Partida Rol por web

En el nuevo y lupino rostro de Facu se puede observar algo parecido a una sonrisa mientras abre su boca e intenta clavar sus afilados colmillos - GrrraaauuuuuAAAuuu - se lo escucha gruñir mientras apoya sus manos en el piso y avanza con su rostro en dirección al torso del que fuera su torturador cuando estaba en forma humana.

En realidad ya nada de eso cuenta en la mente del hombre-lobo, pero el olor a sangre es suficiente para despertar sus más ancentrales instintos. Comer... Matar y comer.

Con todo, la voz que surge de la ambuilancia lo distrae un momento y permite al cámara zafar de su agresiva acometida y obliga al que fuera un atildado relator a detenerse y mirar a su alrededor, intentando entender quien le da instrucciones a su almuerzo.

PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP!!! PE-PE-PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP!! 

PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP!!!!!!!!!!!!! PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP!!!!!!!!!

La bocina de la furgoneta surge histérica, aguda y superponiéndose a todos los gritos de Camestres. El sonido del motor también se enciende en el silencio general de la noche, sólo roto por la corrida y los aullidos de la bestia, como una señal luminosa y atractiva. En su asiento, Ernesto cree que que se va a partir una sección de la dentadura por lo apretada que tiene la mandíbula, y que mínimo le hará dos agujeros al vidrio a medio subir de la ventanilla contraria. Sus pupilas contraídas, nerviosas y temblando de adrenalina, recorren a la distancia lo que antaño fue el traje de Facundo. Quizás el sonido agudo aturda a la bestia. Quizás... quizás la enoje más. Pero, ¿qué más podía hacer?

PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP!!!!!!!!!

- ¡¡DALE DIEGO, CARAJO, VOS PODÉS!!

Lo va a matar, carajo, lo va a matar y ya debió haber matado a Frantisek. La concha de su madre, ¿por qué vinimos a esta mierda? ¿Qué se les cruzó por la cabeza a estos hijos de puta? Voy a encontrar a esa hija de puta así sea lo último que haga. Y va a agradecer que a mí me torturaron suficiente, porque si la encuentro, la mato en el momento. Hija de re mil puta, mirá lo que nos hizo.

- ¡¡DEJALO, FACUNDO!!

PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEP!!!!!!!!!!!!!

En un último esfuerzo en el que se estaba jugando la vida, Diego salta a la parte trasera de la ambulancia, estimulado por los gritos, el pitido, la sangre y el aullido que pareciera estarle devorando el alma como aparitivo de la carne, mientras el vehículo arranca pisado a fondo el acelerador por Diego. Enfila el camino que lleva a la carretera principal. El lobo viene detrás y ni a Frantisek ni a Henar se les ve por parte alguna.

- GrrrraaauuuuAAAAAAuuuuuu - el aullido resuena en el campo cuando el que fuera Facundo permanece parado, mirando como la ambulancia se aleja de su posición

Por un minuto está tentado de seguirla, pero algo en su interior le hace notar que no tiene posibilidades de alcanzarla mientars se mueva a esa velocidad.

Con una mueca que recuerda, apenas, su pasado humano, el hombre lobo vuelve sobre sus pasos, con la sensación de que en su carrera por matar al que se le acaba de escapar dejó pasar a otro humano. Un anciano que debe estar cerca.

Husmeando el aire para encontrarlo se mueve veloz y seguro sobre sus garras, buscando a su nueva cena.

- GrrrraaauuuuAAAAAAuuuuuu - el aullido resuena en el campo cuando el que fuera Facundo permanece parado, mirando como la ambulancia se aleja de su posición

Por un minuto parece tentado de seguirla, pero tras hacer una mueca que os recuerda, apenas, su pasado humano, el hombre lobo vuelve sobre sus pasos. Husmeando el aire se mueve veloz y seguro sobre sus garrasen dirección a la piscina.

La ambulancia hace marcha atrás a todo lo que da su caja de velocidades. La gigantesca figura corre hacia ellos, como en una especie de película o aparato de realidad virtual, amenazando con alcanzarlos de un salto a la vez que va disminuyendo su tamaño. Un sonido de derrape de ruedas y garras se une con el aullido de la bestia que se queda parada mirándolos partir. Ernesto despega el ojo que tenía en el espejo retrovisor y lo une al otro, que tenía en el frente, inamovible, como hiptonizado por el movimiento del hombre lobo que había sido su locutor. El motor sigue rugiendo mientras la bestia da media vuelta y se pierde de la vista del vehículo. La ambulancia llega al camino principal, en el que no se atraviesa, y se detiene en seco.

