Harvey nunca se había sentido tan mal por tener razón. La distracción de Elis resultó ser la mismísima perdición, a lo que el muchacho soltó la pala sin si quiera percibirlo. Rebotó en el suelo un par de veces, estruendosamente, mientras él retrocedía unos pasos, sin poder quitar los ojos de la escena. Quería tomar a Elis del brazo y correr, escapar de aquel maldito loco. Allí estaba. Era hora de acabarlo.
Mas había algo dentro suyo, un fervoroso rencor hacia la traidora mujer. Está loca. Perdónala, sálvala y volverá en sí. Tiene que ver con claridad. Su disputa interna duró lo que el flash de una fotografía. Harvey recogió el arma del suelo y con suma torpeza y desesperación descargó unas balas en dirección a Sigfrid, esperando que cayera inerte.
Sin demorarse más, aferró el brazo derecho de su profesora y tironeó para llevársela. -¡Corran, corran!- vociferó, dirigiéndose a la salida de aquel tenebroso subsuelo.
Sigfrid no entró por donde vinimos, ¿o si? En ese caso, Harvey toma la puerta número... la que sea.
Elis se queda atónita cuando Harvey intenta ayudarla. Los disparos que el joven arroja sobre Sigfrid le atraviesan y pasan de largo, como si el mismo ser estuviera hecho de niebla.
-Él es el fantasma, no... no es humano.
Ariadne ayuda a Harvey a mover a Elis y le dice a Max:
-Los huesos, tenemos que desente...
Y una guadaña fría, oscura, cruel y étera como el mismo Sade parte a la chica por la mitad.
Sigfrid no ha salido por la puerta por la que habéis entrado a la habitación. Ha salido de la segunda puerta a la derecha, la siguiente al sitio en donde habeís encontrado las palas.
Harvey no pudo controlar el impulso de su mano al abrirse, dejando caer el arma al suelo. Su mandíbula temblaba sin pausa, atónito ante la rapidez de los sucesos. Ariadne aún agonizaba entre horribles estertores, y un fino polvillo todavía se desprendía de la pared donde las balas habían golpeado. No podía ayudar a la muchacha, solamente derramar lágrimas en su honor. Gruesas lágrimas que mancharon el frío suelo del sótano.
Ante la probablemente inexistente mirada de aquel ser del Inframundo, el muchacho recogió una pala con sorprendente rapidez, sin tardar dos segundos en comenzar a correr, llevando a la profesora consigo, hacia las oscuras escaleras que habían descendido tortuosamente hasta aquella tumba.
S desaparece de pronto de la estancia y Elis tira de la manga de Harvey entre sollozos.
-No, no corras. No... no volverá hasta dentro de unas cinco horas. No puede, no pueden matar y seguir en el mundo material tan rápidamente. Las muertes de las chicas fueron hechas por Paul y él sí podía matar, como un ase... como un asesino puede. Pero Sade es diferente.
Mirando a Harvey y Max con los ojos enrojecidos.
-Sé que no tenéis razón para confiar en mí, pero debemos extraer sus huesos, antes de cinco horas. Por Dios por favor, por favor.
Otra vez había resultado todo terriblemente rápido, aquel ser tuvo que cobrarse otra víctima,...esta vez fue su compañera Ariadne.
Max saco fuerzas de lo más hondo de su alma y dijo:
- Maldita sea, otra vez paso…respiró profundamente y continuo. No más trucos Elis, deseo acabar con esta pesadilla de un jodida vez, así que dinos donde está los huesos,…pero te advierto que si sospecho que no las estás jugando de nuevo seré yo mismo quien acabe contigo esta vez.
Miro a Harvey y dijo:
- Harvey, sé que no te caigo bien pero ya solo estamos nosotros dos en esto. Si no eres capaz de dispararla si se ponen las cosas feas será mejor que me des el arma a mí, tú decides.
Mientras Max habla con Harvey Elis se poner a revisar el sótano para encontrar rastros de dónde pueden estar los huesos de Sigfrid. Gira y mira hacia cada parte del piso. Luego... recuerda de dónde salió el espectro. Se acerca a Max y dice:
-Él salió de la segunda puerta. Es muy posible que estuviera custodiando sus restos... tiene que ser allí, tiene que ser allí que están los huesos.
Elis toma una pala y sin mediar otra aclaración se dirige hacia esa puerta.
-Tómala- dijo con voz temblorosa, señalando el arma en el suelo, sin molestarse en contradecir al muchacho en sus afirmaciones. La sangre de Ariadne aún se extendía por el suelo. Harvey se sobresaltó cuando creyó ver la mano de la muchacha sacudirse en un espasmo post-mortem, y pasó junto al cadáver apretando los dientes y derramando otra lágrima solitaria.
