Partida Rol por web

Fue entonces como de entre las estatuas apareció como por arte de magia una figura siseante, se movía a gran velocidad pasando de una estatua a otra como un relámpago vertiginoso.

Antes de que pudieras similar que estabas bajo una grave amenaza se mostró ante ti una mujer serpentina con cabellos formados por culebras que mostraban sus colmillos con gran ferocidad.

¡Acababas de toparte con una temible Medusa!

Eso explicaba el gran número de estatuas que había en aquel majestuoso jardín, no era decoración, eran víctimas que habían sucumbido ante su poder.

La miraste casi por inercia a los ojos pero descubriste que no te habías convertido en piedra como hablaban las leyendas, de modo que aquella "maldición" debía provocarse de otra manera.

Se abalanzó contra mostrando unas afiladas garras y con intención de sacarte las tripas, sin embargo no parecía que aquella táctica fuese a funcionar demasiado bien contra ti, te había otorgado unos segundos de ventaja que te permitirían actuar en consecuencia.

En cuanto vio aparecer a la medusa, Shalazar no pudo evitar pensar: ¡Joder! ¿Cómo es posible que no me diera cuenta de esto? Tantas estatuas... ¡Estaba claro que el lord del castillo no tenía un gusto tan bueno por el arte! La culpable de todo aquello la tenía delante de sus narices y Shalazar Belmont no había sido capaz de anticiparse a ello. Por primera vez en todo aquel recorrido echó de menos a su compañera bruja. Quizá ella conociese un hechizo que le sirviese para deshacerse de ella cuanto antes, acabar con semejante monstruosidad, y a latigazos, se le antojó complicado, aunque no imposible.

El caza vampiros cerró los ojos por puro instinto, pero algo en su interior le hizo que los abriera un segundo, como aquel niño que le dicen que no haga algo, y justamente lo hace. Pero la sorpresa fue mayúscula al comprobar que nada había sucedido. Aquello solo podía significar tres cosas, o que él era inmune a su mirada petrificadora, o que las leyendas eran erróneas, o que tenía otra forma de volver estatuas a sus víctimas. Y desgraciadamente, Shalazar se decantó por la tercera.

Extremando el cuidado, chasqueó un par de veces el látigo contra el suelo. Como queriendo intimidar a aquella bruja de cabellos serpentinos, para segundos después comprobar que de nada había servido. Por suerte, esquivó el ataque de semejante víbora y entonces descargó una nueva sacudida del Vampyre Killer, esperando que aquello fuese suficiente para acabar con ella.

El látigo azotó el cuerpo de la medusa haciendo que ésta gritase de agonía, aquel arma centenaria tenía ya experiencia acabando con criaturas como ella, su poder alquímico había provocado que el simple contacto quemase toda su piel, pero parecía que aquellas heridas no iban a acabar por completo con la amenaza, demostrando así una gran tolerancia al daño.

En un rápido acto de represalia, la criatura materializó una flecha de piedra que lanzó a gran velocidad contra el Belmont, artífice de su dolor.
 

El proyectil fue lanzado con tal presteza que en un abrir y cerrar de ojos se había clavado en el muslo del cazavampiros, parecía que ahora la batalla estaba equilibrada, puesto que ambos contrincantes estaban heridos y con ganas suficientes para acabar con su rival.

El dolor que sintió al notar aquel proyectil clavarse en el muslo de su pierna fue brutal. Era la primera vez que alguien le hacía semejante herida, y por eso supo que no se encontraba ante un adversario fácil de derrotar. Quizá estaba frente al mismísimo Dracula que había cambiado su apariencia. O quizá se estuviese enfrentando contra su mayor y leal lacayo.

Debía tener mucho cuidado si quería salir con vida de allí, y si quería lograr alcanzar su objetivo final.

Al sentir la herida en su muslo, comenzó a tocársela con la mano que aún tenía libre, quería comprobar si la manera en la que la medusa volvía de piedra a sus rivales era esa. Así que la movió repetidamente para comprobar que no se quedase petrificada.

Finalmente se decidió por alzar nuevamente su mano y chasquear el látigo contra su verdosa piel. Con algo de suerte lograría encajarle un nuevo golpe.

