Una vez más, esa escoria de hechicera volvía a huir sin hacerles frente nada más su sangre se había visto derramada. Losse lo lamentó otra vez. - ¡NOOOOOOO! - Ogna preguntaba por ella mientras intentaban resistir el empuje de la absorción generada con la destrucción del portal. - ¡Ha vuelto a huir la muy malnacida! ¡Hay que salir de aquí ya! -
Losse se movió hacia la posición de la bardo y la agarró para subir hasta la plataforma que se encontraba por encima, aprovechando el hechizo de levitación que aún conservaba. - Agárrate fuerte y corre cuanto puedas una vez estemos ahí arriba. -
Motivo: TS Voluntad
Tirada: 1d20
Dificultad: 7+
Resultado: 11(+5)=16 (Exito)
- Movimiento completo para coger a Ogna y subir hacia la plataforma levitando.
La locura desatada por el hechicero comenzó a tener serias consecuencias, y ahora varios de los demonios eran engullidos por la potente grieta del portal o luchaban con todas sus fuerzas por evitar ser atraídos hacía él.
Por seguro que Morwing hubiese reído divertido de aquella escena si no fuese porque él mismo se encontraba en la misma situación que aquellos malditos demonios. – Nooooo, ¡¡¡NO PIENSO VOLVER ALLí!!!, exclamó a la vez que iniciaba el vuelo en dirección contraria al inestable portal.
De ese modo, y con más dificultades de las deseadas, Morwing nuevamente se adentró en los, al menos por el momento, firmes muros del antiguo templo. Notó como las rocas se convertían en el aliado perfecto para impedir ser atraído hacia el portal con tanta violencia, lo cual le permitió alejarse de allí a gran velocidad.
Motivo: TS Fort
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 13(+8)=21 (Exito)
Movimiento: Doble movimiento, ¿o triple?, por encima del techo hacia lo alto de la pasarela
Aquel extraño suceso, la explosión al fondo de la enorme sala tras el pasillo (que daba a entender por qué Morwing no respondía), los gritos de desesperación de Sylphamen, la fuerza que parecía atraer todo hacia el lugar del ritual... ¿Lo habían conseguido? ¿Era posible? Así parecía, tan sólo la enorme criatura metálica que, ahora en el suelo, se encontraba junto a Davros y Kormack, se interponía entre ellos y la posibilidad de salir con vida de su éxito.
Cuando el guerrero estaba ya dispuesto a cubrir la retirada de sus compañeros, Ogna, magnífica como siempre, usó uno de sus trucos preferidos, la enorme mole chocó contra el suelo, dándoles la oportunidad de dejarlo allí y que la, cada vez más fuerte, succión de aquel portal acabase con él y con todo lo demás.
No había sentido en quedarse allí, había que correr, y más que nunca. Las palabras del enano sirvieron como señal, y Davros comenzó la carrera, dirigiéndose hasta la pared bajo la entrada, para a continuación, usar de nuevo el poder de la poción mágica y subir por ella.
Doble movimiento (enfundo el mangual de camino) hasta la pared (a la izquierda de por donde entramos o a la derecha si la pasarela no me impide subir por ahí, y ya podría comenzar a subir por ella)
Viendo que la opción propuesta por Kormack era la mejor para salir con vida de semejante empresa, Allen espoleó a su hipogrifo para que hiciese lo indicado por el enano. La montura, sin que necesitase de más detalles que la simple guía de las riendas del paladín, se situó sobre el clérigo de Lathánder aleteando con brío para mantenerse en el aire y no ceder al viento mágico levantado por el portal. Cuando Jeldrich estuvo a salvo sobre el musculoso cuerpo del hipogrifo éste los llevó sin perder un instante hasta la boca del túnel excavado en la cúpula.
Nymigen pataleaba ridículamente en el suelo tratando de ponerse en pie sin éxito mientras los compañeros, cada uno utilizando sus propios medios o ayudado por otro, salvaban el obstáculo de pared que los llevaba directos a la salvación.
Morwing, atravesando las rocas en dirección a la salida, había escapado por el momento del influjo del portal. Aun así, el crothual que portaba seguía dando señales de querer volver al lugar que le correspondía. El calor que desprendía, a pesar del estado en que su dueño lo había confinado, parecía no ser suficiente para debilitar el nexo de unión entre el portal y lo que en su día formó parte de él. El hechicero supo en ese momento que tan pronto recuperase la forma material no podría soportar la intensa temperatura que emitía el artefacto.
