-Quieto zagal-le retuvo el caballero- no parece un buen sitio para escapar, pero si para esconderse, será mejor que bajemos con cuidado. Alguien debería quedarse aquí, vigilando que no llegue nadie y nos tomen por bandidos.
estoy semi-out hasta el jueves noche.
- dejad al moro vigilando -dijo para sorpresa de todos -no pienso perderme el tesoro... además él es mucho más ducho que yo con las armas y en caso de que nos ataquen él nos avisaría -por no mencionar que les daría tiempo a escapar. Así que el posible tesoro era la verdadera motivación para que el siempre cobarde de Potencio bajase como un valiente.
Giró el terciado en su mano derecha y sonrió diciendo -vamos señores, estamos perdiendo el tiempo.
Damián decidió esperar, ante las palabras de su señor, a que Potencio o él mismo fuesen los primeros en bajar. Quizá, si es que hubiere algún refugiado allí, les tomaran por atacantes y no dudaran en atravesarles con acero mientras descendían.
Sonrió ante la idea de Potencio de que hubiese un tesoro allí abajo, pero no comentó nada al respecto.
PNJOTIZADO.
¡Y una mierda! -dijo Tariq, mosqueado-, Quédate tu si quie...
¡Ya basta! -impuso Jimeno- Adentrémonos todos, no parece que haya mucha presencia por estas tierras... Vayamos.
Et fue en éstas que bajásteis con cuidado por aquel pasaje, encendiendo alguna vela alta que había sobrevivido al fuego milagrosamente junto con las dos imágenes benditas. Et que una vez con un mínimo fuego por candela, anduvísteis por debajo de tierra, pisando agachados y rozándoos con la piedra en los muslos y hombros de la estrechez de aquella alargada excavación.
Et que en habiendo caminado unos cinco minutos muy despacio por la forma del terreno y su dificultad, no tardásteis en ver un pequeño haz de luz al final del pasillo de roca. Dejando humedades atrás, lográsteis alcanzarlo et que delante de vosotros una piedra suelta, colocada en vertical, hacía de entrada secreta a cualesquier otro sitio. Aquello no parecía sino un bloque de muro, un gran pedrusco. Nada más empujarlo, moviéronse dos bloques, et pudísteis salir de allí aupando vuestro cuerpo.
Et que sus mercedes fueron a parar a a una especie de cuarto pequeño ataviado de comidas, sacos de grano, algunos barriles sellados y otros alimentos. Claro que, delande vosotros había una puerta, y aquesta encontrábase cerrada. Tras empujarla y asomar la cabeza os dísteis cuenta de una cosa: Aquello era la cocina de... ¡el castillo!
Damián agradeció el espacio y estiró sus músculos. Y, por qué no decirlo, también agradeció el aire mucho más fresco. Había empezado a agobiarse en aquel oscuro y húmedo agujero.
Pero no tardó en darse cuenta de dónde se encontraban, y volvió a adeptar la postura agachada. Su voz fue apenas un susurro.
-Extrememos precaución -dijo-, non sabemos quién pudiere haber aquí...
No podía dar crédito- ¿tan cerca del pueblo? pensé que estaba más lejos. Hemos andado poco ¿no es así? me oriento mal bajo tierra parece.
Hizo girar el terciado y añadió -no creéis que si nos sorprenden aquí de esta manera nos pueden pasar a cuchillo. Quizás deberíamos volver, que no digo que no esté mal coger algunas provisiones y tal pero...
-¿Creéis que el cura nos ha tendido una trampa? -dijo el joven escudero, reflexionando en voz alta-. ¿O nos ha mandado aquí para acabar con quienes hayan arrasado el pueblo?
Sea como fuere, su opinión era la menos válida del grupo, pues demasiado joven era y mucho tenía aún que aprender. Esperó paciente a que los hombres más versados en el arte del combate y la guerra decidieran qué hacer allí.
El caballero entró, lentamente, mientras trataba de agudizar el oído por si escuchaba algo ma adelante. Estuvo a punto de contestar al muchacho, pero bien sabía que no todas las personas eran trigo limpio y que no por ser sacerdote se era mas pío que por ser campesino asi que no rebatió lo que Damián dijo.
Entro a la cocina vaya y miro a ver que mas veo, si hay otras puertas y eso.
Entre conjeturas de Potencio y Damián andábase la cosa. Y era claro que tanto y tan horrible habíais vivido que no era sino prudente el hacer tal cosa. Tariq y Jimeno estaban atentos a cuanto pudiera suceder y Pelayo de Arbás se adelantaba por la puerta, que era la de la cocina. Tras asomar la cabeza, el caballero vio un fogón, una chimenea, numerosos cazos y sartenes y gran cantidad de cuchillos, tenedores y palas de cocina. Por lo visto allí se había preparado, quizá no hacía mucho, un buen festín, tal vez para algún evento en el castillo. Eso sí: nadie había allí dentro, ni tan sólo algún criado (todo hallábase en silencio).
