Tom abrió los ojos lentamente. Le dolía todo el cuerpo y tenía heridas por todo el cuerpo. Trató de incorporarse con cuidado. Se miró el cuerpo y vio que sus ropas estaban rasgadas y parecían muy viejas. Se dió cuenta de que estaba mojado. Tenía el pelo mojado y sus pantalones chorreaban.
"-¿Pero qué demonios...?"
Miró a su alrededor. Se sentía como si se encontrara en medio de la nada. Se encontraba en una especie de playa. El agua era negra y el mar parecía en cierto modo embravecido, pero no se parecía a nada que hubiera visto anteriormente. Había algo en el mar que no debería haber. No sabía decir bien que era, pero algo en aquel mar le daba mala espina.
No escuchaba oleaje alguno, eso era lo que no encajaba. El mar estaba agitado pero aún así no podía escuchar ningún sonido de agua en movimiento, ninguna ola ni nada parecido. "Pero... un momento" Se concentró y se dio cuenta de que, en realidad, el mar no estaba en silencio. Un pequeño lamento provenía de las aguas. Era como si el mar mismo estuviera llorando. "¿Dónde diablos..." Poco a poco, más llantos y lamentos le vinieron a la mente. No había un único llanto en el mar, sino decenas de ellos.
Tom, permaneció unos instantes observando el vaivén de las olas y escuchando sus infinitos llantos, sobrecogido. Trató de apartar los llantos de sus pensamientos y le dió la espalda al mar. Inspiró con decisión y comenzó a andar, alejándose de todos aquellos lamentos.
Más allá de la playa, un único sendero de arena y graba se extendía delante de él. No era demasiado ancho, un par de metros como mucho y a ambos lados todo era oscuridad y niebla. En algunos tramos parecía que sus lados sólo había el negro más oscuro imaginable, mientras que en otros la niebla se hacía dueña del lugar.
Continuó caminando hasta que el senderó acabó en una puerta rejada de metal. Parecía la entrada a algún sitio, aunque no podía distinguir bien qué había más allá de las rejas...
Mientras avanzaba por el camino de grava hacia la reja de hierro, y examinaba con la vista quel tétrico lugar, Tom fue adquiriendo la terrible certeza de que estaba muerto.
Lo recordaba todo. La paliza, los insultos, la fosa cavada en el lodo del pantano y, especialmente, el tiro en la cabeza. Curiosamente lo que menos le dolió fue el tiro en la cabeza. Probablemente murió tan rápido que su cerebro no tuvo tiempo a registrar la sensación de dolor.
"- Así que esto debe ser el infierno, el purgatorio o algo así." - Pensó mientras trataba de recolocarse la nariz rota. Notó un desagradable crujido y una punzada de dolor cuando el apéndice se movió de sitio. Seguramente no le había quedado bien, pero al menos estaba relativamente recta.
Mientras observaba la reja que había al final del camino, recordaba las clases de catecismo a las que había acudido de niño. Su familia era católica, y, aunque él nunca había sido creyente, si que había seguido ciertas costumbres. Había recibido varios sacramentos: bautismo, confesión, comunión, confirmación y matrimonio. Tan sólo le había faltado la extremaunción, aunque supuso que su madre habría organizado un pequeño funeral clandestino en su nombre.
"- Ojalá hubiese sido mejor católico."
Ahora empezaba a arrepentirse de no haber hecho ni caso a todo lo que los curas le decían. Pero bueno, si realmente estaba en el purgatorio, era lógico que se estuviese arrepintiendo. Se suponía que aquel lugar servía para eso... para arrepentirse por los pecados de la vida pasada.
Teniendo en cuenta la vida que había llevado hasta aquel momento, tenía arrepentimiento para rato.
Claro que no estaba todavía demostrado que ese lugar fuese lo que le habían dicho que era. A lo mejor era otra cosa. Y, después de todo, su barrio era bastante parecido al infierno. Para asustarle a él iban a tener que esforzarse un poco más. Un mar llorón, un poco de bruma y una verja cerrada no eran para tanto.
