Mientras os dirigís a la salida, uno de los empleados del circo, el maestro de ceremonias, se acerca a vosotros y os hace una reverencia aún con el semblante serio y el ceño fruncido - Me temo que el espectáculo ha terminado. Debería sentirme agraviado ya que me habéis costado un oso muy caro... - comenta mirando de reojo al animal muerto tendido en el suelo - no obstante, solo Tymora sabrá cuántas vidas habéis salvado esta noche con vuestros actos, además de la uno de mis empleados por supuesto.
Cuando por fin lográis salir de la carpa, el ambiente en el exterior es de puro desconcierto. La mayoría de la gente está asustada y hay un par de heridos por empujones y pisadas al tratar de huir de la carpa del circo, la hermana Merring ya se estaba haciendo cargo de ellos. A simple vista no parece que haya daños materiales visibles. Los edificios de la plaza principal no presentan rajas y tampoco hay desprendimientos a su alrededor. Algunos mercaderes están recogiendo del suelo artículos que se habían caído del mostrador, pero tampoco hay tiendas tumbadas, árboles caídos ni nada por el estilo. El temblor apenas había durado un par de segundos o tres.
Travok Puñopetreo, el alguacil, y Daeghun Flechargenta, el líder de los cazadores, se encuentran entre la multitud tratando de calmar los ánimos y poner un poco de orden.
Liza sintió un nudo en el estómago mientras sus pensamientos regresaban al oso caído. La sensación de tristeza compartida con Lorien la envolvía, pero sabía que no podían quedarse estancados en lo que ya no tenía remedio. La rapidez con la que todo había sucedido no les dejó otra opción.
Mientras se alejaba del circo, su atención recayó momentáneamente en el domador debido a su actitud. Sus ojos se entrecerraron, y, una mirada gélida atravesó la distancia entre ambos. No dijo nada, pero el mensaje era claro: las prioridades de aquel hombre estaban completamente equivocadas.
Ya fuera de la carpa, el caos continuaba extendiéndose entre la multitud. El aire estaba cargado de confusión y miedo; los gritos se entremezclaban con murmullos apremiantes mientras la gente intentaba entender lo ocurrido. La druida se abrió paso entre el gentío. Sabía que lanzarse a sacar conclusiones sería un error; en lugar de eso, decidió recurrir a quienes pudieran haber presenciado algo útil. -Disculpad- dijo mientras se acercaba a un grupo de aldeanos, sus ojos buscando contacto con los suyos. -¿Alguno de vosotros vio algo extraño? Algo que pueda explicar el temblor... o que haya sucedido antes de que todo esto comenzara.
Al escuchar las palabras de Orlog supe que en el fondo no podía culparlo. Siempre había sido un bruto y a su mente no se le puede pedir mucho más, pero sus actos siempre tenían un fondo de bondad. En cambio, a Validale acababa de conocerla y ni siquiera se dignó a decir nada. Quizás la naturaleza drow era irremediable, un veneno que la llevaba a la maldad poco a poco, y no era alguien en quien poder confiar, solo el tiempo lo diría.
Tras salir de la carpa y presenciar el "espectáculo" de la gente asustada y el caos, me dirijo en busca de mi tío. Con dificultad, paso entre la multitud amontonada, tratando de no tropezar.
Cuando finalmente lo encuentro, le pregunto con preocupación: "¿Qué tal estás? ¿Sabes lo que ha pasado?"
Después de escuchar su respuesta, me acerco al pozo a ver si veo algo extraño, preguntándome si quizás la causa de todo ha sido algún deseo de esta noche, no confío en las casualidades.
Aunque el temblor había sido el origen del terror del oso y, a su vez, del caos en la carpa de circo, el exterior ofrecía una imagen inesperada. El ambiente estaba más tranquilo de lo que Validale había anticipado. Todo parecía haberse quedado en un susto. No había señales inmediatas de un desastre mayor, no parecía, por fortuna, revestir de la gravedad que había supuesto cuando todo comenzó.
Frunció el ceño, inquieta. No podía ser. No podía haber recibido aquellos sueños, aquellos susurros insistentes directos a su alma, solo para intervenir en el pánico provocado por un oso asustado. Algo no cuadraba. Pero Validale sabía que precipitarse en conclusiones era un riesgo en sí mismo. Creerse destinada a algo sin pruebas claras solo llevaba a forzar situaciones, buscando ansiosamente la confirmación de expectativas. No quería caer en esa trampa que su mente le estaba tendiendo.
Con ese pensamiento, alzó la mano y dejó que sus dedos rozaran la fría plata del medallón que llevaba al cuello. La efigie de Eilistraee, la Bailarina Oscura, parecía observarla con su perpetua gracia distante. La conexión con la diosa le daba consuelo, pero también la llenaba de preguntas sin respuesta. Validale cerró los ojos por un instante, dejando que la sensación del amuleto bajo sus dedos anclara su mente.