La cocina poseía otra puerta frontal, que comunicaba con otra estancia del castillo. El de Arbás, una vez comprobada la inofensiva situación en la cocina, asomó su cabeza por ella, y lo que encontró allí fue realmente dantesco. Abrió inconscientemente un poco más la puerta, estirando su brazo, y el resto también lo vísteis:
Anexo a la cocina se encontraba un enorme salón. Parecía la sala principal del castillo, tal que para visitas o grandes eventos. En su centro había ubicada una gran mesa rectangular en la que, según el razonamiento de la cocina, se había oficiado un banquete. Aún quedaba sobre la tal mesa comida, platos, jarras, vasos, botas de vino y otros brebajes y restos en los cubiertos; también paños para limpiarse y bandejas llenas de fruta y carne a medio consumir... Pero lo que realmente os impactó fue ver los comensales aún seguían allí.
Abatidos por el suelo, sobre las sillas, apoyados bocabajo sobre la mesa y otros tantos lugares, ¡¡los invitados a aquella ceremonia se yacían horriblemente aniquilados!! Parecían igual de horriblemente muertos que los cadáveres sobre y tras la muralla que minutos antes habíais visto al llegar al portón del castillo. Un tremendo desasosiego os inundó por dentro y Jimeno se llevó las manos a la boca. Hombres y mujeres, vísceras y sangre, formaban una tremenda orgía de muerte y destrucción. Expresioens terroríficas, heridas horrendas y cercenaciones impensables no eran capaces de asimilarse así como así, pero vosotros estábais viéndolo.
Además, había tamibén restos y sangre de animales, como de cerdos, gallinas e incluso caballos... ¡¡Qué diantres era aquello!!, y al detener la vista en la comida un poco mejor, vísteis su estado de corrosión. Tras unos segundos parecía haber allí tanto aldeanos corrientes como gente de importancia, a juzgar por las ropas (bueno, por cómo ya estaban) , así como su aspecto físico.
Aquella tanta maldad sería difícil de asimilar, e imposible de olvidar, en el resto de vuestra vida.
Tirad por Templanza. Si no la superáis tendréis náuseas y vómitos durante un buen rato.
No daba crédito a lo que sus ojos le mostraban. No se le venía otra palabra a la cabeza que carnicería, y es que aquellas personas más parecían animales descuartizados por un carnicero que caídos por el ataque de guerreros o alguna fuerza enemiga.
Sin embargo, aquello seguía sin cuadrarle al joven Damián. ¿Qué hombres de armas podían haber tomado el castillo de aquella manera? ¿Y haber perpetrado aquella matanza con tal facilidad, al parecer? Tragó saliva, temiéndose lo peor mientras intentaba apartar la vista de los cadáveres. ¿Acaso se trataría de algo... demoníaco?
Motivo: Templanza
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 19 (Exito)
- ¡PERO QUÉ COJ...! ¡ PUAHHHHGH! -hizo la fuente al ver aquel desaguisado, aquella carnicería impensable, indecente y casi imposible. Cuando vomitó todo lo que había comido las últimas horas durante al menos muchos segundos, rodó sobre el suelo y se quedó un momento bocaarriba hasta que se incorporó finalmente.
Limiándose con la manga en cuanto se levantó y miró de nuevo el espectáculo volvió a doblarse en dos para vomitar, se machó las botas, las calzas y lo puso todo perdido. ¡Peor que el peor de los borrachos de los peores tugurios de Zamora!
Ya por fin medianamente repuesto - que ya era hora - fue a limpiarse de nuevo con la manga pero se dio cuenta de que la llevaba perdida y decidió dejarse las babillas- pues los tropezones habían caído ya - alrededor de la boca y hablar por fin -hemos visto algunas cosas raras -le costaba hablar por la acidez que tenía en boca y garganta -pero esta se lleva la palma. He visto muertos pero esto... nadie se quedaría como ésos de ahí en la silla como si nada. Tiene que ser brujería de la peor -y ahora se santiguó y vomitó.
Motivo: templanza
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 92 (Fracaso)
Pelayo no pudo resistir aquel olor penetrante que le atenazaba hasta el estomago que no tardó en vaciar junto al muro antes de recuperar, en parte, la compostura.
Motivo: Templanza
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 86 (Fracaso)
PNJOTIZADO.
Aquel hedor y desasosiego no se iban de mis ojos. El reflujo de mis humores por dentro no dejaba de aparecérseme en el aliento, y lo sentía amargamente hasta en mi lengua. No tardé en cerrar la vista, empero que no fue suficiente: el vómito ya me salía por la boca, y casi ni me atrevía a mirar allí. Aquello era mucho peor que ver a aquel cura cristiano quemado en la iglesia. Que vil infamia estábamos viendo.
Motivo: Templanza
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 83 (Fracaso)
Por su parte, Jimeno de Arguilla miraba todo aquello abriendo en desventura sus ojos. Si en llevando allí un encargo, fuera el que fuera y en el que tomábais parte, la cosa se tornaba así, algo grave había de haber pasado. Caminó entonces el de Arguilla, aguantando los vómitos, entre algunos soldados. Varias armas había por allí también tiradas, entre los cadáveres y sus restos.
Se llevó la mano a la cara y se estrujó los ojos, como lleno de cansancio.
Santo Cielo... -murmuró sin saber muy bien qué hacer-.
Escena cerrada.