La mano que tenía en el volante se aprieta un poco más, los nudillos blancos, y la cara de Ernesto pálida como una luna llena. Un espasmo de dolor y pánico, o adrenalina, comienza a hacerle temblar el cuerpo y la vena del cuello, pues sus dedos permanecen engarfiados al volante y sus pies, aferrados a los pedales y firmes en su posición. En su cabeza hace un rápido paneo de la situación. Camestres estaba vivo, Diego estaba vivo, él estaba vivo. Facundo vivo pero hecho un monstruo peludo, probablemente irrecuperable. Frantisek... desaparecido. Si Diego casi no había tenido oportunidad corriendo contra el lobo, claramente Frantisek estaba perdido. O ya muerto. Un escalofrío le recorre la columna, el cuerpo entero, la herida del hombro, y se le seca la garganta. Muerto. A menos que le saliera alguna de esas mierdas paranormales, de esas "cosas chantas", en las que ahora todos creían como si fueran ateos rezando a su Dios católico como última esperanza de salvación.

- Diego, ¿aguantás? - pregunta Ernesto, tras esos breves segundos de inmovilidad - ¿Frantisek está muerto?

El asistente continuaba aferrado a su llave inglesa como si se tratara de una astilla auténtica de la Vera Cruz, con el rostro desencajado por el pánico más absoluto y un ampuloso movimiento de su tórax mientras inhalaba y exhalaba con desesperada dificultad. Aunque solo se había dedicado a llorar y a gritar incoherencias durante los últimos minutos, cualquiera diría que había conseguido escapar gracias a una audaz y vertiginosa carrera.

Cuando poco a poco comenzó a retomar el aliento, dedicó una profunda y significativa mirada a Ernesto, a la vez que comentaba con aire entendido:

- Ese debe ser Facundo. Viste, yo sabía que nos iba a querer matar algún día. Nunca me cayó bien…

Diego aun con la respiración agitada y los ojos clavados en el paisaje que se mostraba tras las puertas traseras abiertas de la ambulancia, cree escuchar su nombre a lo lejos pero no le da importancia, luego escucha el del viejo y cae en la cuenta de que se dirigen a el indudablemente, sale de su shock con fuerza de voluntad y mira a Ernesto.

-No se, no me voltee a mirar

En su voz se notaba total desgano de hablar y dar explicaciones, así que volvió a ensimismar su mirada hacia la nada, mientras aun eaferraba entre sus brazos la cámara

- Callate, Raúl - dice Ernesto, sin acritud pero inflexible, mientras mira a Diego por el espejo retrovisor - Deja eso para después.

Una frase tan normal en otro tiempo ahora sale de sus labios con firmeza, pero en su cuerpo gatilla una reacción que casi termina en temblores. Conocía bien aquella sensación: no era la primera vez que la sentía, pero había esperado no volver a cruzarse con ella nunca. Y allí estaba, bailando en su cuerpo, comiéndose su pecho y emborrachando su cabeza, la sensación de la inminencia a la muerte. Esa percepción categórica de que la única certeza es aquel segundo presente y que no existen los planes ni el pensamiento a futuro, porque la presión es demasiada, porque no hay esperanza alguna, y todo se vuelve una lucha en la que todo vale sólo para ganar segundos de tiempo. Una lucha contra todo y sobre todo contra uno mismo, contra su propio instinto de la realidad, contra el pesimismo, contra el sentido común y la estadística. Una lucha encarnizada.

El cuerpo de Diego se curva sobre la cámara, aferrándola como a un salvavidas. Ernesto siente que algo tira hasta desgarrarse en su interior. Había visto cantidad de amigos, de gente querida, curvándose sobre sus brazos cerrados sobre el aire en posición fetal repitiendo la estrofa de una canción de antaño. La mayoría de ellos no había tenido nada a lo que aferrarse excepto a su propia mugre, a sus recuerdos, a un trozo de ropa arrancada de sus propios cuerpos. Se había visto a sí mismo igual, tirado contra adoquines y tierra, sin nada de lo que agarrarse además de a su voluntad. Viéndolos a ellos, a los suyos, se había quebrado tanto dentro de él que no había creído capaz de sufrir con más intensidad, pero se había equivocado. Ese algo se desgarró de forma sucia, deshilachada, se cortó y Ernesto supo que no cicatrizaría nunca. Era el pecho de un padre que ve a un hijo hundirse en el horror de la muerte.

- Está bien, Diego. Hiciste bien. Ahora tratá de parar la sangre, ahí tenés de todo.

Otro desgarro, pero no tan fuerte como el anterior. Otro nudo, una puntada, una decisión para otros treinta años de pesadillas. El motor de la ambulancia ruge, mientras Ernesto maniobra, y toma el camino principal en la dirección de las casas.

El lobo, tras esquivarlo tú, parece decidir ignorarte, milagros te trae la vida, para seguir en pos de Diego, como si quisiera completar una venganza humana con las manos de una bestia. Tú vuelves corriendo hacia donde dejásteis a Henar, quien en efecto, sigue por allí, buscando con la mirada en la piscina a su hijo. Está de espaldas, aparentemente confiada. Parece una oportunidad perfecta que sólo durará un par de segundos..

