Tierra... Fuego... Aire... Agua...
El avatar Sangok murió hace ya doce años y el nuevo avatar está creciendo en el Reino de la Tierra. Todavía no se sabe quién es el pequeño o pequeña avatar. Mientras tanto el mundo goza de un tiempo de paz gracias al avatar Sangok.
Un día recibes una carta extraña. El sobre contiene una ficha del loto blanco del juego de Pai Sho y una nota (la que viene en la portada de la partida). Gracias a ella por fin tienes un pequeño indicio acerca de lo que puede haber pasado. Debes ir al Oasis de las Palmeras Brumosas, en el Desierto de Si Wong, el próximo solsticio de verano y comenzar tu misión.
La intro será una pequeña explicación de lo que hacía cada uno cuando recibió la carta, de quién es la carta y la relación que tenéis con esa persona; y la salida hacia el Oasis.
Me encontraba en el templo de aire del norte cuando la carta llegó, descansando tranquilo sobre Sonthor antes de que uno de los miembros del monasterio viniera a avisarme de la carta, la cual había llegado, extrañamente, para mi, pues no esperaba correspondencia de nadie, al menos no durante un tiempo ¿Quizás del monasterio del este?
De un simple salto me levanté de la espalda del bisonte antes de acariciar su cabeza, recibiendo entonces un lametón que no lo había mojado, sino "bañado" de las babas del gran animal, a lo que reí mientras me pasaba las mangas por la cara, respirando hondo
-Ahora vuelvo, quédate aquí-
Dije antes de marchar con calma hacia el mensajero, acariciándome el tatuaje de la cabeza durante unos segundos, marchando allí una vez me había limpiado y secado las babas del animal, tomando entonces la carta para leerla, muy extrañado. ¿Por que había sido yo elegido para eso?.. No lo sabía, por lo que encogiéndome de hombros necesitaba que respondieran a mis respuestas, guardando en una bolsa la ficha de Paisho. Debía preparar las provisiones al menos para que Sonthor y yo no acabásemos deshidratados en el camino.
-Hmmm... Va a ser difícil cruzar ese lugar en verdad...-
Dicho aquello lo preparé todo y corrí dirección a preparar todo para partir tan pronto me fuera posible, acariciando la cabeza del bisonte con suavidad antes de subir de un salto sobre el.
-Bueno Sonthor, Yip yip-
Chasquee automáticamente las riendas sobre los cuernos del bisonte con levedad, solo para que sintiera el movimiento antes de partir para allí.
Shio se había levantado temprano ese día. La brisa de la mañana era su favorita. Solía tomar su planeador y pasear por ahí en las mañanas. Los pájaros apenas despertaban y era divertido poder disfrutar de los cielos. Solía ponerles formas locas a las nubes con su aliento y después de divertirse, volvía a su hogar en el templo del aire del este.
Debido a su atuendo, los tatuajes de sus brazos y espalda eran visibles, aunque el de su frente apenas y se asomaba debido a su cabellera. Después de su excursión, fue a los establos de los bisontes y lo primero que hizo fue saludar a Yoti.
- Buenos días, te traje tu comida favorita - le dio unas cuantas zarzamoras y comenzó a peinar su abundante pelaje. Tenía que impulsarse de vez en cuando para poder alcanzar las partes mayores del bisonte, pero era divertido y Yoti lo disfrutaba. Al terminar, comenzó a hablarle, como lo hacía todas las mañanas.
- Sonthor no ha regresado, pero bueno. Pronto tendrás con quién jugar, aunque los otros bisontes te esperan. Es más, creo que el pequeño por allí está interesado en ti - Yoti tumbó a la chica de su lomo y esta tuvo que suavizar su caída con un soplido.
- ¡Oye! ¡No es justo! - después de un lametazo de su bisonte y una carcajada, Shio siguió atendiendo a los demás bisontes. Limpió el lugar para ellos y les dio de comer. Pronto sería momento de comenzar su entrenamiento, pero algo inesperado sucedió. Un mensajero llegó con un recado para ella. Shio lo abrió recostándose sobre Yoti y se sorprendió al ver la pequeña pieza de Paisho. Había escuchado del loto blanco, pero no sabía mucho de ellos. Ahora tenía la oportunidad de pertenecer, era excelente. Una nueva aventura. Su instinto justiciero brotaba y se sentía emocionada. Le comentó a Yoti y le dijo que debía dejarla por el momento. Si ella la necesitaba, la buscaría pero, por ahora, debía irse.
