Quell dio prácticamente un salto atrás. De hecho, su cara de sorpresa era completamente real. Porque no tenia del todo claro a que refería el viejo. Y tenía la sensación de que acababa de joder el plan totalmente.
Fuera como fuera, ahora estaban jodidos. Sus ojos, en su parte más periférica, buscaban desesperadamente alguna cobertura. Aunque intuía que si disparaban seguramente sería la primera baja en caer.
No era un gurrero, aunque nunca había sido manco. Pero los duelos de pistolas blaster no eran ni de lejos su especialidad. Si podían salir de allí, tenían que hacerlo con diplomacia.
Ahora es cuando yo empiezo a callarme.
Trago saliva, y como de costumbre, volvió a la carga, cuando todo lo demás estaba en contra.
Creo, que se equivoca, no al desconfiar. Quien podría decirle que se equivoca en eso. Yo no, claro está. Pero aun no conoce todas las cartas.
Deseaba que Ruld, y su androide hubieran tocado algo, y esas torretas no fueran a convertirlo en polvo espacial en menos de lo que se tarda en decir. Ay mama, me estoy haciendo pis en los pantalones.
Aun hay cosas con las que podemos negociar. Yo mismo.
Hizo una pausa muy teatral. Excesiva, y con los brazos totalmente despegados del cuerpo, volvió a hablar, muy serio. Con otro matiz de voz. Uno menos juvenil, y más elegante. Salido de años de vivir en la corte.
Mi nombre es Quell Breyard, príncipe de Kulion IV, hijo de Gregor Breyard, y heredero al trono. E hijo de la insigne senadora de la galaxia Mayo Breyard, portavoz de la liga Essus. Y encargada de los asuntos sobre medicina galáctica.
De cualquiera que tuviera oídos en la cabeza, se podía desprender que Quell no era precisamente un bufón.
Si alguien daba crédito a esas palabras. Se daría cuenta rápidamente, que era una figura importante en un planeta. Algo tentador quizás para el intercambio, aunque puede que estuviera demasiado lejos de sus tierras como para negociar.
Pero, era su madre, la senadora, la que era una pieza clave en todo el asunto. Era la de la liga de control de componentes para los medpac. Algo que era tan importante como los blaster a la hora de ganar guerras.
Sin duda, era un aliado potencial para alguien sin escrúpulos. Pero Quell no quería dejarlo ahí.
Si tenéis a bien, agradecería que dejara de apuntarme. Y que reconsiderara nuestro presente encuentro. Como yo, el resto de los aquí reunidos, tiene un secreto o dos que esconder. Y que evidentemente su mercenario no conoce.
Nuestro plan es salir de aquí con vida. Y una vez fuera, y a salvo. Podremos tratar con más delicadeza de “él pago” por vuestra infinita caridad.
Desde que había vuelto a la carga, y había dicho ser hijo de nobles, el tono, e incluso la expresión corporal de Breyard había cambiado por completo. Estaba más recto. Más estirado, más distante. Demostrando, que aunque pudiera ser una interpretación, había visto muy de cerca la vida en las cortes, como para saber moverse por ellas.
Es más, su forma de hablar, se había vuelto viperina. Matizando detalles, llenando vacios, en contraposición a su normal y vacía cháchara sin sentido.
Este Quell Breyard que hablaba sin duda, era otra persona. Así pues, y mirando a Davik a los ojos, dejo los brazos bien visibles y espero una respuesta.
Mi ceño se frunció a la vez que mis palmas se abrían en señal de sumisión.
T3 parecía no existir para aquel viejo humano, y quizás podría aprovecharlo. Ahora existían dos líneas de actuación, aunque había una que primaba sobre otra. Primero había que desactivar aquellas torretas, o mejor hacer que cambiaran de objetivo, pero en aquella situación no podía darle las órdenes adecuadas al droide para que lo hiciera y más teniendo en cuenta que se encontraba a mi espalda.