Por fortuna para ti, tu pierna seguía sin convertirse en piedra, lo cual llevó a plantearte serias dudas sobre cuales eran los poderes reales de la gorgona.

Cada vez que hacías chocar el látigo contra el suelo la criatura se enfurecía más, acto que aprovechaste para ejecutar un último latigazo que impactó en su cuerpo con toda la furia de tu determinación. Aquel golpe hizo que medusa cayese al suelo mientras se retorcía de dolor, siseante y con espasmos, parecía que tu arma había conseguido su cometido y había acabado con la bestia.

Shalazar Belmont sonrió al ver como la gorgona caía ante los envites de su látigo. No podía evitarlo, había disfrutado al ver sucumbir a los esqueletos, y ahora disfrutaba al ver como aquella criatura maléfica caía rendida a sus pies. Las criaturas de ese castillo debían ser expulsadas, pues su maldad lo manchaba todo.

El único problema es que desconocía ahora el verdadero poder de aquella bruja, estaba preocupado por su mirada pétrea, pero no había parecido afectarle. Pero, ¿y entonces? ¿todas aquellas estatuas de piedra que había allí? ¿Realmente serían solo eso?

Shalazar hizo chascar de nuevo su látigo y luego comenzó a repetir el chasquido una vez tras otra. Haciendo que el cuello de la gorgona se fuese desgarrando hasta que la herida fuera tan profunda que no resultase ningún problema arrancarle la cabeza.

Luego miró a su alrededor, queria ver si, una vez muerta, las estatuas recuperarían su verdadera forma.

El último chasquido desgarró por completo el cuello de la criatura, la cual aún mostraba en su semblante una tez de horror ante la muerte inminente.

Por desgracia, separar la cabeza del resto del cuerpo no provocó que aquellas estatuas recobrasen la vida, si es que realmente eran personas petrificadas y no un macabro intento de arte.

Apenas pasaron unos segundos cuando ocurrió algo inesperado para ti, escuchaste como algo tras tu espalda se movió; cuando te giraste para comprobar quién osaba acercarse a ti de esa manera viste a aquel lobo que apareció por primera vez tiempo atrás durante tu búsqueda de una salida por los jardines.

Lentamente se acercó a ti, parecía que calculaba cada paso, y su mirada se quedaba fijada a tu presencia de una manera escalofriante...

La primera vez pensó que aquel lobo sería un maléfico plan de su gran enemigo, pero ahora que aquella criatura parecía presentarse por segunda vez, hizo que Shalazar Belmont ablandase ligeramente su corazón. De sobra era conocida la guerra entre vampiros y licántropos. Quizá ese ser era una criatura que venía en su ayuda, alguien que, con esa forma, había venido a ayudarle. Al igual que la Belnades y él mismo estaban en el castillo, quizá hubiese más tratando de hacer algo por librar el reino de todo aquel mal.

Shalazar respiró profundamente y se colocó de cunclillas, aunque siempre con el látigo en sus manos, por si tuviera que echar mano de él.

Después miró de reojo la cabeza inerte de su rival. Estaba decidido a llevársela consigo.

Fue entonces, mientras recogías la cabeza de la gorgona para guardarla, cuando el lobo que se acercó a ti lentamente comenzó a cambiar de aspecto de una forma totalmente sorprendente.

En ese instante supiste no tenías delante a una criatura normal, si no que allí había alguien de más poder, alguien que de haberlo querido te hubiera atacado desde el primer momento pero que ni por asomo lo había intentado... revelando que sus intenciones eran quizás más puras de lo que realmente creías.

Para tu sorpresa, el lobo se transformó en una persona, pero no en una persona cualquiera no, si no en aquel encapuchado tan misterioso que os encontrasteis al principio de la entrada del castillo, aquel que no sabíais si era amigo o enemigo.

- Veo que te han entrenado bien, Belmont - comentó mientras mostraba una ligera sonrisa.