Una vez los primeros compañeros fueron cruzando el muro de viento que en su momento protegiese a Sylphamen de la nube tóxica conjurada por Morwing, la succión del portal se hizo más llevadera y permitió andar sin dificultad. Allen y Kormack, los dos que lo cruzaron en último lugar, asomaron completamente cubiertos de polvo en la sala en la que el Hezrou había sido derrotado. En la puerta de ésta Selpen y los tres soldados que habían aparecido con Morwing seguían paralizados en la misma posición que fueron dejados. Ni los piratas que había huido del lugar cuando segundos antes el barco volador se había estrellado contra el tejado de la ciudadela se habían dignado a tocarlos. La situación se había convertido en una carrera por la supervivencia y el primer paso consistía en ponerse a salvo todo lo lejos posible de aquel lugar maldito.
Cuando Morwing apareció en el salón a través del suelo aún conservaba la apariencia de Eradack Filguien. El efecto que le permitía adoptar la consistencia de un fantasma seguía activo pero ya daba muestras de estar a punto de expirar. Por un instante reinó el silencio Reunidos en torno a los cadáveres de los falsos soldados los miembros supervivientes del grupo que comenzase a cohesionarse a poca distancia de allí se miraron a los ojos unos a otros. El Heredero y todos los que habían confabulado para traerlo a los Reinos y sembrar el terror habían fracasado estrepitosamente. No había sido en Athkatla con su batalla de varios días contra los piratas, ni en Crímmor o Murann contra los ejércitos orcos. No. había sido allí, en Oaksville, en una pequeña villa alejada de las bulliciosas vidas de la urbe, donde se había decidido el futuro de Amn. Donde por fin se puso punto y final a la Crónica del Heredero…al menos por un tiempo.
Motivo: Golem ponerse en pie
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 6(+5)=11 (Fracaso)
Estáis todos reunidos en la sala donde derrotasteis al Hezrou.
Morwing continuó avanzando hacia la primera sala del antiguo templo. En uno de sus breves vistazos para comprobar el estado del resto de compañeros, pudo comprobar cómo estos habían derribado al temible golem y se disponían a escapar progresivamente. Todo aquello serían buenas noticias si no fuese porque no había rastro de Sylphamen. - ¿Dónde demonios estás….?, ¡maldita sea!, se preguntaba frustrado ante la posibilidad de que hubiese podido escapar… más aún cuando todo apuntaba a ello.
Finalmente el hechicero llegó a la sala dónde anteriormente habían derrotado al Hezrou. Sus conjuros permanecían por el momento activos y, poco a poco, fue viendo como cada uno de sus compañeros iban llegando mientras él se mantenía en silencio sumergido en sus pensamientos.
Un sabor agridulce se apoderaba de Morwing. Bien era cierto que su principal objetivo, aquel por el que tanto tiempo había luchado y tantas víctimas, amigos como enemigos, había dejado atrás había sido cumplido: Lorevor no llegaría a reinar en Amn y quedaba sentenciado a aplazar su reinado por ahora. No obstante aún quedaban muchas dudas sin resolver en torno a la figura de Sylphamen, el hecho de que continuase con vida no suponía otra cosa que poner un punto y aparte a toda aquella trama. Sin duda que se las ingeniaría para reponerse y reconstruir un plan que hasta el momento había sido fallido…. Y esto, como no podía ser de otro modo, obligaba al incantator al continuar con la búsqueda de Sylphamen, con la detección de portales extraplanarios… en definitiva, a seguir luchando.
Jeldrich fue de los primeros en conseguir escapar de la delicada situación en la que se encontraban. Daba gracias a Lathánder por haber guiado al paladín de Tyr hasta ellos en aquel momento tan crucial… sin él, quién sabe cómo hubiese acabado todo.
Mientras esperaba impaciente la llegada de sus compañeros, Jeldrich vio como aquel viejo encapuchado permanecía inerte en la habitación. - ¡Oye! ¿No piensas hacer nada para ayudarlos?, preguntaba desde su posición. - ¿¿Oyee??. Aquellas palabras surtieron el mismo efecto que hablar a una silla de madera… no hubo réplica del hechicero.
Cuando ya estuvieron todos reunidos, Jeldrich comenzó a interesarse por el estado de sus compañeros. -¿Estáis todos bien? Y Es que el último ataque sufrido por el golem había dejado a varios de ellos en una situación bastante débil. – Deberíamos alejarnos de este horrible lugar… tiene pinta de venirse abajo en cualquier momento, añadió.
Por fin encontraron algo de calma antes de seguir con el abandono de la fortaleza y pudieron compartir algunas reflexiones sobre lo acontecido en la última batalla.
