Partida Rol por web

Con tanta rapidez como han aparecido, los esqueletos se dan la vuelta y se marchan a toda velocidad, traqueteando como carraclas. Salvo uno de ellos, que ha quedado en el suelo, hecho pedazos. Silbido se pregunta si recitando la misma letanía que el hombre podría ahuyentar a esas criaturas, pero supone que debe haber algo más. Como los conjuros y rituales druídicos de Quelnaas, las palabras de este hombre tienen poder detrás.

Pasado el peligro, Silbido no tiene intención de desperdiciar más flechas, y no dispone de armas adecuadas para acabar con ellos. Ninguno de sus compañeros parece tener prisa por perseguir a los montones de huesos, y no tardan en desaparecer por la trampilla.

El túnel resulta no ser más que un corto pasadizo cavado desde uno de los edificios cercanos al taller. Una montaña de tierra y piedras atestigua el trabajo realizado. Por lo demás, el lugar está prácticamente vacío, exceptuando unos cuantos fardos de pequeño tamaño.

El semiorco está aporreando la puerta que da a la calle, el tipo enorme discute con él, y el que ha ahuyentado a los esqueletos se ofrece a oficiar su matrimonio. El día anterior, los tipos le habían resultado amenazadores, pero ahora no le parecen muy diferentes de los hermanos. Hombretones rudos, con más ganas de intercambiar invectivas de buen humor que golpes.

—No creo que pueda lavarse ese olor. —Silbido se sorprende interviniendo en la conversación—. Si asustas una mofeta y te lavas tos los días, güeles a mofeta una decana. Pero la mofeta, por mucho que la laves, no deja doler a mofeta.

Mientras habla, arranca la tela de uno de los fardos, levantando una nube de polvo.

Miro a los dos que discuten o charlan, aun no lo tengo muy claro... y tras el comentario de Ark me echo a reir - jajaja¡

Heian se apoya contra una de las paredes del lugar  que habían descubierto. Aquellas tonterías le aburrían soberanamente y desde el ataque de los esqueletos no se había molestado en hacer prácticamente nada. No tan siquiera escucharles. Después se puso a mirarse a sí mismo y a revisar su atuendo. Cuando se dio cuenta de que solo se le había salido un poco su camiseta se lo colocó bien y resopló haciendo un sonoro ruido para insinuar que él tampoco se encontraba muy a gusto en aquel lugar.

Ugdush dejó de golpear

- ¿Ahora si habláis condenados?¿para mofaros? como pierda la paciencia me voy a llevar más de un trofeo a casa con vuestros cuellos - dicho aquello se separó de la puerta (si es que no la ha logrado derribar) y se sentó en el suelo junto a una esquina donde lentamente sacó algo de comida que "tomó prestada" del taller para ponerse a comer mientras os miraba a todos con caras de pocos amigos.

- Pues ahora que sea otro el que aporree la puerta, yo me quedo aquí comiendo para no pensar en que estamos en un entorno cerrado jummmm -

 El norteño miró sorprendido al cura, por un momento sus densas cejas se fruncen en una meca de disgusto.

 - No me gustan las orcas... y yo no me acuesto con machos. Eso es una guarrada, peor que tirarse las cabras.

 Luego mira al orco con una mueca parecida a una sonrisa bajo su mostacho.

 - Tal vez te ayude el cura a encontrar pareja.

 La voz de la muchacha del arco le llamó la atención, apenas la había escuchado, y parecía muy... introvertida, sin lugar a dudas le hacía falta una buena noche junto a un hombre... la verdad es que él no le haría ascos, tenía una cara hermosa... no tanto como la bruja, pero no era fea ni mucho menos.

 - Sí... pero con eso no podemos hacer nada, no se puede lavar su parte orca, además eso seguro que no le agobia, o ya no tras tantos años siendo mestizo.

 Tras el comentario reemprendió su búscqueda, ignorando al mequetrefe chulito del sombrero.

Miro al bárbaro con gesto serio intentando esconder la sonrisa que aflora casi de forma inconsciente , sin conseguirlo demasiado todo sea dicho , antes de comentar.
- Por tus palabras de antes se nota que eres algo mas que un montón de músculos , así que te abras dado cuenta que con una sola frase en conseguido que dejéis de pelearos y que él deje de mamporrear la puerta. Ahora tendremos algo de calma para investigarla sala.- digo ya definitivamente serio cuando mi mente se vuelve a centrar en el problema que nos ha traído hasta aquí justo antes de recordad....-Por cierto , como te encuentras después de la caída , ¿quieres que le eche un vistazo a ese chichón que asoma como un cuerno?

