Motivo: MEMORIA (PER+25)
Tirada: 1d100
Dificultad: 45-
Resultado: 94 (Fracaso)
Va a ser que no la saco.
Uloxio se aproxima al Caldero con cuidado y portando alguna de las armas (o palos) de los malnacidos que andaban por estos lares lo golpea, tratando de volcarlo...
Sea lo que fuere que hicieran aqui no se lo comera nadie... dice mientras termina de volcarlo.
Uloxio, entonces, se envolvió las palmas de la mano con telas de sus propia ropa, y empujó con fuerza el caldero, aún humeante. Éste, entonces, volcó y expulsó todo el pútrido líquido en suelo de la cueva, haciendo que emanaran más vapores si cabe. En el fondo del caldero quedó un líquido negruzco, maloliente y viscosísimo, el cual ya estaba haciendo mella en vuestro olfato. El humo negro entonces se expandió más y más... y mucho más, y por ende tuvísteis que buscar salida para no quedar presa de su inhalación. Con los puesto y vuestras armas corrísteis pues hacia la salida, y no tuvo a bien socorrer a ningún cadáver hasta que allí dentro no saliese todo vapor casi tangible.
Una vez fuera, oísteis a unos caballos cabalgar. Parecían acercarse, y estaban sumamente cerca. Nada pudísteis hacer por esconderos, prepararos o algo similar. Sólo Dios o la Fortuna quiso que quien llegara allí no fiuera sino una cara conocida: vuestro oficial de guerra Pedro Sáez.
Señores, habéis de venir conmigo -os dijo-. Tomad vuestras monturas y... ¡Dios Santo!, ¿qué humo es ese? -preguntaba al ver los vapores emanantes de la cueva, tras vuestras cabezas-. Bueno... es la señora de Luna: ese cabrón de Fornás la ha retenido en nuestra contra -en contra de los soldados del castillo leales a la Señora y de Pedro Sáez también-. Quería desvalijar el castillo hacerse dueño al momento, y tomar a la señora sin cumplir la suya palabra de una digna salida, debido a la negativa de ésta de marcharse. Miedo tengo, por doña María, pues harto presto mataría a ese indecible sino fuera porque está respaldado por la mismísima Corona. Temo que acabe con su vida: ese hombre está loco. ¡Habemos de sacarla de allí!
Haced un último post de partida. El jueves colgaré el epílogo de esta aventura desvelando algunos de los misterios.
Salí de la cabaña con más preguntas que respuestas, pero con la sensación de haber arreglado algo con la muerte de las brujas y el brujo. Me palpé la oreja...o el sitio donde había estado esta, todavía dolía y me iba a dejar un recuerdo de toda esta aventura que a la larga entre lo de casa Carrillo y lo de la cueva se había convertido en carniceria...y yo había participado de esta y en lo más profundo de mi ser se que había disfrutado matando. No es que fuese la primera vez que mataba, pues en el frente algo había hecho...aunque solía mantenerme al margen y dedicarme a otras labores menos violentas. Ahora había matado, envenenado, acuchillado a sangre fría... Algo de bien habríamos hecho con nuestras acciones, pero a mí me habían convertido en un hombre oscuro e inquietante, la consulta de mis libros nunca sería lo mismo, pues estába seguro de buscar secretos más siniestros de los que había buscado hasta ahora.
Para mi sorpresa a la salida encontrámos a Don Pedro, traía monturas y malas nuevas. El hideputa de Fornás no había podido esperar. Allá el, ahora se la tendría que ver con nosotros y estába mas que claro que no nos importaba matar para conseguir nuestros fines. Monté en el caballo que me ofreció don Pedro, eché una vista a la cueva y me dispuse a partir.
¿¡Que diantres!? exclama Uloxio al ver al bueno de Pedro Saez llegando a ellos. Era la ultima persona que esperaba ver por estos lares.
Si hubierais aparecido hace un rato os hubierais unido a la refriega... le dice mientras prepara su montura y limpia su Hacha. ¿Acaso se ha vuelto loco ese hombre? Sabeis lo que debemos hacer... ¿verdad?
No tenemos opcion
xD Ale
Tras salir tosiendo y casi echando el alma por culpa de ese líquido hediondo, nos encontramos con Pedro y unas nuevas que hacían que la cueva fuese el paraíso. Asentí a lo dicho por Uloxio.
-Debemos pararle, por nuestra Señora de Luna.
Xilda salió de la cueva a trompicones, tapándose la mano con la manga de sus ropajes mientras se guiaba como podía hacia la salida, aturdida por los efectos de aquel humo negro.
Cuando hubo alcanzado el exterior, dejose caer sobre las rodillas por recuperar el resuello. Y no ha poco que esto sucedida cuando llegaron en tropel los hombre de Pedro Sáez. Diose la vuelta la mujer para observar la entrada de la cueva desde lejos, temerosa de lo que pudiera salir de allí, a la vez que escuchaba las palabras del hombre, que nada halagüeñas resultaban. Más si uno se tomaba el esfuerzo de reunir los pedazos de aquella truculenta historia que no parecía tener ni pies ni cabeza a no ser que se observase en su conjunto.
Mas no era momento de pensar sino de actuar.
-¡Imos!-dijo Xilda asintiendo las palabras de Don Pedro-Non hai coroa que poda xustificar tal infamia.
Sin dilación alguna, montásteis en los caballos y partísteis a paso apresurado de nuevo hacia Cornago. Atrás quedáteis la boca de la cueva, de la cual aún salía humeantes vapores infames para los pulmones. Espoleábais con fuerza vuestras monturas.
Escena cerrada. Cuelgo en breves el epílogo.