Losse, que se había asegurado en todo momento de que Ogna saliera de aquel lugar con vida, seguía lamentando no haber acabado con la hechicera antes de que pudiera escapar por segunda vez delante de sus narices. Pese a ello, habían logrado algo que podría haber cambiado el destino de todo Amn. Sus primeras palabras fueron para el menos esperado, Morwing, cuyo último ataque acabó con los planes de Sylphamen - Has realizado una gran labor ahí abajo. Te felicito por ello. Espero que esas criaturas no vuelvan a molestarnos nunca más y que ese medallón no te siga trayendo problemas. -
Jeldrich trataba de interesarse por el estado de todos y, aunque era evidente el estado de alguno de ellos, en el apartado personal, Losse lucía heridas mucho menores. - Por mi parte bien, Jel. Habéis hecho todos un gran trabajo y tendréis unas bonitas cicatrices que siempre os recordará esta gesta que parecía sobrepasarnos por momentos. Salgamos de aquí y charlemos más tranquilos en el viaje de vuelta. -
-¡Espera!- Protestó Ogna cuando Losse la agarró fuerte para subirla.- ¡Vishna!- Trató de explicar para no parecer desagradecida. La mujer recogió del suelo el preciado estoque y lo enfundó antes de agarrarse a Losse con fuerza y llegar hasta una de las plataformas. Al entrar en contacto con el arma mágica, trató de percibir sus vibraciones mentales.
Parece que ha acabado todo, pero tenemos que salir de aquí rápido.- Se esperó una retaila de protestas y quejas por parte de la mente diabólica que habitaba en el estoque en un castigo eterno. Sin embargo, tenía que saber, dado a su agudo olfato, que las presencias demoníacas más grandes habían desaparecido.
Una vez a salvo, todos los aventureros respiraron aliviados mientras recobraban el aliento. Ogna por fin podía dejar de cantar y bebió un trago de refrescante agua de su cantimplora.
- ¿Se acabó?- Dijo aún sin creérselo y mirando atrás por si el constructo de Sylphamen pudiera tener alguna propiedad que pudiera hacer que los persiguiera. Observó, a pesar de la magia que desfiguraba su figura y rostro, cómo Morwing parecía insatisfecho.- ¡Lo hemos conseguido!- Le daba igual que la maga hubiese escapado. Era una rata cobarde que se metería un largo tiempo es su madriguera a lamerse las heridas. Una irrefrenable sensación de alegría empezaba a recorrer el escuálido cuerpo de la bardo. No era poca cosa lo que habían conseguido. una gesta digna de ser correctamente relatada para el gozo de una buena audiencia.- Lo que hemos hecho hoy aquí formará parte de las leyendas...¡Enhorabuena!- Si eso no era poco el haber acabado viva la llenaba de gozo. El bebé que llevaba en las entrañas podría sobrevivir y en un mundo mucho mejor gracias a ella. Las voces de Jeldrich y Losse volvieron a ponerla los pies en la tierra.
- Sí. Ese portal puede hacer que todo esto colapse. Salgamos de aquí rápido.- Ahora que habían culminado su misión podría volver a Athkatla. Allí tendrían que presentar parte a su cliente e informar a las autoridades de todo lo acontecido. ¡Vaya aventura! Habría cosas que ocultar, otras que dulcificar y muchas otras que ensalzar con la magia de la poesía y el poder de su voz. Haría que su fama creciese por todo Amn. En la capital buscaría a Klarisse para que la ayudara con su embarazo y después volvería a Nashkel a reclamar aquella casa. Sí, ese podría ser su hogar junto a Pino II y Losse... Una punzada le oprimió la boca del estómago. Ni siquiera le había contado al elfo everlunita que estaba embarazada. Ya encontraría el momento adecuado.
Las felicitaciones del elfo lunar al hechicero fueron tan inesperadas como la respuesta de éste: - ¿Felicitarme dices?¿¿¿Enhorabuena???, respondió con tono serio y una mirada penetrante a pesar de su forma fantasmal. – Esto no ha acabado…, añadió negando con la cabeza dando incluso muestras de enfado. – Cuando estéis disfrutando de la calma en las montañas, rezando a vuestro dios en algún jodido templo, buscando justicia en asuntos mundanos, haciendo de guardaespaldas de algún maldito ricachón o gozando de la tranquilidad del hogar en mitad de algún frondoso bosque…, fue citando mientras clavaba la mirada en cada uno de sus compañeros, - … preguntaos con la certeza de no equivocaros, ¿dónde está el verdadero peligro? … No, esto no es más que la calma que precede a una gran tormenta. Esa maldita bruja ha escapado viva y os aseguro que volverá con más fuerza y conocedora de los errores que ha cometido esta vez…, comentaba mientras caminaba unos pasos dando la espalda al grupo. – Nuestra gran baza, nuestro anonimato, ha sido desvelado… por lo que si queréis que vuestro hijo pueda tener un futuro, os recomiendo que no os relajéis demasiado, dijo destapando torpemente el “pastel” sobre el embarazo de Ogna. – Sí alguna vez queréis encontrar problemas, tan sólo… intentad encontrarme…, sentenció girando la cabeza hacia el grupo con una misteriosa sonrisa dibujada en la cara.