Asía la pala con una fuerza insana. La piel de sus nudillos parecían a punto de desgarrarse estruendosamente, pero él parecía no notarlo. Su mirada no pudo evitar posarse en la vacía mirada suplicante de Ariadne. Volteó bruscamente, tomando la herramienta con las dos manos. Siguiendo a Elis, no supo si había hecho eso para defenderse de ella o de lo que pudiera haber tras aquella puerta.
Max coge el arma que dejo Harvey en el suelo y la sostiene en su mano, no apunta directamente a Elis pero su mirada sigue fijada en ella, pendiente del más mínimo movimiento.
Elis termina de abrir la puerta por la que salió el espectro. Se encuentra con una habitación de unos 2 metros por 4 de ancho. Toda la parte del suelo tiene las tablas removidas y está directamente sobresaliendo los montones de tierra negra. Un olor nauseabundo se despide de todo este sitio. Sobre la pared hay una S pintada con sangre seca ya, que es muy visible. La pared tiene yeso y un poco de pintura color gris, se vé en los pocos lugares en los que queda algo de ella.
Elis se agacha y vomita, producto del olor y los nervios.
Harvey parecía decidido a ingresar a la pútrida habitación, pero dio varios pasos atrás cuando la ola fétida le golpeo como una ráfaga inclemente. Sintió el ácido subir por su garganta, y sonoras arcadas le atacaron al ver la deposición de Elis. Pasó varios segundos alejado del pórtico, para finalmente dar los pasos que tenía que dar para terminar con tanta mierda.
Bajo la luz de las linternas, agazapado junto a una S sangrienta, el muchacho cavó por primera vez en su vida, en busca de los restos de Sade. Respiraba nerviosamente, y tales apuros le costaron toses y más arcadas. Lo soportó, pues la imagen de la Parca, invencible, impenetrable, aparecía en su campo de visión para aterrorizarlo. Había tenido pruebas suficientes. Era momento de acabar con todo.
Harvey cava con fuerza y lo mismo hace Max contra la pared, derribándola. Debajo de la tierra, unos minutos luego de la excavación aparecen los primeros restos. Un cráneo oscurecido, una parte de un fémur, y más huesos. Max, por otro lado, descrubre más huesos en la pared: unas costillas herrumbrosas se caen desde el costado y también los restos de una mano. Harvey, alocado por la tensión del momento, lleno de adrenalina sigue excavando... hasta que ningún hueso queda por salir.
Max destruye toda la S y encuentra los huesos que faltan. Si no hubiese sido porque buscaron en ambos sitios al mismo tiempo, Sigfrid hubiera seguido ganando la batalla.
Cuando cae lo que parece ser el último hueso, se siente un retumbar por toda la estancia, como si el edificio 13 se estuviera quejando.
Parece como un pequeño terremoto que comienza.
-¡Salgamos de aquí! -grita Elis aterrorizada.
Toses ocasionales resonaban en aquel reducto de muerte, cuyo hedor parecía sino aumentar en vez de fluir hacia el exterior, como si un ente invisible intentara ahuyentarlos. Harvey sudaba, carraspeaba, se detenía para descansar sus músculos tensos cargados de un estrés insano, gruñía, apretaba los dientes, y maldecía en voz baja, lo que el daba un aspecto delirante.
Los sonidos que profería Max mientras derribaba la S sanguinolenta no ayudaban al escritor a cumplir su tarea, pero un horror tendido sobre sus cabezas como una bruma venenosa que acababa con la mente le compelía a continuar cavando, y no quitar la vista de aquel pozo pútrido hasta que el último resto de Sigfrid es tuviera afuera.
Al cumplir la tarea, Harvey no tuvo tiempo para pensar sobre el próximo paso a seguir. Más bien, las fuerzas ocultas a los ojos mortales intervinieron como si profanar aquel cadáver hubiera sido un insensato llamado por parte de almas ciegas en busca de la verdad, la salvación o la venganza. El muchacho soltó la pala cuando una polvareda se precipitó del techo de aquella diminuta habitación, junto a trozos de pared capaces de aplastarlos como cucarachas. Paradójico, pues a los ojos de los entes que gobernaban el Universo, es lo que eran esos tres condenados.
Hizo efusivas señas a Max, y tomó a Elis del brazo, dejando que ella le arrastrara por momentos, aunque también aportando, por momentos, con una sorpresiva fuerza nacida de la adrenalina que el miedo inyectaba en su sangre como una droga. No tuvo las energías para emitir palabras, pues sus jadeos eran cada vez más frecuentes. Aquel característico dolor en el bazo, pero multiplicado por diez, amenazó con derribarlo. Zozobró, pero se rehusó a caer.