Shio habló con los monjes encargados del templo y mostró la ficha. Con su aprobación, estaba lista para partir.
Llegado el día, empacó sus provisiones, arregló los corrales de los bisontes y, junto con su planeador, se dirigió al lugar de reunión. Trató de coger una brisa que le llevara más fácilmente, dijo adiós a su hogar y se marchó. Solo esperaba que los campesinos estuvieran bien en su ausencia.
El recipiente de marfil terminó por caerse de la mano y rodar vacío unos centímetros. Su dueño permaneció tumbado con la mano que sujetaba la botella abierta y laxa. Noah siguió tumbado en un estado de embriaguez que le impedía incorporarse y realizar cualquier labor que exigiera cierta pericia. Superar la muerte de su mujer le estaba resultando una tarea imposible. Se sentía culpable de lo sucedido. Salir a pescar en su barca con su mujer era una de las rutinas mas agradables para él, hasta que un repentino ataque de una ballena les lanzó a ambos por los aires. La mala fortuna quiso que la mujer de Noah se precipitara contra un bloque de hielo flotante e impactara de manera dramática. Lo peor es que su pequeña Kirah también estaba perdiendo a su padre. Gracias a los padres de Noah, kirah estaba recibiendo la atención necesaria para poder criarse. Con buen juicio, se desplazaron a la tribu del norte, donde podrían contar con más ayuda de otros familiares. Lamentablemente, Noah seguía sin mejora.
El sol ya estaba en lo alto cuando la puerta se abrió y su luz golpeó en el rostro de Noah. Éste gimió y se cubrió los ojos como pudo. El padre de Noah reprochó la escena con un ahogado resoplido. - Hoy tampoco has salido a pescar... - Noah no respondió, era evidente. - Cada vez tengo más dificultad para evitar que tu hija te vea en este estado. Noah, todos queríamos a Konava y lamentamos su pérdida. Deja ya de culparte o temo que te perdamos a ti también - - No... No quiero hablar de eso... - Balbuceó el ebrio. - Hoy he hablado con el Maestro Pakku. En verdad, he conversado con él sobre tu situación en varias ocasiones. Dice que tienes cierto talento con nuestro elemento. Aunque no estás en condiciones de aprender. En cualquier caso hoy me ha entregado esto... Dice que es para tí - Dijo mostrando un característico cilindro que contenía algún documento. - Dice que esto te permitirá poner un nuevo rumbo en tu vida. Y que si eres lo suficientemente sabio, sabrás aprovechar la experiencia para regresar siendo un hombre nuevo. Desde luego exigirá dar lo mejor de ti, pero si consigues regresar, no serás el mismo. Lo dejo en la mesa junto con esta ficha -
Tras leer la carta, Noah pudo sentir una llamada en su interior. Era como si su anterior yo gritara pidiendo salir. En efecto, la perspectiva de cumplir con una misión, aunque supusiera cierto riesgo para su persona, le otorgaba fuerzas renovadas. Durante el resto del día pasó las horas con su pequeña, poniéndole en conocimiento de su ausencia durante un tiempo por una tarea muy importante. Se sorprendió de la madurez con que la pequeña reaccionó y tuvo más presente que nunca todo lo que se estaba perdiendo si continuaba en su situación.
Al día siguiente, y con un equipaje ligero, se puso en marcha temprano con la promesa de regresar siendo un hombre nuevo.
Turno del agua XD
Después de varias semanas de viaje por el Reino Tierra, deteniéndote solo a descansar cuando era totalmente necesario, ya que la premura en la nota era clara y faltaban pocos días para el Solsticio de Verano, finalmente alcanzas a distinguir la forma de las casas y torreones que rodean el Oasis de las Palmeras Brumosas, una maravilla natural enclavada en el Desierto de Si Wong.
El Oasis estaba rodeado por una muralla de forma irregular, que presumiblemente debía servir para mantener a raya las arenas del desierto o quizá a las criaturas que moraban en este, aunque eso ultimo resultaba dudoso, dada la poca altura y grosor del muro.