Con aquellas palabras, que posteriormente sus compañeros sabrían que se trataba de una extraña despedida, la figura de Morwing comenzó a desvanecerse dejando tras de sí un tenue polvo blanquecino y la amarga sensación de que sus palabras podrían ser tan ciertas como inquietantes.
Acción: Teleportar
Destino: Desconocido
El enano más conocido como Kormack pasaba la barrera de viento con todo el pelo alborotado, una mirada atrás para ver como todo se desmoronaba. Una sonrisilla le asomaba en su cara y cerca estuvo de felicitar a sus compañeros cuando altivo, el mago, hacía un feo a sus compañeros -Hmmm... ha sido un placerrrr, crrrreo que las cucarri-achas te iaman.- terminó diciendo a Morwing en referencia a su amigo que estaba casado con una y de un tamaño desproporcionado, además de tener descendencia tan fea como él. Instantes después desaparecía. -HMMmm. MEJORR MÁS ORRRO PARRA LOS DEMÁS.- dijo muy feliz Kormack. -Tú no esperrrres rrrriecibirr lo mismo que los demás...- decía con dedo acusador a Jeldrich, estaba claro que había participado en gran medida a la victoria del grupo, pero no iba perder oro por un tipo que no había recorrido tanto. Ya tenía suficiente con que Ogna fuese considerada "uno más" para que encima otro se metiese en el grupo cuando faltaba nada. -Rrrrrecibirrrás tu parrrte...- y con suerte la rechazaría. Lo mejor era ir a Athkatla...
Ogna se quedó con la boca abierta ante la airada respuesta de Morwing pues éste no la dejó tiempo para contestar. Se miró las manos y compró que aún conservaba los guantes que le había regalado el hechicero. Al menos se llevaba eso de él. Eso y un dardo envenenado que el incantator soltaba al final. Sin embargo, si en algo era experta la bardo era en capear el temporal así que obvió el tema del niño y siguió la estela dejaba por Kormack en la corriente.
- Qué espere sentado.- No se le ocurría razón alguna para tener que ir a buscar a Morwing si éste había elegido volver a abandonarlos. Trató de tranquilizar a los demás.- Todo este intento de traer a Lorevor a este mundo ha llevado mucho tiempo y esfuerzo.- Ogna lo veía todo con la mente de una humana cuya vida era vivida más intensamente y , por ende, más corta de miras.- Para cuando esa zorra acabe de lamerse las heridas habrá pasado muchísimos tiempo, bien podemos tomarnos un descanso.
El suelo tembló de manera violenta segundos antes de la gran explosión que anunció el fin. El círculo había sido cerrado definitivamente. Sin embargo, aparte de las bestias de la noche y oscuros y misteriosos personajes envueltos en sus respectivas capas, no serían muchos los que tendrían oportunidad de escucharla, pues aunque ésta viajó tan lejos y en tan poco tiempo como no había en el mundo criatura capaz de hacerlo, pocos eran oídos presentes que pudiesen captar un sonido tan poco ligado a la palabra victoria. Sí, era la victoria lo que en realidad aquella última consecuencia del colapso del portal anunciaba. El logro máximo de un grupo tan dispar como poderoso.