Opto por susurrar al droide sin mover los labios, esperando que sus receptores de T3 fueran capaces de escucharme en aquella situación, sin que Davik averigüe mis intenciones. –T3, que las torretas ataquen a Davik y Calo- susurro mientras miro a aquellos dos. Quizás el ataque los despiste y nos permita ponernos a cubierto, después T3 podría encargarse de esa armadura, no debería ser complicado.
Cruzo mentalmente los dedos y repito: –T3, que las torretas ataquen a Davik y Calo-
Podía haber intentado negarlo, podía tratarse sólo de una prueba. Él, si tuviese indicios, no les hubiese avisado, simplemente se hubiese limitado a disparar para hacerles un humeante agujero en sus patéticos y débiles cuerpos. Empezando por Doe. Aunque quizás fuese más peligroso ese Breyard.
¿Cómo?
Le miro algo contrariado frunciendo el ceño al mismo tiempo que alzo involuntariamente la ceja sobre mi ojo derecho, el mismo que clava con mayor intensidad su mirada en aquel gusano. Había que reconocerselo, le había engañado, puede que le estuviese engañando en ese momento con una mentira, pero su voz sonaba diferente.
¿Le había juzgado mal? No le extrañaba, apenas había combatido con él, y tampoco había supuesto que hubiese algo que mereciese la pena en un humano como ese.
Quizás eso les diese una oportunidad, aunque no confiaba demasiado en ello, por eso, mantenía en alto el blaster de repetición, me costaba ponerlo a rodar, pero Breyard me había conseguido el tiempo suficiente. Si los demás eran sensatos, harían lo mismo. Con palabras no saldrían de allí, almenos, yo no confio que así sea.
- ese es el plan - chulesco y decidido secundo las palabras de Breyard, concediendoles una sonrisa de medio lado amenazante.
- Yo también os recomiendo una rendición pacífica.
Se jactó, no le intimidaban en absoluto.
- O podemos acabar con ellos.
Su amenaza es insignificante. Ningún obstáculo ha de detenernos.
Animó en una actitud pasiva.
Korr-Nad-Ul era una sombra tras la capucha de su túnica, ajada por la experiencia de un hombre que ha yacido con la locura, con la muerte o tal vez con conocimientos que no están preparados para cualquier mente. Sus ojos emitieron un brillo que revelarían, únicamente, que tras aquellos ropajes había un ente vivo y no un misterioso espectro. Aún así, no eran tranquilizadores, llenos de fuerza.
Sus manos reposaban bajo las mangas de la túnica, anchas, mas no lo suficiente como para mostrar su carne. Erguido, esperaba lo inevitable. Aún así, estaba a espaldas de John, cerca de Bastila y Carth, seres terriblemente confusos, intranquilos, que ante aquella situación tiritaban.
Desprendían un hedor a cobardía y debilidad.
- De modo que esa es la verdad, ¿no? O eso quieres hacernos creer...
Reprochó Davik, lo seguro es que no sabría muy bien que pensar. ¡Que demonios! Quell ahora era indescifrable. Por eso alzó la muñeca y con ella el bláster. Era el curioso movimiento de un humano preparado para disparar. El antebrazo se pegaba al cuerpo, en este caso a la brillante armadura de Davik, siguiendo aquel movimiento, se alineaba el cañón del bláster a la altura deseada. No era común disparar a la cabeza, pero la altura de Davik y Quell no era tan diferente, podría atravesarle el estómago y procurarle una herida tan dolorosa que caería inconsciente al instante. Sólo tendría que esperar unas horas para verlo morir, nada que no solucione un disparo a bocajarro en el pecho una vez la víctima se encuentra en el suelo.
- Ni más ni menos que el hijo de. - no pudo continuar.
Su voz fue interrumpida bruscamente por una fuerte sacudida.
Una placa de duracero de la parte superior del hangar impactó contra el suelo clavandose como un sable láser en la carne de un desgraciado. Todo tembló, y el sonido fue un ensordecedor trueno. Un trueno que recordaría a guerra...Carth empalideció al instante, separando los brazos del cuerpo y las piernas la una de la otra para mantener el equilibrio, el edificio entero parecía clamando por una oportunidad de mantenerse en pie, aunque no parecía estar consiguiendolo.
