Londres - Septiembre de 1996
Londres es la capital de Inglaterra y del Reino Unido, y está situada a orillas del río Támesis en el sureste de la isla de Gran Bretaña.
Un poco de historia
El primer gran asentamiento fue fundado por los romanos en el año 43 bajo el nombre de Londinium, tras la conquista romana de Bretaña. Este asentamiento duró sólo diecisiete años. Alrededor del año 61, la tribu Iceni, dirigida por la Reina Boudica asaltó el asentamiento destruyéndolo completamente. El siguiente plan para reconstruir la ciudad prosperó y llegó a sustituir a Colchester como la capital de la provincia romana de Britania en el año 100. En su apogeo durante el siglo II, el Londres romano tenía una población aproximada de 60.000 habitantes.
Hacia el año 600, los anglosajones habían creado un nuevo asentamiento llamado Lundenwic, aproximadamente 900 metros aguas arriba de la antigua ciudad romana, entorno a lo que ahora es el Covent Garden. Es probable que hubiese un puerto en la desembocadura del río Fleet para fomentar la pesca y el comercio. Este comercio creció hasta que la ciudad fue tomada por los vikingos y obligada a trasladarse de nuevo a la ubicación de la Londinium romana, para utilizar sus muros como protección. Los ataques vikingos siguieron aumentando por el resto del sudeste de Inglaterra hasta 886, cuando Alfredo el Grande reconquistó Londres y acordó la paz con el líder danés, Guthrum. La ciudad sajona Lundenwic se convirtió en Ealdwic ('ciudad vieja'), un nombre que sobrevive hoy en día como Aldwych, que se encuentra en la moderna Ciudad de Westminster.
En el período Medieval, Londres establece la importancia de la Abadía de Westminster. La residencia de la realeza inglesa fue, hasta el fin del período normando, el castillo fortaleza de la Torre de Londres, donde hoy se custodian las joyas de la Corona. Con el pasar de los años sobre el Londres romano se desarrolló lo que hoy es el distrito financiero (City).
Londres se expandió en todas direcciones, anexando estepas, bosques, pueblos. Desde el siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX ha sido la capital del Imperio británico.
En el año 1666 un gran incendio destruyó gran parte de la Ciudad. La reconstrucción duró diez años y fue obra del gran arquitecto Christopher Wren, quien reedificó muchas de las iglesias destruidas, entre ellas la Catedral de San Pablo, donde hoy reposan los héroes de la nación británica.
En el curso de la Segunda Guerra Mundial, Londres fue bombardeada por la Luftwaffe, con el ataque de los bombardeos durante la Batalla de Inglaterra. La incursión eliminó a unos 30.000 londinenses y destruyó varias zonas de la ciudad, reconstruidas en varios estilos arquitectónicos en las décadas sucesivas. La expansión de Londres fue ralentizada a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial con anexión de distintos terrenos, unido al cuidado de un anillo verde en torno a la ciudad (Green Belt).
Actualmente (1996), Londres es un objetivo cotidiano para las bombas del IRA, que busca amedrentar al gobierno británico a negociar con el Sinn Féin en Irlanda del Norte.
Elíseo
Actualmente, el Elíseo de Londres es el Wallesrtein Swan, un teatro situado en West London.
Fue construido en 1865 por Peter Street. Cuando en 1897 expiró la licencia de ese teatro, la empresa Wallerstein compró el terreno, dándole así el nombre de Wallerstein Swan, el Cisne. Hasta el Año 1949, año en que fue cerrado, sufrió diversas remodelaciones que no afectaron esencialmente a su configuración original. La familia Wallerstein, grandes empresarios desde hacia más de dos siglos, se vieron arruinados tras la Segunda Guerra Mundial, que coincidió además con la extraña desaparición de la más joven de sus descendientes, la joven Michaella Wallerstein.