Empezó a examinar la cerradura de la verja, a ver si era posible forzarla. También examinó los barrotes. Generalmente escalar rejas era muy sencillo.
- "Una reja en un bajo es una escalera hasta el primer piso." - Se trataba de una frase popular en su barrio. Sí, definitivamente escalaría e iría a explorar lo que había al otro lado. Quizá, la fin y al cabo, aquellas puertas fuesen las puertas del cielo. Sólo que no estaba San Pedro esperándole para abrírselas, pero hasta entonces una cerradura nunca le había impedido entrar donde quería. Muerto o no, seguía sien él mismo, y no iba a empezar a cambiar ahora.
A pesar de que la verja parecía estar cerrada de lejos, una vez cerca, Tom advirtió que estaba abierta. La empujó con delicadeza y esta se abrió, chirriando con fuerza.
Una vez la verja se hubo abierto, el lugar que Tom tenía delante se le descubrió poco a poco a medida que la oscura niebla se iba abriendo tímidamente. Un césped lleno de hojas caídas y lápidas por doquier le devolvieron a la escena de su muerte. Recordándola intensamente avanzó mientras sus pies aplastaban la hojarasca reseca. El crujido era el único sonido de todo el lugar.
Intentó descifrar el nombre de quienes habían fallecido en aquel lugar pero las inscripciones estaban todas desgastadas y apenas podían leerse algunas letras. Sin embargó, sí que encontró algunas fechas, y no pudo evitar sorprenderse al ver hasta qué año llegaban éstas. Hasta junio de 2005.
Tom se rascó el mentón mientras intentaba encontrarle una justificación a lo que acababa de ver. A menos que su memoria le fallara gravemente, cosa que nunca le había sucedido, había fallecido en marzo de 2002. ¿Era posible que hubiera pasado más de 3 años perdido en la nada hasta acabar en este lugar? Si todo eso era cierto, ¿Qué había sido de él en ese tiempo?
Inmerso en sus propios pensamiento, deambuló durante un rato más por el camposanto hasta que se dio cuenta de que en una de las esquinas de éste había una pequeña capilla. Parecía ser bastante antigua, aunque no estaba tan demacrada como las lápidas o la verja oxidada. Se conservaba bastante mejor que todo lo que había su alrededor.
Se acercó a la puerta de madera y vio que en los escalones había una pequeña moneda brillante. Se agachó y la recogió. En su mano, la moneda parecía agitarse con inquietud. Cerró el puño y dirigió su mirada a la puerta...
Camino entre las lápidas del cementerio, preguntándome si mi nombre estará en alguna de ellas. Durante un buen rato me esfuerzo en leer los nombres, ya que, por alguna razón, no se pueden ver con claridad. En realidad algunas parecen no haber sido grabadas nunca... De todas formas, distingo las letras y números lo suficiente como para estar seguro de que ninguna de esas tumbas es la mía.
Desde luego, no me sorprende. Seguro que mi cadáver todavía está pudriéndose en ese sucio pantano. Bueno, si realmente han pasado tres años, no creo que quede gran cosa que pudrir. Seguro que ese poli inútil ni siquiera me buscó cuando desaparecí. Otro soplón muerto, vaya novedad.
Respecto a mi mujer, seguro que si que se habrá esforzado por encontrarme. No me extrañaría que hasta haya rezado porque esté muerto. Ella sabía que yo tenía contratado un seguro de vida... lo que no sabía era que Cleaver era el único beneficiario, y que había estipulado que ninguno de los dos podrían tener acceso al dinero hasta que Cleaver cumpliese los 21. No iba a dejar que esa zorra drogadicta se lo gastase todo en coca.
