Partida Rol por web

El monstruo había muerto, todo lo muerto que pudiera estar una cosa como esa. Pero no era el único. Le había fallado a sus hombres, había vuelto a suceder lo que ya le había pasado hace años, si no peor. Pero todo estaba aún lejos de terminar, quedaba Hill. Y John no cesaría hasta detenerlo.

Buscó por el maizal intentando seguir alguna huella o rastro que le llevara a él, intentando ser lo más cuidadoso posible.

John se recuperó como pudo de aquella traumante situación que había vivido apenas unos segundos, había logrado frenar al monstruo con forma de espantapájaros y eliminarlo, aunque lo había hecho demasiado tarde para salvar a sus compañeros. Nuevamente la historia se repetía, como si fuera una vívida pesadilla, John había vuelto a fallar en su intento de que la sangre no corriera. 

Sin apenas tiempo para digerir lo de aquella criatura, sintió como la rabia se apoderaba de él y le volvía rígidos los músculos. Miró a su alrededor en busca del culpable de todo aquello. Al principio no pudo distinguir nada más allá de los tallos de los maizales mecidos ligeramente por la brisa nocturna. Pero entonces vió una sombra tenuemente iluminada por la luz de la luna. Era el Viejo Hill escapando del lugar. Sintió de inmediato el peso del arma en la mano, y como la ira tomaba el control de su lado racional. 

Muchas habían sido las víctimas. Sus compañeros también habían muerto. Y el responsable de aquella locura, un viejo amargado intentaba huir patéticamente. John tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no disparar. Aún así empuñaba su arma, que apuntaba a ese vil ser al que despreciaba.

-Deténgase ahora mismo, queda arrestado. O dispararé.

Su expresión indicaba que iba en serio, cualquier ataque de Hill o intento de huida y dispararía. De hecho, una parte de él deseaba que fuera así. Su dedo jugueteaba con el gatillo, no le llevaría mucho tiempo apretarlo si era necesario.

-¡Párame tú ésta!. 

El viejo se detuvo, pero de inmediato escañonó la escopeta hacia el agente Dwight y disparó. Afortunadamente su puntería estaba mermada por la escasa visibilidad de la noche y el hecho de que su vista con la oscuridad no era muy buena. Aún así no  había que tomarlo en broma, pues ya había demostrado su peligrosidad cuando mató de un certero disparo a Salina. En esta ocasión, el agente Dwight sólo tuvo que lamentar el susto que le propinó el estruendoso disparo de la escopeta. 

El agente devolvió el disparo de inmediato pero el susto había provocado que su puntería no fuera tampoco como para estar orgulloso.

Ambos estaban nerviosos, era lo único que explicaba que hubieran fallado así. Eran o él o Hill. No había llegado tan lejos y había dejado, aunque no aposta, que muriera tanta gente como para que aquello terminara así.

-Hill, estás muerto. Pagarás por lo que has hecho.

Ya no se preocupaba por la legalidad ni las apariencias, al fin y al cabo era defensa propia o al menos sería muy fácil de justificarla. Hill era tan monstruo como aquel que había muerto hace un momento.

El disparo acertó al Viejo Hill en una pierda y le hizo trastabillar y caer al suelo. Su salud, a su edad, no era como para revivir otro Vietnam, así que aquel tiro le había dejado malherido y provocaba que sangrara como un cerdo.

-¡Ah!... Mierda, joder. - El Viejo se arrastraba por el suelo en busca de su rifle, que al caer se había escapado de sus manos a un par de metros de donde él se encontraba.

Las palabras de John encontraron una breve respuesta por parte de Hill:

-Chúpame la polla, cabronazo.

Hill a veces parecía más perro que hombre, siempre reguñendo, rabioso. Y ahora parecía morir como uno, solo que quería seguir luchando. John corrió en cuanto vio que la intención de Hill era atrapar el arma, para darle una patada al rifle y alejarlo de él. De buena gana le habría vuelto a disparar, pero en el fondo quería oír respuestas de lo que había pasado esa noche y encerrar al viejo en una jaula como el animal que era. Esperaba no tener problema en alcanzar el arma antes que Hill, su edad avanzada y el moverse a rastras podría hacer que dos metros fueran un suplicio.