Tras su puesta en venta, el Príncipe de Londres adquirió los derechos del edificio y trasladó el antiguo Elíseo a este modesto teatro. Las obras de restauración se desarrollaron a lo largo de casi tres años y el 20 de mayo de 1986 el Cisne abrió sus puertas de nuevo al público mortal, aunque ya era el elíseo de la ciudad desde 1970.
Características Técnicas
El gran Teatro mantiene su estructura original.
El espacio escénico, con forma rectangular, posee unas dimensiones de 14,6 metros de ancho por 18 de profundidad, encontrándose el peine a una altura de 17,25 metros. Cuenta con dos galerías perimetrales a 1,5 y 6,5 metros de altura, cuatro varas electrificadas, concha acústica desmontable y todos los elementos necesarios para llevar a buen término cualquier tipo de representación escénica (focos, ciclorama, cañón, cámara negra, ordenador de control de iluminación, sistemas de intercomunicación...) También existe una plataforma al comienzo de la sala y al mismo nivel de ésta que se puede elevar hasta la altura de la corbata y así ampliar frontalmente el espacio escénico, o bien descender, dejando al descubierto el foso de la orquesta.
La escena se cierra “a la americana” y “con guillotina”.
El aforo actual es de 1.000 localidades reales, aunque prácticamente se sitúa en torno a las 920, ya que, por necesidades técnicas, en ocasiones se anulan un pequeño número de las mismas.
Está distribuido en un patio de butacas con 21 filas y 461 localidades, en torno a éstas se sitúan 21 palcos de plateas con 143 localidades.
En la primera planta, se encuentran los palcos propiamente dichos en número de 27, con 152 localidades.
En la segunda planta se sitúa el anfiteatro con 128 localidades, de las cuales 18 son sin visión.
Y sobre el mismo encontramos en la tercera planta el paraíso, con 116 localidades siendo al igual que en el anfiteatro 18 sin visión.
Tanto la sala como la escena, así como el conjunto del edificio, cuentan con los más avanzados sistemas de seguridad, tanto activa como pasiva (puertas de emergencia, materiales ignífugos, detectores de humos, puertas cortafuegos, telón de acero, extintores, mangueras, cámaras, etc...)
Haven
"The Haven" (El refugio) es el local más de moda de todo Londres en el momento en el que se desarrolla la partida. Se trata de un antiguo y gran teatro reformado y convertido en discoteca que se encuentra en pleno centro de la ciudad, al que acude lo más selecto de la misma, tanto mortal cómo vampiricamente hablando. A pesar de ser una gran sala de fiestas donde se puede hacer practicamente de todo la decoración es bastante ostentosa, y mantiene el ambiente teatral y señorial que tuvo en su época artistica. El local consta de las siguientes partes principales:
4) Hall: Un lujoso vestibulo donde la gente puede echarse las primeras copas, sentarse en comodos asientos, charlar con música en directo ...
12) Pista central: donde se reune el grueso de la gente, el ambiente es oscuro, se pone música electrónica y está llena de tarimas donde se realizan espectaculos tales cómo Go-Gos, por supuesto también se sirven copas.
13) Pista Vip: Antiguo escenario del teatro ahora decorado con lujosos muebles y con vistas a la pista central, practicamente se hace lo mismo que en ella pero en esta se ofrecen servicios especiales y sólo pueden acceder vampiros y gente de absoluta confianza, Consta de un reservado donde se ofrece un ambiente mucho más intimo y se tiene acceso a cosas cómo drogas y sexo.
14) Area de trabajo: Allí se encuentran los camerinos de los aritstas, almacenes, oficinas, un pequeño apartamento de Tatiana ...
21) Acceso al piso de arriba, Reservado Vip: lujosas y carisimas habitaciones donde los clientes pueden disfrutar de las mejores chicas de la ciudad.
Londres, 18 de Septiembre de 1996
Esquina King's Cross Road con Old Street
Faltaba apenas una hora para la salida del sol...