A las empresas de seguros no les gusta pagar los seguros de vida si no hay un fiambre de por medio. Seguro que sin mi cuerpo no han sido capaces de cobrar la indemnización. Bueno, que se joda Laura. Seguro que en tres años ha tenido tiempo de encontrar otro gilipollas al que follarse a cambio de que le consiga su dosis. Además, el cura dijo "hasta que la muerte os separe", así que por mí, puede irse a tomar por culo.
Cleaver tendrá ya 13 años. Me pregunto quién le va a enseñar a afeitarse. Sólo espero que no sea Ed... Ese cabrón tiene la sangre fría suficiente para matarme y luego ir a beneficiarse a mi mujer y criar a mi hijo. ¡Oh, Dios! Espero que Laura no se esté tirando a Ed.
Me acerco al edificio grande. Parece una mezcla entre un mausoleo y una iglesia. Recojo una moneda que está tirada en el suelo, y me fijo en el dibujo. En la ausencia de dibujo, ya que en ella no aparece grabada ninguna cara o símbolo, tan sólo una “I”, que imagino que corresponde al uno en números romanos. No iba a tener la suerte de encontrarme con una moneda valiosa, no...
Las grandes puertas de madera del edificio están cerradas, pero, al igual que las de la cancela del cementerio, ceden en cuanto las empujo. Cruzo el umbral con la esperanza de encontrar a alguien que me pueda decir dónde cojones estoy.
Cuando miro al interior del edifico, confirmo que se trata de una especie de capilla o algo así, aunque en las paredes no hay símbolos cristianos, ni de ninguna otra religión que yo conozca. Una niña está sentada a solas en un banco. Eso me da muy mala espina. Tengo la sensación de haberme metido en una maldita película de serie B, en la que la niña se convierte en un monstruo lleno de garras y dientes que destripa al protagonista. Si todo esto lo hubiese ideado un guionista de Hollywood, no debería hablar con ella. Esperemos que no lo haya ideado un guionista.
La niña se gira al escuchar mis pasos. Es preciosa, parece una muñeca de porcelana. Calculo que tendrá unos diez años, su pelo es largo y rizado en bonitos tirabuzones, y lleva puesto un vestido del S. XVIII. Su expresión es tranquila y confiada, nada infantil.
- Hola... – saludo dubitativo - ¿Sabes donde estamos?
- Hola, señor – responde ella sonriendo -. Estamos en la casa del Señor. No suelen venir muchos extraños por esta zona... ¿a qué se debe su visita?
Al acercarme me doy cuenta de que tiene una cadena colgando del cuello, y a su alrededor, en el suelo y en el banco hay algunas monedas tiradas. Me pregunto que significará la cadena en el cuello. Quizá un símbolo de que pertenece a alguien, como si fuese una esclava, o quizá está relacionado con su muerte.
- No se muy bien como he llegado hasta aquí… me desperté en una playa… Creo que estoy muerto ¿no? – pregunto, sintiéndome estúpido en cuanto termino de decir las palabras. Ahora me dirá que no estamos muertos y que me he vuelto loco.
- Seguramente, todos los que estamos aquí estamos muertos, señor.
- Ya me parecía – por alguna razón, que la niña me confirme que es cierto que estamos muertos no me hace sentir menos aliviado. Por su forma de hablar da la sensación de que eso debería ser algo evidente para todo el mundo.
- No debería acercarse a solas a la playa, el mar puede ser bastante peligroso.
- ¿Por qué?
- Bueno, ya sabe, la Tempestad... – responde ella encogiéndose de hombros. Una vez más da la sensación de que está hablando de cosas que son evidentes y de sobras conocidas por todo el mundo.
- No, no se... ¿me lo podrías explicar? Verás, resulta que soy nuevo por aquí.
- Manténgase cerca de la ciudad y no tendrá nada que temer. Es un poco complicado de explicar, pero... lo que no es ciudad... es como si no fuera nada... y donde no hay nada reina la Tempestad.
- ¿Y esto qué es? ¿El infierno? ¿El purgatorio?
