Corrí en seguida al cobertizo y entré en él, pero no cerré la puerta por si el abuelo necesitaba escapar del monstruo. Estaba oscuro.
Algo con que prender fuego. Algo con que prender fuego...
Estaba tan asustado que casi no veía lo que tenía alrededor.
Fuego, fuego, fuego... ¡CLARO, LOS TRONCOS!
Me acordé de la leña que habíamos usado antes para tapar la puerta y cogí todos los pequeños troncos que podía cargar. Pero no veía nada para encender fuego. Forzando la vista para ver hasta la más mínima grieta, busqué por todos lados algo que me sirviera para prender los troncos y, ya puestos, a ver si encontraba algo mejor que la leña para quemar.
¿Qué hago una tirada de descubrir? Es que no tengo porcentaje de buscar.
Hazme dos tiradas:
a) Buscar. Porcentaje básico: 25%
b) Suerte.
Motivo: Buscar
Tirada: 1d100
Dificultad: -25-
Resultado: 13
Motivo: Suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: -75-
Resultado: 76
Detrás de unas latas de comida podrida encuentras una cajita de cerillas. Al abrirla te percatas de que aún quedan algunas. No están en el mejor estado posible, pero es factible que se puedan utilizar. No están húmedas siquiera, lo cual es un punto a favor.
Tienes troncos, tienes un mechero...
...Y a tu abuelo en el exterior luchando contra una criatura abominable. Los escuchas arremeter el uno contra el otro una y otra vez. No obstante, de momento no se han tocado un pelo el uno al otro. La superioridad física de la araña no resulta tan clara al enfrentarse a un enorme hombretón armado con un hacha descomunal. Ambos pelean con mucha cautela, pues el primero que caiga herido sabe que tiene todas las papeletas para acabar muerto.
Cogí las cerillas y los troncos y salí afuera. Mientras mi abuelo intentase rociar a la araña y prenderla con la gasolina, yo intentaría prender los troncos para evitar que se acercase al coche.
¡Abuelo, lo tengo!
Corrí hacia él. Me guardé una cerilla en el bolsillo y le di la caja a él.
Tú ocúpate de la araña. Yo intentaré proteger el camino al coche.
Y me alejé unos metros y me empecé a colocar los troncos ara hacer una pequeña hoguera.
¿Tengo que hacer una tirada para encender los troncos?
Motivo: Suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: -75-
Resultado: 80
Espero a postear a que me digas si pasa algo con mi tirada.
Que la madera está húmeda y no enciende.
Intenté encender los troncos varias veces, pero no había manera. Con la madera húmeda no había quien hiciese nada con la madera mojada. Cabreado, le di una patada a los troncos. Solo podía quedarme mirando cómo mi abuelo peleaba con ese monstruo. Solo se me ocurría una cosa para ayudarle a acabar con el bicho. Corrí hacia ellos y, estando lo suficientemente cerca de la araña como para que me viese, y lo suficientemente lejos como para que no pudiese cogerme sin dar un par de pasos, me puse ante ella. Cogí uno de los troncos en la mano y traté de llamar la atención del monstruo para que mi abuelo pudiese prenderle fuego sin peligro:
¡Eh, tú, bicho asqueroso, estoy aquí, ven por mí!
Y le lancé el tronco a la cabeza.
Motivo: Lanzar el tronco a la cabeza del bicho
Tirada: 1d100
Dificultad: -65-
Resultado: 32
Te hago ya la tirada de lanzar, pa abreviar tiempo ;)
El tronco golpeó la cabeza de la criatura, haciéndole un ínfimo corte en la frente, encima de su primer par de ojos. En ese momento, dejó de fijarse en el abuelo para fijarse en el nieto. Esa circunstancia fue su perdición, porque el abuelo se escabulló hacia la lata de gasolina y arrojó parte del contenido contra la criatura.
-¡El mechero! ¡Enciéndelo y lánzalo contra ella! ¡Aprisa!
El abuelo gritó a pleno pulmón, mientras agitaba ligeramente la lata para comprobar que aún quedaba una mínima cantidad de gasolina. Algo quedaba, pero no mucho. Quizás lo suficiente como para alejarse un poco de aquella casa y, quizás, retomar algún camino que condujese de vuelta a la civilización.
Mi abuelo parecía indeciso, así que encendí la cerilla que llevaba en el bolsillo para lanzársela yo mismo. Pero cuando tenía la cerilla ya encendida y estaba a punto de lanzarla, el fuego me quemó los dedos y se me cayó al suelo.
¡Oh, mierda!
Motivo: Lanzar cerilla
Tirada: 1d100
Dificultad: -65-
Resultado: 81
¿Hago una tirada de suerte a ver si se apagó al caer o sigue encendida y la puedo volver a intentar lanzar?