Desde que anocheciera hasta ese mismo momento había estado pensando. Ya lo tenía todo planeado, tan solo necesitaba un último empujón para ponerlo todo en marcha. Una vez comenzase, no había vuelta atrás. Se levantó del sofá con lentitud, acariciando la tapicería con delicadeza. El tacto le trajo una nueva oleada de recuerdos felices, que se tornaron en recuerdos dolorosos, provocando entonces que dos surcos carmesíes resbalasen por las pálidas mejillas de la cainita, mezclándose con las demás lágrimas que llevaba semanas derramando. Con profunda tristeza desterró de su mente todos aquellos recuerdos, estaba convencida de que no habían sido una mentira, que los sentimientos habían sido reales para los dos, a pesar de que él quisiera negarlo todo.
Se dirigió lentamente hacia la habitación. Se detuvo en la puerta y cerró los ojos, las lágrimas brotaron ahora gruesas y copiosas, el corazón le dolía tanto en el pecho que deseaba ponerle fin a su existencia cuanto antes, para evitar que los recuerdos volvieran a asaltarla. Vaciló antes de entrar, no sabía si quitarse la bata de seda y tumbarse desnuda o quedarse vestida. Lo cierto era que daba lo mismo, tras la salida del sol, de su cuerpo solo encontrarían cenizas; aunque si dejaba la ventana abierta, estas se marcharian con la brisa. Decidió permanecer cubierta, simple pudor, en el fondo sabía que no quería sufrir, pero la tela solo retrasaría lo inevitable. Faltaban solo cuarenta y cinco minutos, a veces el tiempo se antojaba demasiado corto.
Sobre la mesilla había una copa de vitae. La había llenado en cuanto se había levantado, ni siquiera sabía si tendria algún efecto sobre ella, pero tenía que intentarlo. No, no tenía que intentarlo, tenía que hacerlo, tenía que ser esta noche; este amanecer significaba mucho para ella. ¿Se acordaría él de esta fecha? ¿Recordaría, como ella, que hace medio siglo, todo había cambiado con un amanecer como este? Ya no estaba segura de nada. Quizás él tenía razón, quizás todo lo que había dicho era cierto. Quizás todos estos años habían sido una mentira. A treinta minutos del amanecer, la luz inundaba la habitación dibujando las formas del exquisito mobiliario del loft.
Se sentó en el borde de la cama y lloró desconsoladamente, como una niña pequeña. Tenía el corazón roto, no le encontraba sentido a continuar con su triste existencia. Podría tratar de superarlo, un poco o mucho tiempo lo arreglaba todo, pero ella estaba convencida de que no iba a superarlo. Si lo único que te mantiene con vida te dice que ya no te quiere, que ya no quiere saber nada de ti, que todo ha terminado y que nunca hubo sentimientos reales, es imposible hallar la manera de superarlo cuando te has quedado completamente sola. Alargó la mano hacia la copa a veinticinco minutos del amanecer y bebió de forma compulsiva, con ansiedad, esperando que al tragar llegasen pronto los efectos de los narcóticos. Su vecina había servido para tal cometido, la había drogado con todo lo que había encontrado y luego, cuando habían empezado los efectos, la había desangrado. Era un estúpido paso intermedio que debía dar, ella no se podía drogar del mismo modo, ya lo había intentado. A veces ser un vampiro tenía sus inconvenientes cuando querías suicidarte.
Se tumbó sobre la cama y se rodeó los tobillos con las cuerdas. Los nudos eran corredizos, en cuanto tironeó sus pies quedaron apresados. Metió la muñeca en otro de los nudos y tiró, la soga quedó tensa y su brazo prieto. De repente empezó a sentir un ligero sopor y sonrió. Había funcionado, ahora estaría bajo los efectos de un potente relajante, lo que le impediría llevar al límite su fuerza.
