Partida Rol por web

​Edificio Joyplay Este, 23 de enero de 2016, 7:29

El sonido desesperante del despertador te saca de su sueño profundo, pero era hora de incorporarse al trabajo. Ser un miembro productivo de aquella sociedad, a cambio obtenías sanidad, educación y todas esas cosas que nos hacían civilizados. Era la hora del café necesario para no ser un zombie, mientras oías de fondo a tu vecino Travis no sé qué con su música motivadora para hacer ejercicio al otro lado de la pared, era un idiota y aquellas paredes eran de papel.

Había más de uno que nos consideraría a los músicos miembros más que improductivos, pero yo pagaba más que ellos... mucho más en seguros y mierdas, no podía permitirme quedarme sin manos o sin ritmo. Cualquier accidente me dejaría sin modo de ganarme la vida. 

El puñetero vecino y sus mierdas de ruidos... Pensé, acudiendo a mi minicadena y poniendo algo bonito. Quizá lo mejor que se había compuesto nunca. Y encima me valdría para practicar. Ojalá pudiera representarlo alguna vez. 

Con Mozart y con el café, sería persona en unos minutos de nada.

La música machacona de al lado para, pero del otro lado oyes un grito de la vecina. Gin, era un tanto rara, pero normalmente era silenciosa y eso te agradaba.

- !Baje el volumen, señora!

Al grito le siguieron dos golpes contra la pared, aunque no contra tu pared.

Bajar el volumen del Requiem de Mozart debía estar prohibido por ley, así que lo dejé mientras me duchaba, mientras me vestía y mientras me hacía café.

No había manera mejor de empezar el día. El Maestro era el mejor compositor que el mundo había visto. Ahora se intentaban todo tipo de estilos y las canciones no duraban seis meses. Antes se hacía música de verdad. 

Alguno pensarían que este tipo de opiniones me harían ser un abuelo cebolleta o algo así. Pero es que eran lógicas y medidas. No tenía nada en contra del resto de avances del mundo, de los modos de vivir, de la ciencia y la técnica. Pero la belleza y la maestría musical... eso sí que se había perdido.

Los vecinos se molestaban unos a otros. Sí. Eso pasaba con la música de ahora. Miré el reloj. Cinco minutos más que tenía antes de ir a currar. Cinco minutos más para escuchar la gloria y luego al ruido del mundo.

Justo en ese momento suena el teléfono fijo de casa.

¿El teléfono? ¿A estas horas? Tenía unos minutos así que bajé la música y me acerqué a cogerlo.

—¿Sí?

Al coger el teléfono una voz femenina dice:

Por favor, permanezca tranquilo, la situación está bajo control.

—¿Que permanezca qué?— dije. —¿Quién es usted? ¿Por que llama? ¿Qué es lo que está bajo control?

La llamada había tenido el efecto contrario, me había puesto más nervioso, si era posible. 

Por favor, permanezca tranquilo, la situación está bajo control.

(...)

Por favor, permanezca tranquilo, la situación está bajo control.

La voz se repite, como si fuera una grabación.

Menuda broma más estúpida. Lo peor es que me ha dejado sin escuchar música un rato.

Colgué el teléfono, apagué la música y me puse el abrigo para salir de casa. Tenía que ir a trabajar. Más bien a ensayar al conservatorio, el trabajo como tal sería en las dos o tres clases que tendría por la tarde. 

La puerta de la calle no se abre, como si alguien hubiera echado la llave.

—¿Pero qué?— Dije tratando de abrir. Luego saqué mis llaves y traté de abrirla. ¿Alguien habría candado fuera? ¿Se podría hacer? También miré a través de los cristales fuera, a ver que se veía. 

No puedes abrir la puerta ni con las llaves, imposible, no se mueve.

—Maldición... ¿Qué es esto?— digo ya bastante cabreado, para subir a casa y llamar a un cerrajero. 

La situación comenzaba a estresarme. ¿Llamadas con tonterías y luego no poder abrir la puerta? ¿Que narices estaba pasando?

No se abre la puerta de tu piso, no la del portal. En la pared contigua a la tuya comienzas a oír golpes, del piso donde vive el tal Travis.

!Eh! !Cabrones! ¿Que mierda habéis hecho?

Grita una voz femenina en el piso de al lado, tu vecina sin duda.