Partida Rol por web

-Eres el compañero de piso -afirmó como si necesitaras que te lo recordara. Arrugó el cuello de la bolsa de patatas y la puso a un lado- ¿Rick?

-Bentley. Rick. Si. -telegrafiaste, casi igual de incómodo con la situación- Y tú eres fan de Monty Python. Y de las patatas fritas.

-Es la primera vez en mi vida que veo a los Monty Python, pero creo que voy a hacerme fan en facebook. -dijo sarcástica- Y las patatas son ricas en potasio -frunció los labios en una mueca. Te tendió la mano con la palma extendida, mientras sujetaba la sábana con la otra- Imogene.

-Ah. Imogene y Kate. Estuve antes en el pub belga de Oxford, conocí a vuestros fans. Siento haberme perdido la fiesta.

Le estrechaste la mano, era cálida... al contrario que la tuya:

-Ritter y Dave... si. -sonrió para sí misma, casi una sonrisa culpable- Creo que querían ver nuestro espectáculo en directo. No saben que solo hacemos pases privados. Yo toco el ukelele mientras ella hace malabares, es genial. Si no se hubiera ido a casa con un diseñador gráfico en paro, te lo enseñaríamos. -la chica se estaba muriendo en aquel sofá, tratando de relajar el ambiente con tan solo un peculiar sentido del humor y una sabana. No podías evitar compadecerte- De todos modos a Wally le ha ido bien, le han conseguido un trabajo. Y aún con todo no dejaba de hablar de ti, decía que estabas en alguna fiesta increíble, con gente alucinante y rica e interesante, algo así. ¿Que te ha hecho volver tan pronto?

 - Todo eso es cierto. Y más aún. Por desgracia. Las fiestas de la gente poderosa no es como te las imaginas. - dijo Rick sonriendo mientras se sentaba en el sofá a su lado - O bueno, quizás si. Siempre hay alguien que bebe de más y los demás acaban molestos con él. En este caso, era el amigo que me había hecho entrar en la fiesta, así que tuve que llevarlo a casa. Luego, ya no me apeteció volver... ¡quizá no me abrían la puerta!

 Lo soltó como un chiste, así que se quedó sorprendido de que la chica no se riera. Aunque bueno, después de los Monthy Pyton, ¿quien era él para dedicarse al humor? Mrs Sommersville.... si Imogene hubiera conocido a esa Mary Poppins cargada de anfetas de la fiesta sí que se hubiera reído... se hubiera reído de lo lindo. Entonces miró al suelo e hizo las preguntas difíciles.

 - ¿Wally hablaba de mi? Que rico... ¿y ahora tiene trabajo?.- se alejaba de su mundo y él no podía hacer nada por retenerlo - Que bien... hay un par de facturas que se alegraran de saberlo. ¿Y de qué tiene trabajo?

 Sin darse cuenta, volvía a morderse las uñas de nuevo.

-Así que he pasado de dar las órdenes a dar solo consejos... -el viejo/joven se aclaró la garganta con un carraspeo molesto- Le daré un consejo entonces: usted y su 'hermanito', ¿quieren proteger la capilla?, pues no dejen que ese par de antiguos que dirigen las cosas ahora nos busquen más enemigos.

-Creo que lo que Schafer y Siobhan buscan es exactamente lo contrario...

Barnaby se revolvió en su butaca, con las manos en los bolsillos del abrigo. Te miró y trató de extraer algún tipo de conocimiento de tu mera presencia. Dedujiste que iba a ponerte a prueba en el mismo instante en que empezó a calibrarte con los ojos entrecerrados, como el profesor hace con el alumno que recién acaba de llegar a su aula.

-¿Y qué es lo que busca usted, joven? -preguntó con cierta exagerada condescendencia- No es de aquí, al igual que Schafer, por lo que habrá venido por una razón, y no creo que comparta las mismas ambiciones que él... -corregiste tu postura, como si inconscientemente esperaras dar tu mejor perfil.- Como Tremere es una profana, reconozco a los de su clase. ¿Qué ha venido, pues, a buscar a Londres?