***
El coche frenó en seco en la entrada y él bajó a todo correr, el sol le pisaba los talones. Entró en el edificio cubierto por una gruesa gabardina marrón, con el gorro calado hasta los ojos. Subió las escaleras de dos en dos mientras se ponía los guantes y se ajustaba unas grandes gafas a la cara, tenía que llegar cuanto antes al ático.
La puerta estaba cerrada con varios cerrojos, no tenía tiempo para andarse con remilgos tratando de usar las ganzúas. Corrió por el rellano y embistió con el hombro, arrancando la puerta del marco.
El interior fue como abrir la puerta de una habitación en llamas. El salón era un horno, sintió el calor abrasador incluso a través del grosor de la ropa. Las ventanas estaban abiertas, la luz del día inundaba toda la estancia. En lo más hondo de su ser el miedo se arraigó, si avanzaba un paso se precipitaría a una muerte segura. Su instinto de supervivencia ancló sus pies en la entrada y él luchó contra la bestia que pugnaba por tomar el control y alejarlo del peligro. Su Voluntad era más fuerte. La necesidad de encontrarla era más fuerte que su propia supervivencia.
El piso era un loft sin muros, no había una maldita pared en la que cobijarse. Muy funcional por las noches, pero durante el día era una trampa mortal. Por suerte, él era un vampiro precavido, por eso había traído ropa gruesa. Retrasaría al menos por unos minutos su propia muerte, el tiempo necesario para sacarla de allí. De un primer vistazo pudo darse cuenta de que no estaba en el salón. Entró en la casa envuelto en un calor infernal, sintiendo como el sol empezaba a abrasar su piel incluso a través de la capa protectora. Escuchó un murmullo al fondo, un grito ahogado. Tenía poco tiempo, cruzó el piso a todo correr hasta la habitación. Cuando llegó ya sabía lo que iba a encontrarse, pero aún así, no pudo evitar horrorizarse.
Ahí estaba ella, tumbada en la cama, atada de pies y manos, expuesta a la luz diurna. El sol entraba generoso por los grandes ventanales, había dejado las persianas de seguridad subidas, debía haber pasado algo con el mecanismo que las cerraba cuando amanecía, seguramente esos cables que colgaban de la pared indicaban que ella misma los había arrancado. Volvió a mirarla, no podía apartar la mirada de su cuerpo cubierto de graves quemaduras, toda su piel se ennegrecía a una velocidad impensable, las caricias de los rayos de sol la estaban matando lentamente, sin compasión.
Y ella gemía de dolor, chillaba, se retorcía, sufriendo una interminable tortura. Sin embargo no tiraba de las cuerdas para liberarse, y tampoco se debatía con todas sus fuerzas. Algo le impedía liberarse ella misma.
Corrió hasta la cama, exponiéndose a los rayos directos del sol. Sentía que la piel le ardía bajo la ropa, cómo el sol mordía con más fuerza cada vez, como su propio instinto le gritaba que debía salir de aquel infierno. Pero no podía, no podía dejar que ella cometiera aquella estupidez. Tiró de las cuerdas, pero estas no se rompieron. Se había tomado en serio lo que quería hacer, las cuerdas eran de acero.
Pensó rápido, a ella no le quedaba mucho tiempo, podía ver como su piel se agrietaba y se consumía con mayor celeridad, el sol iluminaba cada vez más la habitación. Se puso frente a la ventana para que su sombra le ofreciese al menos unos segundos, los que él necesitaba para liberarla de sus ataduras. Su espalda sufrío las consecuencias, el dolor empezó a volverse insoportable y el miedo quería ganar la partida. Luchó con todas sus fuerzas para vencerlo, para evitar correr y salvarse, sentía como la piel empezaba a pegarse a la tela de la ropa. No podía irse, tenía que llevarla consigo a un lugar oscuro, un lugar dónde no entrase luz del sol. No podía abandonarlan después de todas aquellas cosas horribles que le había dicho. Por su culpa quería matarse.