De todas formas, no bajó el arma, corrió apuntando a Hill, si se acercaba demasiado, le volvería a disparar. Por un lado, John creía que la mejor manera de vengar a sus compañeros era descargando su cargador en él.

John llegó al rifle antes de que el Viejo Hill lo pudiera alcanzar y lo recogió del suelo escuchando los lamentos del viejo, sus quejas e insultos. A pesar de encontrarse malherido y verse en aquella situación el viejo no perdía su carácter lo más mínimo. Su estado de salud era delicado, pero siguió llamando blandengue, boy-scout y otros insultos y menosprecios peores al agente Dwight aunque éste tuviera su arma en las manos.

Martin Hill se recolocó en el suelo y se giró de manera que pudiera estar frente a John. Sangraba en el muslo abundantemente, como si la bala hubiera afectado a alguna arteria importante. El viejo no podía andar ni reincorporarse, pero su rostro curtido no mostraba un ápice de dolor.

De pronto, sonrió con perversión y se llevó la mano al bolsillo interior de la chaqueta con un movimiento brusco.

Ese extraño ser no dejaba de crisparle los nervios. Había matado a sus compañeros y quería matarle a él. O eso parecía. Una mano se deslizaba en su interior. ¿Tenía un arma? Estuvo a punto de dispararle como reacción pero al instante pensó en algo. Si el viejo tenía una pistola, ¿para qué quería antes deslizarse hacia el rifle cuando era más fácil dispararle con una pistola de tenerla? Quizá buscaba la salida fácil, o quizá John arriesgaba demasiado. Igualmente, decidió jugársela. Odiaba a Hill y si buscaba la muerte era mejor no darle lo que quería.

Eso no quitaba que estuviera seguro al 100 % así que intentó tirarse al suelo y ocultarse en el maizal apuntando hacia donde Hill estaba en el suelo. Si  disparaba  no tendría más remedio que acabar con el anciano suponiendo que john siguiera vivo. Si no, le detendría. malherido y con la escopeta fuera de su alcance*. Sin embargo, y a pesar de no ser un hombre muy creyente rezó para no equivocarse. Morir de un disparo estando tan cerca del final y basando sus decisiones en buscar lo peor para Hill y en su intuición como analista de perfiles psicológicos sería demasiado irónico como para tener siquiera gracia. 

John tenía en su mano acabar con la vida de quien tantas desgracias le había hecho pasar a él y a los suyos, todavía no había asimilado toda la información que había recibido, su cerebro había bloqueado todos los estímulos negativos de las últimas horas: el Espantapájaros, las muertes de sus compañeros y de la sheriff, la visita a la celda de Arthur D. Lewis, los recuerdos de su anterior encuentro con él y la historia de tragedia que ahora se repetía a escala mayor. No, evidentemente John no estaba siendo consciente todavía de todo ello cuando, con tremenda sangre fría, permitió al Viejo Hill que sacara del bolsillo interior de su chaqueta lo que fuera que llevaba allí.

Cualquier otro le hubiera pegado un tiro, pero para él había algo que no cuadraba. No quería ponerle la salida tan en bandeja a Martín Hill. Quería que sufriera pudriéndose en la cárcel por todo el sufrimiento que había causado. Su intuición de analista de perfiles psicológicos zumbaba en su cabeza. Y decidió jugársela y hacerle caso.

Martin Hill sacó un objeto negro y abultado de su bolsillo y apuntó con él a John, que por un momento temió que había cometido el mayor error de su vida. Pero cuando el viejo apretó el gatillo, un fogonazo deslumbró a John y, a pesar del susto, pudo distinguir con alivio que no se trataba del resplandor de un arma de fuego, si no del flash de una cámara. Una cámara Polaroid. El motorcillo del interior empezó a ronronear y de la hendidura inferior salió una foto ennegrecida. Aquello en cierto modo era más perturbador para John que si el viejo le hubiera disparado.

Martín Hill, no dijo nada esta vez. Ningún comentario mordaz de su lengua viperina. Simplemente se limitó a reír a carcajadas como si aquella situación le resultara muy graciosa. Reía como si comprendiera el chiste que John no terminaba de entender.

Como un maldito loco...