La pregunta te pareció tan grandilocuente como banal al mismo tiempo.'¿Que qué he venido a buscar? Pues tal vez algún ascenso dentro del clan, ¿o es que espera que le diga que estoy en un viaje para encontrarme a mi misma?':

-No estoy seguro de a que se refiere, Mr. Barnacle. -desestimaste su discurso al momento, pero lo cierto es que reflexionaste sobre la pregunta. Ciertamente miraste en tu interior y encontraste más de una inquietud que no podías explicar a priori.- Pero... -inmediatamente te vino la grieta a la cabeza.

-Pero hay algo que la inquieta, ¿verdad?

No pudiste contener tu curiosidad, y menos ante la carta blanca que te estaba brindando el viejo. Acercaste hacia ti el escabel en que la Látigo se había sentado hacia unos minutos, y te sentaste tu, con las rodillas juntas, la espalda encorvada, inclinándote en dirección al Regente como para compartir un secreto o una confesión personal:

-¿Sabe algo de la historia del Elíseo? Del edificio, concretamente. ¿Algún incidente oscuro en el pasado?, ¿esqueletos en el armario del fundador...?, ¿algo como eso? -tenias diversas ideas mezcladas y confusas en tu mente. En tu cabeza te remontaste ligeramente a hacía unas horas.- Cuando estuve esta noche, tuve una sensación inquietante...

-No tiene nada que ver con el edificio -casi susurró Barnaby acercándose a ti, algo que apercibiste como no exento de sarcasmo. Luego añadió- Y tampoco es que le pase a usted nada, no se preocupe.

-¿Entonces?

El viejo mago se puso de pie, como si el paso de los años pesara en sus rodillas de adolescente. Caminó por la galería con las manos a la espalda, elaborando en voz alta. Reconoces que había algo en su voz que sonaba como imbuido de una sabiduría superior:

-A la mañana siguiente del ataque a la Capilla -comenzó- tuvimos que cerrar todo el recinto de la Torre de Londres a los turistas: este es un lugar turístico durante el día, debilita nuestra seguridad, pero fortalece nuestra fachada frente a los mortales. El ataque del Sabbat no pasó desapercibido a los londinenses. Los medios explicaron los refugios incendiados, los daños colaterales, las propiedades destruidas... todo como ataques terroristas. Cundió el pánico entre los mortales. Irónicamente, reaccionaron con miedo ante una amenaza que no iba destinada a ellos. Temen a lo desconocido. Y nosotros también, aún con todo lo que sabemos y lo que hemos visto, aún siendo como somos una prueba viviente del mal que se extiende como una plaga por la tierra, sabemos en nuestro fuero interno que existe una fuerza superior, a cuya represalia deberíamos esperar con pavor. -Barnaby volvió la cabeza para mirarte.- De hecho, tenemos un nombre para eso: Gehenna.

Habías oído esa palabra antes. Los antiguos del clan creían en un juicio último, el despertar de los Antediluvianos. Algunos hablaban de ello como algo muy real, algo a tener en cuenta en las noches que estaban por venir:

-¿Cree que el mundo se va a acabar?, ¿cree en un juicio para los inmortales? -preguntaste no sin cierto temor de saber la respuesta.

-Los inmortales estamos siendo juzgados. Cada noche. Por eso sabemos que estamos malditos -contestó el antiguo, como si se burlara de tu credulidad y de la de vuestros antiguos.- Y en lo que a mí se refiere, el mundo se acabó cuando el Sabbat puso el pie en este lugar.

-¿Puede explicarme lo que sentí en el Elíseo? -te viste obligada a insistir- ¿o no lo sabe?

-Lo se, pero no puedo explicárselo. Si es una verdadera Tremere, y no una profana, terminará por comprenderlo usted misma -Barnaby hizo el camino hasta la puerta por la que Siobhan se había marchado hacía unos momentos. Como empezaba a ser costumbre entre los miembros del clan, hizo una pausa dramática un tanto sobreactuada, justo antes de dejarte sola en la sala de estudio de la gran biblioteca.- Todo Londres es como una gran casa encantada... salvo que nosotros somos los fantasmas.