Vio como sus piernas sangraban, como su piel se cortaba, se llenaba de ampollas y estas se abrian exponiendo los músculos. Cuando tocó sus pies tuvo miedo de que fuese demasiado tarde, siguió las cuerdas hasta encontrar el nudo que las ataba a la cama y las arrancó de su anclaje. Cada segundo que pasaba su propio cuerpo sufría el mismo destino que ella, pero más lentamente debido a la ropa que lo cubría. Aún así el dolor se volvía lacerante, insoportable, interminable. A su alrededor el escenario se distorsionaba como si todo estuviera en llamas y la voz de ella se apagaba.
Con sus últimas fuerzas, cubrió el cuerpo de la vampiresa con las sábanas para evitar que le diese el sol directo y la cogió en brazos, cubriéndola con su propio cuerpo del terrible astro solar. Se arrastró fuera de la habitación, la puerta del baño estaba a escasos metros, apenas unos metros y la oscuridad los envolvería, los protegería del sol. Apenas unos metros.
Dio varios pasos, sintió que se ahogaba, algo extraño cuando no necesitaba respirar. Hacía demasiado calor, le ardía la cara, los brazos... clavó una rodilla en el suelo, sin fuerzas, no podía seguir. No iba a llegar. No podría salvarla. La abrazó, susurrando una disculpa, había llegado demasiado tarde. No quería separarse de ella, no iba a dejarla allí, si ella moría, él también. Pensó en quedarse allí, en el pasillo que había entre la habitación y el cuarto de baño, tumbarse al lado de la mujer que amaba y sufrir su mismo destino. Pero si lo hacía, ella moriría pensando que él no la amaba. Y eso no era verdad. La amaba con toda su alma. Si le había dicho todas aquellas cosas horribles había sido para protegerla... nunca pensó que llegaría a creer en sus mentiras después de todo por lo que habían pasado.
Todo estaba rodeado de llamas, la luz brillaba con más intensidad, el calor abrasaba sus pieles. Un segundo después de haberse arrodillado, el vampiro se levantó ahogando un grito de dolor con el cuerpo de su amada en brazos...
Londres, 31 de Agosto de 1996
Victoria St,
La sala de baile medía cien metros cuadrados. El suelo era de madera de pino, expresamente traído de los bosques aledaños a la capital para que sus pies estuviesen siempre en contacto con la matería prima del país. Nada en aquel piso era de manufactura extranjera. Así lo habían querido sus padres.
Una solitaria figura daba vueltas en mitad de la estancia, siguiendo los compases de Tchaikovsky con suma delicadeza, deslizando los pies sobre el parqué barnizado al son de la hermosa música que resuena en la estancia. Cuando la pieza termina, la figura baja los brazos, todavía con el cuerpo tensionado por el baile y posa los talones en el suelo. Camina despacio hacia el reproductor de vinilos y cambia el disco. Se siente cansada de escuchar los mismos compases, los compases que hace unos pocos años, cuando ella era más joven, sacaron en una película de dibujos. "La bella durmiente". El mismo título que la pieza de Tchaikovsk. La obra que actualmente se representa en el teatro.
Ha bailado durante años. Muchos años. Demasiados años. Cuanto le gustaría bailar otra cosa, pero ella es la bella durmiente, es la protagonista y no puede fallar a su público.
Decide darse un respiro en el ensayo y cambia el disco. Por la ventana abierta del salón de baile observa la noche estrellada y escucha el ulular de una lechuza que se posa sobre el alféizar. Ese extraño pájaro tiene por costumbre verla bailar, es su único público mientras ensaya. Se encoje de hombros, al fin y al cabo, solo es una lechuza.
Las notas suenan agudas, la canción le recuerda a la música de aquel joyero que al abrirlo, hacia bailar una solitaria figura en su centro. Sin poder evitarlo camina con pasos delicados hacia el centro de nuevo y levanta la cabeza para mirarse en el espejo. Su cuerpo es perfecto, su piel es brillante, su rostro es hermoso. Sus movimientos, sublimes.
