¿Sugiere entonces su Señoría que recibamos a toda la comitiva mostrándonos a favor de que los territorios heredados por parte paterna por nuestro Rey sean favorecidos frente a la Corona de Castilla y la Corona de Aragón, a la espera de que sea simplemente un desliz protocolario del nuevo monarca su forma de coronarse y que en el futuro la relación entre el Rey y nuestras tierras se equipare, al menos, a la que tiene con los flamencos?-dijo tranquilamente Gerónimo, mirando al joven que hablaba como si su voz fuera la más valiosa de entre todas las que había en la sala.
Ojalá estuvieran Don Juan y mi hermano aquí, se les dan mucho mejor estas conversaciones que a mi...
Quizás no os hayáis dado cuenta hasta ahora que ningún rey trata a todos sus territorios por igual. Pero no somos nosotros quienes deben decidir las acciones de los reyes.
Si comprobáis que su Gran Señoría trata de forma denigrante a nuestros súbditos o a nosotros mismos, hay formas de comunicárselo.
Si lo que ocurre es que vuestro honor castellano se siente herido por las decisiones de nuestro rey, deberíais buscar algún tipo de bálsamo que no incluya ofender a su Gran Señoría.
Dicho esto, me levanto y saludo a la señora:
Doña Mencía, ruego mantengáis informado a mi padre de la evolución del Cardenal. No creo que el resto de conversaciones que podamos tener sobre el tema del viaje a Laredo me pongan de buen humor. Ya conocéis la opinión del duque de Nájera.
Me dirijo hacia la salida.
La señora asiente con la cabeza, mordiéndose ligéramente el labio inferior por la parte interna e invita al joven a marcharse con el gesto, para ahogar los comentarios.
-Será entonces el duque de Nájera quien presida la comitiva, habemos de suponer. Se pone en pie, -Si tienen algún comentario más que hacerme, ruego lo hagan en privado. Puesto que ahora mismo la salud del Cardenal es prioridad de todos los presentes, les aseguro que será notificados de cualquier cambio.
Camina también hacia la salida, y se gira, cerca de la puerta, Aunque, yo que ustedes, iría dando órdenes a los criados de que volvieran a empaquetar sus enseres.
Sale de la sala, muy digna, y se distingue que se dirige a la habitación del Cardenal.
Entre los presentes, algunos abandonan la sala, y otros se quedan, charlando con ciertas personas.
Don Juan se acerca con timidez a Rodrigo. -Hablastéis con seguridad y acertastéis con las palabras. Hace tanto que no os veo que apenas recordaba que os habíais convertido en un caballero. ¿Me permitiréis invitaros a comer? ¡Si no cuido de vos, vuestra hermana me dará de comer a los perros!, bromea.
Una vez despachada la improvisada corte general, me relajo considerablemente. Tanto noble junto no es bueno ni recomendable... por multiples motivos.
No tengo pregunta alguna que sumar a las palabras de Doña Mencía. Y la salud del Cardenal esta ya en manos del Señor, con lo que poco o nada me queda por guardar en esta sala.
Los largos años y amplias camañas me han acostumbrado a viajar ligero y estar prevenido ante cualquier contratiempo de la marcha, asi que no me apresurare en preparar mis enseres pues pocos son aquellos que llevo conmigo.
No obstante, si hay un asunto que debo tratar antes de partir.
Con un saludo cortes me despido de los presentes y abandono la sala.
Una vez abandonada la estancia y el pomposo edificio residencial de la alta cuna, dirijo mis pasos hacia terrenos mas familiares: los barracones.
Un viejo edificio de piedra hace las veces de acuartelamiento local, seguramente una antigua cuadra al que se le han añadido una armeria y un nuevo polvorin. En el reside permanentemente la pequeña guarnicion de Roa de Duero pero tambien, a dia de hoy, descansan los hombres de armas que hemos traido en la comitiva... muchos de ellos bajo mi mando directo. De los cuales, los más, viejos amigos que sirvieron bajo mi tutela y junto a mi en Milán*.
Una vez dentro, me retiro el sombrero. Es como si guardase mas respeto por estos hombres que por los altaneros que acabo de abandonar en las postrimerias del Cardenal
- Como moscas entorno a un cadaver putrefacto -
Miro a mis hombres y al resto de soldados de la comitiva. Los que no estan dedicados al cuidado de su equipo, estan descansando en sus catres de heno o jugando juegos de azar y naipes. Estos ultimos parecen ser la sensacion.
