Partida Rol por web

La noche había llegado y las noticias sobre la masacre llegaron a sus oídos al ritmo de los vientos cortantes. Disparos, sangre, muerte… un camino que habían marcado hacia la destrucción y ahora eras partícipe de forma secundaria de homicidios.

Las ventanas de la habitación estaban abiertas en par en par provocando que las cortinas se mecieran sutilmente. Lo habías hecho a propósito, al llegar la noche debías dejar una entrada libre por si recibías visitas inesperadas o mensajes secretos y, aunque llevaban tiempo sin hacer acto de presencia esta vez fue distinto.

Un ágil salto situó en el marco de la ventana un joven muchacho que no tendría más de quince años de cabellos oscuros y mirada cristalina. A pesar de su corta edad le rodeaba un halo místico a la par que inquietante.

Cerró la ventana tras de sí y echó las cortinas, ojeando una última vez el exterior.

- Saludos, al-Fatah.- Sus labios dibujaron lo que parecía una sonrisa, aunque más bien era una línea curva serena.- Me congratula saber que vuestro encuentro con la extranjera fue a su gusto.- De alguna forma lo sabía. Tenía ojos en prácticamente toda la ciudad, cada murmullo o conversación no eran secretos para sus oídos.- Pero no he venido a felicitaros por vuestras nupcias.- Paseó por la habitación, oteándola sin parar en ningún detalle en específico, hasta que sus ojos pararon en los de Karïm.- Las piezas de este intrincado puzle comienzan a encajar.- Ensanchó los brazos, magnificando sus palabras.- Sin embargo hay todavía un encargo que debes cumplir, un pequeño cabo suelto.- Se acarició el mentón, dubitativo, como si dudara de la eficacia de su siervo durante unos efímeros segundos.- Necesito… no, necesitamos que aquellos que quieren impedir nuestro gran sueño ardan. ¿Podrás hacerlo?

Aguardaba. Como cada noche. Ya sin las ansias de la primera vez, de las primeras veces, sin desesperarse por el silencio prolongado tan notorio en una noche que sucedía a un día turbulento en la ciudad e incluso en su propia casa. 

Y mientras aguardaba y el té servido se enfriaba más allá de lo degustable, jugaba con una moneda sin valor comercial entre sus dedos. Ser leal y fiel no era suficiente, había que ser eficiente, efectivo, y perder la cabeza o dejar acelerar el corazón porque quería noticias, visitas o un mensaje no ayudaba a eso. 

Así que esperaba, como cada noche, con calma, alerta, atento para poder estar dispuesto, tal y como lo ameritaba esa noche.

- Saludos - respondió con educación cuando el muchachito ingresó. Podía mantenerse tranquilo, pero esas visitas nocturnas siempre lo regocijaban; quizá fue por esto más que por la mención de Evelinne que de forma muy leve sonrió a los dos comentarios que hacía sobre ella, la atención puesta sobre él y su posible futuro enlace.  

A partir de su saludo, se mantuvo en silencio, receptivo. Mantuvo la mirada en el joven por un instante cuando sus ojos se cruzaron, luego sopesó aquello que le estaba pidiendo. Su respuesta era sencilla, sí, siempre era un sí. Y esta vez, como en otras, requería de preparación para dar los frutos que se le requerían, sobre eso era que meditaba, aunque no se tomó mas que unos segundos. 

- En el estado en que se encuentra la ciudad, incluso grandes fuegos pueden pasar desapercibidos - aceptó con serenidad - ¿quién osa perturbar los planes de mis señores? - casi sin poder evitarlo frunció el ceño con determinación, sin que se le escapara el pequeño desliz del abismo de diferencia que había entre un "necesito" y un "necesitamos"