La bella durmiente. La más hermosa de este reino.
El corazón le da un vuelco. De repente, siente que ya no puede más. Que ya ha tenido más que suficiente. Que está harta. Sus facciones se crispan, se ve reflejada en el espejo y no se reconoce. Se odia a si misma. Odia a su creador. Odia su existencia. Odia a su familia. Corre hacia uno de los altavoces y con rabia lo lanza contra el espejo.
Los pedazos saltan, la lechuza alza el vuelo asustada. Pero la música sigue sonando. Aún quedan cinco altavoces.
Se ve reflejada en todos los trozos rotos, miles de rostros hermosos le devuelven la mirada. Aprieta los dientes. Uno de los fragmentos es más grande que los demás, descansa sobre el parqué barnizado. Afilado. Brillante.
Sin pensarlo, lo agarra con la mano desnuda, haciéndose un corte en la palma. El dolor la inunda, y ese dolor se torna, de repente, adictivo.
La sangre brota.
Es su propia sangre, pero no puede evitar que sus colmillos se afilen por si solos.
Observa la punta afilada del trozo de espejo. Tan brillante, tan hermosa, tan letal. Gira el trozo, extiende el brazo y desde la muñeca hasta el codo se hace un profundo corte. Grita por el dolor, es insoportable, nunca antes había sufrido tanto. Físicamente hablando. Cae de rodillas, la cabeza le da vueltas, pero se siente bien. Observa la herida, como la sangre carmesí resalta sobre su piel blanca. Pero la herida vuelve a cerrarse y su piel vuelve a ser perfecta.
Se hace otro corte. Vuelve a cerrarse. Grita de pura frustración y comienza a hacerse cortes en los brazos. Tarde o temprano tendrá que parar, tarde o temprano empezará a sentir que le fallan las fuerzas. Quiere acabar ya. Sufre un dolor indescriptible, pero no puede evitarlo, necesita sentirlo. Necesita sentirlo.
Aferra el fragmento de espejo con las dos manos. La punta chorrea sangre, que salpica sobre el parqué barnizado. Le da la vuelta, cierra los ojos y lo hunde en su estómago.
Por primera vez, siente que le fallan las fuerzas y cae sobre el parqué barnizado. Un charco de sangre se extiende bajo ella. Pero el corte quiere cerrarse y ella no quiere que se cierre. Está muy cerca de conseguirlo. Está muy cerca de conseguir una Muerte Definitiva.
Extrae el espejo, de sus ojos caen lágrimas de sangre que resalta sobre sus pálidas mejillas. Un poco más. Solo un poco más y podrá ponerle fin a todo. Levanta el fragmento, se tumba, lo situa sobre su pecho y con lágrimas en los ojos, hace descender violentamente la afilada punta.
- No ha llegado tu hora todavía, pequeña... - una mano se interpone entre el espejo y su pecho y es atravesada, frenando el descenso.
- Von Werhler... - murmura ella con un nudo en la garganta. - Déjame... déjame tranquila... - susurra desesperada, viendo como su oportunidad de poner fin a todo se desvanece lentamente.
- Franz para tí, querida... - le arranca el trozo de las manos y lo tira lejos, para que no pueda alcanzarlo. La observa curioso, como su traje de baile de tonos pastel está lleno de rojo sangre, como su rostro está anegado de lágrimas. Ella llora desconsoladamente y trata de darle la espalda.
- Déjame... - le pide con la voz quebrada. Él posa una mano sobre su hombro y aprieta para darle ánimos.
- No merece la pena...
- No lo hago por él... ni por nadie...
- Aún así, no lo merece - contesta pasando una mano por detrás de su cabeza. Poco a poco, ella se vence y se deja acunar por el hombre. - Creeme, no lo merece... - repite con cierta amargura en su tono de voz.