Al final, no logró conseguirlo. ¡Todo se vino abajo! a la espalda de Doe, Quell y Ruld, se abrió el vacio, un vacio en el que Bastila, Carth y Korr-Nad-Ul se vieron golpeados por un cálido y feroz viento. Pudieron contemplar las llamas en la ciudad en ese mismo instante.
Como todo empezaba a arder en llamas. La energía que lo provocaba, al principio ilocalizable se hizo patente en segundos. Tenían poco tiempo, dependían de la suerte para sobrevivir. Más aún cuando las torretas sobre ellos, vibrando por la estructura en tensión que suponía aquella prisión de duracero fijaron el blanco en ellos, comenzando a disparar a Canderous y Quell sin contemplación, eran máquinas.
El temblor del edificio hizo que el entregado T3 se alejara del puerto que había estado intentando forzar con una de sus herramientas equipadas, gimio como si fuese un ser sensible, aterrorizado. En realidad sólo Doe y Ruld entendieron que sucedía, se quejaba, se quejaba por no poder completar su trabajo mientras todo a su alrededor se desplomaba a riesgo de aplastarle.
- ¡Beeep-op-ooop-bop-berebb!
Pero tener la atención en el droide sería algo similar a aceptar una muerte segura. Los temblores del edificio en cada una de las sacudías que sufría la ciudad entera, es decir, el planeta en su totalidad, hicieron que parte de los sistemas de sujección de la nave se doblasen como si el duracero que la retenía fuese simple mantequilla de bantha. Si la nave caía con el edificio, aunque sobreviviesen, estarían perdidos.
Bastila dio un paso al frente, lo suficiente como para colocarse a la espalda de Korr, que permanecía inmovil, como si todo aquello fuese una simple ilusión.
- ¡El edificio está por claudicar! ¡debemos salir de aquí!
Y parecía estar pensando en salir corriendo de allí, protegerse en las calles o en la ciudad baja. Sea cual fuera la decisión, no le faltaba agallas, había desenfudando el sable laser y se disponía a combatir.
De fondo el sonido de los disparos de las torretas de defensa que trataban de eliminar a Quell y a Canderous.
- ¡Dejemoslos! ¡tenemos que salvar nuestras vidas! - agregó todo lo alto que pudo con un tono de voz preocupado. No había pasado por todas aquellas penurias para quedarse tan lejos de lo más parecido a una victoria.
Carth estaba siendo superado ligeramente por la situación, a duras penas logró apuntas hacia Davik y Calo esperando lo peor. Y estaba en lo cierto.
- ¡Mierda!
¡Están bombardeando el jodido planeta! - alcanzó a deducir Davik con su más que demostrada elocuencia. eran palabras precipitadas que cerraban un bonito e improvisado discurso sobre la familia de Quell Breyard. Un discurso que no tendría lugar hoy...y no lo tendría nunca, porque aquel grupo de farsantes moriría.
- ¡Debemos subir al Halcón de Ébano!
¡Mátalos! ¡Mátalos ahora! ¡tenemos que salir de esta maldita tumba de duracero!
Ordenó a su perro kath. Un perro de nombre Calo Nord...un tipo...peligroso, mucho más que los cascotes de edificio que se comenzaban a desprender por encima de sus cabezas.
Davik disparó hacia Onasi, e hizo el amago de correr hacia la nave.
El techo sobre sus cabezas estaba a punto de ceder, pero Calo había demostrado ser bastante eficiente en otras ocasiones.
No eran necesarias palabras.
Aquellas ratas womp morirían allí, antes que enterradas, atravesadas por un certero disparo de su propia mano.
Calo Nord no aceptaba que tratasen de tomarle el pelo, aquello se había convertido en personal desde el momento en el que Canderous puso un pie en aquel grupo...pero no les había olvidado, John Doe era el gallito que casi le obliga a eliminarle en la taberna.
Quizás debería haberlo hecho entonces.
Ahora era más...problemático.