La ambulancia cruje maltratada al subir la calle mal aslfaltada, dejando atrás el camino de las piscina por donde no se ve llegar a nadie y pasando junto al par de casas cerradas que hay en esta ruta, siempre en dirección a la carretera principal. Cada piedra del camino que salta contra el guardabarros os da un susto haciéndoos pensar n garras y dientes rascando el metal del vehículo y la oscuridad reinante se alía con la velocidad para cerraros cualquier posibilidad de ver llegar a un enemigo por un lateral antes de tenerlo encima.

Hasta que por fin, veis la salida de la calle y luces, luces que giran sobre el techo de dos vehículos de policía que están girando en la carretera principal y que se detienen ahora al veros llegar, cruzándose con cuidado para taparos el paso.

Con la carrera que le permiten sus viejas y agarrotadas piernas el anciano se lanza contra Henar, para arrojarla al fondo de la piscina seca, y si pudiera caer sobre ella, a ser posible en su columna vertebral y partírsela.

Envuelto de tu furia asesina, apareces de nuevo en la piscina, buscando al viejo humano que escapó antes. Allí está, corriendo.. ¿huye de tí? No, se lanza contra esa mujer, aquella que sabes que no puedes, que no debes dañar. Ella está de espaldas a él, mirando en el interior del hueco de piedra abierto en el suelo, la piscina. Él parece que va a empujarla, pero el ruido hace que ella se vuelva, él se tropieza con su propio pie, pasa de largo y cae al agujero. Un golpe seco anuncia la llegada al suelo del viejo. Henar te ve en ese momento y sonríe.

¡Malditos sean tus torpes y malogrados pasos! El ruido que hacen han alertado a la rusa, que se vuelve y te ve.Aunque no le da tiempo a hacer nada, es suficiente para que te asustes, te tropieces con tu propio pie y trastabilles para golpearla apenas de costado y sin consecuencias y caigas al vacío de la piscina. Apenas un par de metros, pero..

Tu vida pasa frente a tus ojos durante un segundo. Ha sido una vida interesante y en cualquier caso, productiva. Larga, incluso, si la comparamos con compañeros y amigos que cayeron presa de avatares más mundanos. Y aquí estás, cayendo de cabeza y golpeándotela con el suelo de una piscina sucia y abandonada en un pueblo infestado de malignidad paranormal, a punto de matarte a tí mismo de una forma irónicamente mundana.

¡Thund! ¿Ese golpe ha sido tu cabeza contra el granito? No sientes nada ahora mismo..

La sonrisa de la mujer, de alguna manera, le da fuerzas al extraño lobo-hombre en que se ha convertido Facundo. El ex-locutor sonrie muy "lobunamente" mientras corre en cuatro patas hacia la piscina, dispuesto a saltar al interior de la misma y dar buena cuenta del viejo que se ha encerrado entre las paredes de losa.

- GrrrraaaUUUUaaaauuuuu - el aullido da cuenta de que el lobizón se acerca a su nuevo objetivo.

Los recuerdos de su niñez en la Praga ocupada, Suiza, España, el viaje a América, su padre muerto, las palabras de sus antecesores, los años de estudio en EE.UU. el regreso a Chile, la larga vida de éxito, controversia y por supuesto desprestigio, cayeron con el el vano de una sucia y vacia piscina de granito en un pueblo perdido de las montañas centrales españolas.

Ni un grito de ahogo, ni una mala palabra, no hubo tiempo, su cabeza se golpeó como una sandía contra la madera de una encimera mugrienta. Sus párpados moviéndose con espasmos eran la única muestra de la lucha interna del anciano por mantenerse en vida. Sin embargo, lo desproporcionado del duelo no tardó en apagar el corazón de František Dvorák.

Un charco de sangre de fuente bajo su cabeza, era el único líquido que se podría ver en la piscina desnaturalizada. Sin duda, una estampa perfecta para el tenebroso lugar y los acontecimeintos que en él se daban.

Una última exhalación ligera, sin continuidad de inspiración anunció el final de una vida casi plena.

El lobo salta a al piscina vacía, viendo en medi del salto el cuerpo del viejo, dos metros más abajo, quieto, tumbado boca abajo. Cae sobre él y se relame. Pero el viejo está muy quieto. Lo observa mejor.

Ve que la cabeza a chocado contra la piedra y con fuerza. Sus párpados moviéndose con espasmos son la única muestra de la lucha interna del anciano por mantenerse en vida. Sin embargo, lo desproporcionado del duelo no tarda en apagar el corazón de František Dvorák, que el lobo escucha detenerse.

Un charco de sangre mana como una fuente bajo su cabeza, el único líquido que se podía ver en la piscina desnaturalizada. Sin duda, una estampa perfecta para el tenebroso lugar y los acontecimeintos que en él se han dado.

Una última exhalación ligera, sin continuidad de inspiración anuncia el final de una vida casi plena.