El fuerte viento levantó las capas y meció los cabellos de los aventureros, pues éstos, desde la elevación cercana al Monumento de las Razas, tuvieron el placer de ver desde la distancia lo que habían conseguido tras mucho esfuerzo y sacrificio. La corriente de aire, como queriendo agradecer su labor, pareció llevarse consigo el cansancio, las preocupaciones y la tristeza por los que quedaron atrás. Habían hecho historia, forjarían leyendas, vivirían eternamente en las canciones y, como bien había apuntado el hechicero renegado Morwing, sus nombres quedarían escritos de forma indeleble para bien o para mal en la memoria colectiva durante años. Sus actos serían un recordatorio presente para amigos y enemigos, para ancestros y descendientes, para vivos y muertos. Se cerraba así el capítulo más importante de sus vidas. Con él concluía lo que años más tarde algunos darían en llamar La Crónica del Heredero, una recopilación de escritos de diferentes autores anónimos en el que se narraba desde principio a fin la historia que comenzaría con la descomposición de los Ocho de Valigar para acabar con la gesta llevada a cabo por Allen Shesar, Davros Zokk, Morwing, Losse, Ogna, Kormack Quebrantahuesos, Zanc Piesligeros y los muchos que se compartirían sus vidas durante ese tiempo, como Jeldrich, Cuinthere, Traishor, Rissen “Gota Fría” y muchos héroes anónimos que dieron sus vidas por un fin que pocos imaginaron en un principio. No obstante, si pensamos que todo aquello terminó en la pelada colina en los alrededores de la desolada Oaksville, ciertamente caeríamos en el error, pues para los vencedores la vida no terminaba allí. No, quedaba mucho más: el regreso a Athkatla, la liberación del Atolón de la Sirena Muerta, la vuelta al mausoleo de Harrum-Zhasal y la exploración de los profundos corredores de Drulk Malthorn entre otros. Juntos, separados, buscando riquezas, poder personal o simplemente tratando de esclarecer las preguntas de un pasado con más incógnitas que respuestas, sus vidas quedarían ligadas y entrecruzadas de una u otra manera hasta el fin de sus días... hasta el fin de sus días.
A todos, sólo puedo decir: gracias de corazón.
- Siempre me pareció un gilipollas. - Dijo Losse nada más se fue Morwing con su habitual palabrería. - En fin, con un poco de suerte, esa hechicera tocará las pelotas a algún mago más poderoso que ella y acabará con sus jueguecitos para siempre. Mientras tanto, disfrutemos de lo logrado, que no es poco. -
No obstante, el hechicero llevaba razón en una cosa: habían dejado de ser aventureros anónimos. Es posible que esta gran misión llevara el rumor de un elfo de pelo blanco hasta el último rincón de Faerun, lo cual podía ser peligroso pero, a su vez, serviría para hacer más llana la búsqueda de su pasado. Pero eso es algo en lo que ahora no tocaba pensar.
Cuando todos salieron de allí, Losse se fundió en un abrazo casi eterno a Ogna. Apartó los pequeños mechones de pelo que caían por delante de su cara aún mojados por el sudor y la besó varias veces a sabiendas del peligro que acababan de salvar. Se interesó también por el estado de sus heridas. Aún con aquella suciedad y ensangrentada, él la veía más guapa que nunca, quizá por los destellos de felicidad que ahora lucían sus oscuros ojos. Probablemente tendrían que hablar sobre qué sería de su futuro en el camino de vuelta.
El siervo de Mielikki extendió las felicitaciones a todos los demás. No llevaba ninguna bebida fuerte para celebrar aquello, así que improvisó con una de las pociones de curar heridas y la derramó sobre el cuerno de minotauro que Kormack le había regalado. Lo alzó como gesto de victoria y la engulló como si se encontraran bebiendo cerveza en la taberna de Oaksville el día en que todo comenzó. Cerró los ojos y todavía podía verse en aquella mesa junto a Zanc, Kormack, Traishor y, por supuesto, Ogna. Se entristeció por el destino de los dos acompañantes que ahora no se encontraban en el reino de los vivos pero, una vez volvió a abrir los ojos, lo apartó del recuerdo por la gran cantidad de vidas que acababan de salvar. El Heredero había sido derrotado.
- ¿Se acabó? - Eso parecía o, al menos, durante un largo tiempo, como decía Ogna. El plan que habían conseguido reventar había sido planeado durante décadas, estaba claro que no volverían a saber nada sobre Sylphamen en mucho tiempo, más le valía.
Daba la impresión de que el hechicero había adquirido cierto gusto por las despedidas dramáticas, ésta vez no le sorprendió en absoluto, aunque querría haber tenido una larga conversación con él y discernir lo que le pasaba realmente por la cabeza.
Allí estaban, contemplando la mayor bola de fuego que la que Davros jamás había sido testigo y, a éstas alturas ya eran un número considerable... Pero bueno, no nos desviemos de ese momento, allí, junto al Monumento de las Razas, los aventureros protagonizaban una imagen que bien podía ser un bello lienzo sobre aquella victoria.