Suspiró, enfundando el hacha. El peso de un arma en su cadera siempre le ofrecía una extraña mezcla de seguridad y resignación, fuese lo que hubiese en su camino, estaría preparada. Luego avanzó hacia el gentío, su mirada violeta recorriendo a las personas que intentaban recuperar el orden. Quizás alguien necesitara de sus manos fuertes para enderezar un carro, cargar a un herido o levantar algún obstáculo caído.
No había señales claras, ninguna pista inmediata que indicara el propósito de su presencia allí. Sin embargo, Validale confiaba en que algo se revelaría. Quizás alguien entre los que habían estado afuera cuando todo ocurrió podría arrojar algo de luz sobre el extraño suceso. Hasta entonces, haría lo que sabe hacer, ofrecer su ayuda al resto y esperar con paciencia.
Pues eso, voy echando una mano alrededor de la plaza, esperando a ver que responden al resto.
Liza se acerca a un grupo de aldeanos. Muchos estaban dentro de la carpa por lo que no vieron nada. - Yo estaba en el puesto de especias comprando un poco de pimentón se ha producido el temblor - comenta uno de los granjeros al tiempo que se encoje de hombros - No he visto nada raro hasta que han empezado los gritos y la gente salía a empujones del circo.
Lorien por su parte se acerca a su tío Daeghun. El elfo lanza un suspiro de alivio al ver a su sobrina. - Todo bien por aquí. Es verdad que ha habido un pequeño terremoto y en cuestión de segundos se ha producido un caos enorme en torno al circo. Parece que ahí dentro la situación se ha puesto peligrosa, no? Según dicen los vecinos, los animales se han puesto violentos y han comenzado a atacar a los trabajadores del circo.
Validale ofrece su ayuda a uno de los mercaderes que estaban recogiendo parte de sus artículos desperdigados en el suelo. Al verla llegar el hombre recela un poco, pero al darse cuenta de sus intenciones respira aliviado y le da las gracias a la elfa - Estaba usted dentro del circo, señora? Ha visto lo que ha ocurrido? Algunos dicen que una bestia enorme ha destripado a varias personas...
Orlog por su parte se separa de los demás y emprende una subida por una de las calles más empinadas de Puertogris. Situada sobre una pequeña colina a las afueras, alcanza el punto más alto del pueblo en apenas un par de minutos y le proporciona una vista panorámica de la situación. La plaza del pueblo, alumbrada con el fuego de las antorchas y las hogueras, está bien iluminada. Pero el resto de Puertogris es una silueta recortada contra el cielo oscuro, alumbrada levemente por el fulgor de la luna y las estrellas. Orlog no ve nada fuera de lo común.
—Las pobres bestias se asustaron, pero no ha habido heridos graves —aclaró la elfa, inclinándose recoger los artículos desparramados por el suelo. Con un suspiro, dejó un puñado sobre el mostrador, sacudiendo el polvo con cuidado antes de darse la vuelta para levantar una caja volcada con un gruñido por el esfuerzo.
Echó un vistazo al bullicio que aún persistía en torno al circo. Por lo que veía, lo peor parecía haberse limitado a los sucesos dentro de la carpa. Desde su perspectiva, eso era una suerte inesperada. Si el saldo final se reducía a unos cuantos heridos y la muerte del oso... bueno, podría haber sido peor. Mucho peor.
—Incluso así, no es el peor festival que he visto. —añadió, con un tono neutro que bordeaba la ironía, mientras palmeaba el hombro del tendero tras acabar de ayudarle.
—Voy a ver si alguien más necesita ayuda. —dijo a modo de despedida, aunque parecía que por fortuna no hacía falta demasiada ayuda.
Liza observó con atención las reacciones de las personas a su alrededor mientras escuchaba sus respuestas fragmentadas y las conjeturas que surgían a raíz del temblor. Poco a poco, comenzó a formarse una idea en su mente: el terremoto, aunque inusual, parecía no ser producto de alguna anomalía sobrenatural o mágica evidente. Pero sabía que aún era demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas; siempre había la posibilidad de algo más, algo oculto bajo la superficie.
Sus pensamientos giraron hacia otra preocupación que consideraba igual de importante. La multitud estaba aparentemente ilesa, y con Travok y Daeghun ocupándose de calmar los ánimos, había espacio para ocuparse de otras cuestiones urgentes. Liza giró sobre sus talones, buscando con la mirada a sus compañeros.
-Por ahora, parece que las personas están bien- dijo con tono tranquilo, aunque una sombra de seriedad cruzó su rostro por un instante. -Pero hay algo más que debemos comprobar. Los animales del circo también estaban allí cuando todo comenzó, y, muchos de ellos podrían estar heridos o asustados.