Sin darle mayor importancia a ese detalle entras por uno de los varios arcos abovedados que hacen las veces de puertas en la muralla y comienzas a caminar por entre las calles del lugar.
Para ser un sitio tan remoto y aparentemente tan pequeño, las edificaciones en torno al Oasis son numerosas y aprovechan cada metro de espacio disponible, con construcciones de varios niveles, tiendas y vendedores por todas partes. Te cruzas con muchos caminantes, mercaderes y animales en el camino hacia la taberna del lugar, situada justo enfrente del Oasis que da nombre al lugar.
Una fantástica e inexplicable formación de hielo se eleva en el centro del poblado, rodeada de palmeras y de la Bruma que se forma gracias a la acción del sol sobre el hielo, que le da un aire casi sobrenatural al ambiente. Pero debido a eso, la temperatura también es más tolerable en los alrededores, mientras que afuera el calor era asfixiante.
Tras cruzar las puertas de la taberna, te topas con un salón bajo y amplio, con una docena de mesas de madera dispuestas sin ningún orden aparente entre la entrada y una barra al fondo, donde botellas con licores y diversas frutas frescas se disputan el lugar con unos curiosos platos curvos, completamente formados por hielo.
En las mesas puedes ver a diversas personas, cuyo aspecto variopinto deja en claro que proceden de todas partes del mundo. La mayoría van armados y con vestimentas adecuadas para el desierto, holgadas y frescas. Sus rostros o cabezas están cubiertos con sombreros, turbantes y mascarillas para resguardarse del sol.
En una mesa apartada, un hombre anciano esta sentado frente a una mesa de Pai Sho, con las manos ocultas bajo las amplias mangas de su túnica y mirando el tablero con las fichas que están frente a el, aparentemente ajeno a todo lo demás.
Por favor responde este mensaje marcandolo "Solo para el director".
Después de varias semanas de viaje por el Reino Tierra, deteniéndote solo a descansar cuando era totalmente necesario, ya que la premura en la nota era clara y faltaban pocos días para el Solsticio de Verano, finalmente alcanzas a distinguir la forma de las casas y torreones que rodean el Oasis de las Palmeras Brumosas, una maravilla natural enclavada en el Desierto de Si Wong.
El Oasis estaba rodeado por una muralla de forma irregular, que presumiblemente debía servir para mantener a raya las arenas del desierto o quizá a las criaturas que moraban en este, aunque eso ultimo resultaba dudoso, dada la poca altura y grosor del muro.
Sin darle mayor importancia a ese detalle entras por uno de los varios arcos abovedados que hacen las veces de puertas en la muralla y comienzas a caminar por entre las calles del lugar.
Para ser un sitio tan remoto y aparentemente tan pequeño, las edificaciones en torno al Oasis son numerosas y aprovechan cada metro de espacio disponible, con construcciones de varios niveles, tiendas y vendedores por todas partes. Te cruzas con muchos caminantes, mercaderes y animales en el camino hacia la taberna del lugar, situada justo enfrente del Oasis que da nombre al lugar.
Una fantástica e inexplicable formación de hielo se eleva en el centro del poblado, rodeada de palmeras y de la Bruma que se forma gracias a la acción del sol sobre el hielo, que le da un aire casi sobrenatural al ambiente. Pero debido a eso, la temperatura también es más tolerable en los alrededores, mientras que afuera el calor era asfixiante.
Tras cruzar las puertas de la taberna, te topas con un salón bajo y amplio, con una docena de mesas de madera dispuestas sin ningún orden aparente entre la entrada y una barra al fondo, donde botellas con licores y diversas frutas frescas se disputan el lugar con unos curiosos platos curvos, completamente formados por hielo.
En las mesas puedes ver a diversas personas, cuyo aspecto variopinto deja en claro que proceden de todas partes del mundo. La mayoría van armados y con vestimentas adecuadas para el desierto, holgadas y frescas. Sus rostros o cabezas están cubiertos con sombreros, turbantes y mascarillas para resguardarse del sol.
En una mesa apartada, un hombre anciano esta sentado frente a una mesa de Pai Sho, con las manos ocultas bajo las amplias mangas de su túnica y mirando el tablero con las fichas que están frente a el, aparentemente ajeno a todo lo demás.