Athkathla era el siguiente paso... Pero el siguiente paso de un camino que no llegaba a ninguna parte. Por supuesto que el guerrero se merecía una celebración y, por supuesto la tendría, la primera noche tras pisar la ciudad, y otras tantas consecutivas, mucho alcohol, algunas "amigas" y contados encontronazos que, por suerte para sus oponentes, acababan casi antes de empezar. Davros era consciente de que cualquier día, su demonio interior vería la luz, pudo sentirlo varias veces en aquellas tabernas pero aquellos borrachos tuvieron la buena fortuna de que lo controlase.
La sensación de vacío que sentía crecía y crecía al pasar de los días. Habían conseguido lo que se proponían pero... ¿Y ahora?
Davros no sabía hacer nada más, al menos, nada que le mantuviera "vivo".
Poco a poco se dio cuenta de que lo único que mantenía unido al grupo era la amenaza que se extendía sobre la Costa de la Espada.
Acabó tomando la decisión, marcharse en busca de aventuras, una vez más. Deseaba que Ogna criara a ese hijo en paz, con Losse, si era afortunada, pero la imagen de "el tío Davros" no era para él.
Tanto Allen como Jeldrich siempre tendrían una misión para satisfacer a sus respectivos dioses, aunque amigos, eran demasiado santurrones como para soportar la vida que llevaría a partir de ahora ¿quién querría tenerlos de compañeros de tabernas?...
Lo mejor de todo era que por fin perdería de vista al enano, su mal humor, sus insultos, sus tonterías y sus impertinencias, sus malos modales, los problemas que parecían seguirle y los enemigos que no paraba de ganarse... ... Vaya, parece que incluso echaría de menos al puto enano, ¿quién lo hubiese imaginado?
Acabó alistándose como escolta en la primera caravana que salió de la ciudad tras el décimo día de su estancia, todo acababa como empezó, no podía ser de otra manera... ¿Qué más sabía hacer?...
Es un placer el haber jugado ésta peaso de aventura con vosotros. :*
Una bola de fuego iluminaba la escena. -BAH!- dijo el enano viendo como aquel fuego engullía los restos de un buen compañero como había sido Zanc, aquel gnomo tenía la misma ambición que Kormack y ambos parecían comprenderse. Pese a todo, el enano comenzó su marcha hacia a Athkala, el último viaje que haría junto a sus camaradas y que aprovecharía para despedirse.
Un buen apretón de manos dio a Jeldrich, -Ha sido agrrradable contarrr con tu apoyo, JA!- dijo con media sonrisa al meapilas que con algo de suerte no volvería a ver, porque era bastante inaguantable, aunque en los momentos más duros había sido su mejor apoyo.
Un saludo respetuoso hizo a Allen Shesar el que le había contratado para aquella misión -Mis serrrrvicios aquí concluyen.- dijo cogiendo su parte del botín con una sonrisa, sus manos contaban raudo su parte.
Una mirada lanzó al humano Davros -Mejorrr que no nos veamos, nunca! Io lo he visto ... No todos los demonios desaparrrrecierrron en aquel círculo.- decía mientras su ojos acusador se cernía sobre Davros. Quizás el guerrero más habilidoso que había visto Faerun estaba delante suya, quizás fuese el auténtico héroe del grupo, quizás el único que había salido ileso a uno de sus ataque había sido Kormack, pero la realidad es que todo aquello quedaba en nada para el enano. Davros Zokk viviría el resto de sus días como servidor de la muerte, en comunión con aquel demonio que le perseguía.
Tras esto su mano apretó la última mano élfica que estaba dispuesto a tocar -Tiodas aquellas leyendas quie contaban en mi pueblo...- comenzaba a recordar Kormack en referencia a los mitos que se habían creado sobre los elfos en las montañas. -Son ciertas, JA!- dijo el enano estallando de risa. Sin duda, aquel comentario pilló por sorpresa al explorador everlunita. En los ojos del enano estaba la simpatía que procesaba por aquel elfo capaz de leer donde el enano sólo veía polvo, aunque siguiese pensando que era potra y que se lo inventaba...
Sus ojos escrutaron a la fea humana que se encontraba junto a Losse para lanzarle una sonrisa -JA!- dijo el enano -Y jurrrarrr quie le aposté a Traishorrr quince monedas a que no dudarrrrías ni una semana...- dijo como paradoja a que era Traishor quien cayó y no Ogna. -Que los dioses te sonrían...- aunque con lo fea que era lo mejor era que no la miraran mucho.