Hizo una pausa breve para asegurarse de que sus palabras resonaran entre los demás.-Además, si alguno logró escapar durante el pánico, podría representar un peligro, tanto para ellos como para las personas. Será mejor que echemos un vistazo para asegurarnos de que todo esté en orden.
Al final había pasado lo que tantas veces: Larry, después de que la elfa oscura le dejara en el pozo con un palmo de narices y sin asomo de pedir un deseo, había decidido holgazanear un rato, dedicando elocuentes vistazos a las chicas del pueblo que se acercaban a pedir su deseo. Estaba seguro de que él era la petición de más de una, claro.
Sumido en su propia autocomplacencia, se había quedado dormido apoyado en un montículo de tierra y cómodo musgo. La vida de Larry era una serie de consecutivos actos de procrastinación, y esta noche no iba a ser una excepción, claro. El sueño en el que las jovencitas del pueblo pujaban por él en una rifa de la feria cesó abruptamente cuando el temblor le arrojó de su cómodo montículo al duro suelo.
Aún estaba recogiendo sus cosas y quitándose musgo del pelo cuando vio a Lorïen acercándose al pozo. Ya había escuchado la historia de lo ocurrido en el circo de algunos agitados viandantes, así que la saludó con tacto. - ¡Hola Lorïen! Me enterado de lo que pasó en el circo. Lamento lo de ese oso, espero que no haya heridos, ¿sabes porqué tembló así la tierra? Cuando la tierra se agita de esta manera suele hacer que cosas que están enterradas salgan a la luz; no es un buen presagio, ¿no te parece? -
La cháchara de Larry y su batería de preguntas no parecía tener fin. - Por cierto, ¿has visto al resto? Me preocupa mi viejo maestro, es un hombre mayor y estas cosas le alteran. Bueno, hablando de ti, ¿qué haces, te puedo ayudar en algo? -
El ambiente de desconcierto y nerviosismo poco a poco se va sosegando. Muchos vecinos se retiran a sus casas pues consideraban que la fiesta había llegado a su fin. Los menos deciden seguir de fiesta, no iban a permitir que un incidente desafortunado les amargase la noche. Viendo el panorama, los comerciantes también comienzan a cerrar sus puestos ya que no lograrían más ventas durante lo que quedase de noche.
Lorien se acerca al pozo y observa con detenimiento, la estructura está intacta, y cuando mira a su interior tan solo ve oscuridad, la negrura del cielo nocturna salpicada por alguna que otra estrella reflejada en sus aguas es cuanto alcanza a vislumbrar.
Liza, por su parte, busca la complicidad de sus compañeros. Tiene una idea rondándole la cabeza, quizá alguna de las bestias del circo haya escapado y esto podrían tener consecuencias serias si se llegara a cruzar con un aldeano despistado.
Daeghun y Travok también se acercan al pozo mientras discuten lo que parece ser un plan de acción. - Mañana en cuanto despunte el alba - comenta el elfo en tono seco. Tras unos segundos de incómodo silencio entre ambos, Daeghun continúa hablando - Ahora mismo es de noche, está oscuro, y la mayoría estarán borrachos como una cuba si que es no están ya durmiendo la mona.
Travok al principio resopla ante las palabras del líder de los cazadores pero luego asiente, mostrándose conforme. - Creo que lo mejor que podemos hacer ahora es descansar. Mañana será un día largo también, ¡todavía hay que decidir a los ganadores de la vaca más gorda y la calabaza más grande! - comenta el alguacil - iré a ver al alcalde para darle el reporte del día, y comentarle el incidente en el circo. ¡Buenas noches! - El enano da media vuelta tras despedirse de los presentes y se dirige hacia la casa del alcalde mientras murmura, con tono gruñón, en su idioma natal.
Daeghun también se despide de los presentes - Lorien, no te acuestes tarde. Mañana habrá que hacer un reconocimiento del terreno. - Sin dar más explicaciones ni tiempo a réplica, el elfo también se marcha.
La noche había caído completamente, y, la atmósfera ahora estaba impregnada de un silencio inquietante, apenas interrumpido por el suave murmullo de las conversaciones dispersas de quienes aúndeambulaban cerca del circo, o, por el susurro del viento moviendo las lonas de la carpa. Todo parecía haber vuelto a la calma, aunque esa calma era un tanto precaria, como si el aire mismo contuviera un resquicio de incertidumbre.
Liza se quedó quieta por un momento, observando a las personas que se marchaban hacia sus hogares, con rostros cansados y ánimos apagados después de un día que había resultado más tumultuoso de lo esperado. El temblor, el pánico, el caos... Y ahora, el silencio. Algo no terminaba de encajar.