- Esto es el Reino de las Sombras... y todo lo del purgatorio o el infierno no son más que tonterías.
Me doy cuenta de que estoy dirigiéndome a mi interlocutora en el tono paternalista que se usa con los niños, aunque ella habla de una forma que no tiene nada de infantil. Por sus ropas, sospecho que es mucho más vieja que yo, y lleva aquí mucho tiempo, así que su mente seguramente será adulta. Aun así, no puedo dejar de sentirme jodidamente estúpido por estar acribillando a preguntas a una niña. Lo peor es que por cada respuesta que me da, se me ocurren otras veinte preguntas…
- Es una suerte que al final nada de eso fuera verdad – digo con un suspiro -. Ya empezaba a preocuparme… en vida no fui muy buen cristiano.
- Eso no debe preocuparte, sólo debe preocuparte ser un buen ciudadano.
- ¿Buen ciudadano? ¿Cómo se es buen ciudadano?
- Debes ser un buen ciudadano para evitar problemas. Para ser un buen ciudadano sólo tienes que limitarte a no causar problemas y olvidarte de los vivos ¿vale? Y no se te ocurra acercarte a los Renegados o a los Herejes porque entonces... podrías buscarte algún problema.
- Dicho así, parece fácil – musito -. Y, a todo esto… no sabrás donde está la salida de este sitio ¿verdad?
- Es más fácil de lo que parece, sólo hay que saber con quién jugar. En cuanto a lo de salir de aquí... la salida está oculta... jiji, sólo yo sé donde salir.
- Vaya – de repente la situación ha cambiado. Esta niña puede dejarme encerrado en el maldito cementerio mientras ella quiera. Debo tener muchísimo cuidado -. ¿Serías tan amable de mostrarme la salida?
- Vale ¡pero con una condición!
- ¿Cual? – espero que no me pida nada muy difícil, porque estoy en sus manos…
- ¿Cómo falleciste?
- Pues... Me pegaron un tiro en la cabeza – instintivamente me llevo la mano a la frente, preguntándome si tendré el balazo en la frente. Cuando lo noto, me sobresalto un poco, aunque no puedo evitar sonreír al pensar que por lo menos el capullo de Ed tuvo la decencia de dispararme justo entre ceja y ceja. Así no tendré que ir con un agujero descentrado el resto de la eternidad. Con curiosidad me toco también la parte posterior del cráneo y noto que los huesos están destrozados. Los dedos se me manchan de sangre, que desaparece enseguida. El orificio de salida siempre es mucho más grande que el de entrada. Debo parecerme a Bruce Willis en “el sexto sentido”... pero en guapo, y muerto de verdad.
- Necesito que busques a Michelle Allan y le entregues estas monedas ¿lo harás de veras?
- Claro – respondo sorprendido por la confianza que demuestra esta niña en mi palabra -. ¿Como la puedo encontrar?
- Dile que son de mi parte, de parte de Sarah – dice mientras recoge las monedas y me las da -. La encontrarás en las afueras... en el desguace que hay al norte...
- ¿Puedo hacerte algunas preguntas más? – este asunto de las monedas ha despertado mi curiosidad.
- Je, je, claro. Dime.
- ¿Que son los herejes y los... los....? ¿renegados?
- Los herejes son sectarios que siguen algún culto o algo así. Los Renegados son los que reniegan del gobierno de la Jerarquía, cosa que tú no vas a hacer ¿verdad?
- No, no, por supuesto – respondo muy convencido -. Yo soy un buen chico. Pero has dicho que esta es la casa del señor... ¿no serás una hereje?
- ¡NO, NO, NO, Y MIL VECES NO! – dice ella visiblemente enfadada - ¡¡YO LIDERO LA LUCHA CONTRA LOS HEREJES Y NO ERES NADIE PARA INSULTARME DE ESE MODO!!!