Finalmente el enano hizo una reverencia y cogiendo sus cosas desapareció poniendo en marcha su plan. Las dekhanas comenzaron a sucederse y el enano intentaba contratar a un grupo de guerreros enanos dispuestos a luchar para recuperar la tierra natal de Kormack, que ahora yacía bajo el yugo del mal. Aunque parecía que la fortuna caprichosa prefería divertirse a su costa. En otros tiempos los legendarios y fuertes guerreros enanos parecían haber caído en desgracia, el vicio del alcohol, la holgazanería y los trabajos mundanos parecían consumir a su pueblo, que parecían no encontrar en el plan de Kormack una buena empresa a la que sumarse, todos veían pocas posibilidades de éxito y por una tierra que no parecía no valer la sangre que reclamaba. Muchos ni conocían las tierras que mencionaba el enano y los pocos que la conocían huían despavoridos por las historias que habían escuchado. Muy pocos escucharon al enano y aún menos los que decidieron unirse, pese a que consiguió obtener un grupo de diez enanos no duró mucho. Pues estar en compañía de Kormack era todo un desafío, su carácter y su falta de liderazgo le hacían casi insoportable, mucho más su racanería, sus ojos parecían contar a cada rato el dinero. Sus dedos exploraban la bolsa con un fondo de oro tintineante. El dinero corría como vino y la monedas parecía que se malgastaban en armas y mantener a los soldados contentos.
Cuando todo parecía perdido la leyenda de Kormack, en un primer momento vista como una maldición, que atraía lo peor de las razas humanas y elfas, parecía ser también una bendición. Miles de enanos atraídos por lo que de Kormack se contaba. Un guerrero capaz de aguantar los envites de un monstruo de más de tres plantas de alto. Su leyenda parecía no tener parangón y su justicia parecía querer llevar el equilibrio a los reinos enanos y así fue como Kormack seguido de un ejército fue rumbo a la conquista de su montaña. Aunque nunca se supo el resultado de la batalla porque nunca se volvió a ver a los enanos que partieron, ninguno volvió a ir, ni ninguno se atrevió a acercarse por esas tierras así que poco más se supo de Kormack.
El final del principio
"No sé cuánto ha pasado exactamente desde la última vez que decidí coger este diario para escribir. No cabe duda de que el tiempo ha hecho mella en alguna de sus páginas. He revisado lo último que dejé anotado, justo antes de partir hacia dar muerte al Gran Muzhal, y me ha refrescado todos aquellos momentos.
Recuerdo cómo nos infiltramos bajo los túneles subterráneos de Crimmor y llegamos hasta Fuerte Bueno. Recuerdo cómo nos infiltramos entre el ejército, disfrazados de orcos y cómo mis compañeros se plantaron frente al caudillo orco mientras yo vigilaba desde la muralla. Recuerdo lo rápido que le dieron muerte. Recuerdo también la apresurada huida por el túnel que conectaba el pozo de aquella fortaleza con el río Álandor. Sí, también recuerdo lo que ocurrió justo después de aquello.
Encontrar Oaksville desolado por los demonios, allí donde todo comenzó, no fue nada agradable. El rastro de estas criaturas nos llevó a encontrar a Morwing disfrazado de Lord Eradack Filguien junto a una veintena de soldados a las puertas de la Ciudadela Felbar, donde flotaba sobre ella el barco de Steznag. No cabía duda de que estábamos en el camino correcto.
Juntos combatimos una hueste de demonios a los que fuimos dando muerte uno por uno hasta alcanzar el núcleo de la fortaleza, donde un enorme Hezrou se encontraba esperándonos. Davros se encargó de demostrarle que su cabeza era menos resistente que el antiguo arma del Gran Muzhal comandada por el brazo del humano. La sala se quedó en silencio con un único camino a seguir: bajo una grieta de aquella sala se encontraba la senda que nos llevaría al final de aquel episodio de nuestras vidas.
Un antiguo templo de Mystra fue el lugar elegido por Steznag, Sylphamen y toda su hueste para la venida del Heredero. Les pareció demasiado poco cargada la decoración que decidieron adornarla con los cadáveres de Aranar y Zanc, con quien había compartido un tiempo muy valioso aprendiendo de él. Debían pagar por ello y por ese motivo nos adentramos buscando el portal de invocación.
En primera instancia, no logramos avistarlo, gracias a la compañía que pronto haría acto de presencia. Ethegax, el babau que tuvimos el gusto de conocer en Athkatla, se encontraba junto a otro especímen de su raza algo más pequeño, decenas de demonios de color rojo y aquel que en su día sería conocido como Steznag bajo su forma humanoide. Todos mis compañeros estuvieron espléndidos en el combate. De no haber sido por ellos, el destino de aquella invocación hubiera sido muy distinto.