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El Oasis estaba rodeado por una muralla de forma irregular, que presumiblemente debía servir para mantener a raya las arenas del desierto o quizá a las criaturas que moraban en este, aunque eso ultimo resultaba dudoso, dada la poca altura y grosor del muro.
Sin darle mayor importancia a ese detalle entras por uno de los varios arcos abovedados que hacen las veces de puertas en la muralla y comienzas a caminar por entre las calles del lugar.
Para ser un sitio tan remoto y aparentemente tan pequeño, las edificaciones en torno al Oasis son numerosas y aprovechan cada metro de espacio disponible, con construcciones de varios niveles, tiendas y vendedores por todas partes. Te cruzas con muchos caminantes, mercaderes y animales en el camino hacia la taberna del lugar, situada justo enfrente del Oasis que da nombre al lugar.
Una fantástica e inexplicable formación de hielo se eleva en el centro del poblado, rodeada de palmeras y de la Bruma que se forma gracias a la acción del sol sobre el hielo, que le da un aire casi sobrenatural al ambiente. Pero debido a eso, la temperatura también es más tolerable en los alrededores, mientras que afuera el calor era asfixiante.
Tras cruzar las puertas de la taberna, te topas con un salón bajo y amplio, con una docena de mesas de madera dispuestas sin ningún orden aparente entre la entrada y una barra al fondo, donde botellas con licores y diversas frutas frescas se disputan el lugar con unos curiosos platos curvos, completamente formados por hielo.
En las mesas puedes ver a diversas personas, cuyo aspecto variopinto deja en claro que proceden de todas partes del mundo. La mayoría van armados y con vestimentas adecuadas para el desierto, holgadas y frescas. Sus rostros o cabezas están cubiertos con sombreros, turbantes y mascarillas para resguardarse del sol.
En una mesa apartada, un hombre anciano esta sentado frente a una mesa de Pai Sho, con las manos ocultas bajo las amplias mangas de su túnica y mirando el tablero con las fichas que están frente a el, aparentemente ajeno a todo lo demás.
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Después de varias semanas de viaje por el Reino Tierra, deteniéndote solo a descansar cuando era totalmente necesario, ya que la premura en la nota era clara y faltaban pocos días para el Solsticio de Verano, finalmente alcanzas a distinguir la forma de las casas y torreones que rodean el Oasis de las Palmeras Brumosas, una maravilla natural enclavada en el Desierto de Si Wong.
El Oasis estaba rodeado por una muralla de forma irregular, que presumiblemente debía servir para mantener a raya las arenas del desierto o quizá a las criaturas que moraban en este, aunque eso ultimo resultaba dudoso, dada la poca altura y grosor del muro.
Sin darle mayor importancia a ese detalle entras por uno de los varios arcos abovedados que hacen las veces de puertas en la muralla y comienzas a caminar por entre las calles del lugar.
Para ser un sitio tan remoto y aparentemente tan pequeño, las edificaciones en torno al Oasis son numerosas y aprovechan cada metro de espacio disponible, con construcciones de varios niveles, tiendas y vendedores por todas partes. Te cruzas con muchos caminantes, mercaderes y animales en el camino hacia la taberna del lugar, situada justo enfrente del Oasis que da nombre al lugar.
Una fantástica e inexplicable formación de hielo se eleva en el centro del poblado, rodeada de palmeras y de la Bruma que se forma gracias a la acción del sol sobre el hielo, que le da un aire casi sobrenatural al ambiente. Pero debido a eso, la temperatura también es más tolerable en los alrededores, mientras que afuera el calor era asfixiante.
Tras cruzar las puertas de la taberna, te topas con un salón bajo y amplio, con una docena de mesas de madera dispuestas sin ningún orden aparente entre la entrada y una barra al fondo, donde botellas con licores y diversas frutas frescas se disputan el lugar con unos curiosos platos curvos, completamente formados por hielo.
En las mesas puedes ver a diversas personas, cuyo aspecto variopinto deja en claro que proceden de todas partes del mundo. La mayoría van armados y con vestimentas adecuadas para el desierto, holgadas y frescas. Sus rostros o cabezas están cubiertos con sombreros, turbantes y mascarillas para resguardarse del sol.
En una mesa apartada, un hombre anciano esta sentado frente a una mesa de Pai Sho, con las manos ocultas bajo las amplias mangas de su túnica y mirando el tablero con las fichas que están frente a el, aparentemente ajeno a todo lo demás.