- Esta claro que traerlos de Italia fue un gran acierto. Aunque espero que a ningun Padre local le de por meter sus narices aqui ** -
Saludo uno por uno a todos los presentes, sin importar su procedencia o pertenencia. Este es mi ambiente, mi entorno, mi agua donde soy pez.
Finalmente me aproximo a mi viejo amigo Niccolo, otro veterano de las Guerras, ascendido a Capitan y asignado bajo mi mando.
- Como estas viejo amigo? - le pregunto posando una mano en su hombro. - Tengo una mision para ti y el resto de los muchachos -
Hago una pausa y comenzamos a caminar por los barracones.
- Se va a organizar una comitiva de bienvenida al nieto de Maximiliano para recibirlo como rey de Castilla. - Niccolo asiente en silencio - Muchos de los nobles ya han mostrado su, llamemosle, desinteres por el evento. - Mi viejo amigo me mira esperando lo que viene a continuacion. - No me sorprenderia que ese desinteres se transforme en algo mas agresivo o incluso violento, pues me temo que las lealtades de muchos de ellos no van de parte del Habsburgo. - Niccolo vuelve a asentir. - Quiero vayas a Santander*** y te reunas con el capitan de la Guardia que acompaña a nuestro nuevo Rey. Quiero que esten preparados y advertidos de la situacion. Que el lugar este literalmente tomado por nuestros hombres y los suyos. Mosqueteros en los tejados, coseletes en los caminos, espaderos en los callejones, ya conoces la rutina. A cualquier movimiento inesperado antes de nuestra llegada, o si avistas un solo hombre de armas que no reconoces o debiera estar ahi, quiero que me lo hagas saber... y lo neutralices si es necesario. -
*: Igual estoy asumiendo demasiados privilegios, pero creo que tendria sentido que Juan formase parte de la comitiva y de la Guardia de la Comitiva, para lo que se hubiese llevado a muchos de sus hombres consigo. Si esto te parece bien, hay alguna manera de cuantificar mi mesnada?
**: Si no recuerdo mal, los juegos de naipes estaban prohibidos por la iglesia en esta epoca.
***: segun tengo entendido, Carlos I tenia pensado desembarcar en Santander primero, aunque acabo haciendolo en Tazones. Pero si me dices que ya esta en Castilla, cambia Santander por Tordesillas ^^
Bueno, pues eso, que quiero que el lugar en el que se va a desarrollar el encuentro este "tomado" o "protegido" por mis hombres de confianza... un poco al estilo de Ned Stark en Desembarco del Rey ahora que lo pienso... espero que en este caso no acabe igual XD
Recibí las palabras de Don Juan con una calida sonrisa como muestra de agradecimiento por su cumplido - Sus palabras también fueron las apropiadas, y además fuisteis el primero en atreverse a hablar. Acepto su invitación con mucho gusto. Después de una reunión tan... tensa, agradecería una comida relajada, sin tanto protocolo de por medio, si os parece bien.
Parece que de momento vamos a dar por terminadas las discusiones...
Gerónimo se acercó lentamente hacia Rodrigo Maldonado y Juan Zapata.
Disculpen si interrumpo algo pero me gustaría felicitarle por su pronta y acertada intervención, así como por la vuestra.-dijo dirigiéndose primero hacia Don Juan y después hacia Rodrigo Maldonado.-Mi nombre es Gerónimo Garcinuño, desconozco si lo sabían puesto que somos muchos los que participamos en esta comitiva.
Perdón por tardar en postear, no tenía desde donde hacerlo...
Los hombres saludan a Olaizola con gesto militar. Muchos de ellos, incluso dejan lo que estuvieran haciendo para mostrar su respeto. Algunos jóvenes, recién reclutados por algún noble que no los reconocería, se acercan curiosos a observar de cerca al hombre del que tanto han oído hablar.
Enseguida, con esa discreción que ofrece la veteranía, los dos hombres se hacen aparte. Nicolo observa ora a su amigo, ora al fondo de su vaso de vino y asiente en silencio, con esa comprensión que sólo tienen los que han luchado hombro con hombro y se han salvado las vidas. Con un marcado acento italiano, responde, -Se va a notar nuestra ausencia, ¿lo sabes? No vamos a ser invisibles, ni aquí, ni allí. Lo que sí os digo es que nadie va a mover una espada sin que os enteréis. Los traidores nunca saben esconderse bien..., sonríe de medio lado, recordando viejos tiempos, y mostrando unas muelas ausentes.
