La torre ardió con gran rapidez, con todo lo que hubiese dentro, y tal vez con algunos libros o pergaminos que podrían haber aclarado que es lo que afecto de aquella manera a la mente del Abab, para terminar convirtiéndose en aquello en lo que se había convertido. Un monstruo capaz de matar a sus hermanos, así como de utilizar enormes arañas y hasta esqueletos. Pero aquello, ya no tenía remedio, todo lo que habría quedado en la torre, estaba irremediablemente perdido para siempre.
Así que marcharon hacia la casa de la anciana, que no resulto estar muy lejos. Los lobos, fieles compañeros de la anciana les acompañaron y marcaron el camino, y en unos minutos llegaron a la cabaña. La anciana entro y allí salió Togoll comiendo un buen pedazo de carne bien tostada. Parecía encontrarse bien, era el truhan de siempre. Sus explicaciones fueron un tanto vagas e imprecisas, pero al parecer todo había terminado bien.
-Me alegro mucho de volver a verte, amigo Togoll. En mas de una ocasión temimos por tu vida. No se si ahora sería conveniente ir al festival del Desbarrilamiento, o no.-Era tiempo de alegría y momento de celebrar, por fin se habían reunido, y ya encaminarían sus pasos hacia una nueva y emocionante aventura. Pero antes, había que ser cortés y agradecido.-Señora Ledicia nos ha sido de gran ayuda, y ha salvado la vida de nuestro amigo. Hay algo que podamos hacer por usted, alguna cosa o trabajo que necesite. No somos unos desagradecidos y estamos en deuda con usted.- Y luego mirando a la bella Dalfrid añadió: -Dalfrid tu también nos has ayudado mucho, y ahora nos toca devolverte el favor, así que si hay algo que podamos hacer para ayudarte, tan solo tienes que decirlo. Togoll esta descansado y en buena forma y sin dudarlo ayudara en cualquier cosa que puedan necesitar. Y con respecto a ti, joven Hilthear, has pensado que hacer a continuación. Tienes un hogar al que regresar, o algún lugar al que te gustaría ir. Nosotros, no llevamos una vida fácil, y eres aun muy joven para acompañarnos. Pero si a nadie más tienes, no seré yo quien te expulse de nuestro fuego.-
Elassil estaba muy contento, las cosas les habían salido bastante bien, habían logrado salvar a su amigo Togoll. Y habían conocido a nuevos amigos, Dalfrid y Hilthear, con los que esperaba continuar en contacto. Y desde luego que no se olvidaría de la anciana que hablaba con los lobos. A ver si había mejorado un poco el humor de Karel, y podían disfrutar de un buen descanso y una comida amena y entrañable, mientras esperaban a ver que es lo que el destino les tenía preparado.
Como no podía ser de otra manera, al llegar a la cabaña de la vieja apareció el rechoncho mediano comiéndose lo que la pobre mujer tenía para cenar, seguro. Aún así, me alegré de verle, pero no mucho, que los enanos no nos emocionamos fácilmente. Entonces comenzó la diarrea verbal: primero fue el propio Togoll y después el afeminado Elassil, que empezó a pelotear a todo el mundo. Me llevé una mano a la cara. ¡Lo que les gustaba parlotear a todos ellos! ¡Si hasta se habían puesto a departir en medio de un combate! Suspiré y miré al cielo.
-"Abuelo, dame paciencia." Dije en bajo. "Vale, que sí Elassil, que sé que te has enamorado del muchacho... digo, de la anciana... digo, de Dalfrid, pero no la agobies. ¡No nos agobies!" Dije ahora en alto.
Le arrebaté un cacho de comida al mediano y me lo llevé a la boca. ¡Estaba hambriento!
-"Señora, no le importará que nos quedemos a comer, ¿no? Hace semanas que no como nada decente. Este elfo que tengo de compañero solo sabe cocinar lechugas y coles. ¡Me va a matar de hambre! Usted no tendrá un amigo jabalí para que venga y lo asemos, ¿no? O un..." Empecé a decirle a la vieja, mientras me la llevaba hacia la cabaña.
Y así, intentando comer algo, dejó Karel de mirar a los tres elfos que se reían a carcajadas detrás de él. Las siguientes aventuras del grupo ya se contarán en otra partida. Y colorín colorado, esta aventura se ha acabado.