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Después de varias semanas de viaje por el Reino Tierra, deteniéndote solo a descansar cuando era totalmente necesario, ya que la premura en la nota era clara y faltaban pocos días para el Solsticio de Verano, finalmente alcanzas a distinguir la forma de las casas y torreones que rodean el Oasis de las Palmeras Brumosas, una maravilla natural enclavada en el Desierto de Si Wong.
El Oasis estaba rodeado por una muralla de forma irregular, que presumiblemente debía servir para mantener a raya las arenas del desierto o quizá a las criaturas que moraban en este, aunque eso ultimo resultaba dudoso, dada la poca altura y grosor del muro.
Sin darle mayor importancia a ese detalle entras por uno de los varios arcos abovedados que hacen las veces de puertas en la muralla y comienzas a caminar por entre las calles del lugar.
Para ser un sitio tan remoto y aparentemente tan pequeño, las edificaciones en torno al Oasis son numerosas y aprovechan cada metro de espacio disponible, con construcciones de varios niveles, tiendas y vendedores por todas partes. Te cruzas con muchos caminantes, mercaderes y animales en el camino hacia la taberna del lugar, situada justo enfrente del Oasis que da nombre al lugar.
Una fantástica e inexplicable formación de hielo se eleva en el centro del poblado, rodeada de palmeras y de la Bruma que se forma gracias a la acción del sol sobre el hielo, que le da un aire casi sobrenatural al ambiente. Pero debido a eso, la temperatura también es más tolerable en los alrededores, mientras que afuera el calor era asfixiante.
Tras cruzar las puertas de la taberna, te topas con un salón bajo y amplio, con una docena de mesas de madera dispuestas sin ningún orden aparente entre la entrada y una barra al fondo, donde botellas con licores y diversas frutas frescas se disputan el lugar con unos curiosos platos curvos, completamente formados por hielo.
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En una mesa apartada, un hombre anciano esta sentado frente a una mesa de Pai Sho, con las manos ocultas bajo las amplias mangas de su túnica y mirando el tablero con las fichas que están frente a el, aparentemente ajeno a todo lo demás.
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Hacia tiempo que no sabia nada del Tio Grandi, de pequeño era yo su favorito y solia acompañarme en travesuras o regalarme dulces cuando se suponia que debia enfocarme en mis prácticas.
El era la iveja negra de la familia, aunque mi padre una vez dijo que no siempre fue así, que tras la.perdida de Shera, su unico amor, poco a poco habia ido tomando ma vida menos en serio y dejado de importarle las cosas de la vida. Toda la familia se dedicaba a la construcción y el tierra control era un arte que exhibiamos con orgullo. Pero Grandi preferia beber o perderse en el desierto a tener que trabajar con su dominio de la tierra. Aun asi, fue él quien más me apoyo cuando aquel accidente se llevo mi brazo e hizo peligrar mi futuro como maestro constructor. El me apoyo y tuvo la paciencia de mostrarme que existia siempre un forma de resolver todo.
Entonces vi algo en mi tio que supuse era lo que había sido antes de perder a tia Shera.
Y ahora llegada aquella misteriosa carta que me instaba a bo decir nad a mi padre y emprender su busqueda. Durante el viaje me detenia a la sombra de un muro de roca para releerla y mirar aquella ficha de Pai sho.
Llegue a la taberna jugueteando con la ficha en mi mano izquierda, la derecha cubierta y oculta por una capa de viaje, más que indicda para atravesar el arenoso desierto, permanecia rígida, casi muerta.
Me.levante las gafas y corri la capucha dejando al descubierto mi rostro lleno de polvo, la incipiente barba que habia cosechado estos días estaba de color rojizo como las arenas e incluso emitia algunos brillos alli donde la luz dba con algun cristal microoscopico.
Me aproximé al hombre de la esa de Pai Sho y depositando la misma en el tablero le dije.
Creo que le falta esta pieza a su juego
El viaje había sido largo y por fortuna, con pocos imprevistos, pero al fin, la ciudad del reino de la tierra y su famoso oasis aparecen ante Noah. El calor es asfixiante para alguien del norte, y mas aún en esta época del año. Cuando cruza el muro, puede percibir cierta mejora gracias al gran bloque de hielo. La gente del lugar va dando señas sobre la localización de la posada y tras un tiempo de caminata termina encontrándola.