Me quedo pensativa llevando a mi perro a que olfatee por los rincones, y las sacas que acaba de romper Silbido, y la puerta, el suelo, todo el lugar, en fin, tras un rato de buscar, me paro a escuchar la charla del semiorco, el monje y el barbaro, y me rio con ellos, acto seguido, dejo de reirme y me ocupo de Naesse.

Me agacho para acariciar a mi perra junto a ellos y le digo - lo has hecho muy bien... eres una buena chica - cojo una piedra y se la tiro lejos para que vaya, la perra va a por ella y me la trae... luego, le tiro un palo, y va ella a por el lo muerde con sus puntiagudos colmillos, y me lo da con delicadeza, la sonrio y sigue jugando con ella.

La perra va y viene y en una de estas le dice a Silbido - quieres jugar? tirale el palo y ella te lo traera - Naessa se acerca a Silbido cuando yo le tiendo el palo a la chica, y la perra la mira juguetona esperando que la chica le lance el palo para ir a por el.

Con un montón de polvo, la puerta se desprende de su marco al tercer o cuarto golpe del orco, baila sobre la única bisagra que la mantiene en pie y termina derrumbándose estrepitosamente en el suelo de la calzada, frente al almacén. La luz de la mañana entra por la puerta, iluminando el interior del lugar. Tres niños se acercan para ver lo que ha pasado, pero al ver al medio orco bajo el dintel salen por piernas y pegando gritos.

Mientras, Mitheithel se entretiene con su familiar, y Bronas, Ark y Silbido se enzarzan en una batalla de creatividad lingüística. Heian Nailo observa su ropa y se la coloca como puede.

La joven exploradora se acerca a uno de los fardos, y de una patada descubre que es viejo y está apolillado. Una nube de polvo se levanta con el golpe, y puede ver varios embutidos podridos y llenos de pequeños insectos, seguramente olvidados por el dueño original del almacén hace meses.

Bronas, por su parte, da una vuelta mientras discute con sus compañeros, y encuentra algo junto al montón de tierra; lo que parece media página de un códice, rasgada y olvidada por alguien. No está cubierta de polvo, así que está claro que su dueño pasó recientemente por aquí. Agarrándola con su manaza, observa que hay un fragmento de mapa en el que aparece el río Ashaba, y un número de página escrito con tinta; "26". ¿A qué códice pertenecerá la página?.

Ugdush abandona su posición junto a la puerta destrozada y se pone a comer sentado en el suelo, cuando una decena de guardias aparecen apresuradamente. No son los que os permitieron el paso al taller, así que no deben estar en la nómina de Beren.

El de delante frena en seco al ver al grupo dentro del almacén, y os apunta con la lanza. Sus compañeros hacen lo mismo, preparados para combatir. "¡Esto es una propiedad privada!", exclama el que entró en primer lugar. Después observa el montón de tierra, el túnel, las herramientas de excavación, y parece alarmarse bastante. "¿Pero qué coño es esto?. ¡Estáis todos detenidos, soltad vuestras armas y acompañadnos ahora mismo!".

Los guardias se acercan a vosotros amenazadoramente, con cuidado y manteniéndoos a distancia con sus largas lanzas. 

¿Os resistiréis al arresto?. ¿Acompañaréis a los guardias?. ¡Es vuestro turno!.

Me giro al ver que cae la puerta y dejo caer el palo - al fin luz - veo tres caritas que nos miran, 3 niños pero se asustan, y gritan, mi sonrisa desaparece, llamo a mi perra y cuando veo a Bronas que viene con algo en la mano, me acerco a él curiosa pensando que es un rollo de pergamino o algo así e intento leer el trozo de pergamino de puntillas junto a él.

- Yo tengo conocimientos de la zona, dejame ver el códice, no está sucio, eso quiere decir que hace poco que quién lo encontró lo rasgó y dejo el resto aquí - miro clavando mis ojos azules en los de Bronas con una sonrisa encantadora muy fijamente, se lo cojo sutilmente, si me lo permite y entrecierro los ojos tras leerlo - está claro que es un mapa, pertenece a la página 26, está claro que se arrancó recientemenre, figura dibujado el río Ashaba así que es un mapa de esta zona - acto seguido me preparo para lo peor.