- Franz... - gime ella. - Por favor, tienes que ayudarme...
Londres, 19 de Septiembre de 1996
Old Brompton Rd con Summer Pl,
Haven, 21:35
Aquella sensación se repetía al menos dos veces por semana.
Siempre empezaba del mismo modo, con un pinchazo doloroso. Entonces, su corazón empezaba a latir de forma exageradamente violenta y su respiración se volvía arrítmica. El dolor remitía un segundo después y entonces era sustituido por una extraña emoción. Él apoyaba los labios sobre la herida abierta y, como mucha calma, bebía la sangre tomándose todo el tiempo del mundo.
Ella siempre tenía miedo, y no le gustaba. Sabía que había gente que le gustaba que les mordiesen, les gustaba la sensación de peligro, lo encontraban estimulante, les gustaba asumir ese riesgo. Pero a ella no le gustaba. Sentía un miedo atroz cada vez que la afilada punta de los colmillos del vampiro tanteaban sobre su piel para encontrar el lugar deseado, aquella zona en la que la sangre fluía con más presión. El temor, sin embargo, era rápidamente sustituido por placer y aunque aquello sí le gustaba, su mente le decía que no tenía que gustarle. Pero su corazón latía con tanta vehemencia, con tanta pasión, que era inevitable sentirse excitada. Y él no hacía nada, se limitaba a beber.
Aquella noche, ella llevaba un traje color plateado, de finos tirantes y falda muy corta. El vampiro le había pedido que se lo pusiera para él. La muchacha podía ver sus propios muslos desnudos cuando desvió la vista hacia abajo, él se deleitaba con su sangre caliente y ella sintió cierto pudor. Tironeó de la falda con recato, su mente, nublada por el placer, deseaba que el vampiro hiciese algo más que besar su cuello para saborear la vitae. Como si le hubiese leído la mente, pasó una mano por su espalda y rodeó su cintura con el brazo, estrechándola a su cuerpo para que estuviera más cómoda. Ella empezó a sentir que se le nublaba la vista y un delicioso sopor se apoderó de ella.
Su mirada se perdió, de sus labios surgió un quedo suspiro y su pecho descendió lentamente expulsando el aire. Luego se elevó cuando llenó sus pulmones, la piel de sus mejillas se ruborizó y el generoso escote de su vestido remarcó el nacimiento de sus redondos senos erizados de placer. Una pequeña gota de sangre se deslizó por su garganta, si él no se dio cuenta o simplemente la dejó resbalar adrede, ella nunca lo sabria, pero se sintió desfallecer cuando sus labios siguieron el surco carmesí con los labios y la lengua hasta limpiarla por completo de uno de sus pechos, arañando su delicada piel con la barba.
Entonces, se separó de ella y la miró. Ella le devolvió la mirada sintiendo un doloroso cosquilleo en el vientre y una profundo deseo que crecía entre sus muslos. Él no iba a ir más allá, la respetaba, y ella sabía que a pesar de querer que él fuese más lejos esta vez, si él la tocaba, luego se sentiría sucia. Los dos tenían muy claros los límites.
El vampiro sonrió amable y le subió uno de los tirantes del vestido. A pesar de que el tacto de sus nudillos le resultó frío, le provocó un escalofrío de placer por toda la espalda. Él soltó su cintura y dejó de presionarla a su cuerpo, pero sin poder evitarlo, la muchacha se venció hacia él y se refugió en sus brazos, dejando caer la cabeza sobre su hombro. Como respuesta, el vampiro la abrazó de forma paternal y le acarició la oscura melena.
***
150 Picadilly
The Ritz London, 23:45
El ascensor subía lentamente hacia la última planta, la séptima. Desde hacía varios meses él, se hospedaba en una de las suites.
Se sentía ligeramente nerviosa, le temblaban incluso las piernas. Aquella noche iba a ser diferente. Aquella noche quería que todo cambiase. Aquella noche, él le daría todo lo que su padre no iba a darle nunca. Un pitido anunció la llegada y las puertas se abrieron, dejando ver un largo pasillo como moqueta roja y bordes dorados.