Apretó la mandíbula y mostró los dientes. En sus oscuras gafas protectoras podía verse reflejado el fulgor rojo que tenían a la espalda. Disparó hacia Canderous para que le fuera dificil evitar los disparos de las torretas, y con su otra arma, a Ruld, para comenzar a bajar la moral de aquel extraño equipo.
Quell era una máscara de seriedad, y después de su perorata, poco mas había que añadir. Había jugado su carta, había dado tiempo a los demás a prepararse.
Así, con los ojos y toda su atención puesta en Davik cuando se desplomo el techo, y las torretas se giraron para disparar, el joven noble solo tuvo una cosa que hacer, atacar.
Soltó hacia adelante, esquivando por poco unos disparos que estaban destinados a dejarlo muerto en el sitio. Pero por poco, es igual a vivo, y nuestro joven héroe no fue siquiera consciente de lo cerca que había estado de la muerte, pues en su cabeza se dibujaba ya una última jugada a vida o muerte.
Desenvaino su espada, esa espada fina que casi parecía una varilla de antena, y que la gente se molestaba en despreciar una y otra vez. Una varilla, una espada, en la que Quell había sido entrenado desde que tuvo fuerza suficiente en su cuerpo como para mantenerse erguido, el orgullo de la casa Breyard. Y él era uno de los mejores esgrimistas de su planeta.
Con un ágil movimiento, golpe de manera suave, como una azotaina la mano de Calo Nord, que se ponía a su alcance, intentando disparar a Canderous, lo suficiente para que el disparo no cercenara la cabeza a su extraño compañero.
Dejando que el mercenario sonriera y apuntara al caza recompensas directamente al pecho.
Pero esa acción, fluida y certera le hizo perder un tiempo muy limitado que necesitaba para atacar a su presa. Davik.
Vio como a cámara lenta, el arma del viejo se dirigía a su cuerpo, a esa distancia, difícilmente podía sobrevivir. Sin embargo, ante la mirada de la misma muerte, y con la torreta buscando su calor para despacharlo, Quell tuvo otra brillante idea que encadeno ágilmente con el movimiento anterior.
Como si su cuerpo y la espada fueran una sola, el joven introdujo la fina punta de su arma en la boca del cañón del arma del señor del crimen. Estando el arma pegada a su pecho, era una mala posición para disparar.
Si disparas, ni ese traje te salvara la vida.
Podía ser verdad o podía ser mentira. No importaba, el segundo de duda era lo que necesitaba para poder seguir con su plan. Se movió, de un salto, y driblo hacia un lado.
La torreta estuvo a punto una vez más de acabar con su vida. Tan solo por milésimas de segundo no acertó de pleno en la espalda del joven. Es más, si hubiera sido una situación normal, Quell habría sentido el calor y el olor a quemado de su ropa. Pero este no estaba para otra cosa que no fuera su propio objetivo.
Durante todo el tiempo que había estado en Taris, el se había comportado como un bufón. Siendo joven, y no queriendo verse en medio de toda aquella historia, era la manera perfecta de reivindicar, que no era un héroe galáctico, y que solo quería volver a su casa, para gobernar, y tener cualquier capricho.
Pero había aprendido durante aquel viaje, había llegado a formarse un carácter, gracias en gran medido a los compañeros que había ido teniendo durante el mismo. Había trabado amistad, y puede que la más significativa fuera de la John Doe.
El era un perro de la guerra, un jinete de la soledad, y le había mostrado cuando tenía que hacerlo, que la vía dura era la única salida. El, joven e inexperto, siempre buscaba una salida. Pero sabía que en aquel preciso instante, con el techo cayéndose sobre sus cabezas, con el mundo a punto de ser desintegrado, la vía dura era la única que funcionaria.
Y armado con un coraje impropio y suicida, y con las palabras de desprecio de aquel viejo señor del crimen, Quell gano la espalda del mismo, dejando entre él y la torreta, a un hombre que solo tenía por ventaja una armadura cara.
Bien, esto funciona así, desactiva las torretas, quita el anclaje de la nave, y muévete, porque nos vamos de aquí.