No te molestes. Seguro que con tu suerte, al doblarte para cogerla te daría un ataque de lumbago XD
El abuelo, tras rociar a la criatura con algo de gasolina, esperó a que el nieto encendiese la cerilla y se la arrojase a la araña que en un pasado quizás no muy remoto fue el dueño de la casa. ¿Qué había podido suceder para que un hombre acabase convertido en un abominable monstruo? Quizás las respuestas se encontrasen en aquella podrida casa, pero el caso es que ni abuelo ni hijo se sentían con especial interés por conocer tantos detalles. Lo único que primaba era salir de allí.
A Jamie se le cayó la cerilla tras quemarse con ella. Entonces Arnold tomó él una y la encendió a la primera.
-Espero que dé resultado- dijo con temor- Espero que lo dé, por Dios.
Arrojó la cerilla contra el cuerpo de la araña justo en el momento en que ésta se abalanzaba sobre él. La inmensa criatura mitad hombre-mitad araña logró alcanzarlo y lo derribó, cayendo el abuelo dos o tres metros más atrás. No obstante, justo antes de ser derribado, Arnold logró arrojar la cerilla contra su cuerpo, dando de pleno en una de las zonas que había sido salpicada por la gasolina.
-¡Argh!- exclamó el abuelo al caer al suelo. Ya era la segunda caída violenta en menos de dos horas que sufría el hombre y, por muy fuerte que fuese, la verdad es que ya tenía una edad como para no andar dando con los huesos en el frío y húmedo suelo.
La araña comenzó a emitir chillidos de dolor. Poseía una extraña voz, mezcla de voz humana y un extraño y molesto sonido agudo, más propio de un animal agonizante que de un ser humano. Aquella extraña voz penetraba en vuestros oídos, no dejándoos ni pensar.
-Aaaaa... Ayúdame, Jamie- suplicó el abuelo mientras intentaba incorporarse. Jamie acudió corriendo a echarle un cable. Arnold sentía dolor en todas y cada una de las partes de su cuerpo.
Jamie corrió a por la lata de gasolina y auxilió a su abuelo para que se acercara al coche. El abuelo, con muchísima dificultad logró echar la gasolina en el depósito y arrojó la lata contra la araña, que se retorcía en el suelo, casi cubierta por completo por las llamas.
Ambos, abuelo e hijo, entraron en el coche, y el abuelo lo logró poner en marcha. Se le nublaba la vista por el dolor, pero aún así, acertó a controlar el viejo y chirriante vehículo, que comenzó a avanzar ligeramente. Justo al pasar por al lado de la criatura agonizante, que se encontraba ligeramente recostada contra el barro, ésta se lanzó contra el vehículo en un último intento por volcarlo. Las dos ruedas de la parte izquierda del coche llegaron a levantarse del suelo, y el coche se inclinó violentamente. Al caer al suelo de nuevo las ruedas, la ventana que ya estaba rota se terminó de resquebrajar, y varios cristales cayeron en el interior del coche, golpeando a los dos ocupantes. No obstante, Arnold reaccionó a tiempo, acelerando el vehículo y saliendo de allí a toda velocidad antes de permitirle al hombre-araña volver a emprenderla contra el coche.
Justo cuando el coche estaba dejando atrás a la criatura, comenzó a llover fuertemente. Quizás la lluvia apagase las llamas que cubrían el cuerpo de la resistente araña antes de que muriese... El caso es que no ibais a quedaros allí para comprobarlo.
El coche rodó colina abajo por el camino embarrado hasta llegar a la carretera. Tras unos minutos llegasteis a donde se encontraba apostado el vehículo en el que habíais venido.
Arnold, muy dolorido, ordenó a Jamie bajar a recoger las pertenencias que hubiesen quedado en el vehículo. Jamie, bajo la lluvia, tardó unos diez minutos en registrar todo el coche y en cargar hasta aquella lata destartalada en la que iban a regresar todo lo importante que quedaba en el coche de su fallecido padre.
Tras esta operación, volvió a montar en el coche, que a causa de la ventanilla rota se encontraba a una temperatura cualquier cosa menos agradable, amén de que la lluvia entraba a raudales, empapando a los ocupantes. Pero cualquier cosa era mejor que volver a aquel horrible lugar...
Tras conducir durante un buen rato, por fin divisaron la carretera por la cual habían debido de tomar para regresar a su hogar. Aquel desvío que había tomado Junior había sido fatal.
La gasolina se estaba acabando, lo cual era horriblemente preocupante. ¿Qué pasaría si se quedaba el coche tirado nuevamente en medio de la nada? Los dos ocupantes no podían pensar en otra cosa que no fuese en ver algún atisbo de civilización a su alrededor, por notar algún signo de vida cerca de ellos...