Caminó con algo de indecisión por el pasillo, la suave tela amortiguaba los pasos de sus tacones. Revisó la tarjeta en la que había anotado sus señas, le había costado conseguir la direccióque y el número de habitación, aunque la suite no tenía pérdida, las dos puertas de lustroso caoba eran como un faro en mitad de todo aquel lujo. Guardó la tarjeta en el bolso y mordiéndose los labios, se acercó y llamó con los nudillos. Escuchó una risa en el interior, la de él y se emocionó.
- Hola... - cuando abrió la puerta, su rostro mostraba una deslumbrante sonrisa, pero cuanto la vio, su sonrisa se congeló un momento y su rostro se volvió más pálido de lo que ya era. Su voz, siempre seductora, tembló en la segunda sílaba. Parecía aturdido por la presencia de la chica.
- Hola... - contestó ella sonriendo con algo de timidez, sintiendo un pinchazo en el corazón al verle. Pero algo no iba bien. Algo en sus ojos le decía que no iba bien.
- ¿Qué... haces aquí? - preguntó él, recuperándo la compostura. Había miedo en su voz y terror en su mirada. Ella se sintió un poco incómoda de repente. Quería darle una sorpresa, quería confesarle que deseaba estar con él, quería que él le diese todo lo que su padre no podía darle.
Lo entendió, demasiado tarde. Por la puerta abierta vio la habitación. Dentro, una mujer de cabello rubio alborotado y sonrisa travisa, se asomó desde la puerta del baño para ver quién había al otro lado de la puerta y entonces, la muchacha sintió que se le partía el corazón. Había otra mujer con él.
- Vaya... - susurró intentando componer una sonrisa neutral. - Lo siento, no sabía que tuvieses compañía - se disculpó, sonando dolorosamente sincera. - Perdona la interrupción, no quería... molestar - murmuró avergonzada, esforzándose por que no le fallase la voz. Sonrió hacia su amado una vez más antes de girarse para deshacer el camino que la había llevado hasta allí.
Que tonta había sido. Iba a confesarle que estaba realmente enamorada de él, pero por lo visto, él tenía otros planes.
- No - él alargó la mano y la agarró del brazo con desesperación en la mirada. - Ella ya se iba... ¿verdad? - se volvió hacia la mujer rubia con hielo en los ojos y a esta se le borró la sonrisa de un plumazo. Con la mirada asustada cogió sus cosas y salió de la suite apresuradamente, corriendo por el pasillo hasta desaparecer por el primer recodo.
- No tenías porque echarla... - dijo ella. - En serio, no importa...
- Cállate - respondió él con amargura, poniendo un dedo sobre sus labios. Con gesto torturado, la miró de forma intensa, como si no creyese que ella fuese real. - Sí que te importa, sé que te importa... - jadeó nervioso. Tantos años de manipulación entrenada para ahora ser incapaz de soportar estar cerca de aquella mujer morena y que la voz le traicionase como un vulgar adolescente. - Pero no tiene que importate... ella solo era comida...
- Yo también soy solo comida - contestó con los ojos vidriosos y el corazón encogido.
- No, no... - murmuró él con la voz quebrada. - Para mi padre puede que lo seas, pero yo... yo te amo de verdad... Te lo he dicho muchas veces... Pero...¿qué haces aquí? ¿Por qué has venido? - preguntó ansioso.
- Porque te quiero... - respondió ella. - Quería venir a decirtelo... y quiero que me quites esta sensación del cuerpo - dijo poniendo la mano sobre su propio vientre, dónde nacía el deseo. - Quiero que me des lo que tu padre no puede darme...
Sin poder aguantarlo más, el vampiro la besó desesperadamente, la rodeó con sus brazos y la metió en la suite.