Y si piensas que no te voy a matar, recuerda que en mi planeta a los criminales como tú, se los cuelga por la cabeza hasta que se les parte el cuello.
A empujones, y confiando en que la muerte era un argumento de sobra fiable, Quell Breyard, el único heredero de una corona, y de un puesto importante en el senado galáctico, hacia su última jugada.
Su voz no era la de un niño tonto y parlanchín. Sino la de un adulto, la de un noble tirano al que no convenía contradecir, y que estaba dispuesto, por primera vez en su vida, a tomar la vida de otra persona para salvar su culo acaudalado.
- Creo que es demasiado tarde para la diplomacia.
espetó Doe a espaldas de Quell que se había adelantado en todos los sentidos. No parecía más nervioso de lo habitual, lo contrario, pero John veía en él la inseguridad del novato. Algo que estaba seguro Calo compartiría, pero por otra parte, había muchas posibilidades de que Davik pasase por alto.
Bien hecho niño de papá.
alzó el blaster y comenzó a disparar, de lado, con el ceño fruncido.
Los disparos de Doe no impactaron en Davik, tampoco lo hicieron en Calo, pasaron por encima de sus hombros. Haces de luz rojizos casi imposibles de seguir con un vistazo rápido que terminaron por tirar hacia atrás a un twi'lek que hacía acto de presencia a espaldas de sus agresores. El Señor del crimen tenía refuerzos, y era de esperar...
Cada uno de los disparos de Doe derribaba a uno de aquellos defensores bien pagados, uno tras otro aparecieron por la puerta del hangar hasta que hizo acto de presencia un grupo de más de diez individuos bien pertrechados. Doe apretó los labios en una mueca de fastidio.
- Joder...mierda.
Pero no era una rendición.
Los disparos de la torreta eran poco efectivos, y el constante movimiento de Quell así como su proximidad a sus atacantes, impedían hacer un disparo limpio a aquellas máquinas de defensa.
Mientras tanto, un " beep-op-booop! " anunció un acto ligado con el éxito poco probable de aquella contienda. La torreta que apuntaba a Canderous dio en el blanco, y el mercenario hincó la rodilla en el suelo sin dejar de disparar. Oh si, aquello le había hecho enfadar. La herida humeante en su cuadriceps no era nada con una mirada rojiza, endemoniada. Entonces se hizo aún más evidente el bláster de repetición que portaba en sus poderosos brazos, que chocaba contra el escudo de Calo y deribaba a alguno de los mercenarios que se aproximaban desde su espalda.
Bastila chasqueó la lengua con decepción, dando un paso al frente para desviar alguno de los disparos con su sable láser...en verdad, estaba siendo de mucha ayuda. Ruld no lo hubiese contado si no fuera con ella.
Estaba ocupado con un terminal portatil de su propiedad, T3 no estaba improvisando, sólo cumplía órdenes y Ruld era su ayuda perfecta. en pie, en medio de un tiroteo de blásters, mantenía la calma, como si aquello fuese su despacho en algún planeta perdido de la galaxia.
Carth disparaba con las dos blasters sin contenerse, mientras dirigía sus intenciones.
- ¡Da igual! ¡vayamos hacia la rampa de acceso! ¡Debemos llegar al interioir de la nave!
Pensando en escapar, no como un cobarde...o tal vez sólo confiando en que la nave les protegería de quedar sepultados de forma inmediata.
el bombardeo al planeta continuaba, todo era fuego y explosiones, sonido de disparos de bláster y el bufido de la espada de Quell junto con el zumbido de la de Bastila.
Canderous comenzó entonces a disparar al techo...¡Que cojones estaba pensando hacer! ¡todos morirían!
Un sonido seco y la emisión de vapor a alta presión, aquel mecanismo que asía con fuerza la nave se soltó súbitamente sin motivo aparente y la nave esloró ligeramente hacia la derecha, el edificio se estaba viniendo abajo.
El alienígena siguió tecleando en el terminal, mientras susurraba:
- Bien hecho T3, ahora la otra torreta automática.