¿Qué era aquello? ¿No eran luces? Sí, allí a lo lejos se divisaban, por fin, algunas luces tenues. Parecía un pequeño pueblo de los que os habían cruzado en el camino para ir a disfrutar de su último fin de semana de pesca en familia . Aún quedaba un buen trecho para llegar, y ni siquiera sabían si la gasolina alcanzaría... Pero ya todo daba igual, alcanzase o no, sólo unos kilómetros los separaban de la vuelta a la civilización. Como si, una vez que se vaciase el depósito, había que volver a rastras, pero nada impediría que Arnold y Jamie acabasen aquella fatídica noche en otro lugar que no fuera una cama, aunque ésta tuviera que ser de hospital...
-Esto se acaba, Jamie, se acaba- dije, señalando a lo lejos, a las tenues luces del pueblo- Hemos hecho lo que hemos podido. No hemos podido hacer nada por tu padre, y no estoy seguro de que hayamos matado a ese monstruo, pero al menos, hemos vuelto con vida.
Se me nublaba la vista, pero conduciría hacia aquel pueblo como si había de hacerlo inconsciente. Debía devolver a Jamie a la civilización, y ambos debíamos ir a un hospital. Los golpes sufridos, el shock por la visión de la criatura y por el cadáver de mi hijo...
Se me encogió el corazón al pensar en Junior. Ni siquiera podría enterrar su medio comido cadáver. Nada había podido hacer por él, más que llevarme su recuerdo en el corazón.
-No sé si nos creerán, Jamie, cuando contemos lo que ha pasado, pero recuerdo bien el camino de ida. Cuando nos tachen de locos, les diré que vayan a verlo por sus propios ojos... Pero que lo hagan armados. Pero eso ya es otra historia, lo único que me importa es que volvamos a casa sanos y salvos. Llegaremos al pueblo, aunque parte del camino habremos de hacerlo andando casi fijo- le comenté, señalando el depósito- Pero me da igual. Estoy hecho polvo, pero me da igual. Iremos como si es arrastrándonos.
Suspiré. Sentía alivio, pesar, alegría, miedo, dolor, cansancio, ira... Un cúmulo de emociones se había apoderado de mí, y no sabía ni cómo expresar cómo me sentía, ya que a ciencia cierta, no sabía realmente cómo me sentía. Era todo tan extraño...
No le di vueltas a la cabeza. La dejé completamente en blanco y me concentré en la conducción. Debía alcanzar el pueblo o aproximarme lo más posible. Si Jamie se encontraba bien, lo demás a estas alturas me daba absolutamente igual.
-Ya llegamos, ya llegamos- le repetí- Esta pesadilla ha llegado a su fin.
Estaba agotado, y tenía los brazos y piernas entumecidos por el frío y la lluvia que entraban por la ventanilla rota. Parecía mentira que todo hubiese sucedido en cuestión de pocas horas. Me daba la sensación de llevar semanas metido en aquella pesadilla y, por muy cerca que estuviese ya el final, lo que nos quedaba de camino se me hacía eterno. Lo único que quería era tumbarme en una cama, al calor de una estufa, y llorar sin parar durante horas y horas. Y solo después de eso, dormir.
Ahora que todo había terminado pensaba en papá. Cada vez que cerraba los ojos recordaba la horrible imagen de mi padre en la podrida bañera. Pero, cada vez que los abría, me forzaba a pensar en él antes de aquello, durante el día, riendo, hablando... y vivo. Mamá siempre decía que nadie muere jamás si aquellos que están vivos le recuerdan. No lo entiendo muy bien, pero de lo que sí estoy seguro es de que yo nunca voy a olvidarme de papá, y de que no voy a permitir que lo que le hizo ese monstruo sea el único ni el mayor recuerdo que guarde de él.
El abuelo hablaba y, al principio, no le prestaba mucha atención aunque sí entendía lo que me decía. Tenía razón, nadie nos creería. ¿Cómo íbamos a explicarle a la gente que una araña gigante nos atacó? ¿Y cómo decirle a mamá que a papá lo mató un monstruo en una casa abandonada? Hasta a mí mismo me cuesta creerlo cuando lo pienso. Tal vez algún día podamos volver aquí y averiguar qué pasó de verdad. ¿Cómo pudo convertirse en esa cosa el dueño de la casa? ¿Estaría la respuesta en uno de todos esos papeles que había en el despacho? Bueno, fuera como fuese, el misterio tendría que quedar sin resolver. Dudaba mucho que alguna vez regresase a esa casa, y dudaba aún más que alguien fuese a venir a investigar después de escuchar nuestra historia. Lo más seguro encerrasen al abuelo en un manicomio y a mí me mandasen a un psicólogo o algo así. En realidad, yo casi prefería contar otra historia y decir que papá sufrió un accidente o que fue atacado por un vagabundo o algo así. Total, para cuando encontrasen el cuerpo, poco podrían descubrir ya... Sí, quizás le contase al abuelo mi idea, pero eso sería más tarde. Ahora solo quiero dormir...