Volteándose hacia sus compañeros, Liza dejó que su voz rompiera la quietud. –Parece que ya no hay nada urgente por aquí. Todo está tranquilo por ahora. Pero...–hizo una pausa, su mirada vagando por las sombras cercanas al circo–creo que daré una vuelta por los alrededores del circo. Solo para asegurarme de que no haya pasado algo más extraño, o que no quede algo fuera de lugar que no hayamos notado antes.
Después de revisar el pozo y no encontrar nada fuera de lo normal, me acerqué a Larry y le contesté:
— Gracias por tus palabras, parece que no hay nadie gravemente herido. Estaba revisando si había algo extraño en el pozo que explicase el temblor, pero no veo nada raro, todo parece estar en orden —comenté, mientras observaba a los demás que estaban por la zona ayudando donde hacía falta.
Viendo cómo todo volvía a la normalidad, me acerqué a mis compañeros.
—¿Podéis creer todo lo que ha pasado hoy? Realmente no tengo ánimo para seguir con la fiesta después de todo esto —dije, intentando mantener la voz firme— Necesito descansar y procesar lo que hemos vivido, además, mañana será un día largo.
Me despedí de ellos y me dirigí a casa, buscando un poco de paz y descanso.
Larry asintió a la afectada Lorïen, palmeándola el hombro amistosamente cuando la semielfa se decantó por retirarse a descansar. - Ánimo Lorïen, mañana será otro día y parece que tu maestro te quiere pone a trabajar bien pronto, así que lo mejor será que te acuestes. ¡Hasta mañana! - El siempre animado aprendiz de hechicero parecía algo triste después de ver como la pena inundaba los ojos de la exploradora, sin duda por la muerte del oso. Por otra parte la idea de madrugar le provocaba escalofríos, así ese alegraba de no estar en los planes matinales del siempre recto explorador.
Vio como la muchacha se alejaba, y luego volvió su atención a su cornuda compañera. La verdad es que Liza siempre le había intimidado un poco, con su aspecto feral y esa cornamenta que salía de su pelo, pero también le agradaba mucho la druida. - Oye Liza,voy a pasar a ver a Tharmas. El es un hombre viejo y sabio, y si algo así había pasado antes o esto puede ser cosa de magia, es probable que sepa algo. Pasaré por el circo tras hablar con él, ¿si? - Agitó una mano hacia la tifling mientras se encaminaba al hogar de su maestro. - ¡Luego te veo! -.
El grupo de amigos se dispersó gradualmente mientras la noche avanzaba. El temblor de tierra, breve e inquietante, no había traído consigo ninguna explicación. Pero, al fin y al cabo, no todo en la vida tenía un motivo evidente. A veces, la tierra temblaba sin previo aviso, igual que una tormenta podía desatarse de repente, arrastrando consigo todo a su paso. La naturaleza no escuchaba las preocupaciones de la gente; simplemente seguía su curso, implacable e indiferente.
Validale observó a Liza, que seguía inquieta, con la mirada vagando de aqui a allá, mientras buscaba algún signo de peligro, algo que pudiera explicar y resolver. La drow se ajustó la capa sobre los hombros, sintiendo cómo el aire fresco de la noche empezaba a colarse entre las sombras, y se apresuró a alcanzarla con pasos largos y veloces.
—Espera, te acompaño —dijo, con un tono suave mientras trotaba para colocarse a su lado—. Siempre es mejor patrullar en compañía. Es más seguro.
Sabía que las posibilidades de encontrar algo eran escasas, pero no tenía ánimos para retirarse aún. Quizás era su naturaleza o que sentía la oscuridad más leve a su vista, pero pasear en la oscuridad le parecía reconfortante. Se mantuvo a su lado sin romper el silencio, respetando la concentración de la tiefling mientras esta inspeccionaba los alrededores. Validale no tenía prisa. El paseo, aunque quizás innecesario, le servía como una forma de dar tregua a su mente y esperar a que el cansancio llegase de forma natural antes de regresar a la posada.
Orlog observaba desde lo alto lamentándose que la fiesta se acabara. A lo lejos vió a Liza y a la drow, Varidale, que parecían seguir buscando qué causó el temblor.
- En fin, esto es un fastidio- dijo al viento el orco, como si el viento no estuviera ni cerca ni lejos, mientras se rascaba la cabeza.
Comenzó a avanzar rápido pero sin querer que cundiera el pánico o la duda, comenzó a desentonar una canción de carácter satírico y algo verde, que se solía cantar en las fiestas, aludiendo a las calabaza a los pepinos y a los pepinillos... hasta que dió alcance a Liza y Validale.
- ¡ Ey!- -¿ puedo acompañaros?- Con una sonrisa se presentó y siguió tarareando de forma algo molesta, esta vez, la canción.