Partida Rol por web

Crónica del Heredero - Episodio I - El Refugio.

II - El heredero

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14/07/2014, 23:52
Ogna

- Ajá , claro,claro. ¿quieres que pongamos también nuestras monedas en tu bolsa, por ejemplo?- El enano se debía pensar que su cerebro era igual de pequeño que el de las hembras de su raza. No estaba ciega, y veía perfectamente cómo los ojos del enano brillaban de codicia. No pudo evitar reírse cuando le decía al paladín que ellos no tendrían que hacerlo. - ¡Lo que tu digas, no te jode! ¿Y te lavo los calzoncillos?- Esto era el colmo. Aguantaba con paciencia las insolencias del Kormack, tenían que seguirle como si fuera un perro alocado que tiraba fuerte de una correa. Pero ahora la muchacha había visto de lo que eran capaces otros y cómo el enano había caído delante de sus ojos.- Maldito desagradecido.- Dijo mientras se arrepentía de haberle dado el monóculo y daba unos pasos atrás poniendo tierra de por medio.  Si se creía que sólo tenía su lengua para cantar bonitas canciones iba a llevarse una gran sorpresa. Los ojos de Ogna comenzaron a brillar. Enseguida podría dejar caer unas lagrimillas para enfatizar el discurso que estaba preparando. ¿Sería capaz el honorable paladín de dejar que el enano atacara a una indefensa damisela?

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15/07/2014, 00:01
Zanc Piesligeros

Zanc estaba satisfecho cuando Kormack había cambiado su actitud y se dedicó a hablar sandeces de que le habían robado un objeto, entonces recordó cuando momentos atrás se había enfurecido cuando revisaba el cadáver del druida y no encontraba aquel maldito trozo de meteorito que decía llamar amuleto.... -Menudo lío por poca cosa...- Pensó el Gnomo mientras se agachaba con disimulo y tomaba un pequeño trozo de roca partido similar al tamaño del dichoso amuleto... -Espera Kormack!, de que diantres hablas!- exclamó a la vez que se colocaba al frente del enano con cara de incrédulo... -¿Acaso no confías en los tuyos?- Exclamó indignado, cuando de repente se quedó mirando fijamente a la barba del enano... -Espera, ¿que es eso que tienes allí?...- Indagó a la vez que metía la mano en la espesa barba del enano y sacaba la piedrecita en sus manos... -Pero mira!, si es el amuleto que decías haber perdido!... Mira nada más, está hecho añicos!, pero vaya suerte que te ha dado!, parece ser que uno de los golpes ha sido amortiguado por el y por eso no ah sido grave esa herida en el pecho!... - Le señalaba mientras sonreía aliviado, entonces tomó la mano de Kormack y puso la piedra en la palma de su mano. -Parece ser que el amuleto te ha dado toda la suerte que pudo, pero ahora está obsoleto... Deberías agradecer al difunto Spunjur por lo que ha hecho por ti desde el mas allá!- Entonces agachó la cabeza en señal de respeto y empezó a avanzar hacia Oaksville.

- Tiradas (2)

Motivo: Juego de manos

Tirada: 1d20

Resultado: 19(+8)=27

Motivo: Engañar

Tirada: 1d20

Resultado: 12(+6)=18

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15/07/2014, 00:14
Losse

Losse respondió a Ogna con gesto afirmativo. Sin duda estaba por la labor de ir a Cherrybroof, o al menos su conciencia así lo dictaba. - Sin duda te seguiré, Ogna y, si Allen viene, estoy seguro que será una compañía muy grata. -

Al ver las amenazas de Kormack, el elfo agarró a su burro y tiró al suelo todo lo que habían cargado en él. - Mi camino no es el mismo que el vuestro, y menos aún con esas formas. Encantado de haberos conocido. - El elfo sin duda se refería a todos menos a Kormack, al cual ni miró y, por un segundo deseó que Ogna no le hubiera dado la poción curativa mientras yacía inconsciente. A continuación, puso la mano en el hombro de Allen y se dirigió a él y a la humana. - Cuando queráis partimos. Bastante me he separado de mi misión inicial como para seguir perdiendo el tiempo en registros absurdos. -

Losse, tenía la sensación de que encontraría alguna pista en otro lugar más cercano a Brost, por el que incluso le gustaría pasar, aunque dependería de si sus actuales compañeros querrían seguirle. Desde luego, Athkatla tampoco parecía un mal lugar en el que poder encontrar alguna pista de su pasado.  Pero lo primero era llevar sus condolencias a la familia de Spujnur.