El interior no destaca especialmente, pero algo parece arrancar una sonrisa al viajero. Un hombre de cierta edad parece estar sentado dispuesto a comenzar una partida de Pai sho. No tiene oponente. Da la sensación de estar esperando. Tantas horas de viaje y tal como pudo leer en la carta, ahí hay alguien esperando a jugar una partida. Mientras recorre la estancia percibe la barra y el olor de los licores. Un nudo se forma en su garganta. Han sido varios días sin beber una gota de alcohol, piensa Noah. Dejándose llevar por el impulso, se acerca a la barra y pide un trago. Con la bebida en su mano, alcanza la mesa del jugador, se deshace del peso de su mochila y la deja en el suelo. - ¿Puedo sentarme, Señor? - Dice el viajero extrayendo la ficha y dejándola sobre el tablero. - Mi nombe es Noah, he viajado durante muchos días desde mi tribu del norte. Creo que según este documento, estoy ahora en el lugar indicado. ¿Qué opina sobre ello? - Y le muestra la carta.
Noah apura el contenido de su vaso para evitar el molesto silencio hasta que el hombre de su opinión, confiando que no haya errado en su viaje y hubiera sido en vano. La bebida parece estar algo caliente y consigue refrescar su contenido mediante las artes de su tribu. - Esto no está nada mal, ¿Quiere un trago, buen hombre? -
Las semanas habían pasado rápidamente en mi viaje. No tenía un solo segundo para aburrirme pues estaba conociendo lugares del mundo en los que jamás había estado antes. Dediqué mucho tiempo a pensar que me había perdido bastante al no moverme por el mundo antes.
A lo lejos noté el oasis que buscaba, donde encontraría respuesta a la preocupante carta de mi amigo el embajador jubilado y su nieto. Había escuchado historias de aquel glaciar en mitad del desierto, era fascinante y, pese a estar cansado por el viaje, la idea de estudiar aquel fenómeno junto a la seguridad de encontrar al anciano aceleró mi marcha.
La muralla que rodeaba al oasis era extraña, no conocía mucho de arquitectura del Reino Tierra pero los sabía magníficos constructores. -¿Para que servirá esta medianera que nada me costaría saltar?- me pregunté contemplándola ya algo fatigado al llegar a la pequeña ciudad.
Una ridícula idea me pasó por la mente haciéndome sonreir, la descarté.
Era un sitio apartado y la enorme concurrencia de personas solo podía explicarse por dos motivos: turismo y comercio. Sin lugar a dudas esas cosas eran las que fomentaba tanta diversidad. Me alegré al notarlo, una elevada cantidad de habitantes demostraba sin lugar a dudas esa increíble capacidad humana para superponerse a los climas más hostiles.
Si bien el calor no me afectaba tanto la hidratación era una historia diferente pero al ingresar por las puertas noté el aumento de la humedad, así como la caída de la temperatura. Inhalé profundamente. Tenía sed.
Tras cruzar las puertas de la taberna, te topas con un salón bajo y amplio, con una docena de mesas de madera dispuestas sin ningún orden aparente entre la entrada y una barra al fondo, donde botellas con licores y diversas frutas frescas se disputan el lugar con unos curiosos platos curvos, completamente formados por hielo.
Cierro mi sombrilla, envuelvo mi lanza y las engancho a la mochila de viaje. Tengo cuidado de no golpear a nadie ni a nada.
Entro a la taberna y me dirijo a la barra donde, sediento, pido un trago sin alcohol. Me sorprende el recibirlo frío, agradezco al cantinero y me doy vuelta para observar los alrededores.
Noto, allí sentado, a un anciano frente a una mesa de Pai Sho. Pido un trago igual al mío y me acerco con ambos y mi equipo al viejito.
-Hola señor- le digo con todo el respeto tradicional de mi nación -¿Le interesaría jugar una partida o le falta alguna ficha?-.
El anciano te observa calmadamente después de que depositas la ficha de Pai Sho del Loto Blanco frente a el. Tras un momento en el que sientes las miradas de algunos de los hombres sentados en las mesas mas próximas, el hombre toma la ficha y hace una tranquila inclinación de cabeza, aceptando la pieza de madera y guardándola dentro de una de las amplias mangas de su traje, para enseguida extender una mano, invitándote a tomar asiento en una silla.
