El coche se ha averiado y os ha dejado tirados en medio de la nada...
¡Fin de semana por separado! Los tres hombres por un lado, las tres mujeres por otro. La idea fue de la madre de Jamie, Susanah. ¿Por qué no se dedicaban, por una vez en la vida, un fin de semana las chicas a sus cosas y los chicos a las suyas? La idea fue bien acogida por todos.
Así pues, la abuelita Ethel, la madre Susanah y la hermana de ésta, Gretel, se fueron de fin de semana a la montaña, mientras que los tres hombres, el abuelo Arnold, el padre Arnold Jr y el pequeño Jamie se fueron de pesca a una villa costera.
Era un caluroso fin de semana de finales de Marzo. Había hecho demasiado calor para acabar de haber entrado en la primavera. Por el magnífico tiempo que hacía, casi se podía pensar que estaban en verano. Durante todo el fin de semana había hecho un tiempo sensacional, de película, y los tres hombres lo habían pasado de muerte. Habían pescado algunos peces de aspecto jugoso que habían comido con ansia la noche anterior. Por supuesto no se limitaron a pasarse el fin de semana pescando. Habían hecho turismo por todos los alrededores, y habían ingerido cantidades ingentes de alimentos típicos de los distintos pueblos que habían visitado.
No obstante, pese a estar pasándolo genial, ya iba siendo hora de regresar a casa. Los tres se encontraban bastante agotados y con ganas de ver a las tres mujeres para que les contaran sus andanzas por el monte. Además, el tiempo que hacía aquella tarde no tenía nada que ver con el magnífico clima del que habían disfrutado a lo largo de las jornadas anteriores.
Los tres abandonaron el barato hotelucho en el que se habían hospedado. El equipaje fue introducido en la parte de atrás, juntoa Jamie, y los aparejos de pesca en el maletero, y los tres montaron en el destartalado vehículo de Arnold Jr. En la primera gasolinera que encontraron pararon para repostar y para pedir indicaciones sobre el camino más corto para llegar a casa. El recomendado era uno que ninguno de los tres conocía, pero dados los tremendos nubarrones que comenzaban a amenazar con ponerse a llover, decidieron que si era la ruta más corta, sería la mejor opción.
Tras pagar en la gasolinera, los tres volvieron a montar en el vehículo. Justo cuando el coche se puso en marcha comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia. Al principio no era más que una insignificante llovizna, pero al cabo de media hora las lluvias tornaron en torrenciales. ¿Cómo se había podido pasar de un tiempo de ensueño a un tiempo horrible en tan solo unas horas?
El camino indicado atravesaba algunos minúsculos pueblos. Tras el tercero, Arnold debía tomar un desvío a la derecha, tal y como le había indicado el gasolinero. No obstante, al pasar el tercer pueblecito, y a causa de la lluvia y de la escasa iluminación, ninguno alcanzó a vislumbrar el desvío, y acabaron perdidos entre infinidad de carreteras de tercera sin iluminación y sin nada de tráfico.
Hacía por lo menos media hora que Arnold Jr daba vueltas y más vueltas con el coche sin encontrar un desvío que lo devolviese por el buen camino, y sin cruzarse con ni un solo coche. La falta de farolas o de viviendas se estaba tornando inquietante, y a medida que avanzaba la tarde la oscuridad iba adueñandose del terreno. Si a eso se sumaba que llevaba lloviendo una hora de forma salvaje y sin parar, todo junto estaba consiguiendo que Arnold perdiese la paciencia al volante. Resoplaba, gruñía, y soltaba palabrotas cuando se saba cuenta de que habían vuelto a andar en círculo. ¿Cómo demonios se salía de aquel entramado de carreteras de cuarta categoría?
Por fin descubrió un nuevo camino, tras más de una hora dando vueltas sin ton ni son. La carretera estaba en peor estado que las anteriores, pues estaba completamente embarrada, pero al menos era una nueva ruta, y parecía dar la vuelta en dirección hacia donde los tres deseaban ir. El coche tomó el camino y circuló por la desierta ruta durante un cuarto de hora al menos. Parecía que por fin habían dado con la ruta a seguir. Y si no lo era, ¿acaso iba a ser peor la situación que hace una hora? En absoluto...
...Y precisamente por eso, Murphy decidió jugar una mala pasada. El coche iba despacito a causa de la lluvia, la oscuridad y el barro del camino. Entonces los tres sintieron algo similar a una pequeña explosión, y el abuelo Feuerbach comenzó a maldecir. Arnold Jr no dijo ni mu, frenó el coche y se bajó de él. No había pasado ni medio minuto cuando los ocupantes del vehículo notaron cómo golpeaba con violencia la rueda delantera, antes de proferir a voz en grito una buena ración de tacos.
-¡Maldita sea! ¡Mierda hostia puta la madre que parió a la puta rueda y al maldito camino de los santísimos cojones! ¡Mierda, coño, hostia, jodeeeeeeeer! ¡Me cagüen to!
Y volvió a subir, más relajado.
-No sé qué ha sido peor, si el haber pinchado o que las ruedas traseras están pilladísimas por el barro- resopló, conteniendo la ira- Vamos, que no se moverá ni para adelante ni para atrás. Y no tengo rueda de repuesto. ¡Y no hay ni una puñetera casa en toooodo el camino!- se golpeó la cabeza suavemente repetidas veces contra el volante- ¡Argh! ¿Quién me mandaría a mí no tomar la ruta que conocía, en vez de una de la que no tenía ni la más remota idea de que existía! Si es que yo soy así de listo, señores, no sé cómo no me dan el Nóbel al más becerro del lugar.
Os miró, desesperado.
-Vamos a tener que pasar en el coche la noche. No nos podemos aventurar a ir a pie con la que está cayendo, y no hay ninguna casa por aquí cerca...
-¿Y qué me decís de esa?- fue Jamie quien habló, señalando a lo alto de una colina cercana. Una imponente casa antigua, algo destartalada, se veía en lo alto. Una de las ventanas parecía emitir algo de luz.
-¡Oh!- soltaron los dos hombres a coro. En efecto, ahora los tres, no sin dificultad por la distancia, la oscuridad y las inclemencias del tiempo, habían logrado centrar su mirada en la mansión.
-¡Bien! Quizás nos den cobijo para la noche, o al menos que nos dejen llamar para pedir ayuda o avisar a nuestras tres señoritas de que estamos bien pero que no vamos a llegar... ¿Bajamos y vamos hasta allá? Cojamos las mochilas y los impermeables, y acerquémonos. El NO ya lo tenemos, así que no perdemos nada. Si son majos, quizás nos ofrezcan una cama en la que dormir.
-Yo espero que sean tres- le corrigió el abuelo. Los tres se echaron a reír. La luz de la casa se apagó de pronto.
-¡Vaya! ¡Aceleremos el paso! Deben de acabar de acostarse, y mira que es temprano, así que mejor ahora que no molestaremos tanto. No lo pensemos más. Padre, ¿puedes ir a buen ritmo o estás cansado?
-Estoy bien- respondió el abuelo- Jamie, toca ir aprisa, que el abuelo está muy mayor para coger una mojadura gorda.
-Je, seguro que os gano a los tres- dijo el pequeño, mientras se abrochaba el impermeable y se colgaba la mochila a la espalda.
-Bueno, manos a la obra- comentó Arnold Jr- Ya era hora de tener un poco de suerte...