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15/07/2014, 06:55
Kormack

El enano no sabía que carajo hacía el mediano, pero de su barba apareció el meteorito. Miró muy extrañado a Zanc. Y miró la roca que tenía en la palma de su mano. Sin duda se parecía bastante. Luego vio a la niña llorar y a pelo-nieve marcharse. Le dijo adiós con la manita. El enano tiró la roca bien lejos y luego se puso el hacha en el hombro. Cerró una de sus cejas y asintió. No podía argumentar nada en contra. Incluso le habían saltado unos colores de vergüenza. Ya había dudado de si era o no era la roca de Spujnur, pero ¿y la cuerda? Claro, que podía haberse caído. El rostro del enano permaneció serio. Sólo confiaba en ese mediano, con el que se había ido de parranda.
Le medio sonrío y dijo Esta bien. escueto, pero en su cara seguía existiendo un minúsculo atisbo de duda y el germen de la desconfianza. Perrro si alguna vez pillo a uno tocando mis cosas... y sus ojos estaban bien abiertos, con una furia incluso mayor que la vista por Davros.

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15/07/2014, 07:30
Director

Tras muchos dimes y diretes la conversación quedó atajada cuando el enano al fin respiró tranquilo al ver el trozo de metal emergiendo de entre sus barbas. No era la primera vez que encontraba objetos entre su espeso vello facial que no deberían estar ahí con lo que por esta vez el enano lo dejó pasar, como hacía con tantos otros asuntos, como si no hubiese pasado nada. De hecho, probablemente, en un par de días no recordaría lo sucedido y seguiría siendo el Kormack de siempre...para bien o para mal.

Así pues el grupo tomo la decisión, o se vio forzado a ello,  de escindirse al menos por el momento. Unos para escoltar a la familia de Allen y a la joven Eyrin Ignar hasta Cherrybroof mientras que otros volverían sobre sus pasos hasta Oaksville e informarían acerca de los acontecido a Aranar Brusta. 

Cargados con todas las armaduras y armas que el enano había apilado en las bestias de carga, el grupo compuesto por Davros, Morwing, Kormack y Zanc volvió sobre sus pasos lenta y pesadamente hasta el pequeño pueblo que habían abandonado tan solo medio día antes. Para cuando llegaron ya era noche cerrada y tan sólo perros y gatos transitaban por las calles. 
Theodor Rasfell se disponía a cerrar la taberna después de expulsar a los últimos borrachos cuando el pintoresco grupo apareció entre las brumas de la noche para acercarse hasta él. Sin duda el mejor sitio para recuperarse tras una dura batalla y afianzar los lazos de la amistad era una taberna, y allí estaba, justo delante de ellos. El nimio detalle de que estuviese cerrando en esos momentos ni siquiera apareció en la cabeza de Kormack quien entró apartando al dueño y se dejó caer sobre una de las sillas cercanas a la chimenea. Zanc y Davros tampoco perdieron la oportunidad de entrar una vez que el enano había roto el hielo con el propietario y se sentaron junto a él cuando el primero ya estaba desabrochándose las botas. Sólo gracias a Morwing, que era conocido y respetado en la villa, se evitó el que la guardia se personase allí para detener a los aventureros. Theodor, resignado con la idea de que sería imposible echarlos hasta el amanecer, dejó un barril de cerveza junto a la mesa que ocupaban y allí los dejó, calentándose en las brasas que aún aguantaban incandescentes. Durante esa noche el propietario rezó incontables veces a todos los dioses del panteón faerunio pidiendo encontrar la taberna al día siguiente tal y como la había dejado, hasta que cayó dormido cuando casi despuntaba el alba.
A la mañana siguiente los cuatro improvisados compañeros se reunieron a primera hora de la mañana con Aranar Brusta en la Casa del Representante del Consejo; no porque el asunto fuese de vital importancia, que lo era, si no porque a esas alturas la cerveza se había agotado ya y la cabeza partida del ogro que Kormack guardaba en uno saco, comenzaba a apestar más de la cuenta. El Lechón Lechal, aunque desordenado y con alguna silla o mesa patas arriba, resistió heroico la noche de fiesta de Davros, Zanc, Kormack y Morwing.

