ínfima sonrisa el Señor-. Mi alma, dolorida aún, está en paz. Seréis bienvenidos a vuestro regreso, si alguna vez pisáis Montepenares.
Jimeno hizo reverencia representando a la de todos, e incluso negó un caballo de carga con alforjas llenas de viandas: tomásteis los aprovisionamientos en zurrones y bolsas, mas había que pasar desapercibido en el viaje (y con un animal a las espaldas poco propicio sería aquesto).
Finalmente, el portón se abrió. Aún quedaba mucho trecho hasta Alaurico y ese tal Fedro de Soterraz.
:: FIN ::
Reparto de Experiencia:
-Por sobrevivir a los sucesos, 10 p.ap.
Apuntáoslo para añadirlos a la ficha.
He aquí la mecánica de los Puntos de APrendizaje
Tabla de Mejora de Competencias
Porcentaje de Competencia a la que queremos llegar Coste en Puntos de Aprendizaje
Sobrepasar el nivel de la Característica x5 Cuesta 10 PAp aumentar en +1% la competencia.
101 o superior* Cuesta 25 PAp aumentar en +1% la competencia.
* Las subidas por encima del 100% se consideran casos muy concretos y sólo se permitirán con el beneplácito del DJ.