Emma se quedo a solas en la Biblioteca, no pudo evitar la tentación de realizar un repaso a los conocimientos allí contenidos sin embargo aquella noche se le mostraba elusiva. Y el conocimiento parecía burlarse de ella, apareciendo y desapareciendo sin que ella fuese capaz de captarlo. Defraudada sobretodo de si misma decidió dejar la Capilla para adentrarse brevemente en la ciudad hasta su refugio. Las calles no mostraban mucha actividad, los mortales dormían en sueños inquietos, quizás repletos de fantasmas. ¿Que había querido decir Barnaby con la gran casa encantada? ¿Podían los cainitas dejar fantasmas tras de si?  Estaba claro que el antiguo primogénito guardaba muchos secretos, y de momento no pensaba rebelárselos a ella

Esperaba pacientemente al cambio de semáforo, giro el volante hacia la izquierda y siguió recto unas pocas manzanas más hasta conseguir depositar su viejo mercedes en el garaje. No había casi luces como de costumbre, aunque ella recordaba perfectamente por donde seguir el camino _Ojala todo fuese tan facil -murmuro en voz baja. No conseguía recordar porque razón se había enrolado en la misión. ¿Estaba realmente buscando algo en Londres? ¿Poder, Posición, Saberes ocultos? ¿O se trataba de alguna especie de viaje interior, algo así como ponerse a prueba en tierras extrañas?

Ahora echaba de menos a su maestro, nunca se había comportado como un mentor. Si en algo se parecían los británicos y los americanos era en obligar a separarse a sus retoños. Su mente volvió a pasearse por aquel odiado internado del que ella deseaba salir desesperadamente. ¿Se volvería así Londres?

Sus pensamientos se detuvieron al momento de sacar las llaves del pequeño pero funcional apartamento. Un remanso de paz en aquella tempestad interior. Sus manos se posaron instintivamente sobre el teléfono y sus dedos marcaron automaticamente la secuencia de números. Salto inmediatamente el contestador y decidió dejar su mensaje:

_Duran, necesito que me devuelvas un pequeño favor, necesito verte

-Camarero y gestor de imagen en el 'Sterling', en Regent.

-¿Gestor de imagen?

-Significa que también reparte invitaciones los días impares -ambos os reísteis al mismo tiempo, cosa que aprovechó para ponerse en pie.- Empieza mañana. Yo tengo bastantes cosas que hacer, pero me pasaré en algún momento. Creo que le gustaría que te pasaras a hacer fotos, ¿eres fotógrafo, no?

-Culpable. ¿Y a que se dedica alguien como tu, para estar tan ocupada?

Imogene dio algunos pasos por la habitación sin rumbo fijo. Te diste cuenta de que verdaderamente no estaba cómoda con la situación. Tal vez fuera porque sólo llevaba una sábana encima, o tal vez porque acababa de acostarse con tu compañero de piso. Podrías haber usado tus dones sobrenaturales para relajar el ambiente... pero por alguna razón decidiste no hacerlo. Tal vez fuera porque por una vez resultaba agradable relacionarse en igualdad de condiciones con alguien que parecía algo más que una cara bonita. Entonces ella dijo:

-Estoy en la campaña de invierno de Stella McCartney -miraba hacia el suelo, arrastrando las palabras con reticencia- Mañana es la presentación en su tienda en Bruton, y tengo que pasarme toda la maldita tarde haciendo de maniquí de costura mientras ponen a punto los vestidos para que desfile -hizo sonar la profesión de modelo como algo tremendamente banal. Y en realidad lo era. Sentiste una cierta decepción en tu interior...:

-Vaya, debo decir como fotógrafo que tenía el presentimiento...

-Ayudo en una clínica veterinaria a cinco calles de aquí -apoyó las manos en el sofá, donde aún estabas sentado, y se inclinó hasta preguntarte en tono de confidencia- ¿No irías a soltarme lo de que si podías hacerme una sesión de fotos, verdad?

