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Motivo: 1Int 2Car 3Per
Tirada: 1d3
Resultado: 2 [2]
Espada / Cetro:
Filo Cortante: Bonus de +2 al Daño con la Llave Espada.
VENTAJA EXTRA
Suerte (X): Puede repetir hasta 3 tiradas cualesquiera por combate y 1 tirada fuera de combate por zona. (No valen defensas)
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Ficha Vieja
Nombre: Élan Saiki
Edad: 16
Mundo de origen: San Fransokyo
Descripción Física y Psicológica:
Élan es un joven adolescente, alto y flacucho, algo pálido, aunque atlético. Tiene el pelo corto y rubio, algo puntiagudo, y los ojos de un marrón claro. Suele vestir de manera informal y desenfadada.
Suele adoptar una pose relajada, aunque algo distante, en presencia de otros, como si su primera reacción natural fuese inspeccionar el terreno antes de hacer ningún movimiento.
Por otro lado, su personalidad es bastante explosiva. Un momento está tranquilo y al siguiente, a la menor provocación salta a la yugular, pues le encanta buscar bronca. Si se supera esta primera barrera, en realidad es un joven bastante alegre y desenfadado, con buen fondo. "Por la boca muere el pez" es una frase que le define bastante bien. Pero también tiene aspectos positivos: es valiente (algunos dirían temerario) y leal hasta la médula, tanto a sus convicciones como a la gente que cree en él, lo que, en cambio, le hace algo crédulo y confiado y, para que negarlo, algo pardillo.
Historia
Durante el día, Élan es un chaval de 16 años bastante del montón: va al instituto, le encanta la música y escaquearse de estudiar y hacer sus deberes, perderse por las calles de sus ciudad y cabrear de forma innecesaria a su abuelo. Por las noches, lleva una vida secreta como justiciero: se pone una máscara, agarra un bate de béisbol y se dedica a repartir estopa entre los malhechores de la ciudad.
Esto tiene su origen en su infancia. Élan se crió en los bajos fondos de San Fransokyo. Era tan solo un niño cuando perdió a sus dos padres, que eran policías, en un acto de venganza de un criminal al que habían detenido. Esto llenó al joven Élan de ira y rabia, contra la sociedad y contra él mismo por no haber podido hacer nada por evitarlo. Su abuelo, que era maestro en un dojo local, lo acogió y le enseñó a canalizar su ira a través de las artes marciales, pero Élan tenía su propia agenda y sus propias intenciones, bastante alejadas de todo aquel rollazo zen. En cuanto tuvo la edad para valerse por sí mismo, no lo pensó dos veces y comenzó con sus escapadas nocturnas.
Fue una de estas noches, mientras perseguía a un tipejo que trataba de vender drogas, se dio de bruces en un callejón con...