Por mi parte intentaré buscar a los supervivientes del monasterio. Algunos frailes siguen ahí afuera, o tal vez en este bosque, por lo que no puedo abandonarles. Luego regresaré al monasterio -le dijo a Elassil y a Karel, pese a que el enano estaba más pendiente de la comida que masticaba el mediano-.
Yo te ayudaré a encontrarlos. Vine aquí buscando a mi mentora, y tal vez el Destino me haya preparado este viaje, además, para ayudarte -le dijo Dalfrid a Hilthear, ofreciéndose-.
La anciana Ledicia no se negó a la oferta que el enano Karel le propuso, sonriendo un poco antes de hablar.
No me importa, al revés, me halaga. Hacía mucho tiempo que no tenía invitados, y este bosque se merece un rato de paz. Señor enano, vayamos detrás de la cabaña. Allí hay unos tablones para hacer una mesa aquí, delante de la puerta, pues mucho me temo que todos no cabremos dentro de la cabaña -y tal que así, con la propuesta aceptada, no tardasteis demasiado tiempo en montar una mesa, buscar unos asientos de piedra y maderos, y disfrutar de un pequeño asado y un potaje de verduras preparado por Ledicia, bajo la atenta mirada de los lobos que comandaba-.
Togoll, mientras masticaba, siguió hablando, pues no se callaba ni debajo del agua.
Al final esto va a ser mejor que el festival del Desbarrilamiento -comentó apurando un vaso de agua fresca-. ¡Gracias, señora Ledicia!, ¡Y a vosotros también! -os dijo el mediano-.
Y tal que así, pasásteis aquel día en compañía de los habitantes del bosque, pese a que vuestra ruta original no hubo de completarse en aquella jornada. Después de los varios peligros acaecidos, aún quedaban algunas dudas y preguntas acerca de la maldicion del bosque (¿porqué sus troncos estarían tan curvados?), del abad Fessus, de los soldados del Conde Leonard y del Oro que éstos buscaban. ¿Acaso el bosque del Amarrado sería un lugar propicio para congregar tanta magia y grandes encuentros? Después de la comida, Dalfrid hico acopio de su laúd, y comenzó a entonar una balada acerca de un elfo, un enano y un mediano en lugar terrible, lleno de extrañas aventuras...
FIN
LA VERDAD
Hace unos meses, Leonard Locsan, conde de Ribeon, ordenó a un puñado de sus soldados acudir al bosque del Amarrado y explorarlo por completo. Buscaba un tesoro de cuya existencia era originaria de los antiguos pobladores de la zona. Para ello se internaron en el bosque, levantaron varias atalayas y montaron un campamento como base de operaciones.
Por otro lado, el dios Moralaevar (quien guardaba el Páramo de los Bustos y sus parajes desde una época antiquísima) no iba a permitir tal irrupción (y menos para saquear la valiosa razón de su posesión). Por ello convocó en sueños al abad del monasterio cuyos monjes le rendían culto, fray Fessus, ordenándole imbuir de un poder maligno al bosque con una buena razón: hacer que la savia de sus árboles se envenenara (de ahí su estado de enfermedad y su curvado crecimiento), sus animales y alimañas huyeran, y que otras criaturas malvadas (los arácnidos) lo ocuparan y repelieran a los soldados del conde. Fray Fessus no lo dudó, abandonó el monasterio y acudió al bosque para satisfacer a su dios.
Tras provocar este mal en el bosque a propósito, el poder de aquellas malas artes le hizo perder la cabeza. Los soldados fueron aniquilados, pero el abad se convirtió desde entonces en un ser de maldad, dispuesto a acabar con todo aquel que irrumpiese en el bosque. Para ello adquirió como hogar una de las torres que los soldados levantaron, y al resto les prendió fuego. En ella se fortaleció como señor del bosque a través varios hechizos (como la posibilidad de manejar esqueletos o convocar a voluntad a los arácnidos de la zona). Desde ese momento el bosque del Amarrado ha sido un lugar inhóspito y lleno de mala fama.
Tiempo después, en un ataque de locura, fray Fessus llegó a creer que los frailes del monasterio también querían robar el tesoro de Moralaevar oculto en el bosque. Por ello decidió asaltar con sus arácnidos el monasterio que antes regía. Quiso la casualidad que Togoll Piesdecuero, amigo vuestro, se encontrara allí en esos momentos. El mediano trató de huir, ocultándose en el bosque (junto con otros monjes)... y el resto ya lo sabéis.