Desde la terraza podía la belleza del paisaje. No miraba el amplio y hermoso jardín que había bajo sus pies, una fuente de mármol decorado en el centro por una figura militar sosteniendo una lanza, ni las flores de diversos colores que decoraban los laterales de la fuente, un mosaico que sólo podía contemplarse desde una posición elevada. No, miraba la columna de humo a lo lejos, extendiéndose a su paso y calcinando los restos de una ciudad ya sitiada.
Si cerraba los ojos podía escuchar los gritos de los ciudadanos, cómo intentaban correr para salvar sus mediocres vidas antes de ser acuchillados por el filo turco, sintiendo en sus propios labios la sangre descender de sus cuellos hasta caer muertos, otro cadáver más entre cientos.
Ana contemplaba la destrucción la destrucción de su propio reino impertérrita, una perfecta máscara de ojos claros y blanca piel, sosteniendo entre sus delicadas manos una copa llena. Durante unos segundos pareció sonreír, como si aquello fuera lo que hubiera anhelado todo este tiempo, un deseo que ya podía rozar con la yema de los dedos.
Bebió un discreto sorbo de su copa cuando escuchó pasos a su espalda, girándose levemente para cruzar miradas con la hermosa Natalya e instándola a ponerse a su lado de forma despreocupada, victoriosa.
- ¿Era esto lo que querías? – Se acercó a su posición, colocándose a su lado y viendo el mismo escenario, aunque en sus ojos se reflejaran una mezcla de pena y rabia que no podía canalizar. Sentía a la bestia retorcerse en su interior, queriendo despedazar con sus propias manos a la causante de todo aquello, pero bien sabía que sería una lucha que no traería más que bajas imperdonables.- Miguel sabrá de tus intenciones cuando despierte, esta vez te dará la muerte definitiva Ana.- Aunque hablara calmada en su voz y palabra podía distinguirse cierto grado de amenaza velada que hizo soltar una leve risa a Ana, quien bebía un último sorbo antes de dejar la copa en la barandilla.
- Miguel está muerto, igual que su desquiciado sueño.- Su convincente afirmación hizo que Natalya entrecerrara los ojos, mirándola esta vez a ella y no al humo, como si hubiera soltado una blasfemia. La esposa del emperador sintió su mirada clavada en ella aunque no correspondió, más atenta a la destrucción que en resolver asuntos de estado.- Seguíais a un loco, creísteis sus promesas escritas sobre aire, ¿y todo para qué? Mira, ¿no es hermoso? – Extendió sus brazos hacia la ciudad, señalándola de forma directa.- Sólo se extermina una epidemia con fuego y sangre.- Esta vez sonrió mientras levantaba el mentón, sintiéndose poderosa.- Los diarios históricos hablarán sobre esto, no por ser el día en el que una ciudad en declive cayó bajo el yugo turco, sino sobre cómo se alzó sobre sus cenizas formándose un Imperio aún más poderoso, más poderoso, más grande.- Se apartó del balcón, caminando hacia el centro de la sala con paso decidido.
Bienvenida al nuevo Imperio Otomano. Saluda a la futura emperatriz.
Y con esto doy por finalizada la partida. Muchas gracias a todos por ser parte de ella, desde el más veterano hasta los nuevos, han dado vida a esta trama gracias a vuestras intervenciones.