Al fondo de la cuadra, observándoos como si quisiera (o pudiera) leer vuestras voces, otro veterano, pero de otras guerras, os observa. Se llama Manuel Hernandéz y lo reconoces como uno de los Capitanes de la Corte, esos gordos que algún día fueron soldados y de ello sólo conservan la floritura que ahora hacen con la pluma, firmando. Aunque se conserva más o menos en forma, a pesar de su acomodamiento es un hombre bonachón que sólo puede caer bien.
*En efecto, te presento al nuevo pj. Podéis hablar juntos, sólo tenéis que marcaros a los dos. Él tiene una intro privada, por eso no os junto en un post :)
Después de la reunión, y los inquietantes intercambios de opiniones, te diriges hacia los barracones, donde los soldados hacen tiempo, aburridos, hasta poder continuar su viaje. Un viejo edificio de piedra hace las veces de acuartelamiento local, seguramente una antigua cuadra al que se le han añadido una armeria y un nuevo polvorin. En él reside permanentemente la pequeña guarnicion de Roa de Duero pero tambien, a dia de hoy, descansan los hombres de armas que los nobles han traído en la comitiva, la mayoría bajo el mando directo o cedido a Olaizola.
Muchos de ellos juegan a juegos de azar y naipes*, y se detienen ligeramente para ver quién entra en la sala. Al verte pasar, saludan con respeto y, con tranquilidad, continúan su juego.
Unos minutos después de tí, Juan de Olaizola hace acto de presencia y su recibimiento no tiene nada que ver con el tuyo. Se trata de un veterano famoso, muchos jóvenes soldados se levantan para observarlo. Lo saludan con respeto, como a tí, pero notas cierta admiración en la mirada de la mayoría. ¡Qué demonios! Hasta tú mismo confiesas que lo admiras un poco. Enseguida se hace a un aparte con un viejo veterano italiano, supones que conocido, puesto que luchó el Milán, y observas que hablan entre ellos. Probablemente alguna conspiración o, en fin, algo serio, pues no parece en absoluto tratarse de chanzas o bromas de soldadesca.
*prohibidos por la Iglesia.
(Puedes hacer cosas por tí sólo, marcando sólo para el dire, o marcaros a los dos y hablar con él, como quieras :) )
El hombre sonríe, -Por supuesto que le conozco, y sobre todo a su padre. Es todo un honor encontrarle en esta comitiva, aún más viendo cómo se encuentran los asuntos. ¿Quién nos iba a decir que íbamos a tener que detenernos tanto tiempo por este trágico suceso? Nos dirigíamos a comer, ¿le gustaría acompañarnos? Será algo sencillo, en la posada si lo deseáis. Podremos disfrutar de una habitación privada.
El hombre habla con cercanía y mucho más relajado, después de la incómoda conversación en la que habéis participado. Parece contento de poder forzar una situación en la que puede hablar con tranquilidad, y de estar rodeado de jóvenes.
Manuel se encontraba reflexivo mirando al suelo de los barracones mientras giraba los dos anillos de su mano derecha sobre sus dedos. Allí sentado mientras los soldados jugaban a las cartas con escusa de su cansancio reclamaba su espacio personal de reflexión. Aquellos soldados eran unos pecadores, pero el no se sentía con derecho a condenarlos por su pecado, dado que la misma profesión que ejercian haría tambalear la fe del hombre más devoto. Fue entonces que entró Juan de Olaizola y el otro, y que una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. Aquel Juan de Olaizola se notaba que era de aquellos que si estaban a tu lado en la formación, al menos sabias que por esa parte nadie del otro bando te mataba, y gente que se ha ganado un nombre y reputación así, resultan tener algo más de poder de lo que les gustaría a los nobles.
Se preguntó si habría percibido que estaba junto a ellos escuchando los comentarios de unos y de otros. Manuel gustaba de ser discreto, y nunca hubiera querido que sus palabras tuvieran más repercusión de la que debieran en aquellas esferas.
Algo de lo que le escucho decir a los dos hombres, le preocupó, y tal vez pensó si no hubiera sido mejor presentarse antes que dejar que hablaran ante si por el respeto de no interrumpir su conversación. Entonces se levanto para no oir más de este modo, y se acercó a ellos.