Nada más ver a los guardias grito me acerco poniéndome en primer lugar mirándo al guardia con carita de inocente y cordero degollado levantando las manos - no sabiamos que era una propiedad privada... caballeros, fuimos a ver el molino y nos caimos... nos persiguieron unos zombies huesudos y se derrumbo el suelo detrás nuestro así que no pudimos hacer otra cosa que... ohhh¡¡¡ chicos, tengo un corte... os lo enseñaré - y cuando estoy cerca de los guardias después de todo el discursito - miradme¡¡¡ - me quito la capa sonriente, me desabrocho el vestido, quedandome en enaguas y escote mostrando las curvas y mi silueta, llevo algunos tatuajes y les miro a los guardias.

- Se han fijado en mí pues - les tengo a todos a tiro, y les lanzo un hechizo con las manos apuntando a ellos - ...DORMIR ¡¡¡

Ugdush se sentía orgulloso no solo de haber derribado la puerta, si no de también haber asustado a los tres pequeños chiquillos que con tierna inocencia habían ido a indagar. Quizás aquello no era una proeza heróica, ni si quiera era ética pero para él era suficiente como para reponer su autoestima.

Comprobó con calma mientras comía como Bronas anunciaba el hallazgo de aquel trozo de papel

- Vosotros que sois los sabiondos, igual termina indicando el lugar de un tesoro más importante que el invento del tipejo este, todo son ventajas en esta misión - pero casi al instante de terminar esa frase vinieron los guardias a pedir explicaciones sobre lo que pasaba allí. En una persona normal debería haber aparecido sentimiento de culpabilidad puesto que el derribo de la puerta fue lo que atrajo la atención de la ley y eso fue obra y producto del semiorco pero el contaba con el "talento" de sus compañeros para salir airosos de ese embrollo pero estaba claro que lo que nunca iba a imaginarse es a  Mitheithel contoneándose hasta los guardias con intención de hechizarlos en todos los sentidos.

- Vaya, vaya, si que sabe usar sus armas la muchacha -

 El norteño enseño el hallazgo antes de guardarlo en el interior de su peto de cuero cuando Ark se brindó para examinarle la contusión cuando sucedió la huída de los mocosos y la próxima llegada de los guardias.

 - Maldición...- Una mirada de resentimiento fue dedicada al mestizo cuando vió como la pelirroja tomó la directa, adelantándose a la situación.

 Durante unos momentos el norteño miró extrañado a la moza cuando esta se puso hablar dirigiéndose a los guardias quienes no pudieron evitar centrar sus miradas en el bellezón, y fue demasiado tarde para cuando se dieron cuenta de que ella los había cazado como si de tiernos corderitos se trataran... A pesar de que el bárbaro ya no les prestaba atención, atento como estaba del cuerpo casi desnudo de la fata.

Me acerco con tranquilidad a examinar a Bronas mientras los demás observan el trozo de papel encontrado , pero todo se desmorona cuando la puerta cae, seguramente por los golpes recibidos con la delicadeza del orco y los guardias entran a ver que pasa. Estoy a punto de acercarme apra hablar con ellos cuando la elfa se acerca y se desnuda delante de ellos para llamar su atención .LA verdad es que las cosas no podría ir peor. En que demonios esta pensando esta estúpida muchacha elfo , ¿quiere que nos maten a todos? y de repente oigo el inconfundible cántico de alguien que esta conjurando y no tengo ni tiempo de gritar...
-No detente.-

Desde luego que ya había admirado la belleza que poseía antes, pero era sutileza, esa picardía y esa muestra de engañar a los soldados más brazos hicieron que Heian se quedara también hipnotizado con sus gráciles movimientos.

En aquel momento Heian tuvo algo claro, y es que aquella mujer debía ser suya, costase lo que costase. Ya no era por su apariencia, era su manera de ser, su atractivo físico como psicológico. Sin duda, de haber sido uno de los guardias él también hubiese caído rendido ante sus encantos.

El joven se colocó bien su sombrero y se dirigió hacia ella a modo de protección, por si su magia no salía del todo bien. Estaba claro que si Mitheithel llegaba a ser su esposa en algún momento, ambos harían una gran pareja.