Yo me encargo de la puerta del hangar y de los cañones antiaereos...
Trabajaba contra reloj, justo como le gustaba.
Terminó por informar en medio de aquel caos, con parsimonia, como si nada a su alrededor estuviese sucediendo. Tenía los nervios de acero.
- Está casi listo, pero necesito un código de desactivación.
Podría conseguirlo por sí mismo, pero habría calculado el tiempo, tiempo del que no disponían.
La presión de Quell a sus atacantes les obligó a retroceder, calo no era ningún novato, había participado en contiendas de asalto parecidas a aquella desde la otra posición y no sólo había salido ileso, lo había hecho sin ayuda. Puede que Davik estuviese bajo control, pero los disparos de Carth Onasi no eran suficientemente precisos como para obligarle a perder la concentración...y lo primordial era quitarse de en medio a ese molesto espadachín miembro de la realeza.
Ahora no le interesaba vivo...era todo un negocio, si, pero lo principal era salvar el negocio. Davik era importante en sus planes.
Calo apuntó un instante con sendos blaster, lo hizo a Quell y disparó sin contemplaciones.
Uno de los haces de luz rojiza pasó por encima de su hombro, rompiendole el traje e hiriendole levemente, era el tacto cálido, la quemadura como un arañazo, no le detendría.
Pero justo después de ese disparo, habría otro. Otro haz de luz que atravesaría la armadura de Davik, que comenzaba a fallar por el forcejeo. Era lo malo de los prototipos, aunque sean hechos a medida. Atravesó su espalda limpiamente y salió por su pecho...en la trayectoria estaba Quell, que no pudo hacer nada para evitar que el disparo del blaster impactase contra su pecho y lo atravesase. Finalmente se había ganado tener el cuerpo agujereado...y aquello podía ser el principio del fin.
Calo sonrió de medio lado, algo extraño en un tipo tan sumamente serio.
fue entonces cuando uno de los disparos de Carth le golpeó en el abdomen, Calo también se servía de un escudo de energía y no hubo muestras de que resultase herido. Se sujetó el estómago y apretó los dientes borrando aquella sonrisa. Retrocedió un par de pasos, cojeante después de que nuevos disparos de Canderous impactasen contra él. El escudo reducía los daños mortales a daños contundentes...era como verse sometido a puñetazos y patadas sin fin...era...molesto y no podría mantenerse así mucho tiempo.
Fue entonces cuando un sonido sordo del edificio se sobrepuso a todos los demás. El techo cedía finalmente por la insistencia de Canderous, y lo hacía precisamente sobre los mercenarios y Calo.
Miro hacia arriba con fastidio, no hay tiempo para la incredulidad.
Malditos hijos de puta...
Cuando quiero darme cuenta de que mi suerte está echada, alzo las armas y disparo de nuevo, todo lo rápido que el gatillo me permite.
- No quedará así. ¡No quedará así!
Desgarró con su garganta.
Bastila se adelantó entonces, de su sable brotaban dos hojas de luz dorada que girando estrepitosamente pero con una precisión inhumana desvanecieron los dos últimos disparos de Calo mientras el techo se desprendía.
Estaba seria, con el ceño fruncido, enfadada...muy enfadada. Así es como miraba a los mercenarios que disparaban contra su luz. No perdía la concentración en aquello, pero de repente, desactivó su arma y retrocedió unos pasos a la carrera, hacia Carth y hacia la nave.
- ¡Los sistemas que bloqueaban la nave están desactivados! - inquirió, pasando por alto lo que había advertido Ruld, o quizás esperando que ese código no fuese tan importante como que el edifciio se les viniese encima.
- ¡Vamos!
Miró a Canderous, Doe y Quell...y se aproximó al primero para ayudarle a caminar. Canderous no opuso demasiada resistencia, aunque seguía disparando, ironicamente, al techo.
- ¡Booop! ¡Beep.op-ipp-boeeeep!
anunció T3-M4 justo cuando la segunda torreta se desactivada. T3 había sido incapaz de redirigirlas hacia sus enemigos, pero había optado por desactivarlas sin más. Quell ya no se veía acosado por la torreta automática del techo, aunque parte de este se desprendía muy cerca de él.