.-Soy el Capitan Manuel Hernandéz, aqui bajo la hospitalidad de sus hombres, y no se si me atañe lo que puedan discutir, que temo pueda escuchar sin que sea vuestro deseo-.
Su tono de voz parecía estar infundado por una calma serena, que pareciera estar hablando un monje en estado de meditación.
Había oído hablar de Gerónimo y de su familia, y aunque no los consideraba a la altura de la suya, si que aceptaba a Gerónimo como un "igual" a causa de su renombre como espadachin - Por supuesto es más que bienvenido comer con nosotros. Aunque como le comentaba a Don Juan, agradecería una comida en la que pudieramos hablar de temas más relajados, tanta pomposidad acaba agobiando a cualquiera
- Yo si me disculpan me ausentaré unos instantes, tengo que ir a ver al galeno, la pierna me está matando- dijo dándose media vuelta y saliendo de la isntancia.
Gerónimo sonrió al escuchar hablar de su padre, a medias sorprendido a medias orgulloso de que éste fuera conocido por un completo extraño para el.
Estaré en cantado de acompañarlos, será un placer disfrutar de una conversación tranquila. ¿Vamos a la posada pues?-terminó indicando levemente la puerta de la habitación con su mano derecha.
-Por supuesto, síganme, resuelto, sale de la estancia y posteriormente de la Colegiata y camina directo hacia una de las posadas mejor cuidadas de Roa. Con un gesto, el posadero comprende enseguida lo que significa y pronto estáis sentados en una pequeña sala, donde entran justos una mesa, sus sillas, y una alacena llena de viandas, y una joven bonita de pelo castaño os sirve vino con una sonrisa forzada y mucha curiosidad en los ojos. Claramente, no ha visto a muchos nobles distintos a los que ya conoce.
Don Juan se acomoda en su asiento y suspira, soltando la barriga. -Espero que no tengamos que esperar demasiado o cuando llegue el Gran Señor Don Carlos sólo habrá marineros para recibirle...
Me sobresalto ligeramente ante las palabras del Capitan. Cieramente no esperaba oidos ajenos puestos en mi conversacion con Niccolo. No es problema no obstante. Como buenos soldados, todos hemos sido testigos de platicas entre oficiales primero y nobles patronos despues, a las que no habiamos sido oficialmente invitados.
- Capitan - saludo a mi nuevo interlocutor.
- Mi nombre es Juan de Olaizola, Coronel de la II Colunela de Milan. Y este es Niccolo Faila, mi Oficial de Mando. Aqui de vuelta en la patria ambos al servicio de su señoria Don Francisco Álvarez de Toledo y Pacheco - hago una pausa y muestro una amable sonrisa
- Que os trae por estos lares? - pregunto, obviando voluntariamente el asunto de mi anterior conversacion con Niccolo.
Me quedé observando a la moza que nos servia el vino con una sonrisa entre seductora y cruel, disfrutando de su nerviosismo Si esto se alarga más de la cuenta tendré que venir para entretenerme con ella
Cuando la joven terminó de llenarme la copa, le di un largo sorbo y me relajé en la silla, sin dejar de mirar a la joven - Me gustaría ver la cara que pondría el Gran Señor Don Carlos si no hubiera nadie para recibirle. Creo que deberíamos hacer la prueba
.-Protocolo y seguridad, aunque más de lo primero debido a vuestros soldados. Traigo a unos cuarenta hombres en representación de la Guardia Real que han de al tiempo ocuparse de dignar al fallecido Cardenal como de mostrar respetos a su Gran Señoría-. No parecía estar molesto por la labor secundaria que le tocaba en todo aquello .-Vuestra reputación os precede, y viendo la estima que os tienen los que están bajo vuestro mando ha de ser Dios testigo que es bien ganada-. Después refiriendose a los dos hombres comento .-Siempre es un placer conocer a los que sirven fuera del hogar-. Dibujo una leve sonrisa serena
-De seguro sería digno de ver-dijo Gerónimo mientras miraba de reojo a la atractiva joven que servía la mesa-A nuestro Gran Señor Don Carlos seguro que se le antojaba un castigo punible a pesar del estado del Cardenal y a sus consejeros flamencos...¡quien sabe que pensarían!