Las escaleras parecían alargarse, como en esas pesadillas de las que no puedes despertar mientras Harvey, Max y Elis subían a trompicones hasta la planta baja del edificio 13. La estructura rugía, rezongaba, protestaba, con cada escombro que caía y vetas de polvo llenaban el aire, haciendo dificultoso el respirar.
Por un momento pensaron que no lo lograrían, sobre todo cuando las luces se encendieron y apagaron en todo el sitio, como si el espíritu enloquecido de Sade estuviera quejándose porque pese a ser electrocutado y llamado ahora para matar, la electricidad aún lo llamara a su cuna de muerte.
Pero salieron, los tres. Solamente Ariadne quedó adentro.
Elis se agachó cuando salió al jardín. Varios patrulleros se acercaron con rapidez, producto de los estallidos que se producían por el sector. El edificio 13 se estaba cayendo, completamente, hasta el último ladrillo.
Elis sólo gimoteaba un "lo siento" repetitivo y lastimero.
Los policías ayudaron a los chicos a subir a un patrullero y partir de allí, hacia otros edificios del campus mientras el fatídico lugar se hundía bajo la tierra.
Uno de los uniformados preguntó:
-¿Qué hacían ahí? Por Dios santo, podrían haber muerto... Tuvieron suerte, mucha suerte.
Realmente la habían tenido, pero también valor. Agallas y fuerza de voluntad, y no todos habían salido con vida. Pero no era el momento de contar eso, sólo era el momento de descansar, de saber que la maldición había terminado.
Dejo sus posts de epílogo por decirlo así, y la cierro
=) por supuesto les daré 1 positivo por haberla terminado. Muchas gracias.
Suerte, si tal vez hubieran tenido suerte en salir vivos de aquel infierno,…murieron muchos inocentes en aquel sitio, pero ahora todo había terminado. Sin embargo la vida de Max no volvería a ser nunca igual, ahora probablemente le persiguieran las pesadillas durante el resto de sus días, nunca podrá olvidar a sus compañeros que cayeron en aquel diabólico edificio.
Suerte le volvió a retumbar en los oídos de Max, la imagen de la letra S se le vino a la mente. Pensó que lo mejor que podía hacer era cambiar de universidad, quería olvidar todo por lo que habían pasado o al menos intentarlo.
Los pasos apurados y las respiraciones agitadas en la oscuridad de la escalera no se comparaban con el estruendo ensordecedor del edificio en pleno derrumbe. El polvo estaba por doquier, y Harvey trastabilló, tragando bocanadas de aire contaminado, aunque se repuso con esa agilidad inherente a un hombre aterrorizado, que bombea sangre como si estuviera propulsada por una turbina. Dando pasos torpes, para finalmente caer al suelo raspándose las rodillas, el muchacho salió del Edificio 13, perdiendo el agarre de Elis.
Demasiado tarde se dio cuenta, pues unos policías le arrastraban lejos del derrumbe. Harvey pataleó, preso de una desesperación inhumana, buscando a la profesora con ojos dilatados. Los agentes eran más resistentes que él, y apresaron lejos de la estructura que aún seguía cayendo, despidiendo una nube de polvo inmensa que amenazaba con cegarlos y envolverlos en una bruma tóxica. El muchacho, esposado por su efusividad, alcanzó a divisar a la mujer a lo lejos, a quien habían cubierto con una frazada y observaba el vacío mientras murmuraba algo.
Ha perdido la cabeza.
-¡Mierda!- exclamó el muchacho, resignado, cabizbajo y taciturno. La tranquilidad le devolvió algo de razón, y con ella vino el inevitable análisis de lo vivido. Los recuerdos, la pena. El miedo. Creyó ver una figura encapuchada escabullirse en la oscuridad, y sufrió un sobresalto. Dentro de una patrulla, esperó a que finalmente el estrés de la experiencia llegar a cobrarse su porción de sanidad mental.
Harvey no volvió a ver a Elis luego de aquello, y se consolaba pensando en que hacerlo reviviría el horror, y no sería conveniente para su frágil cordura. Había vislumbrado secretos oscuros y antiguos, pero, no era todo. Apenas había comenzado a raspar la puerta que le llevaría al éxito. ¿Qué mejor manera de asegurarse la carrera tan deseada que acudiendo a poderes más allá de la comprensión humana? Su libro "S" no había colado. Era hora de buscar medios menos convencionales.