- Intenté guiarte por los jardines para que evitases tener que luchar contra Medusa, sin embargo veo que para ti, no hay obstáculos que interrumpan tu misión, ¿me equivoco? -

Confiando en aquel hombre lobo desconocido, Shalazar sonrió. De haberlo querido matar ya lo hubiera intentado, así que no le quedó más remedio, esta vez, que confiar en él.

Efectivamente, no hay mal que me detenga, ni puerta que se cierre ante mi objetivo. Tengo claro lo que vengo a hacer, y si te ataqué, fue porque pensé que tú también eras un enemigo. No me arrepiento de ello, pero ahora que te he dejado vivir, dime, ¿en qué puedes ayudarme?

El hombre se quitó la túnica envejecida de encima, mostrando un bello rostro empalidecido que mostraba serenidad y a la vez amargura.

- Cooperé con tu clan en el pasado y la historia vuelve a repetirse, sin mi ayuda no podréis conseguirlo a tiempo - comentó aquel hombre, sus palabras te inspiraban tranquilidad, se le veía seguro de si mismo... ¿podría ser aquel que ayudó a tu abuelo Trevor en el pasado a derrotar a Drácula?

- Vetla Belnades está viva, se encuentra en los niveles superiores tratando de rescatar a la esposa del ciudadano que visteis en la taberna, sin embargo a éste no lo he visto desde que os dejé en la entrada del castillo y me temo que os ha seguido  -

Pues si conoces los interiores de este castillo, por favor, ayúdame a moverme por aquí. Y si es cierto lo que comentas, llévame ante mi compañero. Si unimos nuestras fuerzas tendremos más facilidad para derrotar al mal. Ella quiso separarse de mi, pero ahora que ambos hemos llegado tan lejos, creo que es buen momento para unirse de nuevo.

Dijo sin preocuparse mucho por la posición del hombre que les había seguido.

Aquel hombre asintió entendiendo perfectamente tu interés por acabar con tu misión lo antes posible.

- A partir de ahora puedes llamarme Alucard, me encantaría poder estar más tiempo contigo hablando pero no es posible mientras mi poder siga siendo limitado, debes continuar adelante, salir de estos jardines y llegar hasta el torreón, allí es donde se encuentra el sarcófago de mi padre y tu compañera Belnades, me adelantaré para despejar el camino, lo hicimos en el pasado y podremos hacerlo ahora - en cuestión de segundos, Alucard se disipó en una bruma neblinosa para después convertirse en un murciélago oscuro como la noche que comenzó a revolotear hasta las cámaras más altas.

En el momento que lograste salir al exterior, la alegría se apoderó como un sentimiento triunfal. Ante ti se imponía una gran escalera que ascendía por el lateral de las enormes paredes del castillo de Drácula, era como si hubieras conseguido atravesar todo el edificio por sus interiores y ahora tocaba llegar a lo más alto.

Podrías ver desde abajo que en en el cielo se alzaba una enorme torre, tuviste la impresión de que allí se encontraría el sarcófago donde reposaría Drácula y a la vez se encontraría tu compañera,  ahora tan solo había que rezar para que la malvada criatura no se hubiera despertado de su letargo y que la esposa del campesino estuviera a salvo...

Por otra parte, quisiste comprobar qué había pasado con Alucard ¿habría volado a lo alto de esa torre?

En cuanto escuchó las palabras "sacófago de mi padre", Shalazar Belmont torció el rostro. Por un lado pensó que su padre estaba enterrado allí, pero por el otro pensó que ese sarcófago podría ser la tumba del mismísimo Drácula, y si aquel tipo era verdaderamente el hijo del príncipe del mal, no tendría razón alguna por la que confiar en él.

Pero entonces pensó, que quizá el odio hacia el rey de las tinieblas podría ser tan grande, que hasta su propio hijo lo repudiaba, así que sin dudarlo ni un solo instante se aventuró hacia aquellas escaleras.

Shalzar acarició su látigo, sabía que era bastante probable que hubiera llegado la hora de la batalla final. Y si su compañera Belnades estaba allí a su lado, entonces, era muy probable que salieran victoriosos de todo aquello. Aunque aún le quedaba la duda, de si aquel desconocido, era realmente un aliado o ciertamente era un peligro aún máyor que el mismísimo Drácula.