La mirada de Silbido va del palo a la perra, de la perra al palo. Recuerda vagamente los perros de su infancia, animales veloces y delgados, entrenados para rastrear mediante el olfato y sacar a las presas de sus escondrijos. Eran perros muy diferentes al de Mitheitel, que no corrían detrás de palos, sino de otros animales. Aun así, la chiquilla se encoge de hombres y lanza el palo al fondo del almacén, y la perra sale disparada en su búsqueda.

La elfa y el bárbaro están examinando un pedazo de papel que ha encontrado el segundo, cuando un grupo de guardias entra en tropel en el edificio. Y en su interior, encuentran un grupo de gente sospechosa y armada, una montaña de tierra, herramientas de excavación y un agujero en el suelo. El tipo que parece liderarlos, atando cabos de forma tan rápida como equivocada, exige la rendición del grupo.

Alguno de los otros tiene que ser capaz de explicar la situación. El que ha ahuyentado a los esqueletos andantes, quizás, o el petimetre, aunque no ha hablado demasiado. O puede que los tipos grandes sean capaces de asustarles lo bastante como para que se marchen con viento fresco. Si se rinden, les harán preguntas, y alguno de ellos mencionará a Beren, y si no acaba con sus huesos en una celda, tendrá que escapar de la ciudad.

Silbido gruñe al contemplar la exhibición de Mitheitel. ¡Mierda! No queda otra opción que matarlos a todos. La niña suelta el arco de su espalda, agarra una flecha, contiene la respiración y da un paso atrás, preparada para disparar.

El agujero por el que han entrado asoma en la periferia de su visión. Está oscuro, y ya no tienen la lámpara, pero no son más que unos metros. Un plan se empieza formar en su cabeza, recordando la forma en la que cazaban los hermanos, colocando trampas, y atrayendo a las presas con cebos. En este caso, tienen la trampa construida, y la propia oscuridad es suficiente para ocultarla. Y el cebo son ellos mismos. Si los guardias se atreven a perseguirlos, no tienen más que quitar las tablas, y el grupo dará con sus huesos en el fondo del agujero.

—¡El túnel! —grita, con la esperanza de que los demás entiendan lo que pretende, y comienza a retroceder hacia el hoyo.

"¡Vamos!, ¡Entregad las armas, ya!". Los guardias penetran en el almacén y os rodean preparados para el combate, cuando Mitheithel habla de una herida que dice que tiene, y comienza a desnudarse. El líder de los guardias alza una ceja un poco confuso, mientras sus hombres se sonríen como tontos, se escucha alguna risita y luego señalan con sus mentones a la chica, que muestra su pálida piel.

Ella aprovecha la situación para gesticular con los dedos y las manos, y comienza a realizar un hechizo que, gracias a sus pechos y largas piernas, los guardias casi no reconocen como tal. Cuando termina, la joven elfa abre las manos, y cuatro de los que la observaban embobados caen como piedras, tumbados en el suelo y roncando.

El líder de los guardias ordena ataque inmediatamente; "¡Deben ser de los Flechas Emplumadas!, ¡Acabad con ellos!". Los seis soldados que quedan se lanzan al ataque, dispuestos a la lucha.

“Flechas Emplumadas”. Cualquier duda que pudiera tener queda despejada al escuchar las palabras. No hay vuelta atrás. No es la primera vez que la acusan de ser uno de ellos. Ha atravesado el bosque para llegar allí, y hay testigos de ello. Y ahora la han visto junto a una elfa. Ya no tiene importancia que los asocien con Beren y el hombre cumpla su amenaza, porque no los van a dejar con vida. Ningún guardia debe salir de aquí con vida.

Silbido suelta la cuerda, y la flecha vuela certera hacia el guardia que lleva la voz cantante. Sin esperar a comprobar si ha sido suficiente para acabar con él, se da media vuelta y corre hacia el agujero, deteniéndose junto a la entrada a la espera de los demás, preparada para seguir disparando si el resto del grupo se empeña en continuar con el combate en el edificio. Al menos dispone de un método para escapar de allí rápidamente, y quizás incluso acabar con los que queden vivos. Aunque, si tiene que hacerlo sola, no tiene esperanzas de poder permanecer en la ciudad.

Mitheithel se viste rápidamente, y eso hace que no pueda atacar en ese momento sino después de otros que como Silbido ya están con la flecha preparada, asi que corre a esconderse detrás de alguno mas grande que ella como el medioorco, y luego, intenta recordar algún hechizo que le pueda valer para esta ocasión.