Sus orugas le hicieron retroceder, y dejó de estar conectado al sistema de aquel edificio. Como si siguiese los consejos de Bastila, avanzó sonoramente hacia la nave, ¡iría el primero!
Korr-Nad-Ul estaba en pie, totalmente quieto...pero lo cierto es que ningún disparo había podido siquiera rozarle, ni a él, ni a Carth. Y no sería por la insistencia de los refuerzos de Davik...
Un gigantesco bloque de duracero cayó junto con numerosos escombros en la posición de Calo, que alzó las manos para cubrirse. Pobre rata woompa. Bastila estaba ocupada, pero lo evidente fue que algunos de esos escombros quedaron suspendidos en el aire y fueron disparados contra los refuerzos de Davik, golpeandolos y tirandolos al suelo hasta que otro gran escombro cayó bloqueando la entrada...
Sólo tenían una salida.
Korr se retiró entonces, caminando plácidamente.
Davik, ante las estratagemas de Quell, sorprendido por su cambio, terriblemente engañado ante sus ardides no tuvo más opción que soltar su arma.
Entonces, antes de que el techo se desprendiese sobre Calo, sintió un pinchazo que le atravesó y con él, contempló como Quell sufría una herida en su misma trayectoria. Entonces Davik se arrodilló ante Quell, el muchacho no tuvo la necesidad de hacerlo...el haz de luz había quemado y cauterizado la herida, y si no había muerto ya, no lo haría todavía.
Davik apretó los dientes con un gemido malherido.
- Está bien...está bien muchacho...
Musitó mientras los escombros rodaban hasta su posición y la humareda de arena y polvo se alzaba a su espalda.
Todo destruído. destruído...
Pero lo importante entonces era salvar la vida.
- Llevadme con vosotros, el código es 56-Y-LR-69. Cofff.... - La herida le había supuesto graves daños...le costaba respirar y comenzaba a sangrar por la boca.
Sus manos cayeron ante las punteras del calzado de Quell.
Pedía una clemencia que el no habría dado...
- Es correcto.
Podemos irnos.
comrpobó y espetó Ruld en ese mismo instante. entonces guardó el terminal y sonrió de soslayo, emprendiendo una corta carrera para alcanzar a Carth y Bastila que ya se dirigían llevando a cuestas a Canderous.
John caminó pausado hasta la posición de Quell y colocó su diestra sobre su hombro, miraba a Davik sin compasión, más bien con indiferencia. Las manos de John eran fuertes, pesadas, se hacían notas en su hombro. Sabía de sobra que había sido herido ahí, pero el dolor de aquel apretón en el hombro era más un alivio que un castigo.
- Parece que has crecido antes de lo que esperaba.
Has luchado bien chico. Pero quiero que sepas algo...
Quien lucha contra villanos, tiene que cuidarse de no llegar a ser uno de ellos.
Podía interpretarlo como quisiera.
Enfundó el bláster y miró con desprecio a Davik.
- Esto ha acabado por el momento.
Una gran explosión se sintió cerca de allí...Taris estaba siendo arrasado por completo.
- No te retrases...
John caminó hacia el Halcón de Ébano con la cabeza alta y el corazón tranquilo. Magullado, como todos, pero victorioso en una guerra que no habían ganado aún...Taris había quedado arrasado, había muerto un montón de gente inocente. Los Sith se aniquilaban entre ellos y se llevaban por delante todo un planeta. Todo...comenzaba a sospechar, por ellos...o por Bastila.
Aquello era una locura.
Fue el último del grupo en entrar al halcón que encendía sus motores de propulsión mientras Quell estaba solo, herido, pero no malherido, frente a Davik. estaba en su mano salvarle o no la vida. Quell había ganado aquel duelo, y lo había hecho limpiamente, sin depende de otros más fuerts o más listos. Quell había tenido su bautizo.
Le estarían esperando.
-Cambio a la escena "El Halcón de Ébano"-