Una vez que lo has hecho, el anciano cruza de nuevo las manos y te dice:
- Ciertamente, esta parece ser una de las piezas de mi juego de Pai Sho. Una ficha que había estado perdida durante ya hace algún tiempo y que creía que no volvería a ver. Podría decirse que es especial para mí. Desapareció sin que me diera cuenta. Curioso, ¿no le parece? Pero aquí tengo a un desconocido que me la trae nuevamente. Se lo agradezco, joven.
- A veces este tipo de cosas ocurren. Algo preciado se va sin que tengamos idea de adonde fue a parar. Quiza alguien lo aparto de nosotros. Pero si se nos diera un indicio de su paradero, ¿vacilaríamos en ir allá, aun sabiendo que el camino puede ser incierto e incluso peligroso? - te dice el viejo, sin cambiar su gesto apacible. Y ahora que estas hablando con el, nadie parece prestarles mayor atención.
El anciano te observa calmadamente mesando su barba hasta que en un arranque de inspiracion depositas la ficha de Pai Sho del Loto Blanco frente a el. Tras un momento en el que sientes las miradas de algunos de los hombres sentados en las mesas mas próximas, el hombre toma la ficha y hace una tranquila inclinación de cabeza, aceptando la pieza de madera y guardándola dentro de una de las amplias mangas de su traje, para enseguida extender una mano, invitándote a tomar asiento en una silla.
Una vez que lo has hecho, el anciano cruza de nuevo las manos y te dice:
- Ciertamente, esta parece ser una de las piezas de mi juego de Pai Sho. Una ficha que había estado perdida durante ya hace algún tiempo y que creía que no volvería a ver. Podría decirse que es especial para mí. Desapareció sin que me diera cuenta. Curioso, ¿no le parece? Pero aquí tengo a un desconocido que me la trae nuevamente. Se lo agradezco, joven.
- A veces este tipo de cosas ocurren. Algo preciado se va sin que tengamos idea de adonde fue a parar. Pero si alguien nos diera un indicio de su paradero, ¿vacilaríamos en ir allá, aun sabiendo que el camino puede ser incierto e incluso peligroso? - te dice el viejo, sin cambiar su gesto apacible. Y ahora que estas hablando con el, nadie parece prestarles mayor atención.
El anciano te observa calmadamente mientras que por un momento sientes las miradas de algunos de los hombres sentados en las mesas mas próximas, hasta que el viejo toma la carta con una tranquila inclinación de cabeza, aceptando la misiva y guardándola dentro de una de las amplias mangas de su traje, para enseguida extender una mano, invitándote a tomar asiento en una silla.
Una vez que lo has hecho, el anciano cruza de nuevo las manos y te dice:
- Le agradezco su ofrecimiento, joven, pero a mi edad ya no puedo permitirme ese tipo de bebidas. Pero su carta es interesante, aunque en realidad estaba esperando que usted tuviera una de las piezas de mi juego de Pai Sho. Una ficha que ha estado perdida durante ya hace algún tiempo y que creo que no volveré a ver. Podría decirse que es especial para mí. Desapareció sin que me diera cuenta. Curioso, ¿no le parece?
- A veces este tipo de cosas ocurren. Algo preciado se va sin que tengamos idea de adonde fue a parar. Quizá alguien lo aparto de nosotros. Pero si se nos diera un indicio de su paradero, ¿vacilaríamos en ir allá, aun sabiendo que el camino puede ser incierto e incluso peligroso? - te dice el viejo, sin cambiar su gesto apacible. Y ahora que estas hablando con el, nadie parece prestarles mayor atención.
Las miradas de los presentes sobre mi, realmente me incomodaban. Desconocia absolutamente el terreno donde me metia y si mi tio estaba en un gran problema y me querían a mi como rehen para que salga a dwr la cara? Cuando el anciano me invito a sentarme agradeci y tome asiento.
La mano de piedra, oculta bajo la larga manga la apoye sobre mi regazo y la izquierda sobre la mesa jugueteando con las fichas al costado del tablero mientras lo oia.
