Señorita, servir es facil, solo hay que hacer lo que se le pide a uno ¿Verdad? Me ocupare de su caballo, aunque nunca he visto uno vivo, sera como un perro grande, supongo.- Afirmo encojiendome de hombros.- pero... sobre su fiesta de cumpleaños... ¿Que es un cumpleaños y que se supone que debo hacer? ¿Tendre que meterme en otra caja desnudo?
-Guauuu, realmente no sabes nada... Servir es hacer lo que le mandan, pero debes conocer lo que te piden para saber hacerlo- Me golpeó un poco su ignorancia... realmente en el viejo mundo estaban mal...-En cuanto al caballo, básicamente es como un perro grande, aunque se parecen tanto como tu a mí. Verás que es un animal noble y si lo respetas no te hará daño. Cepíllale el pelaje y dale su ración de alfalfa y avena. El encargado del lugar te indicará como hacerlo- mala señal, empezaba a sentir algo de pena por él, y al final, el entrenamiento me iba a resultar mucho más pesado de lo que había supuesto.
-En cuanto a la fiesta... no, no tendrás que ir en una caja, y no tendrás que hacer nada de nada. Sólo quedarte en el sector donde estarán los regalos. Allí se te dará comida y bebida. Tú sólo debes quedarte allí sin estorbar.
- Yo no se nada, pero cuando menos no confundo nobleza con riqueza. Tu eres diferente a mi porque eres rica, nada mas, pero ¿Noble? No, no tienes nobleza. Eres altiva y engreida, no te veo capaz de hacer nada sin que repercuta en tu propio benefio asi que no te veo como alguien noble.- digo entendiento noble como alguien que posee nobleza en su corazon.- Si cuando me miras solo ves un animal y no un hombre es que tu corazon no guarda nada de eso que tan a la ligera proclamas tener. ¿Quedarme junto a tus regalos? ¿Temes que te los roben? Realmente da pena la gente del nuevo mundo.
-¿Quién te crees que eres para hablarme así? Esto es la ley de la selva, baby, ya deberías haberte dado cuenta. La nobleza es un valor del pasado... no me interesa cultivarla- altiva, le respondí por cortesía. No debería perder el tiempo hablando con alguien tan inferior. -No vas a cuidar mis regalos. Ya te lo dije, eres uno de ellos, quiero que todos te vean. El por qué no te incumbe. Simplemente, obedece... y acepta de una vez que ya no eres tu propio dueño.- la compasión que había comenzado a sentir se esfumó en un segundo. Realmente era un esclavo... ¿qué podía importarme lo que pensara o sintiera? Si es que era capaz de algo así. Aunque muy en el fondo, sus palabras habían logrado ponerme incómoda.
- En tal caso me pintare de amarillo florescente, asi todo el mundo me vera y podras lucirme mejor.- digo intentando que sonria.- ¿Eso la agradaria? No ¿Sabe porque? Porque no la agrada nada. Queria un esclavo, me tiene y no es feliz ¿Porque no es feliz alguien que lo tiene todo?.- pregunto con interes, realmente quiero comprenderla.
No pude evitar sonreír ante su primer comentario... pero mi sonrisa duró poco. Este hombre, con su simpleza, había dicho una gran verdad... ¿por qué no me sentía feliz? Pensaba que este día iba a ser único, exultante para mí. Y aquí estaba, viendo como un simple esclavo ponía en tela de juicio mi forma de ser, de vivir, y me hacía dudar de quién era yo en realidad.
Sin pensarlo, me acerqué hasta él y acaricié su rostro. -No lo sé Harold. Tal vez sea cierto que aún soy una niña- bajé mi mano avergonzada. No debía tener ese trato con un esclavo.
La sonrio y me atrevo a levantar su barbilla con dos dedos para que me mire a los ojos.- Ya se para que puedo valerte, puedo ser tu bufon, te hare reir cada dia y conseguire que seas feliz... y ademas cepillare tu caballo y si veo alguna rata por el establo preparare el aperitivo para tus invitados.- añado para que se ria.
-Mas te vale...-iba a decir esclavo pero me arrepentí -...Harold- le dije intentando sonar seria. Pero la risa afloró enseguida. -Me encantaría ver la cara de ciertas arpías que se dicen mis amigas probando tus bocadillos- quien sabe, tal vez este esclavo no fuera tan tonto como me pareció en un principio. -¿Sabes? Si te resulta muy incómodo, no hace falta que esta noche aparezcas por la fiesta. te tengo y con eso me basta. Ya podrá presumir de tí más adelante- agregué con una sonrisa pícara. Por primera vez en la mañana, no me sentí una idiota por haber hecho una concesión.
Niego con la cabeza- Nunca he estado en un fiesta, tengo curiosidad por saber como son. Nosotros tenemos la ceremonia de la mayoria de edad pero eso es demasiado serio para considerarlo fiesta. me gustaria ir, si no te importa. Asi podre hacerte reir si la fiesta no te resulta muy divertida y si tus amigas llegan esclavos tal vez encuentre a alguien de mi sangre o algun amigo, si no te importa claro.
-Hecho. Te llevaré entonces. Procura no agotarte demasiado, pues la noche será larga. Deberás volver a asearte y ordenaré que te manden una túnica más lujosa.- Volvía a recuperar el control de mi día. Ya estaba saboreando el momento en que todos vieran a Harold. -Es seguro que mis amigas llevarán esclavos... aunque ninguno de su propiedad. Pero podrás tratar con ellos de todas formas. Ahora ve a conocer a Tormenta, mi caballo-
Voy a abrir una escena para la fiesta y a meter mas pj y pnjs.
Harol, pasas a tu escena priva y Dakota puede seguir posteando aqui sus preparativos.
El día se fue volando. Luego de la ducha que tomé con retraso, salí casi corriendo para la modista. Faltaba el último toque, la última prueba para que mi vestido luciera y me hiciera lucir en este gran día.
De allí, el chofer me llevó a un spa para someterme a una intensa sesión de masajes y tratamientos faciales. Debía estar radiante, y los millones de mi padre me facilitaban todo aquello que necesitaba. Algún día sería mi propio dinero el que pagara todo eso, pero por ahora, que apenas se me permitía participar en las reuniones de directorio y que tan sólo había conseguido ser dueña de un esclavo, debía conformarme con vivir a cuenta de mis viejos.
De allí, me fui al cine. Debía pasar por la peluquería, pero aún tenía tiempo, y necesitaba mezclarme con desconocidos, estar con gente que no supiera quien era yo, para poder pensar en los sucesos del día, desde que me levanté, hasta que entrara como una diosa en mi fiesta.
Después de arreglar mi cabello y soportar la cháchara de las ayudantes del estilista, pude por fin volver a casa. Allí me esperaba mi vestido, ya terminado, y los zapatos que me habían diseñado exclusivamente para la ocasión. En la vorágine, casi olvidé pedir la túnica de gala para Harold, mi regalo, mi más reciente adquisición. Pero en casa, los esclavos eran eficientes. Si no, lo pagaban con su sangre. Por eso Abigail ya tenía todo arreglado lo relativo a él.
Así, sin casi darme cuenta, la hora de partir hacia el salón llegó. Papá y mamá me esperarían allá. Yo iría en la limusina junto con Harold, todo un honor para él.