Ocultando la resaca lo mejor que pudieron, el recién revelado hechicero y hasta entonces consejero de Aranar,  expuso lo acontecido durante el día anterior en lo profundo del bosque de Cherrybroof. No se escatimaron detalles y gesticulaciones puesto que el alcohol aún circulaba raudo por las venas de más de uno. Desde luego los recuerdos y sentimientos aún permanecían frescos en la memoria de los miembros del grupo y a cada oportunidad pugnaban por salir al exterior ya fuese a través de miradas cómplices o a través de pequeñas bromas que sólo entendían ellos. Sin duda, tal y como fue narrado, aquello se trató de una batalla épica, donde tan sólo siete hombres habían acabado con medio centenar de criaturas y con el mismísimo señor de la guerra ogro. Aranar escuchaba boquiabierto sin interrumpir lo más mínimo a su consejero, incluso en los momentos en que éste se levantaba de la silla y utilizaba el carísimo mueble como si fuese un tronco imaginario desde el cual emergía para saetear a un diabólico orco; o como cuando el enano depositó sin miramientos la cabeza del Gran Clombush sobre la escrupulosamente limpia mesa del funcionario ante la mirada descompuesta de éste. Tras la narración de casi una hora sobre un hecho que había durado escasamente diez minutos Aranar Brusta entregó la prometida bolsa de mil monedas de oro en gemas pese a que no se había cumplido con la parte estipulada en el trato, que era la captura del antiguo lugarteniente de tropas Holmar Beram. Sin embargo el haber limpiado de enemigos aquel bosque que era como el jardín trasero de su región bien merecía ese dinero. Sintiéndose generoso, el mediano regaló las tres monturas que había proporcionado a los compañeros así como un par de ponis para que Zanc y Kormack pudiesen cabalgar hasta Athkatla. Además de ello, Morwing fue liberado de su servicio con la excusa de que pudiese ayudar a los demás en la pronta resolución del escabroso asunto. Aranar estaba gustoso de desprenderse del elfo; no porque no fuese un leal servidor, al contrario, si no porque aunque el Representante del Consejo parecía tonto no lo era lo más mínimo, y sus sospechas acerca de las actividades del hechicero no habían pasado desapercibidas. Pero bueno, no podía culparlo, Amn funcionaba así y él no era nadie para cambiarlo.

A casi un día de marcha en dirección norte, encontramos al resto del grupo en una pequeña y modesta casa solariega en el límite meridional de Cherrybroof. Si están pensando que se trataba de la residencia de la familia Shesar se equivocarán de pleno, ya que ésta aún humeaba debido al reciente fuego que la había reducido a cenizas prácticamente. La casa de la familia de Eyrin Ignar había acogido a la familia de Allen así como a Ogna y a Losse como agradecimiento por la liberación de la muchacha de las manos de la tribu del Pulgar Negro. El paladín, el explorador y el señor de la casa habían dormido en un par de mantas tendidas sobre el suelo en el salón de la familia ya que el padre del paladín reposaba en la cama convaleciente aún por la paliza recibida. Ogna durmió junto a Eyrin en una cama mullida de colchón de lana de oveja sobre unas impolutas sábanas blancas de seda en las que cayó rendida tras tomar un relajante baño como hacía años que no lo hacía. Cuando despertó al día siguiente, la porta-antorchas estaba exultante, como si la pesada carga que llevaba hubiese desaparecido por completo. Pasó la mañana junto a Losse mostrando sus respetos a la familia de Spujnur y realizando un homenaje póstumo al explorador caído. Por supuesto decidieron no contar a los padres de éste el hecho de que lo habían dejado chamuscado y renegrido como un leño en una chimenea en mitad del campo a merced de los carroñeros. Eran detalles sin importancia que no venían a cuento en ese momento. Allen por su parte pasó el día con sus padres, dejando todo bien atado para que su familia estuviese bien cuidada durante el tiempo que él estuviese alejado del pueblo. Cuando caía la tarde los tres se reunieron a la entrada del pueblo y tomaron asiento en unas piedras que los ancianos del lugar usaban como asiento para observar a la gente que entraba y salía del pueblo a diario. Allí aguardaron durante largo rato y ya iban a volver a casa de los Ignar cuando algo semejante a una melodía se hizo audible en la lejanía. POPO ...po ...po! POPOROPO ...po...po! 

Así comenzaba el viaje de dos días desde Cherrybroof hasta Athkatla y del que habría mucho que contar en un futuro. Como he dicho las decisiones por las que se optó por ir hasta Athkatla eran de los más variado. Algunos secundaban la postura de Allen de localizar a su hermano y liberar de los esclavos que estuviesen bajo el control de los piratas. El hecho de encontrar al fugado Homar así como de descubrir la identidad del misterioso "Heredero", quien daría mucho de qué hablar en los meses venideros, también era otro gran aliciente para viajar a la gran urbe. Los motivos personales de algunos de ellos, que buscaban respuestas sobre ellos mismos y su pasado, también era un buen motivo para acercarse a la gran ciudad; y por supuesto... no lo olvidaba, el oro de los piratas, claro. ¿Qué otra cosa podía ser?