Imogene te miró con una sonrisa, divertida. Reaccionaste con sentido del humor, pero en el fondo, tal vez te arrepentías de no estar usando tus poderes. Ella caminó en dirección al pasillo:

- Si no te importa, voy a recoger mis cosas e irme. Lo he pasado bien, pero no quiero mandar un mensaje equivocado.

-Ya, bueno, no te preocupes, Wally no es de los que se cuelgan en seguida -hiciste una pausa, pensando en tu amigo, del que por un momento te habías olvidado- Hay que trabajarse su cariño, es un hueso duro aunque no lo parezca.

-Si, estoy segura de eso. ¿Y que hay de ti? Pareces una persona bastante abierta, pero, por lo que dice Wally, eres más bien reservado.

Te vino a la cabeza de nuevo la noche que acababas de pasar en el Elíseo. Políticos, hombres de negocios y prostitutas, botellas de champagne importado, Toby drogando a las escoltas y bebiendo su sangre, Maddie 'experimentando' con el sexo, las Tremere y las Arpías y los Primogénitos, todos conspirando bajo el mismo techo, planeando traicionarse unos a otros. ¿Cómo podías resumirselo de un modo que lo entendiera...?:

-Llevo una doble vida. Si te lo contara tendría que matarte.

-¿Misterioso, eh? -contestó- Definitivamente no te pega nada.

-Nah, tengo otros amigos, no paso todo el tiempo con Wally, sólo es eso -tan pronto terminaste esa frase, pensaste en la discusión que habías tenido con Le Feuvre. Discusión o más bien rabieta, aún no estabas seguro. Aún estabas digiriéndolo todo.

-Parece que has tenido una noche dura. A lo mejor tus otros amigos te exigen demasiado. -dijo antes de volver al cuarto de Wally. Tú te quedaste en el sofá, a solas con los Monty Python.

 Puede que Imogene tuviera razón. Había sabiduría en sus palabras.

 Vió un rato los Monty Python, pero no le hicieron gracia. Probó con las notícias. Los enfoques de los corresponsales eran lamentables. De joven quería ser corresponsal de guerra, pero la mayoría de los fotoreportages estaban mal encuadrados y no tenían nada de artísticos. Sería un fotografo de estudio al fin y al cabo... vaya perspectiva.

 Apagó la tele. Y la imagen del culo de Wally pasó por su fugaz mente. Fuera, el sol estaba a punto de salir y se sentía las extremidades pesadas y la cabeza embotada. Con un último atisbo de consciencia, tomó un bloc de dibujo y un carboncillo dejándole una nota a Wally bastante cara:

  Tenemos que hablar. Facturas por pagar. Tendrás tiempo mañana??

Esperaba que Wally comprendiese el subterfugio. Aunque a menudo sus víctimas llevaban dinero y Rick cubría siempre los gastos que le pertenecían, nunca atendía los recados. El horario de oficinas estaba fuera de su alcance. Así que Wally tenía pistas evidentes para saber que el problema no eran las facturas. Sin embargo si Imogene veía la nota no vería nada raro en ella. Una comunicación normal entre dos compañeros de piso.

 Rick fue a su cuarto y, echándo el pestillo de su habitación, comprobó las persianas. Nunca se abrían, pero no podía permitirse "accidentes" con eso. No sobreviviría. Se desnudó y se estiró boca arriba en la cama. No necesitaba cubrirse. Él no sentía frio. ¿Era esta la vida que había elegido?

   Oh, sí, seguro que Drácula también pasó momentos amargos decidiendo si el cabrón que lo protegía era más asesino de lo que él creía. Supongo que eso es lo bueno de ser malo. A Drácula le daría igual. Miraría a Le Feuvre y le diría: "Eres un capullo" o le arrancaría el corazón con sus manos, lo que le fuera más fácil. Luego iría a follárse a sus tres novias deformes a la vez, riéndose como un maníaco.... Y ya puestos, ¿existirá Drácula realmente?

  Y ese fue su último pensamiento antes de quedarse paralizado, como cada día, con los ojos abiertos y las manos cruzadas sobre su pecho desnudo. Que no se movía.