De su reacción deduzco dos cosas: la primera es que aquí la gente se toma muy en serio la religión, por lo que tendré que ponerme las pilas con eso si quiero entrar en el juego. La segunda es que esta niña, Sarah es una pececilla gorda dentro de esta pecera. Es mejor no hacerla enfadar.
- Perdón, perdón, no quería ofenderte – digo trando de arreglar mi metedura de pata -. Pero acabo de llegar... Discúlpame por favor, sólo trato de aprender para no meterme en líos.
- Jum... vale, bueno, lo olvidaré – parece que se le ha pasado el enfado.
- Gracias – respondo modestamente -. ¿Podrías hablarme... del señor? ¿De este sitio? Cuantas más cosas sepa, más difícil será caer en la herejía ¿no?
- En realidad, esta capilla es mi morada, de vez en cuando nos reunimos aquí los miembros de la Legión Escarlata para tratar los asuntos de la Legión ¿sabes? Pero tú no pertenecerás a nuestra legión...
- Ni siquiera se que es una legión...
- La ciudad está gobernada por los Anacreontes de las 7 Legiones de la muerte. Todos los Wraiths pertenecen a una legión o a otra, depende de cómo murieron. La Legión Esmeralda comprende a las víctimas del Azar... y no creo que sea tu caso.
- Uhm... no.
- Tu legión es la Legión Siniestra.
- Eso no suena muy bien… aunque parece bastante apropiado. Aquí todo es muy siniestro.
- Si quieres puedo hablar con el Anacreonte de tu Legión, se llama Ambrose Watson. A lo mejor podrías trabajar como Legionario para él.
- Yo... te lo agradecería... estoy un poco perdido. Tampoco entiendo para que necesitan dinero los muertos.
- Para muchas cosas, el dinero sigue siendo utilizado aquí en las tierras de las sombras ¿Como piensas comprar las reliquias que necesites?
- ¿Reliquias? – no puedo evitar sonreír al recordar que a menudo me gustaba decirle a mi hijo que hasta el infierno funciona con dinero. Aunque esto no es el infierno de verdad, claro, pero ver que mi teoría era cierta me satisface. He estado eduqué a mi hijo para esta vida y la siguiente… No se puede decir que haya sido un mal padre.
- Sí, bueno, no hay demasiados objetos aquí, y los que hay se llaman Reliquias. Son objetos que en su momento fueron tan importantes emocionalmente para sus propietarios que han aparecido aquí.
- ¡Vaya! – exclamo impresionado - ¿Y por qué los venden? Deben tener un gran valor sentimental…
- Negocio supongo, además, hay wraiths que venden sus servicios por el correspondiente precio.
- Al final no hay tanta diferencia entre estar vivo y estar muerto ¿no?
- La diferencia la irás descubriendo poco a poco. Si quieres, te enseño la salida, pero mis compañeros vendrán a recogerme pronto. No sería interesante que te vieran conmigo.
- En ese caso, enséñamela, por favor. Llevaré el dinero a Michelle Allan – de repente recuerdo la moneda que había en la puerta. No sé si tiene mucho o poco valor, pero después de toda la información que me ha dado, no me parece bien quedármela -. Por cierto... encontré una moneda fuera ¿Es tuya?
- Sí, pero puedes quedártela – dice la chica, mientras corre hacia una pared en la que aparece una puerta de metal. Sí que era cierto que sólo ella conocía la salida -. Es por aquí, nos veremos pronto. Ha sido un placer.
- Muchas gracias por todo – respondo abriendo la puerta. Justo cuando me doy cuenta de que no le he dicho mi nombre, noto como la puerta empieza a succionarme con una fuerza irresistible. Es como meterme en un trituradora. A mi alrededor no veo más que oscuridad y destellos parpadeantes de luz… y no tengo ningún control para decidir hacia donde voy.
De repente una voz en mi cabeza me grita: “¡DESPIERTA!”, al tiempo que noto que alguien ha tropezado conmigo.