Si tuviera la oportunidad de averiguar el paradero de algo que realmente importa, no dudaria en arriesgarlo todo para encontrarlo. Aunque temo no tener idea de donde me pueda estar metiendo ni tampoco este preparado para peligros desconocidos.
Sin embargo, traje esa pieza hasta usted esperando encontrar ayuda para que pueda llegar a lo que más quiero. Solo no podre.
Lo mire directamente a los ojos, la desesperacion podia leerse en ellos, aunque intentaba mantener el rostro calmo y sereno.
Una vez permitido el asiento, Noah hace uso de él y tras las palabras del anciano desliza la ficha que venía adjunta al documento sobre el tablero. - Quizá sea ésta la ficha que consideraba perdida. Me la entregó el maestro del agua Pakku hace unas semanas, allí en mi tribu del norte - Explica el pescador haciendo un gesto con su mano, como si pudiera señalar el lugar donde se encuentra su gente. - He realizado un largo viaje para ser un hombre nuevo. Debía encontrarme con alguien. Pero desconozco su identidad. Tan sólo debía presentarme con esta ficha. Sé que no es mucha información, pero el maestro Pakku es sabio y confío en él -
El contenido del vaso se agota y Noah puede percibir el temblor en su mano. Se levantaría y pediría otra consumición, pero antes quisiera saber si ha encontrado a la persona correcta y sobre todo, no le gustaría ofender a aquel hombre tan amable. Así, a pesar del cansancio, hambre y la creciente ansiedad por algo de bebida, decide esperar un poco más y conocer qué puede aportar el anciano con aspecto de sabio.
Me senté ante la invitación del anciano. Estaba preocupado por mis amigos pero ciertamente mis piernas estaban cansadas, le acerqué la bebida extra al hombre para luego acomodarme en el asiento.
- Ciertamente, esta parece ser una de las piezas de mi juego de Pai Sho. Una ficha que había estado perdida durante ya hace algún tiempo y que creía que no volvería a ver. Podría decirse que es especial para mí. Desapareció sin que me diera cuenta. Curioso, ¿no le parece? Pero aquí tengo a un desconocido que me la trae nuevamente. Se lo agradezco, joven.
Me enderecé preocupado, temiendo ser acusado de ladrón en una tierra extraña. Preparé mis argumentos para negarlo rotundamente y en mi bolsillo apreté con fuerza la carta del antiguo embajador.
Por suerte el anciano continuó, y noté el doble sentido en sus palabras.
-Sin dudas- respondí aliviado -es por buscar a quienes queremos que nuestras vidas obtienen movimiento, es por la pasión de nuestros pechos que adquieren significado señor...-
Hice una pausa ya que no conocía su nombre -me dicen Dil, un placer conocerlo-.
-. Ciertamente, esta parece ser una de las piezas de mi juego de Pai Sho. Una ficha que había estado perdida durante ya hace algún tiempo y que creía que no volvería a ver. Podría decirse que es especial para mí. Desapareció sin que me diera cuenta. Curioso, ¿no le parece? Pero aquí tengo a un desconocido que me la trae nuevamente. Se lo agradezco, joven.
Shio alistó su equipaje y se marchó del templo del aire del este para llegar al día acordado. Le había tomado unos cuantos días llegar, pero al vislumbrar el lugar, Shio se alegró. No estaba acostumbrada a volar tan lejos, ya que los maestros aire debían permanecer en ese lugar para vivir en constante entrenamiento y búsqueda de ellos mismos.
Shio era una maestra aire talentosa, aunque su habilidad espiritual era lo más fuerte que tenía, además de su trato con los animales y otras criaturas. No era del tipo social, no realmente. De hecho, se le dificultaba un poco ese asunto. A pesar de ello, mostraba siempre un semblante seguro y astuto.
La chica aterrizó y al analizar el lugar, notó las vestimentas de los lugareños. Todas adecuadas para el lugar. Entonces, vio a un solitario hombre frente a una mesa de Pai Sho. El juego no se le daba del todo bien, pero podía intentarlo. Además, la carta le llevaba allí. Debía saber qué había sucedido con su madre.
Shio se le acercó con un tono prudente y le dijo - Señor, disculpe que lo moleste, pero quería saber si sabe algo sobre por qué he recibido esta ficha - debía ser prudente y lo dijo en un tono de voz bajo.