Todos nuestros enemigos habían perecido y fue entonces cuando apareció Sylphamen con otra de sus creaciones. Apenas logré que sangrara ligeramente antes de que Morwing cortase la invocación de raíz con una ingente bola de fuego que abrasó a aquellas almas que habían decidido sacrificarse. Comprendimos enseguida la necesidad de salir de aquel lugar antes de que todo se viniera abajo. Y Sylphamen no iba a ser menos: volvió a desaparecer ante nuestros ojos sin poder arrebatarle la vida.
Cuando nos encontrábamos a bastante distancia, el portal estalló y, con ello, la Ciudadela Felbar. El sueño de la venida del Heredero quedaba ahora como una ínfima esperanza en el corazón de una humana cubierta de tatuajes cuyo anonimato también había sido revelado.
Morwing ya se había encargado de despedirse a su manera antes de que abandonáramos la fortaleza. No he vuelto a saber de él, pero algo me dice que, al igual que yo, seguirá con vida por los rincones de Faerun.
El resto partimos hacia Athkatla, viendo cómo había quedado todo y para narrar lo ocurrido. Nos despedimos con la tristeza presente en nuestros corazones por los momentos vividos.
Davros, el potente bárbaro que se había cobrado las piezas más temibles de los reinos, decidió emprender su viaje en busca de nuevas aventuras en las que aprender a domar su demonio interior.
A Allen y Jeldrich les perdí la pista en aquella misma ciudad. Nos despedimos y nos deseamos el mejor de los futuros. Seguro que la espiritualidad y la rectitud de ambos les llevaron a acometer innumerables gestas.
Sin duda alguna, Kormack me regaló la mejor despedida. Aunque a su manera, el enano había logrado encontrar en él el respeto que jamás soñé que conseguiría hacia mi persona. No voy a generalizar hacia mi raza, pues eso sería demasiado para ese tozudo enano.
Por mi parte, decidí partir junto a Ogna a Nashkel, hogar de Rissen "Gota Fría" y en donde encontraríamos unos bonitos días de paz en la casa de aquel tesorero al que los demonios consumieron.
Aunque fue difícil para mí adaptarme a un entorno tan urbanita, terminé acostumbrándome gracias a las pequeñas dimensiones de la localidad. Éramos bastante respetados y queridos, sobre todo por Rissen, con quien compartí una gran amistad y largas jornadas de caza.
La convivencia con Ogna, pese a lo malhumorada que se ponía cuando pasaba demasiado tiempo en el bosque, fue magnífica. Los primeros días sobre todo, aprovechamos para disfrutar de la tranquilidad de la que no habíamos gozado en las últimas semanas y aprender a conocernos mejor.
Con el paso de los días, y pese a los esfuerzos que ponía para que no lo notara, pude darme cuenta del ensanchamiento de su vientre. Una nueva vida estaba creciendo en ella y no encontraba el motivo por el que no me lo contara. Supuse que ella había encontrado el cariño que yo no podía darle en algunos momentos del día durante aquel periodo tan ajetreado que vivimos en la persecución de Steznag. Así que hice lo que consideré que era lo mejor para mí. Me negaba a escuchar de su boca la verdad. Quería mantener intacto el recuerdo de lo que tuvimos, por muy fugaz que fuera. Partí de Nashkel sin avisarla, sin contárselo a nadie, con el único objetivo en mente por el que abandoné Everlund. Debía servir a mi diosa. Debía conocer mi pasado.
Por muchos lugares por los que he caminado me han contado cómo fue la Crónica del Heredero, de cómo un grupo de aventureros frenaron los malvados planes de un demonio. Sin embargo, esta es mi particular visión de esos días. No hubo vencedores ni felicidad para mí que recuerde de aquella época. Aunque tampoco la encontré en los días posteriores. Pero, pese a todo, todavía trato de asimilar que aquello fue solo el principio y que lo peor aún estaba por llegar.
Hoy, sentado en la misma cama en la que me despedí de Ogna por última vez, me encuentro aferrado a este viejo diario que abandoné junto a ella en esta misma casa. Pese a pequeños detalles, todo está más o menos igual que cuando la dejé hace más de veinte años. Ella no está aquí, así que tendré que seguir buscando.
Mi historia aún continúa, aunque ahora debo encontrar a los aventureros adecuados con la que llevarla a cabo. Quizá tenga que empezar por buscar una leyenda. Quizá tenga que buscar a aquel que se lanzó junto a un ejército a la conquista de una montaña.
Será difícil, pero debo reunir a los que escribieron con sus hazañas La Crónica del Heredero".